Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 29 de mayo de 2013

Bajo la Lupa- Argentina: 10 años de kirchnerismo- Siria y demás

Bajo la Lupa
Tendencias actuales en la geopolítica mundial: el BRICS y la emancipación de Latinoamérica
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
Los presidentes Sebastián Piñera, de Chile; Juan Manuel Santos, de Colombia; Enrique Peña Nieto, de México, y Ollanta Humala, de Perú, participan en un encuentro empresarial en el contexto de la séptima cumbre de la Alianza del Pacífico, en Cali, Colombia, el pasado 23 de mayo
Foto Xinhua
 
Se trata del título de mi ponencia en el congreso conjunto de la UAM Xochimilco y la Academia de Ciencias Sociales de China, entre otras entidades de prestigio mundial, que se inició el 28 de mayo en la ciudad de México (http://es.scribd.com/doc/143470357/Programa-4-2013).
 
La dicotomía decimonónica clásica de izquierda/derecha es necesaria pero insuficiente para entender las tendencias geopolíticas, lo cual ha sido distorsionado por la plutocracia del neoliberalismo global centralbanquista que domina el mundo.
 
Hoy la verdadera bifurcación del siglo XXI versa en la colisión entre la globalización y el humanismo.
 
El concepto estratégico Sudamérica, más preciado por los estrategas brasileños, se ha movido más a un lulismo que a una izquierda ( whatever that means), no pocas veces mercenaria, frente a la entelequia muy etérea de Latinoamérica (LA), más balcanizado que nunca, cuando se ha asentado que el “México neoliberal itamita” pertenece a Norteamérica controlada por Estados Unidos, al unísono de su súbdito anglosajón Canadá, extensivo a Centroamérica y al CAFTA.
 
A final de cuentas la colisión es entre EU/OTAN/Israel/Alianza del Pacífico (AP)/TPP (Asociación Transpacífica) contra Brasil/Unasur/BRICS.
 
Asistimos a una triple colisión en la añeja LA entre el neomonroísmo (patrocinado por Estados Unidos, en alianza con Gran Bretaña, España e Israel), el huérfano chavismo bolivariano (que quizá encabece Rafael Correa) y el lulismo.
 
La revista británica The Economist (18/5/13) –muy cercana al gobierno inglés, a la petrolera BP y a los banqueros esclavistas Rothschild– fractura el continente americano en dos bloques alternativos: la AP, orientada al mercado (sic), y el Mercosur, más estatista (sic).
 
Se trata de un abordaje reduccionista muy simplón de corte maniqueo lineal, como acostumbra The Economist, portavoz de la desregulada globalización financierista: donde los buenos, elegidos de Dios, por el simple hecho de haber adoptado el modelo agónico del neoliberalismo global anglosajón resultarán triunfadores frente a los malos: los estatistas del BRICS.
 
The Economist le da vuelo ditirámbico a la séptima cumbre de Cali, adonde acudieron los presidentes de cuatro países de LA: Chile, Colombia, Perú y México, que tienen contemplado concretar un mercado común en un mínimo de siete años y al que pronto se incrustarán Costa Rica y Panamá (Ver Bajo la Lupa, 26/5/13).
 
Lo relevante del reduccionismo mercantilista, que pretende alcanzar nivel de análisis geoeconómico sin lograrlo, es la balcanización de LA entre la AP –controlada por Estados Unidos/Gran Bretaña, al que se unirían España e Israel– frente a Brasil, a quien se pretende aislar debido a su complementariedad geoeconómica con China en el seno del BRICS.
 
La revista británica se burla de la retórica gaseosa (sic) de las cumbres de LA cuando los regímenes izquierdistas (sic) que gobiernan la mayor parte de Sudamérica peroran sobre la integración regional pero con pocos resultados. ¡Pues ni tanto!
 
Compara en forma simplista el PIB combinado de los cuatro miembros fundadores de la AP, quienes han adoptado la globalización, frente al gigante brasileño: 2 billones de dólares: 35 por ciento del total de LA y un poco menos (sic) que Brasil, el gigante de la región. Burda trampa cuando ocultan el segundo y el tercer PIB de Sudamérica: Argentina y Venezuela, sin contar Ecuador y Bolivia.
 
The Economist soslaya que la AP se encuentra bajo la espada de Damocles del neopinochetismo y, como buen vendedor de la privatización a ultranza, abulta la creación de una sola bolsa de valores regional que conjuga a Chile, Colombia y Perú.
 
En la misma forma que los multimedia israelí-anglosajones fustigan al BRICS, la revista propagandística británica arremete contra el Mercosur y cita tendenciosamente las teorías vetustas del entreguista cardosista Luis Felipe Lampreia, ex canciller brasileño, en contra del emergente bloque cuatripartita (Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela), al que desprecia como bloque político, como si la política fuera pecado capital para los mercantilistas neoliberales.
 
The Economist juzga que bajo la égida de Brasil la mayor parte del bloque antiestadunidense Alba de Chávez está siendo absorbido por el Mercosur. ¡Qué hipérbole!
 
Si Paraguay, presa de un golpe de Estado benigno teledirigido por Estados Unidos, es expulsado del Mercosur y sustituido por Venezuela, ergo, todo el grupo del Alba se incrusta de facto en el bloque cuatripartito.
 
Por lo visto, el reconocimiento de Dilma Rouseff al presidente Nicolás Maduro, mediante una asociación estratégica, perturbó a los propagandistas israelí-anglosajones.
 
La crítica británica es feroz en proproción a su imprecisión: Argentina y Venezuela, los dos principales socios regionales de Brasil, tienen economías controladas por el Estado, de bajo crecimiento, y sus políticas cortejan a la autarquía (¡supersic!).
 
Hasta donde nos quedamos, Argentina y Venezuela tienen los mejores crecimientos de LA (incluida la darling de Estados Unidos al sur de su frontera, hoy en estado catatónico comprobable).
 
Les dolió a los propagandistas israelí-anglosajones el triunfo de Brasil en la OMC en detrimento del candidato entreguista filoestadunidense del “México neoliberal itamita”: The Economist llega hasta considerar irrelevante al organismo, y da por muerta a la ronda de Doha.
 
Suena divertido escuchar las lamentaciones neoliberales de The Economist, que pretende aislar a Brasil, y de paso, al BRICS.
 
La revista propagandista británica admite que en LA (AP y Mercosur por igual) no existe el género de cadenas de abasto regionales que vinculan a China a sus vecinos, donde las conexiones de transporte son pobres (sic).
 
Es obvio que el depredador financierismo anglosajón que adoptaron sus súbditos en LA los dejó sin infraestructura (léase: puertos y sistemas de transporte).
 
Vienen los ditirambos insustentables de The Economist: en su corta vida la AP ha demostrado (¡supersic!) ser una pieza brillante (sic) de mercadotecnia (¡supersic!) diplomática, pero ahora tiene que agregar sustancia.
 
La revista afirma que la colisión ya empezó entre la AP y el Mercosur (léase: el BRICS, su gran aliado) y asegura la defunción del auge de las materias primas, que curiosamente a quienes, a mi juicio, afectará mayormente es a los miembros de la AP ( v. gr. Chile, tan monodependiente del cobre y que está jugando al fuego con su mayor importador: China) más que a los del Mercosur, ya no se diga el BRICS.
 
Un grave error del abordaje de The Economist, que colisiona a Brasil con la AP, es que deja de lado otros factores de poder, que van más allá de su vulgar mercantilismo que disfraza de falsa geoeconomía, y que versan sobre la investigación y el desarrollo (I&D), la tecnología de punta y las relaciones geopolíticas, como refleja Brasil con el continente africano (donde tiene más de 30 embajadas), ya no se diga con India: mediante el eje IBSA (India, Brasil y Sudáfrica) que conecta el Atlán­tico sur al océano Indico.
 
De nueva cuenta surge India como el país a seducir por todos lados: desde el alucinante Indo-Pacífico hasta el BRICS.
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Argentina: 10 años de kirchnerismo

José Steinsleger
Miniencuesta para subrayar las opciones que le parezcan razonables. Sugerencia: trate de evitar las medias tintas (no sé/no responde/quién sabe).
 
1) ¿Cómo impulsar una revolución social? ¿Con organización, inteligencia política y participación popular, o demostrando tautológicamente que el capitalismo está en crisis?

2) ¿Cómo apuntalar los cambios económicos?

¿Redistribuyendo el ingreso en democracia, o esperando que la revolución acabe con el reparto desigual de la riqueza?

3) ¿Cómo fortalecer la justicia social? ¿Partiendo de lo mucho o poco conquistado, o imaginando que, de todos modos, nuestros tataranietos defenderán su causa?

4) ¿Cómo defender la independencia y soberanía nacional? ¿Midiendo con lucidez la correlación de fuerzas en disputa, o declarando la guerra al imperialismo?

5) ¿Cómo entender la noción de verdad en política? ¿Desde las relaciones de poder que oprimen a los desesperados, o desde las ideas que se les ocurren a los sosegados?

Muchas gracias. Ahora bien: si usted subrayó la segunda de las opciones planteadas, coincidirá con Hegel y Marx en el supuesto de que la historia avanza por su lado malo. Lo entiendo: igual pensaba el articulista a finales de 2001, cuando la curva de suicidios trepó en Argentina verticalmente, y el futuro papa Francisco viraba los ojos en blanco encomendándose a su jefe.

Pero desde mayo de 2003 (y sin la ayuda de Messi o el ungido), los argentinos empezaron a ser más optimistas. Lo que ya es decir algo. Me refiero, claro, a los argentinos condenados a la extinción por el único modelo viable, tras nueve años de terrorismo de Estado, y 20 más de entreguismo y degradación ética, moral e institucional.

Incluyendo, faltaba más, las bizarras clases medias del país rioplatense. Esas que hoy, tras recuperarse del saqueo de sus cuentas corrientes y depósitos a plazo fijo, despotrica contra la dictadura de los K porque “mirá vos, che, no hay ‘libertad’ para ‘comprar dólares’”, y “mirá vos, che, con la nueva ley de servicio doméstico y la asignación universal por hijo y por cada embarazada, las ‘negritas’ cuestan un ojo de la cara”.

Leyendo el comentario de una novela publicada por uno de los escritores más cínicos de Argentina (tranquilos, no es el único), me detengo en la frase que interrogan acerca de “…la entrega apasionada de un pueblo a un caudillo difícilmente salvable por la Historia”. U otra que alude al “…nacionalismo exacerbado y populista que no se explica después de un balance objetivo de las tareas sociales desempeñadas por ese caudillo” (sic).
 
No deseo detenerme, por enésima vez, en matrices de opinión acuñadas por el browderismo y el Libro azul del Departamento de Estado en 1945, y asimiladas acríticamente por los que nunca pudieron sacudirse del funcionalismo liberal spenceriano. Rijosa alienación de tomo y lomo, en la que subyacen las causas que a los marxistas le impidieron conducir las revoluciones políticas y sociales de América Latina.
 
Y no por ausencia ( last but not least) de teorías revolucionarias. Acompañarlas, sí. Algunos patearon el pesebre y acompañaron a Sandino y a Lázaro Cárdenas, así como hoy acompañan los procesos revolucionarios de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Que en el ranking de los rijosos tendrían cuatro, tres y dos estrellas, mientras el puesto en marcha en Argentina en 2003 (posiblemente, el más radical de todos), apenas contaría con media estrella por el imperdonable pecado de no asumirse anticapitalista, ni adherir al socialismo del siglo XXI.
 
Muchos intelectuales que niegan o que de plano atribuyen al caudillismo (¿?) que obnubilaría el cacumen de nuestros pueblos, sostienen que el peronismo habría impedido que en Argentina la lucha de clases transcurra con la diafanidad propia (¡y el programa, compañeros! ¡el programa!), de un auténtico proceso revolucionario (¿?). De ahí el misterio que el peronismo suscita en las derechas, y en la infantería de las izquierdas alineadas con el Ejército de Salvación.
 
Pues que se vayan actualizando: el sábado pasado, con motivo del día patrio, y en respuesta a la brutal ofensiva económica y mediática del poder corporativo concentrado del gran capital imperialista, el kirchnerismo reunió 700 mil almas en las calles de Buenos Aires.
 
Apoyo y convalidación más elocuente que la conocida por Juan Domingo Perón en sus tres gobiernos democráticos, y en la que los científicos de verdad se pronuncian con más claros que los politólogos mañosos. Así, los contenidos de la carta enviada a La Jornada por el doctor Miguel Socolovsky fueron breves, concisos y precisos: en Argentina, una verdadera revolución (27/5/13).
 
Socolovsky sabe de lo que habla: es investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, y experto en física teórica de altas energías y mecánica cuántica. Y Cristina también: “…estamos peleando no por la libertad, sino por la igualdad que es el gran signo de esta década y de las que vendrán… si no se organizan y participan, van a venir por ustedes como vinieron toda la historia”.
 
Siria y demás

Claudio Lomnitz
Hay veces en que una realidad es tan atroz que no dan ganas más que de darle la espalda (pastelero a tus pasteles). Me gustaría al menos tratar de dar cuenta de ese sentimiento.
 
La violencia en Siria ha puesto en claro los límites que existen hoy frente a la intervención humanitaria. Dicho mal y pronto: ningún país fuera de la región está dispuesto a perder soldados, ni tampoco a arruinarse económicamente para intervenir en Siria. Los motivos que justificarían esa intervención se exponen a diario en Youtube, por soldados rebeldes o de Bashar Assad que suben literalmente centenas de videos donde se mata, se tortura, se aniquilan pueblos, etcétera. Como en la guerra del narco en México, los medios electrónicos se han convertido en medios de terror y guerra.

Hace 15 días el mundo quedó horrorizado con el video del capitán rebelde que, tras de desollar a su enemigo y sacarle las entrañas, dio un mordisco al corazón de su víctima profiriendo amenazas a las tropas gobiernistas: los rebeldes les comerían el corazón a todos. Esa rabia tenía antecedentes en los bombardeos y matanzas que el gobierno hizo en enclaves y aldeas de la resistencia. Anteayer, Jean-Phillipe Rémy, reportero de Le Monde, publicó un reportaje testimonial directo acerca del uso de armas químicas por las tropas de gobierno contra los rebeldes, en las afueras de Damasco.

El uso de armas químicas llevó, ayer, a que la Unión Europea levantara el embargo de venta de armas a los rebeldes, enfrentándose así con la política de Rusia, que, junto con Irán, no han dejado de armar a Assad.

Como sea, está claro que ni la Unión Europea ni Estados Unidos están dispuestos a perder soldados en Siria. El video del canibalismo del jefe rebelde fue también, como bien notó recientemente un comentarista de El País, un evento con efectos diametralmente opuestos al que tuvieron hace años las fotos de niños bombardeados en Kosovo: sirvieron para advertir a una Europa en profunda crisis económica que esta guerra tendrá que resolverse en casa, sin intervención humanitaria.

Mientras, el Levante todo entra en una fase de desmembramiento desastroso. De una población de poco más de 20 millones, Siria ha producido ya un millón y medio de refugiados, medio millón de los cuales están en Jordania, viviendo en condiciones muy precarias. La guerra se ha cobrado en dos años más de 80 mil víctimas. La milicia chiíta Hezbolá, que es la fuerza político-militar más importante de Líbano en estos momentos, ha decidido entrar al conflicto en Siria, en apoyo de Assad, con efectos que todavía no se pueden calcular, pero que podrían extender la guerra a Líbano, donde la población sunita se identifica con los rebeldes sirios.

Vale la pena recordar que la revuelta Siria no comenzó como un conflicto sectario, sino como una rebelión popular contra un dictador, Assad, que, por cierto, fue también arquitecto de reformas económicas neoliberales que pegaron duro en el campo en Siria, afectando así desproporcionadamente a la mayoría sunita. Pero el conflicto se ha ido transformando en una guerra sectaria, porque Assad (como Saddam Hussein) pertenece a un grupo minoritario (alauí) y aunque sea un dictador laicista, viene apoyado por Irán y por Hezbolá, lo que desde el punto de vista sunita se puede traducir a un gobierno dominado por chiítas. Por eso, los rebeldes, que comenzaron con un movimiento democrático no demasiado diferente del que tumbó a dictadores como Mubarak, en Egipto, o Ben Alí, en Túnez, se ha ido llenando de tropas fundamentalistas sunitas, incluida Al Qaeda, y reciben financiamiento de Qatar y Arabia Saudita, así como de otras fuentes que apoyan los movimientos islamistas sunitas. De ese modo, lo que comenzó como una revuelta o revolución político-social enfrentada a un dictador laicista y favorable a la reforma económica neoliberal se ha transformado en una guerra sectaria encarnizada, sin límites.
 
En Líbano ya ningún resultado puede ser bueno: si ganan Hezbolá y Assad, habrá que calmar a la población sunita, que representa 27 por ciento de la población libanesa y que ha visto cómo se masacran rebeldes en Siria, así como, posiblemente, a cristianos y drusos, que tampoco están del todo tranquilos con la postura de Hezbolá.
 
Mientras, en Irak, la minoría sunita que quedó desplazada políticamente a la caída de Saddam Hussein ha venido aumentando sus atentados contra la población chiíta, que está hoy en el gobierno. Turquía ha decidido enfrentar la posible fragmentación de Irak en territorios kurdos, sunitas y chiítas remendando sus relaciones con los kurdos, y construyendo un gasoducto de la parte kurda de Irak a Turquía, fortaleciendo de ese modo la autonomía del sector kurdo en Irak…
 
En medio de tanta guerra, ha quedado en claro que no hay ni recursos ni voluntades externas suficientemente poderosas como para detener la violencia. Ya en la intervención en Libia se vio cuánto dilataron Europa y Estados Unidos en intervenir, y cómo evitaron enviar tropas. En Malí, Francia intervino sola, sin apoyo europeo. Y una reacción conjunta de Naciones Unidas en Siria es imposible, porque Rusia y China apoyan a Asad.
 
En resumen, tenemos una guerra cruenta –sin límites de respeto a la humanidad– que recibirá apoyo de armas de Rusia, Irán, de los países del golfo Pérsico, y ahora también de Europa. No parece haber posibilidad de proteger derechos humanos en esta situación.
 
Por ello surgen otras preguntas, que no salvarán a nadie ahora, pero que podrían importar más adelante: ¿no habría acaso que replantear el grado de legitimidad que ha conseguido el lenguaje bélico, el militarismo, la guerra, y los levantamientos armados en la región?

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