Despenalización: debate necesario y sin prejuicios
Ayer, al presentar su informe anual sobre drogas en Viena, Austria,
la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (Jife) de la
Organización de Naciones Unidas dio cuenta de un desplome en el volumen de
decomisos de cocaína en México entre 2007, cuando la cifra ascendió a 48
toneladas incautadas, y 2010, cuando se interceptaron al narco apenas
9.4 toneladas de esa droga, 12 menos que en 2009.
Resulta arduo vincular esa baja en las incautaciones de cocaína con una
perspectiva de éxito en las acciones de combate al narcotráfico emprendidas hace
un lustro por el gobierno federal. Por más que la propia Jife haya dicho ayer
que el país
se ha vuelto demasiado arriesgado para los traficantes de cocaína (por efecto de la política de seguridad del gobierno en turno), que prefieren pasar por otros lugares, y que eso explicaría la reducción en los decomisos, la aseveración contrasta con el hecho de que la mayor parte de la cocaína que se consume en Estados Unidos sigue transitando por el territorio nacional.
Por añadidura, semejante juicio no guarda mucha relación con el avance en la
producción y trasiego de otros estupefacientes en el país: según el documento de
referencia, la producción de heroína en México podría constituir 9 por ciento
del total mundial –lo que ubicaría al país entre los tres mayores productores de
esa droga, junto a Afganistán y Colombia– y sus exportaciones representan casi
40 por ciento de la heroína que ingresa a Estados Unidos. El mismo documento
señala que, en la última década, México se ha convertido en un importante
fabricante de sicotrópicos, dada la facilidad para instalar en su territorio los
laboratorios clandestinos que los producen.
Pero acaso la evidencia más desgarradora del fracaso de la estrategia contra
las drogas en México y en la región sea el incremento de la descomposición
social e institucional y de la barbarie asociadas al narcotráfico: dicho
incremento es patente en el territorio nacional, donde
las organizaciones de narcotraficantes han recurrido a niveles de violencia sin precedente, pero también en países de Centroamérica y el Caribe, donde la violencia y la corrupción han llegado a
niveles insólitosy
donde los narcotraficantes mexicanos han complicado la vida a la gente y los gobiernos.
A más de un siglo del inicio de las políticas prohibicionistas de
estupefacientes en el mundo, cuando los resultados distan mucho de ser los
deseados en materia de control de consumo y combate a las adicciones, cuando la
persecución del uso, produción y venta de estupefacientes sigue derivando en
grandes cuotas de violencia y destrucción de los tejidos sociales, y cuando los
cárteles de la droga parecen más poderosos que nunca a consecuencia de
la misma restricción legal a sus actividades, la lógica elemental demandaría
explorar, así sea en el terreno de las ideas, alternativas a la política global
en curso.
Llama la atención, por ello, que la propia Jife haya asegurado ayer que la
despenalización de las sustancias ilícitas
no es opción, con el argumento de que semejante vía sólo agravaría el problema y que
un tema tan complejo no puede tener una solución sencilla.
Nadie puede asegurar, en efecto, que la legalización de las sustancias
ilícitas sea la panacea para una problemática compleja, en la que convergen
factores sociales, económicos e institucionales, y cuya atención demanda
acciones profundas en los ámbitos de salud, de las políticas de bienestar, del
desarrollo económico, de la cultura de la legalidad y de la educación. Pero
parece difícil imaginar una forma más efectiva de
agravar los problemasque seguir haciendo lo mismo que hasta ahora y rechazar, en automático, cualquier posibilidad de actuar en forma distinta. Cuando informes como el revelado ayer por la Jife muestran que la estrategia actual es fracaso, y cuando los gobiernos de varios países de la región –como el de Guatemala y ahora el de Argentina– se plantean con seriedad el tema de la despenalización, el verdadero error sería eludir un debate que ya comienza a darse en diversas esferas de discusión, y cuyo abordaje será, tarde o temprano, inevitable.
En éste, como en otros ámbitos, lo menos que cabría esperar es que los
gobiernos nacionales, los organismos multinacionales y las instancias
especializadas mostraran un mínimo de altura de miras y se dispusieran a
discutir la perspectiva de la despenalización en el terreno de las ideas, no en
el de los prejuicios.
Todos somos griegos
John Holloway
Atenas en llamas. Llamas de rabia. ¡Qué horror! ¡Qué gusto!
No me gusta la violencia. No creo que se gane mucho quemando bancos y
rompiendo vitrinas. Sin embargo, siento un gran placer cuando veo la reacción en
Atenas y las otras ciudades de Grecia ante la aceptación por el parlamento
griego de las medidas impuestas por la Unión Europea y el Fondo Monetario
Internacional. Si no se hubiera dado una explosión de rabia, me habría sentido a
la deriva en un mar de depresión.
El gusto es el gusto de ver al gusano tantas veces pisado voltearse a rugir.
El gusto de ver a aquellos que han sido abofeteados mil veces devolver el golpe.
¿Cómo podemos pedir a la gente que acepte dócilmente los recortes feroces en su
nivel de vida que implican las medidas de austeridad? ¿Queremos que expresen su
acuerdo cuando se elimina el potencial creativo de tanta gente joven, atrapando
sus talentos en una vida de desempleo? Todo eso solamente para que los bancos
tengan su ganancia, para hacer a los ricos más ricos. Todo eso para mantener un
sistema capitalista que pasó desde hace mucho su fecha de caducidad y que ahora
ofrece nada más destrucción al mundo. Si los griegos aceptaban mansamente estas
medidas, sería multiplicar depresión por depresión, la depresión de un sistema
fracasado multiplicada por la depresión de la dignidad perdida.
La violencia de la reacción en Grecia es un grito que se lanza al mundo.
¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar sentados viendo al mundo desgarrado por esos
bárbaros, los ricos, los bancos? ¿Cuánto tiempo nos vamos a quedar parados
observando la intensificación de las injusticias, la destrucción de lo que queda
de los servicios de bienestar, la reducción de la educación a un aprendizaje
acrítico y sin sentido, la privatización de las aguas del mundo, la eliminación
de las comunidades y el desgarramiento de la tierra para el beneficio de las
compañías mineras?
Este asalto que es tan agudo en Grecia se está llevando a cabo en el mundo
entero. Por todos lados el dinero está subordinando la vida humana y no humana a
su lógica, la lógica de la ganancia. Esto no es nuevo, pero la intensidad y la
amplitud del ataque es nueva, y nueva también la conciencia generalizada de que
la dinámica actual es la dinámica de la muerte, que es muy posible que todos
estamos encaminados hacia el aniquilamiento de la vida humana en este planeta.
Cuando los comentaristas eruditos explican los detalles de las últimas
negociaciones sobre el futuro de la eurozona, olvidan mencionar que lo que se
está negociando tan ligeramente es el futuro de la humanidad.
Todos somos griegos. Todos somos sujetos que vemos cómo nuestra subjetividad
está siendo aplastada por la aplanadora de una historia determinada por el
movimiento de los mercados de dinero. Millones de italianos se manifestaron una
y otra vez contra Berlusconi, pero fueron los mercados de dinero los que lo
derrumbaron. Lo mismo en Grecia: protesta tras protesta contra Papandreou, pero
finalmente fueron los mercados de dinero los que lo despidieron. En ambos casos
fueron leales y comprobados sirvientes del dinero que fueron designados para
tomar el lugar de los políticos caídos, sin el más minimo simulacro de una
consulta popular. Ésta no es siquiera una historia hecha por los ricos y
poderosos, aunque de seguro se benefician de ella; es la historia hecha por una
dinámica que nadie controla.
Las llamas en Atenas son llamas de rabia y nos alegran. Sin embargo, la rabia
es peligrosa. Si se personaliza o si se voltea contra grupos particulares (los
alemanes en este caso), se puede muy fácilmente convertir en algo puramente
destructivo. No es una coincidencia que el primer líder de la clase política en
protestar contra la última ola de medidas de austeridad en Grecia fue un líder
del Laos, el partido de la extrema derecha. La rabia se puede tan fácilmente
volver una rabia nacionalista, incluso fascista, una rabia que no aporta nada a
la creación de un mundo mejor. Es importante entonces tener claro que nuestra
rabia no es una rabia contra los alemanes, ni incluso contra Merkel o Sarkozy, o
Calderón. Estos políticos son nada más los símbolos arrogantes y miserables del
objeto real de nuestra rabia, el dominio del dinero, la subordinación de toda
vida a la lógica de la ganancia.
Amor y rabia, rabia y amor. El amor ha sido un tema importante de las luchas
que han redefinido el significado de la política en el último año (ver los
artículos recientes de Luis Hernández Navarro, Ángel Luis Lara, entre otros). El
amor ha sido un tema constante de los movimientos Ocupa, un sentimiento profundo
incluso en el corazón de los choques violentos en muchas partes del mundo. Pero
el amor camina de la mano con la rabia, la rabia de ¿cómo se atreven a robarnos
la vida, cómo se atrevan tratarnos como objetos? La rabia de un mundo diferente
creando su camino a empujones a través de la obscenidad del mundo que nos rodea.
Tal vez.
Esta irrupción de un mundo distinto no es solamente cuestión de rabia, aunque
la rabia es parte de ella. Necesariamente implica la construcción paciente de
otra forma de hacer las cosas, la creación de diferentes formas de cohesión
social y de apoyo mutuo. Detrás del espectáculo de los bancos en llamas se
enuentra un proceso más profundo en Grecia, un movimiento más silencioso, de la
gente que se niega a pagar el transporte público, los recibos de luz, las
casetas en las autopistas, las deudas bancarias; un movimiento nacido de la
necesidad y de la convicción de la gente organizando su vida de otra forma,
creando comunidades de apoyo mutuo y cocinas populares, ocupando edificios y
terrenos vacíos, creando jardines comunitarios, regresando al campo, dando la
espalda a los políticos (que ya no se atreven a mostrarse en las calles) para
crear formas de democracia directa para tomar decisiones sociales. Todavía
insuficiente, todavía experimental, pero crucial. Detrás de las llamas
espectaculares está la búsqueda y la creación de otra forma de vivir que
determinará el futuro de Grecia y del mundo. Todos somos griegos.
Benedicto XVI no recibirá a las víctimas de Maciel
Bernardo Barranco V.
Benedicto XVI en sus últimos viajes ha incluido espacios y se ha
dado tiempo para consolar y encontrarse con víctimas de abuso sexual. Así lo
hizo en su viaje a Estados Unidos y Australia (2008), Portugal y Malta (2010),
Reino Unido y Alemania (2011). Imágenes que han dado la vuelta al mundo nos
presentan al Papa consternado, avergonzado y cercano humanamente con las
víctimas de la pederastia clerical. En Malta incluso se le ve llorando ante los
testimonios y relatos de las personas víctimas de abuso por religiosos. Ahí el
propio pontífice condenó los
crímenes indescriptibles. Sin embargo, en la agenda de viaje a México, destaca la ausencia de dicho gesto con las víctimas de Marcial Maciel. Desconocemos si incorporará el tema en sus mensajes, pero llama la atención el vacío, máxime si el propio Marcial Maciel y los legionarios de Cristo son de origen mexicano. No sabemos si los propios ex legionarios estarían dispuestos al encuentro con el Papa porque estos actos se han venido desgastando y han sido utilizados más como espectáculos de contrición simbólica que efectivas medidas contra los abusos. Pero al fin y al cabo han sido gestos de reconciliación y perdón. Es notable y hasta cierto punto preocupante el abandono en su agenda de una cita que en el papel lucía obligada. ¿Es una señal u omisión imperdonable? Es un agravio que se suma al desprecio que durante décadas sufrieron las denuncias de ex legionarios por parte de la burocracia de la Iglesia y la complicidad de poderes fácticos como empresarios y políticos mexicanos, así como muchos medios de comunicación. Es cierto que en su último viaje a Alemania, en 2011, dicha fórmula del encuentro mediático mostró sus límites. La Red de Víctimas por la Violencia Sexual en Alemania tachó de
hipócritala reunión que el pontífice mantuvo con dos mujeres y tres hombres, todos ex alumnos de instituciones educativas católicas.
Podríamos suponer que la gravitación de los legionarios es aún tan fuerte en
nuestro país como para obstaculizar dicho encuentro, que pondría nuevamente en
evidencia la red de complicidades y encubrimientos que arroparon al depredador
Maciel. El tema, sin duda, es incómodo para la Iglesia, ya que de manera
incomprensible no se ha pronunciado hasta ahora de manera pública y colegiada
sobre los escándalos del fundador de la legión. Pareciera que Benedicto XVI
guarda el mismo silencio que el propio Episcopado mexicano ha mantenido a lo
largo de todo este torbellino de revelaciones e impunidades que Maciel gozó en
vida. Qué incómodo reabrir la memoria que dé cuenta de que las patologías de
Maciel reflejan también las patologías de la propia Iglesia católica. Silencio
cómplice, el aquí no pasa nada, como si Maciel, los legionarios y las víctimas
fueran de un lejano país o de otro planeta. Salvo solitarios pronunciamientos de
monseñor Abelardo Alvarado, obispo auxiliar emérito de la arquidiócesis de
México, y algunas declaraciones banqueteras, los obispos mexicanos le deben a su
feligresía y a la sociedad un pronunciamiento público amplio, extenso y
detallado en torno a Maciel. Y un deslinde de responsabilidades, así como el
cuestionable comportamiento y posicionamientos de algunos de sus miembros, como
el vulgar Onésimo Cepeda y el arropo cómplice del cardenal Norberto
Rivera.
Resulta discordante la postura reciente del nuncio en México, Christophe
Pierre, quien destacó el esfuerzo del Vaticano para luchar contra la pederastia
cometida por sacerdotes dentro de la Iglesia católica y pidió actuar con firmeza
con el fin de proteger a la niñez. De manera explícita afirmó:
si hay personas dentro de la Iglesia que se comportan de forma contraria a las enseñanzas de Cristo, yo pienso que hay que intervenir con mucha firmeza(Notimex, 26/2/12). Insisto: resulta incomprensible que por un lado la Iglesia exalta su rechazo a la pederastia, organiza coloquios en Roma y se exclaman consignas de condena, mientras la comitiva vaticana desecha un encuentro ineludible, y sea tan insensible como para dejar de lado a las víctimas de Maciel, que han desplegado por más de veinte años una denuncia heroica. Los ex legionarios, encabezados por José Barba, soportaron la indiferencia burocrática de Roma, la incomprensión y amenazas de los poderes fácticos; la hostilidad de de algunos prelados y aquellos periodistas que se atrevieron sacar a la luz pública sus demandas y testimonios sufrieron represalias de todos conocidas.
Si el Papa ha entrado en contacto con las víctimas de abuso clerical en
muchos otros países, ¿por qué en México no? Hay otra hipótesis que se orienta a
la grave crisis interna que padece la Legión de Cristo. No hay que olvidar que
la restructuración de la orden religiosa está en manos del propio pontífice; ha
sido cuestionada por su tibieza y lentitud, porque persisten, según sus
detractores internos, prácticas de mentiras y de manipulación. La actuación del
cardenal Velasio de Paolis, delegado pontificio para la Legión de Cristo, ha
sido cuestionada y puesta bajo sospecha dado el exasperante tono gradualista que
ha propiciado un constante abandono de aquellos legionarios que esperan una
renovación más decidida y profunda. De Paolis parece instalado en una zona de
confort que lo ha llevado a enfrentarse con aquellos sectores de legionarios más
aperturistas y renovadores. En los últimos dos años oficialmente ceca de 59
sacerdotes han abandonado la legión, aunque se habla de más de 100. Igualmente,
de las consagradas del Regnum Christi, 156 han caudado baja e incluso
han conformado una nueva congregación femenina llamada Totus Tuus, bajo el
protectorado del episcopado chileno.
Sin embargo cualquier hipótesis no justifica la falta de atención del Papa a
la noble y notable lucha de las víctimas de Marcial Maciel.
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