Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 30 de mayo de 2013

Un mensaje a la juventud- Colegios de Ciencias y Humanidades, desmantelados

Colegios de Ciencias y Humanidades, desmantelados



Integrantes de la comunidad universitaria aseguran que el proceso de actualización curricular por el que atraviesa el sistema del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM atenta contra el modelo original: busca empatar la formación de los estudiantes con los requerimientos del mercado laboral y no con los de la sociedad. De acuerdo con especialistas, los intentos de desmantelar este sistema de bachillerato datan de 1973 y alcanzan su punto crítico en 1996, cuando el Colegio pierde dos turnos, materias humanísticas y matrícula. Las autoridades de la Universidad no están de acuerdo. Aseveran que las modificaciones al proyecto de Pablo González Casanova, incluidas las que actualmente se preparan, respetan los principios filosóficos y educacional del CCH
 
En diciembre de 2011, con la publicación del Diagnóstico institucional para la revisión curricular, inició formalmente el proceso de actualización del plan y los programas de estudio del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), uno de los dos sistemas de bachillerato con que cuenta la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
 
Las voces críticas a este proyecto ­–concretado meses después en el Documento base para la actualización del plan de estudios: 12 puntos a considerar, a cargo de la Comisión del Plan y los Programas de Estudio del Consejo Técnico– pronto se hicieron manifiestas. No obstante, a la fecha no han encontrado cauce institucional.
 
Integrantes de la comunidad universitaria aseguran que dicha “actualización” atenta contra el espíritu del CCH, que tiene como génesis la lucha estudiantil y popular de 1968. Como consta en los documentos de la época, este sistema educativo se propuso contribuir con las necesidades de investigación científica, tecnológica y humanística del país en pro de una nación independiente y soberana.
 
“El Colegio será el resultado de un esfuerzo de la Universidad como verdadera Universidad, de las facultades, escuelas o institutos como entidades ligadas y coordinadas y de sus profesores, estudiantes y autoridades en un esfuerzo de competencia por educar más y mejor a un mayor número de mexicanos y por enriquecer nuestras posibilidades de investigación en un país que requiere de la investigación científica, tecnológica y humanística si se quiere ser, cada vez más, una nación independiente y soberana, con menos injusticias y carencias”, se lee en la Gaceta UNAM del 1 de febrero de 1971.
 
En contraste, quienes hoy rigen la máxima casa de estudios del país establecen como prioridad empatar la formación de los estudiantes con los requerimientos del mercado laboral. Esto a propósito de “redefinir el papel del egresado”, uno de los ejes del actual proceso de actualización curricular: “los requerimientos del mercado laboral obligan a los alumnos a tener conocimientos y destrezas particulares, como resolver problemas, trabajar en equipo, manejar adecuadamente las TIC [tecnologías de la información y la comunicación], dominar el inglés como principal lengua extranjera, cuidar su salud física y mental, y desarrollar su capacidad para autorregular su aprendizaje”.
 
“Para nosotros no se trata de considerar los requerimientos del mercado, sino los requerimientos de nuestra sociedad. El perfil del alumno del CCH debe ser necesariamente social”, cuestionan en pronunciamiento estudiantes agrupados en la Asamblea del CCH Oriente.
 
En entrevista con Contralínea, Laura Lucía Muñoz Corona, directora general del CCH, respalda la palabra del rector José Narro Robles, quien ha afirmado que la reciente actualización al plan y programas de estudio respeta los principios educacionales y filosóficos que dieron origen al sistema del Colegio.
 
Y es que no se está cambiando o transformando el plan de estudios, se está actualizando, lo que significa “incorporar a lo que ya existe lo que no se tiene”, explica la funcionaria. La también socióloga comenta que se optó por la actualización por una cuestión estratégica: “Es una estrategia mucho más adecuada para actualizar de manera más continua y permanente esto. Cuando tú haces una modificación te llevas mucho tiempo; entonces resulta que cuando ya vas a modificar ya hubo otras cosas. Entonces, la actualización es una estrategia más correcta porque vas incorporando paulatinamente y en menor plazo los cambios y transformaciones”.
 
El hecho de que las reformas se anuncien como una necesaria actualización de los planes de estudio es “un rito negro, una cantaleta permanente”, señala Manuel Pérez Rocha, quien en 1973 se desempeñó como coordinador general del CCH.
 
Consultado durante el foro La Reforma Educativa de [Enrique] Peña Nieto, celebrado el pasado 11 de febrero en el Centro de Cultura Casa Lamm, el ex rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México considera que “hay muchas cosas de los planes de estudio que no deben actualizarse nunca”. Se trata, dice, de los “aspectos formativos más valiosos, más profundos de la formación” que “buscan la solución de problemas humanos y sociales perennes, permanentes; problemas que acompañan a la humanidad desde sus orígenes”.
 
Por eso, llama a las autoridades universitarias a no “estarse rasgando las vestiduras con la obsolescencia de los planes de estudio porque los aspectos formativos de fondo, profundos, de una formación como la que buscaba el CCH no tienen que estarse actualizando; tienen que estar consolidados y enriquecidos”.
 

“CCH, remedo degenerado”

 
“Lo que hoy existe del CCH es un remedo degenerado de todo lo que se pretendió, que era una reforma académica, educativa, de una enorme trascendencia”, asegura Manuel Pérez Rocha. Explica que el proyecto concebido durante la gestión del Pablo González Casanova, rector de la Universidad Nacional para el periodo 1970-1972, “comenzó a ser desmantelado en 1973 con las acciones del gobierno federal, a través de las secretarías de Educación Pública, de Gobernación y las fuerzas conservadoras internas de la propia UNAM”.
 
Para los docentes agrupados desde 1999 en la Asamblea Universitaria Académica, el golpe más fuerte a este sistema de bachillerato data de 1996, cuando los cuatro turnos con los que contaba el Colegio se redujeron a dos, se disminuyó la matrícula estudiantil, se eliminaron del mapa curricular materias como ética y estética, y se fusionaron los talleres de lectura y redacción. Cabe destacar que la existencia de los cuatro turnos favoreció la incorporación de la clase trabajadora mexicana a las aulas universitarias.
 
“A partir de ahí la Universidad se encarrila en un proyecto completamente neoliberal, no sólo en términos de que desaparecen turnos y reducen la matrícula, sino en el terreno de quitar materias humanísticas”, apunta Juan Márquez Zea, coordinador del área de Talleres de Lenguaje y Comunicación del CCH plantel Azcapotzalco.
 
—¿Actualmente y a pesar de las reformas de 1996, el Colegio conserva aún su proyecto original? –se le pregunta a Laura Lucía Muñoz Corona, directora general del CCH.
 
—Bienvenidas las modificaciones porque lo que permanece estático se vuelve obsoleto. El Colegio ha conservado su modelo educativo. No se ha modificado.
 
La también alumna de la primera generación del CCH justifica las acciones emprendidas por las autoridades universitarias en torno al proyecto de González Casanova. Explica que en 1996 fue imposible continuar con los cuatro turnos del Colegio por cuestiones de infraestructura, profesorado y presupuesto. No obstante, asegura que la reducción de los turnos resultó benéfica pues a partir de entonces se elevó considerablemente el egreso estudiantil y se mejoró la formación de los estudiantes; además porque cuando había cuatro turnos “era tremendo, en términos organizativos”.
 
Respecto de la eliminación de materias como ética y estética, la funcionaria precisa que “no se quitaron, se compactaron; y, al contrario, se les dio más importancia”. Antes, explica, el alumno podía optar por ética, estética o filosofía, sin embargo, tan sólo el 5 o 10 por ciento elegía filosofía y el 80 por ciento, ética. Es así que “en 1996 se compacta y se hace una materia obligatoria que se llama filosofía”.
 
El CCH, institución encargada de realizar trabajo interdisciplinario y cuyo plan y programas de estudio tienden a ser flexibles, comenzó a operar el 12 de abril de 1971. El nuevo bachillerato universitario, que inició actividades con tres sedes, previó que en él podrían realizarse también estudios de licenciatura y posgrado, situación que jamás logró concretarse.
 
Cuestionada respecto de si la reciente actualización al plan y los programas de estudio contempla fortalecer al Colegio, al retomar los aspectos que quedaron inconclusos de su proyecto original, Muñoz Corona dice: “¡Cómo voy a hacer algo que no pudo hacer un rector! Yo no voy a hacer eso. Si el rector no lo pudo hacer, menos yo”. Y agrega: “Plantearse licenciaturas y posgrados, ¿para qué? Me parece algo verdaderamente fuera de lógica. Creo que por eso el proceso quedó ahí, en aquel momento histórico”.
 
No obstante, lo que para la actual directora general del CCH resulta obsoleto, constituye una de las innovaciones que el Colegio introdujo (al menos en el papel) respecto de los programas y métodos de la enseñanza universitaria tradicionales. Como lo manifiesta Abraham Nuncio, en su ensayo de 1971 “Educación y política, el Colegio de Ciencias y Humanidades”, “al crearse los ciclos de licenciatura, maestría y doctorado, el bachillerato del CCH quedará articulado con ellos de manera orgánica y no artificialmente como hoy lo está el escalón preparatoriano con el escalón profesional y siguientes”.
 
Anahí Citlali Martínez Díaz, consejera propietaria del CCH, se pronuncia a favor de la actualización del plan y programas de estudios siempre que ésta se apegue y fortalezca el modelo original del Colegio: “que los alumnos se formen una conciencia crítica; que puedan interpretar la realidad de otra manera y cambiarla”.
 
Éste no es el caso de las transformaciones de las que ha sido objeto el CCH a partir de 1996, incluida la reciente propuesta de actualización curricular, denuncia la estudiante del plantel Oriente. El desmantelamiento de este sistema educativo ha sido tal que “hoy día el CCH se parece más a cualquier otra preparatoria o a alguna otra escuela, pero menos a lo que era antes”, sentencia Martínez Díaz.
 
Emigdio Navarro Esquivel, profesor del CCH Azcapotzalco, coincide con la representante estudiantil y advierte que de aprobarse el Documento base para la actualización del plan de estudios: 12 puntos a considerar se estaría poniendo “el último clavo al ataúd del modelo educativo del CCH”.
 
El 29 de octubre de 1976, por medio de una carta dirigida al Consejo Editorial de Cuadernos Políticos, Pablo González Casanova había advertido lo “disfuncional” que a los “intereses hegemónicos de las clases dominantes” resultaron el proyecto de Universidad Abierta (basado en el planteamiento de José Carlos Mariátegui) y el del CCH. Y es que ambos “suponían un enlace de estudiantes y trabajadores, una unión y acercamiento, que han procurado impedir por todos los medios”.
 

Alumnos y profesores, “excluidos”

 
Estudiantes del CCH aseguran que desde que inició el proceso de actualización del plan y los programas de estudio de su escuela fueron excluidos de la consulta y la discusión.
 
Prueba irrefutable de ello, dicen, es que el Documento base para la actualización del plan de estudios: 12 puntos a considerar los deja fuera al aludir únicamente a los académicos: “las modificaciones al plan y los programas de estudio deben ser producto de la reflexión informada, la discusión y el consenso de la comunidad académica, la cual podrá hacer aportaciones de manera individual y/o colegiada, ya sea directamente o por medio de sus representantes”, se lee en la página 10 del mismo.
 
Anahí Citlali Martínez, consejera estudiantil del CCH, comenta que su voz –crítica a la propuesta de actualización curricular­– tampoco ha sido tomada en cuenta. Y es que, asegura, “cuando alguien muestra una inconformidad dentro del Consejo [ya sea el técnico o el universitario], como que dicen: ‘no, eso no está a discusión en este momento’”.
 
—¿Por qué el Documento base sólo habla de consultar a la comunidad académica y no a los estudiantes? –se le pregunta a Laura Lucía Muñoz Corona, directora general del CCH.
 
—¿Los alumnos no son académicos? También la comunidad académica son alumnos. Uno entiende que la comunidad académica son los maestros y los alumnos.
 
—¿Entonces, el Documento base no deja fuera a los estudiantes?
 
—Nunca se dejó. Tan es así que el Consejo Técnico organiza sus foros; y los foros de los alumnos los organizan los consejeros técnicos alumnos.
 
 
A pesar de su aparente inclusión en la actualización curricular del CCH, los profesores también se sienten ajenos a este proceso. Y es que, dicen algunos, su participación se redujo a la posibilidad de elegir a las personas que se supone los representarían.
 
Dichos representantes, acotan, estarían condenados a incumplir su encargo, aún bajo el supuesto de que tuvieran la intención de hacerlo, porque el número de ellos es ínfimo en comparación con el total de académicos que laboran en el Colegio. Por ejemplo, tan sólo 29 profesores de 3 mil 380 que integran la planta docente, es decir el 0.85 por ciento, forman parte de la Comisión Especial Examinadora del Documento base para la actualización del plan de estudios.
 
Este contexto de inconformidad y exclusión detonó en una serie de protestas estudiantiles. Destacan la toma de las instalaciones de la Dirección General del CCH e incluso de la Rectoría de la UNAM. Si bien estas acciones fueron reprobadas y sancionadas por quienes actualmente encabezan la Universidad, sentaron las bases para que el plazo de consulta de la actualización curricular se ampliara hasta el 30 de noviembre de 2013.
 
Los mecanismos institucionales de consulta consisten en la realización de foros de estudiantes y docentes para que éstos puedan externar sus ideas de acuerdo con sus ámbitos de competencia. También en la posibilidad de enviar opiniones, propuestas y comentarios a través de una página electrónica habilitada para ello. Al final de este proceso, toda la información se turnará al Consejo Técnico del Colegio, órgano colegiado integrado por 57 personas, quien tiene la facultad de aprobar la actualización del plan y los programas de estudio.
 
La garantía de que las aportaciones de la comunidad serán retomadas en la redacción del documento final, es que en el Consejo Técnico “hay consejeros representantes”, subraya Muñoz Corona.
 
A partir de su experiencia durante la última revisión del plan de estudios del Colegio, la de 1996, Juan Márquez Zea, coordinador del área de Talleres de Lenguaje y Comunicación del CCH plantel Azcapotzalco, pone en duda esta garantía.
 
Relata que hace 17 años un grupo de catedráticos, incluido él, trabajaron intensamente en la elaboración de un mapa curricular alterno, basado en un concepto de universidad incluyente, democrática, crítica y reflexiva, mismo que no fue considerado ni en lo general ni en lo particular.
 
“Nosotros entregamos la propuesta a la autoridad, quien nos recibió y nos dijo: ‘muchas gracias por su aporte’. De ese mapa curricular que hicimos nada apareció en la reforma. Por eso no sé si la propuesta que hoy tenemos que dar sea en realidad tomada en cuenta o vaya a servir únicamente para avalar”, dice el docente.
 
Cuestionada al respecto, la directora general del CCH explica que si tal documento fue desechado es porque se trató de una propuesta “poco académica y viable”, además “carente de sustento metodológico”. Y agrega: “Hay que proponer cosas serias, y cuando se proponen cosas serias ten la seguridad de que serán analizadas y tomadas en cuenta”.
 
 
En la historia de la máxima casa de estudios del país, los sectores más críticos han cuestionado las estructuras de gobierno de esta institución educativa, a las que califican de verticales. Se preguntan, por ejemplo, cómo el Consejo Técnico, un órgano compuesto por 57 integrantes, puede representar a una comunidad de alrededor de 23 mil personas, el total de docentes y alumnos que integran el CCH.
 
Hoy estas voces emergen y pugnan por un proceso verdaderamente democrático, transparente e incluyente, más allá de los “representantes plenipotenciarios” y de los “foros informativos”. Por eso pugnan por la realización de asambleas amplias o de un congreso democrático y resolutivo con amplia participación de la comunidad; espacios propicios no sólo para la exposición, sino para el debate de las ideas.
 
Cuestionada sobre la viabilidad de empatar el proceso de consulta que vive el CCH con las demandas de estos sectores, Muñoz Corona señala sin titubeo: “No los necesitamos porque tenemos un Consejo Técnico que ya garantiza que los procesos sean democráticos; tenemos los órganos colegiados. Investiga en otras instituciones educativas a ver si tienen órganos colegiados con alta participación de profesores como nosotros. No los necesitamos nosotros; ya los tenemos”.
 
  
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Fuente: Contralínea 336



 
MARAVILLOSO DISCURSO DEL MAESTRO PABLO GONZALEZ CASANOVA
 
Un mensaje a la juventud
Pablo González Casanova
Foto
Estudiantes del Colegio de Ciencias y Humanidades Naucalpan, de la Universidad Nacional Autónoma de México, durante un encuentro con el subcomandante Marcos, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en abril de 2006
Foto Víctor Camacho 
     
Dedicado a los profesores y estudiantes del CCH
 
Desde 1968 hasta hoy los jóvenes revelan ser una nueva categoría en la historia universal. Es cierto que con anterioridad, en varios países de América Latina y del mundo, los jóvenes ya habían hecho acto de presencia, como ocurrió con la famosa reforma universitaria a la que en Córdoba, Argentina, convocaron los estudiantes. Es cierto también que muchos héroes de la historia universal, desde la antigüedad, han sido jóvenes; pero se distinguían como héroes, no como un protagonista genérico de la historia. En cambio, desde 1968, en París, en Chicago, en México, y hoy en el Magreb y los países árabes, los movimientos de la juventud están a la vanguardia de la lucha por otro mundo posible. Están contra la guerra, están contra las discriminaciones raciales, están contra los simulacros de democracia o de socialismo que en realidad son dictaduras de ricos y poderosos apoyados en las fuerzas de seguridad a su servicio, legitimados por la clase política de fingida elección popular o de partido, y hoy serviles ante las grandes potencias cuyos máximos dirigentes asumen abiertamente la mentalidad y la criminalidad colonialista –que desde ayer asumieron contra Vietnam, contra Cuba, contra los afroamericanos–, y que ahora, cada día que pasa, manifiestan orgullosos contra los países y los pueblos de la periferia, y también contra la inmensa mayoría de los jóvenes del mundo entero, de los jóvenes de las poblaciones marginadas y excluidas, de las clases medias depauperadas, de los hijos de los trabajadores desregulados, de los hijos de los técnicos y profesionales que no tienen educación, ni empleo, ni esperanza de tenerlos, ni futuro que perder.
 
Por esas causas aparece la juventud rebelde desde los años sesenta. Y también porque desde los años sesenta se empiezan a aplicar las primeras políticas neoliberales hoy en auge; las políticas que le quitan el futuro a la juventud, y que enriquecen más que nunca al gran capital. Porque desde los años sesenta se toman medidas de reducción de los servicios públicos y sociales que hoy dejan sin escuela, sin trabajo y sin futuro a la inmensa mayoría de la humanidad, en particular a los jóvenes y a los niños que son el futuro de la humanidad… Y porque desde entonces el discurso oficial muestra más y más su falsedad, su falta de respeto a la palabra, su falta de respeto a las personas, su falta de respeto a la moral pública, su inmensa capacidad de mentir, su maquiavélica capacidad de convertir la realidad en escenarios de falsas luchas en las que se enfrentan unos pueblos contra otros, unas culturas contra otras, unos jóvenes contra otros, para que pueblos, culturas y jóvenes se destruyan entre sí, a reserva de destruirlos también con campañas de odios raciales, de odios religiosos, y con todo tipo de narcóticos y de armas que les venden a trasmano y que permiten a quienes los producen y distribuyen hacer inmensos negocios a costa incluso de su propia juventud, hoy principal consumidora del mundo.
 
Por donde se vea las víctimas preferidas son los jóvenes, y como los jóvenes son quienes más resisten, son también a quienes más enajenan, a quienes más destruyen, con el escapismo de las drogas, y con bandas trasnacionales de narcotraficantes que los reclutan por las buenas o por las malas al tiempo que los enfrentan con sus propias comunidades, con las comunidades a las que antes defendían, así les hacen perder el sentido de la vida y el sentido de la lucha contra la opresión, contra la explotación y la exclusión, y los reclutan para juegos de guerra en que luchan como pandillas de mafiosos por pequeños territorios a cuyos vecinos les venden seguridad, en vez de luchar al lado de sus pueblos y de su gente por ese otro mundo posible, que hoy corresponde a un programa de acción y de creación más rico que cualquiera de los anteriores en los valores que defiende y que apuntan a otra libertad, a otra justicia, a otra democracia que se construyan desde abajo y con los de abajo y de las que los campesinos mayas zapatistas son los pioneros, con muchos otros pueblos de América y del mundo, que traen para el mundo un proyecto de paz y de libertad, de justicia y de democracia, y a los que ciega y criminalmente se contesta con ataques y asedios, con intentos de corrupción y cooptación, como si sus luchas no fueran la más segura forma de defender la vida en la Tierra y ese buen vivir sin el mal vivir de nadie que reclaman los indios de los Andes.
 
Tal vez algunos piensen que exagero, cuando todo lo que digo está basado en investigaciones y trabajos sobre los problemas de la juventud y de los pobres de la Tierra, y sobre la forma en que los atacan, desorientan y enajenan quienes les temen y quienes en la llamada sociedad del conocimiento imponen las políticas educativas del desconocimiento; quienes en nombre de la libertad del mercado imponen la desregulación y el desempleo de los trabajadores, quienes en la educación imponen los criterios de la privatización del conocimiento y de la transformación de los educandos en meros instrumentos o robots que les permitan disminuir riesgos y optimizar utilidades y riquezas.
 
Tal vez algunos piensen que me estoy saliendo del tema, porque en realidad supongan que debo hablar nada más de la educación, pero de la educación estoy hablando. Y pienso que como jóvenes estudiantes de esta u otra institución escolar –o como simples jóvenes ustedes, y nosotros como profesores no tan jóvenes o muy viejos–, tenemos que plantearnos la educación del carácter, de la voluntad y la moral de lucha como la base de cualquier educación.
 
A mi memoria vienen las cartas del lord Chesterfield a su hijo, en las que le enseña cómo guardar el control de sí mismo hasta en los momentos más difíciles, y le transmite varios pensamientos sobre el arte de vivir, pensar y luchar. Y también a mi memoria viene aquella reflexión de un líder de la independencia de un país asiático que dijo: Debemos tener músculos de hierro y nervios de acero. Y me acerco al sureste mexicano, y recuerdo el discurso de una comandante zapatista que con su voz dulce y su tono cantado y firme, en una gran asamblea de la selva Lacandona, nos dijo: Lo primero para conocer es perder el miedo.
 
Y, bueno, pues ya que estoy en la Lacandona, donde hago mis estudios pos-doctorales desde 1994 en que me invitó a acompañarlo en su caminar por los derechos de los pueblos indios, ese grande obispo que recientemente falleció y que se nombraba don Samuel Ruiz, y donde me hice adherente zapatista, y donde he aprendido más de lo que ustedes puedan imaginar… donde aprendí a oír más, a dialogar más, a pensar y actuar más; donde aprendí a vincular conocimientos y saberes del aula y del campo, a entender desde abajo y a la izquierda que el corazón tiene razones que la razón no comprende y que se manifiestan muchas veces en formas no verbales sino de solidaridad y de apoyo mutuo, y donde advertí cómo seguimos siendo un país incompleto y que no se reconoce a sí mismo porque no reconoce al indio, y no se da cuenta de la grandeza del indio y de México, de la dignidad y la identidad de los pueblos originales, y de la imposibilidad de que México sea una avanzada del mundo mientras no se entienda que el proyecto zapatista de emancipación no es sólo un proyecto de emancipación para los indios de México o de América, sino un proyecto de emancipación y sobrevivencia para todos los seres humanos que quieran con la vida hacer real la libertad.
 
Bueno, pues algo de eso aprendí y tiene que ver con otros conocimientos que llevo aprendiendo desde hace ya varias décadas, unos sobre las nuevas ciencias de la complejidad y las tecnociencias, y otros sobre las humanidades y las formas en que desde el siglo XVIII se vinculan las luchas por la cultura, por la independencia, por la justicia y el socialismo, por la democracia y la libertad.
 
Y en eso estaba cuando me recordaron que hace cuarenta años fui a Naucalpan a inaugurar el proyecto de bachillerato del CCH, y me hicieron pensar en un mensaje que quiero transmitirles para terminar un texto que empieza a ser demasiado largo.
 
Estoy seguro, en primer término, que la educación propia y de los demás es una lucha actual por el aprender a aprender a pensar, a leer y escribir, a razonar, a recordar, a experimentar y practicar, lo que implica un desarrollo del pensamiento crítico, reflexivo y creador, un amor a la lectura de la poesía y la narrativa, un acercamiento a las ciencias de la historia y de la sociedad, un conocimiento de las matemáticas como lenguaje para razonar y hacer ciencias, un conocimiento de las ciencias experimentales y de la práctica de las utopías, así como una práctica de los oficios manuales y de los juegos y deportes, tareas que no son abrumadoras cuando se emprende el aprendizaje como una actividad vital que no se deja y que se sabe combinar con el trabajo, la lucha y la fiesta en el aprendizaje de una cultura general y en el dominio de algunas especialidades y oficios en que se adentra y ejercita uno más, si no quiere uno reducirse a ser ni un sabelotodo ni un especialista eficiente pero inculto.
 
Estoy seguro, por otra parte, que en estos cuarenta años las innovaciones de las ciencias y las tecnociencias nos obligan a actualizar muchos de nuestros conocimientos y a seguir aprendiendo a aprender, a lo que también estamos obligados si queremos descubrir, con nuestro propio saber y entender, los nuevos y ricos proyectos de la emancipación humana por los que debemos luchar sin cejar, a sabiendas de que como maestros tenemos que preparar a la juventud para entender el mundo y para cambiarlo, y como estudiantes también.
 
Estoy seguro que los profesores y estudiantes del CCH y de nuestra Universidad magnifica sabremos cumplir con nuestro deber.
Gracias.
 
PUBLICADO EN EL DIARIO LA JORNADA EL 14 DE ABRIL DE 2011.

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