El Despertar
¡Cuidado con el PAN!
José Agustín Ortiz Pinchetti
A primera vista la situación del PAN y/o Calderón y/o quien resulte
candidato es de desventaja frente a sus rivales. Deberíamos ser más cautos.
Parece tigre de papel pero podría ser un tigre verdadero. Por donde se mire, su
gestión de 11 años de gobierno ha sido mala y cada vez más mala. Los primeros
seis desperdiciaron una oportunidad única, dilapidaron lo que Castillo Peraza
llamó
su victoria culturaly los excedentes petrolíferos y, como dice Elba Esther,
no tenemos idea de cuánto se han corrompido. Tome usted siete indicadores claves de las políticas públicas de Calderón y verá que en todas la decadencia es atroz. El crecimiento de la economía ha caído, la pobreza ha aumentado, la educación es cada vez peor, ha crecido en vez de disminuir el consumo y tráfico de estupefacientes, la corrupción y la impunidad se han desbocado, México se ha convertido en un protectorado estadunidense, las instituciones se han deteriorado. Con excepción de la solidez financiera, en todos los rubros hay déficit y declinación.
Lo peor es la ofensiva militar contra el narco, su verdadera meta
fue legitimar a Calderón, dañado por el fraude electoral. Es evidente que él no
es autor material ni intelectual de los abusos de las fuerzas públicas,
innumerables muertes, desapariciones, ejecuciones, torturas,
violaciones… pero debió preverlas como inevitables dada la tradición de
brutalidad con que operan estos cuerpos. Nada ha hecho para corregirlos y
castigarlos.
Todos estos aspectos negativos son verdaderos y es imposible negarlos. Si
dependiera de su desempeño, el PAN estaría en peligro de caer a 18 por ciento,
su nivel máximo antes de que Salinas lo protegiera. Pero tiene muchos activos
que aparecen relativamente ocultos. El principal es que ejerce el poder
presidencial y sus innumerables mecanismos y recursos. La mitad de la población
aprueba la gestión de Calderón y su guerra contra el narco. Los efectos
de miles de millones invertidos en propaganda no pueden ser negados. Los
programas asistenciales, como Oportunidades, Progresa y otros, les permitirán
manipular a parte de la población más pobre. En el otro extremo contarán con el
apoyo de los grupos de interés. Su intención de voto pronto puede subir hasta 30
por ciento. La estrategia de Calderón, por lo que toca al intento de dividir a
la oposición progresista, no ha funcionado, pero se prepara para golpear debajo
de la línea de flotación al PRI. La procuraduría y los entes de inteligencia del
gobierno tienen numerosos expedientes contra la mayoría de los priístas
destacados y contra Peña Nieto. Y, salvo que decidan entregarse a las llamas del
infierno panista y permitirle al PRI
regresar a Los Pinos, va a usar todos los proyectiles a su alcance. Es obvio que tienen una agenda oculta. La guerra electoral apenas empieza.
A la mitad del foro
¿Qué horas son, señor Presidente?
León García Soler
Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero, aspirantes a la
candidatura del PAN a la Presidencia de la RepúblicaFoto
Cristina Rodríguez y Roberto García Ortiz
Yo tiré la primera piedra. Yo denuncié antes que nadie. Que no
presuman mis adversarios en el PAN. Y todavía falta el proceso penal. Esa fue la
reacción de Ernesto Cordero al enterarse de la renuncia de Humberto Moreira a la
presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. En la euforia de Pirro, el
aspirante a delfín mostró su desprecio por las encuestas, propinó palmetazo de
dómine al
ama de casaJosefina Vázquez Mota y la orilló a revivir la inmortal frase del actuario, que declaró suficientes 6 mil pesos de ingreso mensual para que un mexicano pague casa propia, comida, sustento, automóvil y colegiaturas en escuela privada.
Ahora sí, ya empezaron las campañas. Ni tiempo hubo para festejar las
victorias electorales del PRI conducido por Humberto Moreira en el estado de
México, Coahuila, Nayarit, Hidalgo y Michoacán. De inmediato rindió protesta
Cristina Díaz y Ricardo Aguilar Castillo asumió en su lugar el cargo de
secretario general. Los tiempos de la política en la era de la demonización del
adversario y la judicialización de las campañas electorales. Ni modo que se
pusieran de luto y empezaran a levantar las varas de los cohetes de júbilo que
lanzó el Cordero rezagado. Adelantaron vísperas quienes sabían que en Manlio
Fabio Beltrones tendría el PRI un líder capaz, experimentado, probado. Los movía
el ansia, la agitación de la desmemoria. El imperativo de hoy es unidad o
hundirse.
Y no necesitan marchar como los mexicanos comparados con los elefantitos, por
el humor malicioso del maestro Francisco Hernández y Hernández, que sólo podían
caminar en ordenada fila con una mano metida en el bolsillo del de adelante.
Unidad para sobrevivir; unidad de opuestos; unidad aceptada, acatada, en la
diversidad disolvente de la olla podrida en que cabían todos y se desfondó
porque confundieron unidad con unanimidad. Y por las afinidades peligrosas con
los compañeritos de banca, de primera comunión, de maestrías en Yale y Harvard;
creyeron que gobernarían juntos cuando llegara el sufragio efectivo que nos
eludía; la democracia sin adjetivos; el voto útil que hizo compañeros de viaje a
los de las izquierdas deslumbradas por el candidato Vicente Fox y por la
ubérrima bolsa de los empleos al servicio del poder. Hoy los del PRI y las
izquierdas pagan el peaje, las campañas sucias, la demonización.
Lo del PRI se resolvió volviendo a respetar las formas. Sí, aquello de que en
política la forma es fondo, según decía el tuxpeño Jesús Reyes Heroles. Ante el
Consejo, protestan Cristina Díaz y Ricardo Aguilar Castillo; y Jesús Murillo
Karam toma posesión de Procesos Internos. Roberto Borge, gobernador de Quintana
Roo, el benjamín de la Conago, como para que nadie dude del cambio generacional
en la orfandad, de inmediato se declara partidario de Pedro Joaquín Coldwell, su
paisano, para el cargo que deja Humberto Moreira. El PRI preserva
estatutariamente su integración por sectores. Gerardo Sánchez, líder de la CNC,
formalizó la propuesta, Y tras de la campesina, la CNOP, en voz de Emilio
Gamboa. Y para cumplir la obligada equidad de género en el mando del CEN: Yvonne
Ortega, gobernadora de Yucatán, para secretaria general al lado de Pedro Joaquín
Coldwell.
Magia de las encuestas. Enrique Peña Nieto aparece en la lectura del vuelo o
las entrañas de las aves, en los recuentos de encuestadores, con enormes
ventajas sobre el resto de los aspirantes a la Presidencia de la República. Del
Cordero rezagado ni hablar. Josefina Vázquez Mota ya voló a Madrid y publicó en
México las fotos en las que rinde pleitesía a Mariano Rajoy y recibe la
bendición del heredero de Aznar el exiguo. Andrés Manuel López Obrador recibe en
La Laguna apoyos empresariales de los grupos Monterrey, predica la instauración
de la república amorosa y, apartado de la santa ira, se une al regocijo de los
que celebran el baño de lodo al PRI en 2011. De 2006, nada. En la Plaza de la
Constitución, Marcelo Ebrard instala una gran pista de hielo. Y patina: Algo muy
grave debe haber en lo del endeudamiento de Coahuila, para que renuncie en este
momento Humberto Moreira, declara con solemnidad salomónica.
Ricardo Monreal ha sido designado coordinador de la campaña presidencial de
Andrés Manuel López Obrador. Jesús Zambrano afirma que es facultad del candidato
nombrar al coordinador; en este caso de PRD, PT, Movimiento Ciudadano, Morena y
los buenos mexicanos que se incorporen. Monreal tendrá a su cargo sumar las
voluntades de las multitudes convertidas en base del Movimiento Regeneración
Nacional, convocados por el tabasqueño para hacer posible que el pueblo salve al
pueblo; millones, dice, integrados en secciones a lo largo y ancho del país.
Hace seis años nos robaron la Presidencia porque nos faltó organización, les ha
dicho López Obrador. Nadie sabe si la tienen ya; si Ricardo Monreal dispondrá de
una fuerza organizada, con representantes capacitados en cada casilla electoral,
o si los tres coaligados le harán caso al vicario del profeta.
Dentro de siete meses, los mexicanos vamos a elegir al titular del Poder
Ejecutivo de la Unión, a los gobernadores de Chiapas, Morelos, Tabasco, Yucatán,
así como al jefe de Gobierno del Distrito Federal; a 500 diputados federales
(300 de mayoría y 200 de representación proporcional) y a 96 senadores de la
República; así como a cientos de diputados locales y autoridades municipales.
Régimen presidencial, en el que el titular del Poder Ejecutivo es jefe de
gobierno y jefe de Estado:
... se deposita en un solo individuo, dice el texto constitucional. Mucho poder, aunque el espíritu del consti- tuyente lo ciñera a las facultades que la ley expresamente le señala, además de establecer la división de poderes. Mucho poder, sin embargo, distorsionado además por la sumisión abyecta de los cortesanos y la tentación totalitaria.
La alternancia en ese poder no se tradujo en cambio de régimen. Consolidó el
autoritarismo invocado ahora por la derecha para demonizar al PRI y afirmar que
volverá la corrupción si la mayoría vota por su candidato a la Presidencia. No
hace falta cambiar a un régimen parlamentario. La respuesta está en la voluntad
política de quienes se ocupan de la cosa pública; en el sobrio ejercicio de las
facultades del poder constituido, sin pretensiones mayestáticas ajenas a la
austeridad republicana: con la
Gravitasde la Roma clásica, manifiesta en el papel clave del presidente de Italia, Giorgio Napolitano, en la disolución del gobierno de Berlusconi, hundido en el desprestigio y el fracaso.
Barack Obama, Angela Merkel y Nicolas Sarkozy hablaron con el presidente
Napolitano durante la difícil transición, para expresarle apoyo a su liderazgo.
El antiguo militante del Partido Comunista Italiano no es una figura decorativa,
un presidente para el protocolo. Berlusconi se desmoronó y el mundo entero
espera que Napolitano conduzca los asuntos del Estado mientras el gobierno
tecnocrático del primer ministro Mario Monti se hace cargo de los reajustes de
la economía. Al formarse el gobierno, Giorgio Napolitano dijo:
esta es la hora de mostrar la máxima responsabilidad. No es tiempo de cobrar viejas cuentas ni de estériles recriminaciones partidistas. Es tiempo de restablecer un clima de calma y mutuo respeto.
“¿Qué horas son? –Las que usted quiera, señor Presidente.” Esa es la
infamante frase del poder prostituido, de la abyección imperante cuando la
revolución degeneró en gobierno. Ahora es la de escuchar el llamado de un
presidente como Giorgio Napolitano.
El regreso del pasado
Arnaldo Córdova
El acto partidista en el que Enrique Peña Nieto registró su
precandidatura rumbo a la elección presidencial del próximo año sugirió a la
gran mayoría de quienes hicieron la crónica del evento la imagen del regreso del
viejo dinosaurio priísta, con sus aditamentos infaltables como el acarreo (se
pudieron distinguir, en particular, los contingentes mexiquenses y
veracruzanos), las tortas, los refrescos y las matracas. Al día siguiente, el
propio Peña Nieto quiso aclarar que todo ello era falso y que las viejas
prácticas de su partido no se dieron. Acusó a la
oposiciónde estar, con eso mismo, cuestionando la democracia de México.
Al futuro candidato priísta no se le dan las luces. Para él, a lo que parece,
la democracia se da, justamente, con el acarreo y el reparto de tortas; por lo
demás, resulta curioso que hable de
oposiciónpara referirse a sus contrincantes, seguramente pensando en que ya tiene el poder en la mano o que, en todo caso, él forma parte del poder real y los otros están fuera. El dice que la actitud de esa
oposiciónno le extraña. A “la oposición –dijo– le ha dado por hablar, señalar y criticar mucho últimamente al PRI, seguramente porque algo ha de preocuparles [sic]” (Reforma, 29.11.2011).
La vuelta al pasado a los priístas se les da como fruto de su formación
política y de su horizonte ideológico. El acarreo de mexiquenses y veracruzanos
no pudo ocultar que esa vuelta al pasado, por más que ellos se esfuercen, tendrá
que ser otra cosa, inédita para ellos porque, pese a que es su tendencia
natural, ya no tienen la fuerza de otros días. Fue claro que los sectores, cuyas
masas enmarcaban antes el lanzamiento de sus candidatos presidenciales, ahora
estuvieron ausentes y sólo algunos de sus líderes se hicieron presentes en la
verbena. Eso hace más vistoso todavía el acarreo.
Ya veremos cómo en el futuro la historia tenderá a repetirse hasta el final.
Sólo veremos acarreos y menguados sustitutos de las viejas movilizaciones
corporativistas. Tal vez Peña Nieto es consciente de eso. Y por ello su afán de
presentarse como un prospecto de nuevo cuño, cosa que le falla continuamente
porque, por su modo de pujar en la contienda por el poder, se revela siempre
como el priísta tradicional que es y que no puede ser de otra forma. Una
oposiciónunificada lo aterroriza, de ahí su afán por imponer coaliciones con las que los priístas se sienten inconformes.
El discurso de Peña Nieto en el acto fue típico de él, emblemático.
Totalmente vacío de contenido, acartonado y de muy pobre oratoria. En las seis
cuartillas que leyó no enunció ni una sola idea programática (se remitió a un
documento que anteriormente había presentado a la Fundación Colosio) ni tampoco
una definición clara de lo que será su campaña. Abundante, desde luego, en
consignas partidistas (“… el mejor partido de México: el Partido Revolucionario
Institucional”; “… el PRI está más vivo que nunca”;
el PRI es un partido plural y diverso;
hoy el PRI es un partido que participa en democracia de forma responsable;
somos un partido preparado para competir y ganar en la democracia, y así por el estilo).
Enunció, eso sí, tres compromisos que no son otra cosa que fórmulas vacuas y
melladas.
Primero cuidaré en todo momento la unidad de nuestro partido;
mi segundo compromiso es privilegiar las ideas, propuestas y compromisos. No caeremos en las provocaciones de nuestros opositores;
mi tercer compromiso es hacer que las causas de México sean las causas del PRI. La unidad del partido se ve como la que se da en torno suyo; saludó la decisión de Beltrones, pero éste no se presentó al acto. Él sólo va a privilegiar las ideas que se acomoden a sus intereses, lo que no es censurable, pero se da en clave antioposicionista. El último es tan vago que casi no tiene sentido.
Peña Nieto apuesta todas sus cartas, al parecer, a una idea que tiene varios
componentes: por un lado, parte del hecho de que los gobiernos panistas (nunca
hace referencias puntuales, pero está claro que no se refiere a los pasados
priístas) han fracasado en toda la línea como opción de gobierno y que ya no
tienen nada que ofrecer. Por otro lado, sugiere que a esa opción naufragada debe
corresponder otra en el espectro de la política mexicana que no puede ser el
extremismo y la demagogia de la izquierda. Queda sólo la opción que representa
el PRI. Por supuesto que nunca es autocrítico y no ve defecto alguno en el
desempeño de los gobiernos priístas (en este sentido su referente no son los
pasados regímenes presidenciales, sino los gobiernos de los estados).
Ello no obstante, el próximo candidato priísta sabe muy bien, aunque nunca lo
confiese en público, que su camino hacia la Presidencia de la República está
sembrado de peligros que lo podrían llevar a la derrota. Desde luego, tales
peligros no pueden provenir del panismo, con el cual él sabe que a final de
cuentas se va a entender (eso debe haberlo aprendido de Salinas, que muchos
piensan que está detrás de él). Ya hizo decir, si bien lleno de chocarrería, al
presidente del PRI, Humberto Moreira, que el verdadero contrincante al que los
priístas se van a enfrentar es López Obrador.
Que con los panistas tarde o temprano se van a entender lo demuestra el hecho
de que horas después de su registro los diputados priístas anunciaron que en
esta misma semana harían todo lo posible por sacar avante la iniciativa de ley
sobre las asociaciones público privadas que Calderón presentó el 10 de noviembre
de 2009 y que en su momento fue discutida y puesta en entredicho. Se trata de un
proyecto panista, pero también de un proyecto que Peña Nieto ha acogido con
entusiasmo, como el conducto adecuado para entregar al sector privado el
desarrollo de la obra pública, en particular, de la industria petrolera, sobre
lo que el priísta ya se ha declarado.
En su reciente libro, México. La gran esperanza, Peña propone la
idea de la que ha hecho su emblema y que como subtítulo formula así: Un Estado
eficaz para una democracia de resultados. Para él, esa transición que se
anunciaba con la llegada de los panistas a Los Pinos ha sido una
transición incompletay, como prueba, ofrece el hecho de que las llamadas reformas estructurales no se han podido realizar por la ineficacia de los gobiernos blanquiazules. No discute para nada el hecho de que en los mismos rubros los últimos tres gobiernos priístas (1982-2000) fueron de fracaso en fracaso y de que, incluso lo que consideraron como grandes expectativas de desarrollo, por ejemplo el Tratado de Libre Comercio, fallaron de igual o peor manera.
El hecho de que Peña Nieto pregone que, gracias al gobierno del PRI, México
logró sus grandes transformaciones en el siglo XX y éstas dejaron de darse con
los gobiernos panistas y pese a que también repite, una y otra vez, que hay que
buscar nuevos métodos y nuevas políticas, al final lo que muestra es una clara
tendencia a negar el poco o mucho desarrollo democrático del país. La
democracia, para él, es en gran parte responsable de los fracasos de gobierno.
Por lo mismo, también, desea un Estado dotado de la capacidad de gobierno, lo
que implicará (lo ha dicho muchas veces) acotar y restringir el juego
democrático. Eso es una vuelta al pasado, por mucho que la adorne y la
reformule.
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