Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 29 de diciembre de 2011

El presidente accidental‏

El presidente accidental
En la antesala de la elección presidencial 2012, cuando los partidos y los políticos están obligados a presentar su mejor rostro, Felipe Calderón parece empeñado en terminar de convertir al PAN en lo peor del PRI. Los casos de Manuel Clouthier y Javier Livas demuestran que los ideales del partido azul sufrieron una mutación tricolor. Y en un revelador discurso, el mandatario lo admite.
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Por Ramón Alberto Garza silueta de perro.gif
Dice el refrán que a confesión de parte, relevo de prueba. Y Felipe Calderón está confeso. El presidente está arrepentido de profesar sus ideales políticos de juventud y que, después de tantos años de lucha, lo instalaron en Los Pinos.
Su confesión fue pública, ante los mexicanos más conspicuos de las ciencias y las artes. Lo hizo en un discurso en el que puso en evidencia que su llegada a la Presidencia fue accidental y que sofocó su espíritu opositor.
“Como yo en aquel tiempo era un furibundo opositor, anti presidente, antigobiernista (…), con las canciones de Óscar Chávez me pasaba un poco como con los artículos de Lorenzo (Meyer), que me encantaban (…) porque satisfacían ampliamente mi espíritu opositor”, dijo
Felipe Calderón.
“Y ahora que Jean Meyer acaba de citar a Alejandro Rossi cuando entró al Colegio Nacional y dijo: ‘No tenía previsto estar aquí’. A mí me ocurre un poquito lo mismo. En aquel tiempo no tenía previsto estar aquí”, admitió el hombre que durante su campaña de 2006 siempre dijo que su sueño desde niño era ser
presidente.
Pero su confesión fue más evidente cuando reconoció: “Y, desde luego, cuando yo cantaba apasionadamente esas canciones y cuando leía, también apasionadamente, estos artículos, nunca pensé que iba a estar del otro lado del mostrador. Así que créanme que ya he pagado suficientemente mi osadía de juventud”.
Con ese discurso, Felipe Calderón dejó en claro que su pensamiento de juventud por un México más democrático, que pusiera fin al presidencialismo, que acabara con la corrupción y con la impunidad, que dejara a un lado el amiguismo, el compadrazgo y el nepotismo, fue una “osadía de juventud”.
Y que ahora que está “del otro lado del mostrador”, que de idealista opositor pasó a ser pragmático presidente, cuando es cuestionado por no aplicar y hacer efectivos esos ideales por los que lucharon Manuel Gómez Morín, su padre Luis Calderón, su mentor Carlos Castillo Peraza, Luis H. Álvarez o Manuel Clouthier, la justificación es que nunca pensó que estaría donde está. Es decir, en Los Pinos, desde donde con un poco de voluntad y talento político, se pueden cambiar las cosas.
Con esta confesión, Felipe Calderón se admite como un accidente político, como alguien que tuvo la osadía de soñar con un México más libre, más justo, más próspero y más equitativo, como aspiraba con las canciones de Oscar Chávez y los artículos de Lorenzo Meyer.
Bajo esta visión del presidente accidental, puede entenderse hoy por qué su hombre de confianza, el hasta hace unos días secretario particular Roberto Gil Zuarth, salió a declarar que los precandidatos del PAN favoritos del presidente son Josefina Vázquez Mota y Ernesto Cordero. Porque el presidente quiere imponer el candidato, y su amigo, el ex secretario de Hacienda, no da para más.
Bajo esa misma óptica, puede explicarse por qué la cúpula panista le niega a Manuel “Maquío” Clouthier, el hijo del legendario panista que le disputó la Presidencia a Carlos Salinas de Gortari, la posibilidad de ser precandidato a senador por su natal Sinaloa. Sus críticas al desempeño presidencial fueron su pecado mortal. Además, apoya al precandidato rebelde, a Santiago Creel.
Bajo ese cristal de la osadía, puede evaluarse la marginación de las aspiraciones de precandidatos presidenciales albiazules como Javier Livas con el argumento de que presentó firmas que ya apoyaban a otros precandidatos. La contienda interna del PAN es cerrada.
Por eso el PAN está sumido hoy en una severa crisis de identidad. Porque la osadía juvenil del segundo presidente que emana de sus filas se convirtió en un pragmatismo que devora los ideales fundacionales y convierte al partido en el poder en lo peor de un PRI al que siempre criticó. Analicemos.
EL MENSAJERO DE LOS PINOS
Felipe Calderón es un hombre de obsesiones. Y eso, en política, pocas veces opera a favor, muchas otras en contra.
La obsesión política obliga a aferrarse a una idea, limita la capacidad negociadora con las contrapartes y termina por obligar no sólo al uso, sino al abuso del poder.
En la elección interna del PAN en 2006, Santiago Creel era el candidato favorito de Vicente Fox. Al entonces presidente le disgustaba la rebeldía que significaba el rival, Felipe Calderón.
Es cierto que Fox maniobró de la mano del entonces presidente del PAN, Manuel Espino, para que Santiago Creel fuera el candidato. Fallaron.
Los panistas decidieron votar por el cambio del cambio y eligieron al crítico de Vicente Fox como su candidato. Eran claras las preferencias, pero no había obsesiones.
Seis años después, el entonces candidato de Los Pinos, Santiago Creel, se pasó “del otro lado del mostrador”. Es el candidato rebelde. Y el aparato calderonista está obsesionado con impedir que se convierta en el candidato para 2012.
Por eso desde Los Pinos se impulsó la candidatura de Ernesto Cordero. Por eso se le pulió el vestir, se le “perfeccionó” la dentadura, se le doblaron las mangas de la camisa y se le presenta en sus spots como el más cercano a los jóvenes, como un aspirante a dirigir la planilla de la prepa.
El contraste con Josefina Vázquez Mota es abismal. Más hecha, más articulada, más candidata, más apoyada por las cúpulas tradicionales del panismo, la ex secretaria de Desarrollo Social y ex jefa de la bancada albiazul en el Congreso, avanza en las preferencias. Y se perfila.
Quizá por eso el ex secretario particular del presidente, Roberto Gil Zuarth, sale “oportunamente” a declarar que en la sucesión presidencial 2012, el calderonismo no está dividido.
Que tanto Ernesto Cordero como Josefina Vázquez Mota son calderonistas, buscando desechar la idea de que la casi segura candidata panista está más cercana a los afectos de Vicente Fox que a los de Felipe Calderón.
“Yo estoy convencido que los dos, Josefina y Ernesto, son calderonistas, están en el aprecio del presidente, ambos admiran al presidente, y el calderonismo no está en una división, el calderonismo está en una definición por una candidatura”, dice el ahora aspirante a una senaduría por su natal Chiapas.
Pero eso sí, después de descalificar con sus declaraciones a Santiago Creel, Gil Zuarth rechaza definir a quién apoya en la contienda interna. Dice que será “prudente y cuidadoso” con su participación y con la integridad del partido.
“Yo estoy del lado de Acción Nacional, estoy del lado del presidente de la República, estoy del lado del proyecto de transformación y del cambio que implica Acción Nacional, afortunadamente tenemos buenos cuadros que están compitiendo por la Presidencia”, advierte el ex secretario presidencial.
Para la mayoría de los panistas, la lectura es clara. Roberto Gil Zuarth se convierte en el emisario de las obsesiones calderonistas que, conforme se acerca la interna, define que “cualquiera, menos Creel”.
Y deja en claro lo que siempre fue evidente. Que ante su falta de solidez como candidato, Ernesto Cordero terminará convertido en el “fiel de la balanza” al apoyar a Josefina Vázquez Mota.
EL OTRO HIJO DESOBEDIENTE
Cuando a contrapelo del foxismo Felipe Calderón fue electo candidato del PAN a la Presidencia, su ideario se inmortalizó en un libro: “El Hijo Desobediente”.
El sugerente título, tomado de la canción del mismo nombre, daba cuentas de un Felipe Calderón que no se conformaba con el statu quo, que se rebelaba a los padres, políticos y fundacionales, que sus mejores vientos eran los de la contracorriente.
Pero una cosa es estar en la oposición y otra muy distinta es estar “de este lado del mostrador”. Y ahora, a los rebeldes festejados en 2006, se les censura y se les oprime en el proceso rumbo al 2012.
Sin ir muy lejos, esta semana, el CEN del PAN excluyó a Manuel “Maquío” Clouthier de toda posibilidad de aspirar a ser precandidato al Senado de la República.
Durante semanas, la cúpula albiazul le estuvo diciendo al hijo del prócer panista que el retraso en la aprobación de su precandidatura obedecía a simples trámites. Que era cuestión de días para que se le entregara la autorización para contender.
Pero no se pudo tapar el sol con un dedo, así fuera el presidencial. Y en una carta firmada por el presidente panista Gustavo Madero, se le niega la petición bajo tres argumentos que, a contraluz, no resisten el análisis más simple.
El primer argumento es que Manuel Clouthier es un crítico del partido. ¿Desde cuándo se oficializó que la libertad de expresión es un pecado mortal dentro del PAN? ¿Desde que también por orden presidencial expulsaron al ex presidente albiazul Manuel Espino?
Lo cierto es que el bloqueo al Maquío obedece a que el sinaloense es un crítico no del partido, sino de los gobiernos panistas, tanto el de Felipe Calderón como el de Vicente Fox. ¿Existe algún estatuto en el PAN que limite las precandidaturas a los incondicionales del presidente? Ni en los peores tiempos del PRI.
El segundo argumento es que no ha hecho nada por su natal Sinaloa. Y esto tampoco es verdad. La presencia de Manuel Clouthier en la campaña de Mario López Valdez, Malova, fue decisiva para derrotar al priista Jesús Vizcarra. Su discurso frente al entonces presidente del CEN, César Nava, da testimonio de ello.
El tercer argumento es que cuando interviene en asuntos del partido, lo hace de manera destructiva. Si los cuestionamientos a los procedimientos y las preferencias de los personajes que manejan los partidos fueran motivo para limitar la participación, vale la pena preguntar: ¿Podía ser candidato presidencial Felipe Calderón cuando cuestionaba abiertamente el favoritismo de Manuel Espino hacia Santiago Creel?
Otro de los argumentos que se le dan al sinaloense es que no es un panista en activo, sino un representante ciudadano. Sin embargo, es el mismo PAN que en 2009 le pidió que aceptara contender por la diputación desde la que ahora legisla con la bancada de Acción Nacional.
El sinaloense dice que en 2009 estaba tranquilo, al margen de la política activa, pero que Germán Martínez lo invitó para apuntalar al PAN en Sinaloa. “No se vale que te inviten y que luego te den una patada”, advierte.
Manuel Clouthier denuncia la hipocresía de las cúpulas panistas que una y otra vez le decían que la tardanza en la entrega del permiso para ser precandidato era cuestión de trámite, cuando, en la realidad, la intención era no permitirle competir por esa curul.
El hijo del Maquío explica que el martes 13 de diciembre se entrevistó con la secretaria general del PAN, Cecilia Romero, para exponerle sus puntos de vista, y que ella le aseguró que la demora en el permiso para contender era un mero trámite.
Un día después, el miércoles 14 de diciembre, Manuel Clouthier volvió al CEN blanquiazul. Esta vez lo hizo para acompañar a Santiago Creel en su registro como precandidato presidencial. El sinaloense fue el responsable de presentar al candidato rebelde. Al que no quiere Felipe Calderón.
Y tres días después, desde la Presidencia Nacional del PAN que encabeza Gustavo Madero, se emite una carta en la que se le comunica que la resolución es negarle la posibilidad para contender por la precandidatura al Senado.
Cuestionada sobre por qué primero dijo que la demora obedecía a un trámite, y terminó siendo un veto, Cecilia Romero respondió: “Uno tiene que hacer lo que tiene que hacer, no necesariamente lo que quisiera”.
La secretaria general del PAN justificó su cambio de posición argumentando que se le solicitó al Comité Estatal de Sinaloa una opinión para avalar el fallo. “No soy yo la que tomó la decisión”, sino el presidente nacional del PAN, Gustavo Madero.
Ante lo que consideró un atropello a sus derechos, Manuel Clouthier decidió llevar el caso a los tribunales presentando ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) un recurso de apelación.
La negativa de permitir al legislador sinaloense contender como precandidato al Senado recuerda el debate que se dio sobre la expulsión de Manuel Espino.
Quien fuera presidente nacional del PAN en el sexenio de Vicente Fox y el responsable de la campaña presidencial de Felipe Calderón, fue marginado ante las reiteradas críticas que hacía sobre el presidente y su estilo personal de gobernar.
El debate de entonces se centró también en la expulsión de Adalberto Madero, el alcalde de Monterrey, a quien se le imputaban severos actos de corrupción.
El resultado final dejó en evidencia de qué está hecho el nuevo PAN. Al disidente lo expulsaron. Al acusado de corrupción, con claras evidencias en su contra, lo exoneraron.
La Comisión de Orden del Consejo Nacional del PAN que sentenció esos casos era presidida entonces por Tarciso Rodríguez. Sí, el mismo que se convirtió en secretario particular de Felipe Calderón después de que renunció Roberto Gil Zuarth para buscar la senaduría por Chiapas.
EL BLOQUEO A JAVIER LIVAS
El regiomontano Javier Livas Cantú tiene un largo historial dentro del activismo panista nacional.
Hijo de un gobernador priista de Nuevo León en la década de los 60, Eduardo Livas Villarreal, abandonó las filas del PRI en 1985 para convertirse al panismo a finales de 1990.
Al lado de personajes como Francisco Barrio, Manuel “Maquío” Clouthier y Luis H. Álvarez, entre otros, luchó a partir de 1986 para buscar nuevos espacios democráticos. Las elecciones de Chihuahua fueron el principio y el parteaguas.
Con méritos de campaña suficientes, fue precandidato presidencial del PAN en 1993. Compitió en la interna que ganó el aguerrido Diego Fernández de Cevallos. Quedó en segundo lugar, superando a Adalberto Rosas y Eduardo López García.
Pero su discurso sin cortapisas le valió la expulsión del PAN en 1995 con el argumento de indisciplina. Al igual que hoy sucede con Manuel Clouthier, a las cúpulas albiazules de entonces les parecía un rebelde sin causa.
A lo largo de 16 años, Javier Livas siguió luchando desde distintas trincheras ciudadanas hasta que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) le dio este año el aval para recuperar su derecho de militancia.
Y a sólo cuatro meses de su retorno al panismo, se inscribió como precandidato. Para contender contra Josefina Vázquez Mota, Santiago Creel y Ernesto Cordero.
Pero al igual que le sucedió a otro preaspirante, el poblano Luis Paredes, no se le incluyó en el escaparate de los encuentros de precandidatos que sostuvieron los tres punteros.
Su descalificación lo alcanzó por la ruta de la firmas. Aunque presentó más de las 30 mil exigidas en la convocatoria, la presunta duplicidad con firmas que apoyaban a otros de los precandidatos provocó que muchas de ellas fueran excluidas de su padrón. El veredicto oficial: no le alcanzaron las firmas que sobrevivieron.
Pero la voluntad estaba manifiesta. Un cuarto, o incluso un quinto candidato, fuera en la condición que fuera, era disruptivo para el frágil equilibrio que durante meses se tejió en torno a Josefina, Santiago y Ernesto.
Las condiciones, tanto para Javier Livas como para Luis Paredes, nunca fueron las mismas. Y la equidad, incluso en la entrega del padrón para la recolección de firmas, no fue en igualdad de condiciones para todos los participantes.
El tablero que podía manejarse en el CEN del PAN, con el control remoto operado desde Los Pinos, estaba definido. No había espacio para improvisaciones. La de Ernesto Cordero fue la última, y no cuajó.
SIETE OSADÍAS DE JUVENTUD
I. RESPETA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN
FALSO. El rechazo de los Manueles es un claro ejemplo. Primero le sacaron la tarjeta roja a Manuel Espino por censurar al presidente y al partido. Ahora le toca el turno a Manuel Clouthier, el hijo del “Maquío”, a quien le niegan el registro como precandidato al Senado por expresar sus opiniones contrarias al gobierno de Felipe Calderón y, aunque no lo admitan, por ser el principal promotor de Santiago Creel, el único precandidato al que Felipe Calderón no quisiera ver Los Pinos. El que no está conmigo, está contra mí.
II. MARCÓ SU DISTANCIA DEL PARTIDO
FALSO. Como sucedía con el presidencialismo priista, Felipe Calderón se instaló como el jefe supremo del PAN. Desde esa posición de privilegio, impuso a Germán Martínez y a César Nava como presidentes albiazules en lo que puede considerarse una de las etapas electorales más oscuras del panismo nacional. Su intento de instalar a Roberto Gil Zuarth como su tercer dirigente albiazul fue abortado por un panismo que se le rebeló en la figura de Gustavo Madero.
III. ACABÓ CON ‘EL DEDAZO’
FALSO. Desde la casa presidencial, como una copia fiel de lo que solía suceder en los tiempos del priismo, el presidente acuerda, cabildea y opera para sacar adelante a sus candidatos. Como ejemplo, ahí está la imposición de Fernando Elizondo como fallido candidato del PAN a la gubernatura de Nuevo León. Y ahora, en la presidencial, se empecinó en postular a Ernesto Cordero. Las huellas presidenciales son detectables en muchas de las candidaturas estratégicas, desde diputaciones y senadurías, hasta alcaldías y gubernaturas.
IV. DESTERRÓ EL ‘AMIGUISMO’
FALSO. Si algún gabinete de la era moderna en México se distingue no por reunir a los mejores hombres sino a los mejores amigos, ése es el de Felipe Calderón. Desde Juan Camilo Mouriño hasta Alejandro Poiré; desde Germán Martínez, pasando por César Nava, alcanzando a Jordi Herrera, Gerardo Ruiz Mateos, Alejandra Sota y Ernesto Cordero. Carreras políticas construidas al vapor, en un sexenio en el que salieron de sus modestas oficinas para convertirse en próceres y héroes.
V. PUSO FIN AL NEPOTISMO
FALSO. Podría haber sido una materia aprobada, de no ser porque a Felipe Calderón también le ganó el cariño por el orgullo de su nepotismo: su hermana María Luisa “Cocoa” Calderón. Su candidatura a la gubernatura de Michoacán se convirtió en un foco rojo político que, para colmo, terminó pagando con una derrota que evidenció que ni en el estado de los Calderón se consiguen los apoyos para la causa presidencial. Peor aún, a pesar de tener suficientes méritos de campaña, “Cocoa” no logró un triunfo para el PAN ni siquiera en el distrito local donde vive.
VI. ARRECIÓ EL COMBATE A LA CORRUPCIÓN
FALSO. Es un secreto a voces. Con el panismo, la corrupción es galopante. En el priismo, las “comisiones” solían ubicarse en el famoso 10 por ciento. En el panismo, alcanzan hasta 20 por ciento. Los escándalos van en aumento, lo mismo en Pemex que en la CFE, en el Seguro Social o en el ISSSTE, que en la Lotería Nacional. Sus funcionarios consentidos, desde el fallecido Juan Camilo Mouriño hasta el favorito Genaro García Luna, acumularon denuncias por malos manejos de contratos y enriquecimiento inexplicable. Hasta su secretario de la Función Pública, Salvador Vega Casillas, dejó el cargo en medio de denuncias de que su esposa Gladys López, funcionaria de la Profeco, presuntamente cobraba “protección” a propietarios de gasolineras.
VII. NO TOLERA LA IMPUNIDAD
FALSO. Felipe Calderón continuó la tradición de su antecesor Vicente Fox. La veda sobre los grandes tiburones de la corrupción nacional está por alcanzar los 12 años. Los casos aparecen a diario en todos los medios de comunicación con denuncias, con documentos, con videos. Pero aun los que se atreven a capturar, como Jorge Hank Rhon, se les escapan porque –se dice– alguien no armó bien el expediente. El único caso sonado del sexenio, el del yate y el Ferrari del directivo de la CFE Néstor Moreno, estalló porque los sobornos fueron perseguidos en Estados Unidos, donde los directivos de la corporación sobornadora ya están tras las rejas, mientras que el funcionario mexicano, alguna vez capturado, sigue profugo.

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