Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 15 de octubre de 2012

Pemex en Galicia y políticos gerenciales- Un premio y un hallazgo

Pemex en Galicia y políticos gerenciales
El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, reconoció ayer que participó personalmente en la gestión de los contratos entre Petróleos Mexicanos (Pemex) y astilleros gallegos para la construcción de hoteles flotantes. Como se ha informado en estas páginas en días recientes, tales operaciones podrían salvar de la quiebra a Navantia, de Ferrol, y a Barreras, de Vigo, las empresas beneficiadas con tales adjudicaciones. Desde mayo pasado el presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, correligionario de Rajoy, había anunciado una alianza estratégica en la cual la paraestatal mexicana desembolsaría cientos de millones de euros para fabricar 14 remolcadores y dos hoteles flotantes en astilleros gallegos, así como construir un puerto exterior en La Coruña. Asimismo, agradeció a Enrique Peña Nieto su aval a los contratos referidos, asentado en un comunicado del equipo de trabajo del priísta.
 
Con el telón de fondo de la creciente orientación empresarial y gerencial de los políticos en el mundo, quizá no resulte extraño que Rajoy y Feijóo dediquen parte de su tiempo a reanimar consorcios privados alicaídos, como es el caso de Navantia y Barreras, empresas que no habían operado en años. Al final de cuentas, tanto el gobernante nacional como el local son intermediarios de las inversiones extranjeras para generar empleos, tanto en España como en Galicia. De hecho, uno de los ejes en la campaña del segundo con miras a su relección ha sido haber logrado la contribución de la petrolera mexicana a la reactivación de la economía gallega.
 
Lo que resulta menos explicable es que políticos mexicanos decidan canalizar el dinero de Pemex –es decir, del país– a empresas extranjeras, en detrimento de firmas mexicanas capaces de realizar la tarea. Con ello se fomenta, sí, la creación de puestos de trabajo, pero en las costas cantábricas.
 
El hecho resulta particularmente exasperante si se considera que las autoridades federales de nuestro país participaron en la firma de tales contratos en forma subrepticia, y que la sociedad mexicana no se enteró del asunto sino hasta que éste se dio a conocer en España.
La realización de los floteles, por último, es indefendible si se toma en cuenta que durante muchos años las derechas mexicanas han propugnado la privatización –parcial o total– de la industria petrolera con el argumento de que Pemex carece de recursos para la renovación de su infraestructura y para emprender nuevas prospecciones y proyectos extractivos especiales, como los que se realizan en aguas profundas. Si esa carencia de recursos es cierta, no puede explicarse entonces que ahora la dirección de la paraestatal pretenda destinar cientos de millones de dólares a reactivar la economía gallega, apartándose, de paso, de sus tareas constitucionales y legales; éstas incluyen la exploración y explotación de los campos petroleros propiedad de la nación y el refinamiento y la comercialización de combustibles. No podrá encontrarse, sin embargo, disposición legal alguna que justifique la incursión de la paraestatal en el ramo de la hotelería.
Llenando el saco-Rocha
Un premio y un hallazgo
Iván Restrepo
Dos noticias científicas han ocupado estos días la atención de los medios en Francia: el Nobel de Física otorgado a Serge Aroche, reconocimiento que comparte con el estadunidense David Wineland, porque sus investigaciones abren la puerta a una nueva era de experimentación en la física cuántica al lograr la observación directa de partículas cuánticas individuales sin destruirlas. Bjorn Jonson, vocero del Comité de la Real Academia Sueca de las Ciencias, explicó que se trata de un campo de investigación muy activo y estudia la acción fundamental entre fotones, es decir, entre las partículas de luz y la materia. Haroche nació en 1944 en Casablanca (Marruecos) y ahora es profesor en el Colegio de Francia y en la Escuela Normal Superior, ambos en París. Desde 1997 Francia no obtenía un Nobel en física.
La otra noticia tiene que ver con los hallazgos de una larga investigación de sus biólogos: ratas de laboratorio que fueron alimentadas con un maíz transgénico (el NK603) producido por la trasnacional Monsanto terminaron con tumores, necrosis de hígado, insuficiencias renales y reducción de la expectativa de vida. Son los frutos de más de dos años de trabajo durante los cuales 200 ratas divididas en nueve grupos comían en mayor o menor medida dicho maíz. Los resultados los publicó la revista Food and Chemical Toxicology, que de todo puede ser acusada, menos de amarallista. Los medios destacan no solamente la gravedad de lo que encontraron los científicos, sino que, por primera vez, se demuestra que los organismos genéticamente modificados (OGM) tienen consecuencias sobre el organismo.

Para Gilles-Éric Séralini, el biólogo que encabezó el estudio, se trata de una hecatombe y dan ganas de llorar al ver el daño que ese maíz ha causado en las ratas del laboratorio. Esa misma opinión la comparte la mayoría de los franceses luego de ver en la tele y en los diarios a las ratas llenas de tumores tras ser sometidas a experimentación. También a no pocos científicos que sostenían que los OGM no causaban daño alguno y eran la tabla de salvación de la humanidad al acabar con el hambre y el efecto negativo de las plagas y la sequía, por ejemplo.
 
Cabe señalar que no pocos de los estudios de quienes defienden los OGM han sido de corta duración y patrocinados por las trasnacionales que dominan el mercado de agroquímicos y alimentos. En cambio, esta reveladora investigación (efectuada en el más estricto secreto), la patrocinaron las dos cadenas de supermercados más importantes del país, Carrefour y Auchan, que en diversas ocasiones han dicho que lo fundamental para ellas es la defensa del consumidor y el buen estado de los productos que venden.
En marzo pasado Francia acordó prohibir el cultivo de un tipo de maíz de Monsanto genéticamente modificado, el MON810, pues estudios confiables mostraron que constituía importantes riesgos para el medio ambiente. El gobierno actuó así preocupado porque los agricultores pudieran sembrar semillas que dieran como fruto alimentos Frankenstein. La mayoría de la población apoyó la prohibición mientras la Comisión Europea amenazó con tomar medidas contra la decisión del gobierno galo, alegando que no había evidencias científicas que la justificaran.
 
La legislación europea establece que un Estado miembro sólo puede prohibir el cultivo, consumo o comercialización de un OGM cuando exista una situación real de riesgo para la salud humana o animal o para el medio ambiente. En el caso de la investigación con las ratas, parece no haber duda de que los OGM no son como los pintan las trasnacionales y sus voceros en el campo científico y en los medios.
 
Aquí hemos expresado múltiples veces nuestras reservas sobre varios agroquímicos elaborados por Monsanto. Uno de ellos es el Round-Up, comercialmente conocido como Glifosato. Es el herbicida estrella utilizado para el cultivo de la soya en Brasil y Argentina, y para muchas otras siembras en México y el resto del mundo. Precisamente el Round-Up fue el que se usó en las del maíz NK603, el causante de daños a la salud de las ratas. En México está por terminar un sexenio muy amigable y protector de las trasnacionales. ¿Lo será también el próximo?
Infundio-Hernández

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