Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 26 de mayo de 2013

No al maíz transgénico- El Estado y el limbo- ¿Estancamiento? ¡Baja y pérdida!

No al maíz transgénico
L
a Jornada Internacional contra Monsanto, convocada por diversas organizaciones civiles y ambientalistas, logró sumar ayer multitudinarias muestras de apoyo en cientos de ciudades de más de 50 países de todo el mundo: Estados Unidos, Argentina, México, Japón, Sudáfrica, Alemania y Australia, entre muchas otras naciones.
Es significativo que esta movilización social masiva, internacional y prácticamente simultánea no haya estado dirigida en esta ocasión en contra de algún Estado u organismo financiero, sino contra una entidad particular que detenta, por añadidura, una posición hegemónica en el ámbito de la producción alimentaria y la biotecnología –particularmente en el desarrollo y comercialización de maíz transgénico–, y cuyo enorme poder y alcance la coloca en una posición amenazante para la alimentación de las poblaciones y para la biodiversidad.
En el caso concreto de nuestro país, el correlato de este rechazo es la solicitud de permisos, formulada por las empresas Monsanto y DuPont-Pioneer al gobierno mexicano, para producir maíz transgénico a gran escala, con fines comerciales y sin restricciones, con el supuesto objetivo de contener las crecientes importaciones del grano en el país.
Tal solicitud es improcedente. Como ha sido documentado por distintas publicaciones científicas en el mundo, ese tipo de cultivos constituye un factor de riesgo para la salud de las poblaciones y para la biodiversidad, en la medida que su consumo está relacionado causalmente con afecciones diversas a los órganos vitales, en tanto que su producción está vinculada con la contaminación irreversible de especies autóctonas en distintos entornos.
Los ejemplos abundan: el año pasado un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Caen, Francia, documentó la aparición de tumores cancerígenos en ratas alimentadas con una variedad de maíz transgénico producido por Monsanto. Tres años antes, el International Journal of Biological Sciences publicó un artículo académico en que se demostraba que tres variedades de maíz genéticamente modificado, producidas por la trasnacional alimentaria estadunidense, pueden ocasionar daños a los riñones, el hígado y el corazón.
La falta de pruebas suficientes sobre la inocuidad de cultivos alimentarios de ese tipo debería ser suficiente para que las autoridades impidieran su producción irrestricta y a gran escala. Pero hay también consideraciones económicas de peso, como el hecho de que la libre comercialización de granos genéticamente modificados, lejos de ser una solución a la creciente dependencia alimentaria, asesta un golpe adicional a los productores tradicionales, de por sí castigados ante el aumento de las importaciones de ese y otros alimentos básicos en general; colocaría la producción en manos de un puñado de empresas –tres de las cuales, Monsanto, Syngenta y DuPont-Pioneer, controlan más de 90 por ciento del mercado– y agudizaría, por esa vía, la pérdida de autosuficiencia del país en el campo de la alimentación.
Si es verdad que el combate al hambre es una de las prioridades del actual gobierno federal, el punto de partida obligado sería el reconocimiento de las autoridades nacionales, a la relación entre dicho flagelo y el modelo de política alimentaria que ha sido impuesto al conjunto de la población, el cual se basa en una apertura indiscriminada de los mercados y ahora, también, en la conversión del derecho a la alimentación en negocio privado de unas cuantas compañías.
 
La corrección de la problemática requiere, pues, del diseño y aplicación de medidas orientadas a garantizar la autosuficiencia alimentaria, empezando por mantener o ampliar las restricciones a los cultivos transgénicos; revertir el escandaloso incremento en las importaciones de alimentos, y reorientar los apoyos gubernamentales a pequeños productores agrícolas.
 
El Estado y el limbo
Rolando Cordera Campos
El ejercicio de la política en su sentido más pleno y elevado es un producto histórico y nacional. Conocer a fondo el país, asumir su historia, hablar su lenguaje, son ya un acto político transformador. Así pensaba Arnoldo Martínez Verdugo a su país y su causa revolucionaria… como una transformación intelectual y moral de la sociedad, que vaya que nos hace falta. El auténtico comunista y hombre de bien se fue, pero sus ideas y compromisos quedan como herencia y reclamo siempre vivo. En su recuerdo y en solidaridad con Martha, vayan estas líneas. En memoria y a la memoria.
 
Como en buena parte del resto del planeta, en México el Estado sigue en el limbo. A pesar de los pasos dados por el nuevo gobierno para recuperar la centralidad estatal, la situación actual sigue afectada por déficit mayores en materia de gobierno, orden público y capacidad de dirección y mando por parte del Estado.
El daño causado por el desgobierno calderonista parece haber sido mayor, y es por eso que la voluntad centralizadora del poder por parte del grupo gobernante se muestra cada día como insuficiente. Esperemos que no se vuelva contraproducente, como puede ocurrir si de la angustia ante esta insuficiencia algunos se ven tentados a usar la fuerza, creyendo que su monopolio es real y legal y, por eso y sólo por eso, legítimo.

A medida que nos adentramos en el análisis específico y de los detalles de lo que pueden ser las beneméritas reformas, como lo hicimos en días pasados en la Academia Mexicana de Economía Política, esta falta de Estado aparece como ausencia primordial y simbólica. Si atendemos con cuidado a la manera como funcionan las instituciones que deberían dar cuerpo y fibra al Estado, no se encuentran sino huecos y fallas repetidas, en actividades donde su presencia no sólo es requerida sino vital. Así en la energía y sus fuentes convencionales o alternativas como en las finanzas públicas y privadas, donde reina una especie de pausada anarquía que usufructúan banqueros y dignatarios que reclaman homenajes a diario por su salvadora labor en materia de estabilidad y cuidado de la moneda, a costa de todo lo demás.
Lo que priva es un quietismo en la política y el Estado, sólo interrumpido por los brotes inauditos de violencia social y criminal a los que sucede siempre la calma chicha que no puede presagiar sino otra tormenta. Y así se pasa la vida en México.
La región más transparente de nuestro inolvidable Carlos Fuentes cede su lugar en estos días al Apocalipstick del otro inolvidable y querido Carlos (Monsiváis), cuya impronta no sabe de pactos y componendas. La dura realidad no ofrece cobijo a la dura ley que algunos proclaman y reclaman como unto milagroso, y sólo la disciplina férrea del Ejército Mexicano, todavía a prueba de balas, gritos y sombrerazos, ofrece un mínimo de seguridad a los aterrados michoacanos, que ven y sufren la imparable disolución de su orden público y político.
Desaparecer o no los poderes queda para Hamlet en Zirahuén. Los únicos que valen son los poderes de las bandas, que se enmascaran o no según les plazca. En la tierra del general, presidente y conductor de pueblos no quedaría ni su memoria, según quiso imponerlo el presidente pequeño que, como el hombre increíble de la célebre película, se reduce más y más con los días de su lamentable memoria.
La desgracia purépecha no empezó cuando sus reyes fueron derrotados por los conquistadores. Vinieron Tata Vasco y Tata Lázaro y Morelos y Melchor Ocampo para forjar un panteón glorioso de hombres libres y juventudes tercas y luchadoras que una y otra vez toparon con la necedad de gobiernos cuya divisa también necia era borrar el recuerdo de esas y otras gestas libertarias. No lo lograron y su mentalidad retardataria y represora fue la que quedó en el olvido.
Hasta que Calderón decidió tomar la estafeta, arrinconó al gobierno del estado, aprisionó a los alcaldes de los pueblos y quiso, para cerrar con broche de plomo y lodo, imponer a su hermana como gobernadora del páramo en que su intolerancia majadera convirtió a Michoacán. Y así hasta la fecha.
La mezcla de un liberalismo nunca bien aprendido ni entendido con un integrismo apenas mal tragado, con que Calderón quiso desmontar el Estado heredado de la Revolución, nos dejó sin sus instituciones fundamentales a la vez que sin recambio. Con las fuerzas armadas horadadas en su legitimidad primigenia, por el abuso que se hizo de su obediencia por parte del gobierno y su presidente, la eficacia estatal que solía solventar una legitimidad siempre endeble, por la simulación sostenida de un autoritarismo cada día más despojado de su legado reformador y desarrollista, ha entrado en decadencia y no hay manera suave de impedirla. Esta es, por mal que nos pese, la suma nada teológica de la realidad presente con que deben lidiar el sistema político y sus componentes y actores principales.
A valor presente, como dicen los currutacos, ninguno de ellos está a la altura de la tarea ingrata de reformar el Estado sin dejar de darle a la sociedad los bienes básicos, reales y simbólicos, para su sustento elemental. Ni el Pacto por México ni, ahora, el Plan Nacional de Desarrollo, pueden ofrecerle a los grupos que aspiran a ser gobernantes el mínimo aliento para acometer empeños de esta naturaleza.
Esta es, al final de cuentas, la historia del despeñadero panista, y puede ser, sin solución alguna de continuidad, la que escriban los perredistas si insisten en la desmemoria y la negación de principios y sueños primordiales, como los que nos legó Arnoldo. También le puede tocar al hoy orondo priísmo, cuando la ambición toque a rebato y las prebendas no alcancen para nada debido a una austeridad mal entendida y peor administrada.
En este cruce de polvorientos senderos se cuece nuestra encrucijada a unos años de que la democracia se estrenara y nos ofreciera, inclemente, sus primeras golosinas envenenadas en las personitas de Fox y los suyos, o en el cerrojo demoledor de Calderón y su (auto) destructiva junta. Y ni en la economía, la política o la cultura hay milagros de que disponer.
Y aquí nos quedamos, en espera de Ixca Cienfuegos o de los Días de guardar de nuestros queridos Carlos.
 
¿Estancamiento? ¡Baja y pérdida!
Antonio Gershenson
S
e habla de estancamiento. El producto interno bruto en el primer trimestre fue de 0.8 por ciento, después de un tiempo en el que no bajaba de 3.0 por ciento.
Ahora el Bank of America Merril Lynch dice que el estancamiento continuará en el segundo trimestre. Con esto, se pone en duda que el año tenga 3 por ciento de crecimiento como se dice oficialmente, sino menos.
Al mismo tiempo, en marzo cayeron las ventas de mayoreo en 9.9 por ciento, la peor baja de ven­tas en 44 meses, según indica el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). La anterior baja tan grande fue en julio de 2009, cuando la mayor crisis reciente.
Bajaron en este caso las materias primas agropecuarias, la industria y hasta el material de desecho, también llamado basura.
También se anuncia el mayor encarecimiento en cuatro años, también por el Inegi, para reducir los ingresos reales. Además de que se reducen los ingresos petroleros del país en el primer trimestre, y que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) compra gas más caro. Al mismo tiempo, sigue la quema de gas por Petróleos Mexicanos (Pemex). Las cantidades son enormes.
Hace dos semanas vimos que Pemex canceló pagos a empresas y a sus trabajadores, por un desfalco de más de 4 mil millones de pesos, en Chicontepec. Una parte del desfalco viene desde el año pasado. Se hablaba de volver a pagar por ahí por septiembre próximo, ya la duda es si no se va al año próximo. Se habla del desfalco en relación con funcionarios de Pemex que se pueden haber quedado con los faltantes.
La trasnacional Halliburton informó que Pemex le debe mucho dinero, diciendo que pagará hasta principios del año próximo, principalmente en sus proyectos de Burgos y Chicontepec, paraísos de las trasnacionales y donde éstas reinan a su gusto. En Burgos se ha entregado con todo y terreno, manejo del gas y todo por contratos a 15 años y a otros por contratos de 20 años. Y en Chicontepec se entregó a las trasnacionales el manejo de la inversión, la operación, por supuesto del dinero, y del personal.
También se redujeron los equipos operados por Schlumberger y Weatherford. Hablan de reanudar el trabajo hasta 2014. Los más optimistas hablan de finales de 2013. Y eso que son los favoritos.
Ahora dicen que bajan el presupuesto para Chicontepec en 40 por ciento, de 29 mil 700 millones de pesos del año 2012, a un presupuesto para 2013 de 17 mil 600 millones de pesos. Pero el presupuesto oficial para 2012 era de 18 mil 300 millones, al cual se rebasó con los 29 mil 700 millones mencionados, es decir, 60 por ciento. Se agarraron más de lo que supuestamente les van a recortar.
Antes, a todo esto se le llamaba crisis. Ahora sólo inventaron otras palabras.
Si no se les paga a los favoritos, al rato, ¿qué tanto se les pagará a los demás? ¿Y a los técnicos y profesionales? ¿Y a los trabajadores menos calificados? ¿Y a los proveedores y prestadores de servicios?
Obviamente, los ingresos de los funcionarios quedan intactos. En Los Pinos no hay escasez. No hay problema.
¿Cuántos discursos optimistas de altos funcionarios serán suficientes para acallar las voces de los que no han cobrado?
Otra gran pregunta: ¿quién se quedó con el dinero? Porque se supone que ahí estaba, ¿no? Estaba ahí el presupuesto, primero el del año pasado y ahora el del año actual. ¿Y por qué ahora no alcanza ni para pagarles a los favoritos?
Acaban de encontrar un dineral en Tabasco, en propiedades del que fue tesorero en el gobierno pasado. ¿Hay alguien buscando algo similar en Pemex? Hasta el momento, no se ven síntomas al respecto, para encontrarlo.
Tal vez haya altos funcionarios patriotas. Su plan consistiría en arrasar con lo que queda, como hicieron con lo que falta, y ya no habrá nada qué entregarles a las trasnacionales.

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