Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 25 de mayo de 2013

Bolivia: sus dictadores, encarcelados de por vida- Wagner 200

Bolivia: sus dictadores, encarcelados de por vida
Jorge Mansilla Torres *
La justicia boliviana condenó en mayo de 1995 al ex dictador Luis García Meza a 30 años de cárcel inconmutable por sus crímenes contra el pueblo y el Estado. A comienzos de este siglo Perú juzgó y condenó al ex dictador Fujimori, como Argentina hizo con sus crueles depredadores militares.
 
El general Videla fue sentenciado dos veces a prisión perpetua y murió en la soledad de su celda hace unos días. Ahora el ex presidente guatemalteco Ríos Montt anda birbiloqueando la pena de 80 años de prisión que le decretaron por sus horrendos crímenes de exterminio de los indios. Estos ejemplos de dignidad se dan donde hay memoria histórica y cuando los pueblos se imponen quitarse el rencor a cambio de que se haga justicia.

En la cárcel de alta seguridad de Chonchocoro, a 3 mil 800 metros en el altiplano de La Paz, estará preso García Meza hasta que cumpla 93 años de edad. Con él, en celda contigua, se halla el coronel Luis Arce Gómez, su ex ministro del Interior, acusados ambos del asesinato de unos 500 ciudadanos, torturas y persecución contra otros 4 mil, al menos 90 desapariciones forzadas, asalto a los recursos fiscales y tráfico de cocaína desde la mera presidencia de la república.

El golpe militar perpetrado el 17 de julio de 1980 –el noveno de 11 sangrientas asonadas desde 1964 bajo el influjo yanqui de la guerra fría– tenía por objetivos, entre muchos, impedir la posesión presidencial del demócrata Hernán Siles Zuazo, ganador de unas elecciones ocurridas 18 días antes; interrumpir el juicio de responsabilidades instaurado por el diputado socialista Marcelo Quiroga Santa Cruz contra la atroz dictadura fascista del general Hugo Banzer Suárez (1971-78); frustrar la reversión al Estado de yacimientos hidrocarburíferos y mineros en manos de trasnacionales, y, por designio del imperialismo, iniciar en América Latina la implantación del neoliberalismo.

Aquella aventura militarista tuvo el desembozado apoyo de la embajada de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional y la dictadura argentina de Videla. Los celebrantes más ostensibles del putsch fueron, además de la derecha reaccionaria regional, la televisora estadunidense CNN y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), las cuales dijeron que el ejército impidió con esa acción patriótica la instauración del castrocomunismo en Bolivia.

Al ser derribado, ese día, el precario gobierno de la presidenta Lidia Gueiler, prima hermana del golpista García Meza, la población se consagró a desplegar en las calles todas las formas de resistencia contra los atracadores de su voluntad electoral y frente al despiadado servilismo del ejército de una república venida a menos. Ese literal Estado fallido fue superado con la instauración constitucional, en 2010, del actual Estado Plurinacional de Bolivia.

El régimen fascista de los luises duró sólo 13 meses, pero causó grandes estragos, como la reactivación del negocio internacional de la cocaína –práctica multimillonaria iniciada por el dictador Banzer en los años 70–; la matanza callejera de gente inerme; el asesinato y desaparición del cuerpo de Quiroga Santa Cruz y de líderes políticos y sindicales; la sustracción y venta del diario de campaña del Che Guevara; la masacre de ocho altos dirigentes socialdemócratas sorprendidos en una reunión clandestina; la adjudicación atrabiliaria a sus pares de una cantera de piedras semipreciosas; la violación de derechos humanos y supresión de libertades con la aplicación del estado de sitio y el toque durante cinco meses; el cerco y asalto de campamentos de mineros rebeldes en las montañas andinas, etcétera.
 
Fue el tiempo en que el ministro Arce Gómez pidió a la ciudadanía en resistencia andar con su testamento bajo el brazo (abril 1981). Ese sicópata purgó después 10 años de prisión en Estados Unidos por delitos de narcotráfico y fue extraditado a Bolivia en 2009, donde la justicia lo condenó a otros 30 años de prisión, hasta 2039.
Cuando finalmente, tras 18 años de dictaduras militares, los bolivianos recobraron en 1982 su derecho a ejercer la democracia, el imperialismo y sus gobiernos nacionalistas y socialdemócratas desataron el neoliberalismo como sistema de gobierno. Todo fue objeto de privatización. Hacia 1995 Bolivia había perdido la posesión y el manejo de sus recursos naturales y empresas históricas, al conjuro de la capitalización, eufemismo demagógico por la privatización a secas.
 
Se muere cuando se deja de combatir y Bolivia resistió de pie tanto temporal adverso. En pleno neoliberalismo la sociedad civil y sus organizaciones sociales iniciaron acciones reivindicatorias para sancionar a los culpables de su desgracia, empezando por los golpistas.
 
Se viabilizaron en los estrados de la justicia suprema acusaciones y denuncias con pruebas documentadas de centenares de mujeres, huérfanos, dirigentes políticos, periodistas, religiosos y, en fin, sobrevivientes de esa golpivia.
 
Por vez primera se desplegó públicamente el listado de tiranos, carceleros, torturadores, defraudadores y paramilitares que sirvieron a los dictadores Barrientos, Banzer, Natush Busch y García Meza, entre muchos.
 
El juicio público contra las dictaduras duró casi 10 años plagados de entrampamientos y ardides que, empero, se desbarataban con testimonios de ametrallamientos contra multitudes, bombardeos aéreos sobre mercados de barrio, ajusticiamientos a domicilio, cerco y asalto criminal a fábricas, núcleos cocaleros y centros mineros, destrucción de radioemisoras y diarios antigolpistas, etcétera.
 
La CIA, la DEA y la Usaid, brazos operativos del intervencionismo yanqui, fueron señalados con evidencias. No se adoptaron sanciones contra esos organismos de espionaje y represión, sino hasta este tiempo en que el gobierno de Evo Morales procede a expulsarlos del territorio.
 
Estando sometido a juicio en la Corte Suprema de Justicia de Sucre, la ciudad capital, el ex dictador García Meza huyó del país en abril de 1993. Fue descubierto un año después en Brasil con papeles de falsa identidad. Lo reaprehendieron, junto con el coronel Gualberto Rico, su recamarero personal, en un penthouse de Río de Janeiro. El cruel golpista se entregó sin resistencia, llorando.
 
Este fugaz recuento de la crueldad del ogro capitalista propone significar la validez del recuerdo histórico y pide no perdonar a título de convivencias mal paradas sobre el olvido. La revolución comunitaria de Bolivia se abre camino alumbrada por la memoria social y la esperanza socialista.
* Periodista boliviano
 
Wagner 200
Juan Arturo Brennan
El hecho de que unos días antes del segundo bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, conmemorado este miércoles 22 de mayo, se hayan cancelado en Düsseldorf las funciones de su ópera Tannhäuser ambientada por Burkhard Kosminski en un campo de concentración nazi, sólo viene a confirmar que se trata del más polémico y controvertido entre los grandes compositores.
 
Me pregunto si algún otro compositor en la historia ha sido objeto de tanta tinta dedicada por igual a alabarlo abyectamente como a denostarlo sin piedad. Entre las miles de descripciones que se han hecho de la figura de Wagner, rescato ésta de Lionel Salter por concisa y precisa:

Para consternación de los moralistas en el campo de la estética, Wagner fue a la vez un individuo de monstruoso egoísmo, falta de escrúpulos, concupiscencia, ingratitud y deshonestidad y al mismo tiempo una de las grandes figuras en la historia de la ópera, un compositor cuya influencia sobre otros fue avasallante y quien habría de cambiar el curso de la música.

Nótese que Salter se refiere a Wagner, correctamente, como un notable creador de óperas, enfatizando con ello el hecho bien sabido de que las contribuciones de Wagner en otros ámbitos de la composición son prácticamente prescindibles. Y, ¡oh contradicción!, me parece que es precisamente a esos otros ámbitos de su catálogo que debería dedicarse buena parte de la bicentenaria conmemoración wagneriana.

Este 2013 ha estado (y estará) lleno de las usuales repeticiones de sus oberturas y preludios y cabalgatas y músicas fúnebres, pero no tengo noticia de que alguien haya manifestado su intención de interpretar su Sinfonía en do mayor, sus oberturas de concierto y de música para la escena, sus canciones (más allá de las Wesendonk-Lieder), sus obras corales, sus piezas para piano o, vana esperanza, algo de la música de sus primeras cuatro óperas. De algunas de ellas, que he escuchado recientemente, me consta que no son música de gran calidad, pero su audición sería de mucha utilidad para conformar un perfil más completo de Wagner.
 
En este sentido, bien harían los wagnerópatas irredentos que ponen los ojitos en blanco ante la sola mención del nombre de El Maestro o ante la audición de una sola nota de su música, en reconocer que en su catálogo conviven numerosos momentos musicales inolvidables, trascendentes y de un gran poder expresivo con otros que son, por decirlo delicadamente, menos valiosos.
 
Por ejemplo (y aquí cabalgo cual desaforada valkiria hacia el terreno de la subjetividad total) creo que su Marcha nupcial es abominable, que el Idilio de Sigfrido es papilla sonora intrascendente, que la música de los Murmullos del bosque raya en la cursilería y que su pieza coral Descendons, descendons (escrita para un atroz vodevil francés) es peor que común y más que corriente.
 
Por otra parte, si bien es claro que ni Wagner es culpable de Hitler, ni Hitler es culpable de Wagner, no hay manera de justificar los libelos supremacistas, racistas y antisemitas del compositor oriundo de Leipzig. En realidad, no hace falta leer los infumables ensayos de Wagner para entender cabalmente su peculiar ideario social: el hecho de que el incesto (léase endogamia) sea propuesto en El anillo del nibelungo como la mejor opción de futuro, es una muestra clara de su concepto de pureza racial.
 
Entre lo rescatable de Richard Wagner, que no es poco, me quedo con las temerarias divagaciones armónicas que propuso en Tristán e Isolda, con las que entreabrió una rendija en el umbral que más tarde abrirían de un sonoro portazo Schoenberg y sus cómplices, cambiando para siempre no sólo la concepción y realización de la música por parte de los compositores, sino también su audición y apreciación por parte de los oyentes.
 
Finalmente, para calibrar el posible alcance de los escritos de Wagner, van estas palabras suyas, citadas por Camille Saint-Saëns en su libro Portraits et souvenirs:
 
Cuando releo mis obras teóricas, ya no las entiendo.
¿Habrá pensado Wagner alguna vez lo mismo sobre sus óperas?

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