Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 23 de diciembre de 2011

¿Ya se volvió obsoleto el dinero?- Se despeña Peña- La paranoia de Maliki


¿Ya se volvió obsoleto el dinero?
Anselm Jappe
Los medios y las instancias oficiales ya nos están preparando: muy pronto va a desencadenarse una nueva crisis financiera mundial y será peor que la de 2008. Se habla abiertamente de desastres. Pe-ro, ¿qué pasará después? ¿Cómo viviremos después del derrumbe a amplia escala de los bancos y las finanzas públicas? Argentina ya vivió esto en 2002. Posteriormente, pagando el precio de un empobrecimiento en masa, la economía argentina pudo recuperarse un tanto, pero, en este caso, se trataba de un solo país. Actualmente, todas las finanzas europeas y norteamericanas se encuentran a punto de hundirse juntas, sin salvador posible.
¿En qué momento el crack de las bolsas dejará de ser una noticia que descubrimos en los medios para volverse perceptible al pasear en la calle? Respuesta: cuando el dinero haya perdido su función habitual. O bien haciéndose raro (deflación), o bien circulando en cantidades enormes pero desvalorizadas (inflación). En ambos casos, la circulación de mercancías y servicios se hará más lenta, quizás hasta pararse por completo. Quienes poseen mercancías u ofrecen servicios ya no encontrarán a nadie con capacidad de pagarlos con dinero creíble, lo que les permitiría comprar a su vez otras mercancías o servicios. Por tanto, los conservarán para ellos mismos. Veremos tiendas llenas, pero sin clientes, fábricas en perfectas condiciones, pero sin nadie para trabajar, y también escuelas donde los profesores dejarán de presentarse, después de llevar meses sin recibir sueldos. Entonces, nos daremos cuenta de una verdad tan evidente que ya no la veíamos: no existe ninguna crisis en la producción misma. La productividad en todos los sectores aumenta continuamente. Las superficies cultivables de la tierra pueden alimentar a toda la población del mundo, mientras los talleres y las fábricas producen incluso mucho más de lo que es necesario, deseable y sustentable. Las miserias del mundo no se deben, como en la Edad Media, a catástrofes naturales, sino más bien a una especie de hechizo que separa a los hombres de sus productos.
Lo que ya dejó de funcionar, es la interfaz que se impuso entre los hombres y lo que producen: el dinero. En la modernidad, el dinero se volvió la mediación universal (Marx). La crisis nos confronta con la paradoja fundadora de la sociedad capitalista, en ella la producción de bienes y servicios no es un fin, sino sólo un medio. El único fin es la multiplicación del dinero, es invertir un euro o un dólar para conseguir dos. Y cuando este mecanismo se descompone, es toda la producción real la que sufre y hasta puede bloquearse por completo. Así que, como el Tántalo del mito griego, nos encontramos frente a riquezas que al momento de querer agarrarlas, se alejan sólo porque no podemos pagarlas. Esta renuncia forzada siempre ha sido el destino del pobre. Pero ahora, y es algo inédito, nos puede pasar a todos, o casi. La última palabra del mercado es dejarnos morir de hambre en medio de montañas de alimentos que se pudren, sin que nadie pueda tocarlas.
Sin embargo, los críticos del capitalismo financiero nos aseguran de que las finanzas, el crédito y las bolsas de valores no son más que verrugas sobre un cuerpo económico sano. Una vez que haya estallado la burbuja, habrá turbulencias y quiebras, pero al final será una sangría saludable y se podrá volver a iniciar con una economía real más sólida. ¿De veras?
Hoy conseguimos casi todo pagando. Es el caso, más específicamente pero no exclusivamente, de la mayoría de la población que vive en las ciudades y que no podría ni alimentarse con su propia producción, ni calentarse con sus propios recursos, ni tener luz, ni curarse, ni desplazarse de manera autónoma. Ni siquiera durante tres días. Si el supermercado, la compañía de luz o el hospital dejaran de aceptar un dinero bueno (por ejemplo una moneda extranjera fuerte, y no los billetes impresos por el banco nacional, ya completamente desvalorizados), o si ya no hubiera mucho, llegaríamos muy pronto al desamparo más completo. De ser lo suficientemente numerosos y listos para la insurrección, todavía podríamos asaltar el supermercado o conectarnos directamente a la red eléctrica. Pero una vez que la tienda deje de ser abastecida y que la central eléctrica se pare por no poder pagar a sus trabajadores y proveedores, ¿qué haremos?
Podríamos organizar un sistema de trueque, nuevas formas de solidaridad e intercambios directos: hasta sería una magnífica ocasión para renovar el vínculo social. Pero, ¿quién puede creer que lo lograremos en poco tiempo y a larga escala, en medio del caos y los pillajes? Regresaremos todos al campo, dicen algunos, para tener acceso directo a las materias primas. Qué pena que durante tantos años la Comunidad Europea haya pagado a los campesinos para cortar sus árboles frutales, arrancar sus viñedos y sacrificar a su ganado... Después del derrumbe de los países de Europa del Este, millones de personas sobrevivieron gracias a algún pariente que vivía en el campo y tenía una pequeña hortaliza. ¿Quién podría decir lo mismo en Europa occidental o Norteamérica?
Quizás no lleguemos a estos extremos. Pero, incluso un derrumbe parcial del sistema financiero nos confrontaría con las consecuencias de este hecho: nos encontramos atados de pies y manos con el dinero, ya que se le encomendó la tarea exclusiva de asegurar el funcionamiento de la sociedad. Dicen que el dinero existió desde los primeros momentos de la historia. Pero, en las sociedades precapitalistas, tenía un papel meramente marginal. Sólo en décadas más recientes hemos llegado al punto de que cada manifestación de la vida (o casi) pasa por el dinero. Ahora, este se ha infiltrado en los rincones más profundos de la existencia individual y colectiva. Sin el dinero que hace circular las cosas, somos como un cuerpo privado de sangre.
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Un trabajador de un centro de cambio en Irán revisa varios fajos de dólares. El rial, la moneda local, sufrió una caída espectacular para llegar a cotizarse en 16 mil 150 unidades por dólarFoto Ap
Pero el dinero sólo es real cuando es la expresión de un trabajo efectivamente realizado y del valor en el cual se representa este trabajo. Por lo demás, el dinero no es más que una ficción, basada exclusivamente en la confianza mutua de los actores –una confianza que puede llegar a evaporarse, tal como lo estamos viendo actualmente. Asistimos a un fenómeno que la ciencia económica no había previsto: no la crisis de una moneda y de la economía que ésta representa, creando así una ventaja para otra moneda más fuerte. El euro, el dólar y el yen están todos en crisis, y los pocos países a los cuales las agencias evaluadoras todavía atribuyen un AAA, no tendrán la capacidad suficiente como para salvar a la economía mundial.
Ninguna de las recetas económicas propuestas está funcionando. En ninguna parte. El mercado libre no funciona mejor que el Estado, la austeridad no sirve más que la reactivación mediante la demanda, el keynesianismo no más que el monetarismo. El problema se ubica en un nivel más profundo. Asistimos a una desvalorización del dinero en cuanto tal, a la pérdida de su papel, a su obsolescencia. No por una decisión consciente por parte de una humanidad por fin cansada de lo que ya Sófocles llamaba la más funesta de las invenciones humanas, sino por un proceso no controlado, caótico y extremadamente peligroso. Es algo así como quitarle su silla de ruedas a alguien después de haberlo privado del uso de sus piernas durante mucho tiempo.
El dinero es nuestro fetiche: un dios que nosotros mismos hemos creado, del cual creemos que dependemos y al cual estamos dispuestos a sacrificar todo con tal de aplacar su ira.
¿Qué hacer? No hacen falta los vendedores de recetas alternativas: economía social y solidaria, sistemas de intercambios locales, monedas alternativas (como monedas fundantes), ayuda mutua ciudadana... En el mejor de los casos, esto sólo podría funcionar en algunos pequeños nichos, mientras alrededor lo demás sigue funcionando.
Por lo menos, hay algo seguro: no es suficiente indignarse frente a los excesos de las finanzas y la codicia de los banqueros. Aunque ésta existe efectivamente, no es la causa, sino la consecuencia del agotamiento de la dinámica capitalista. La sustitución del trabajo vivo –única fuente de valor que, bajo la forma dinero, es la finalidad exclusiva de la producción capitalista– por tecnologías que no crean valor, llegó a secar casi por completo la fuente de la producción de valor. Obligado por la presión de la competencia a desarrollar nuevas tecnologías, el capitalismo ha cortado la rama sobre la cual estaba sentado. Este proceso, que desde un principio es parte de su lógica fundamental, ha rebasado en décadas recientes un umbral crítico.
La no rentabilidad del uso del capital no ha podido ser ocultada sino mediante una expansión cada vez más masiva del crédito, que es un consumo anticipado de las ganancias esperadas para el futuro. Ahora, hasta esta prolongación artificial de la vida del capital parece haber agotado todas sus posibilidades.
Por tanto, debemos plantearnos la necesidad –pero al mismo tiempo constatar la posibilidad, la oportunidad– de salir de un sistema basado en el valor y el trabajo abstracto, el dinero y la mercancía, el capital y el salario.
Este salto hacia lo desconocido puede asustar, incluso a quienes no dejan de denunciar los crímenes de los capitalistas. Por el momento, prevalece la cacería de los malos especuladores. Aunque no podamos sino compartir la indignación frente a las ganancias de los bancos, hay que subrayar que dicha actitud se queda muy por debajo de una crítica del capitalismo como sistema.
No es de sorprenderse si Obama y Georg Soros dicen entender esta indignación. La verdad es mucho más trágica: si los bancos caen y empiezan a darse quiebras en cadena, si dejan de distribuir dinero, estamos en peligro de hundirnos todos con ellos, pues desde hace mucho tiempo se nos ha privado de la posibilidad de vivir de una forma que no sea gastando dinero. Sería bueno volver a aprenderlo. Pero, ¡quién sabe a qué precio esto ocurrirá!
Nadie puede decir honestamente que sabe cómo organizar la vida de decenas de millones de personas cuando el dinero haya perdido su función. Por lo menos sería bueno admitir que ahí está el problema. Quizás, así como se perfila un después del petróleo, es tiempo de prepararnos para lo que vendrá después del dinero.
* * *
Anselm Jappe es autor de varios libros, entre los cuales Guy Debord (Barcelona, Anagrama, 1998), Les aventures de la marchandise (París, Denoël, 2003) y últimamente Crédito a muerte: la descomposición del capitalismo y sus críticos (Logroño, Pepitas de calabaza, 2011). Ha sido miembro del Grupo Krisis, al cual se debe el Manifiesto contra el trabajo.
Traducción del francés: Jérôme Baschet.

Se despeña Peña
Javier Jiménez Espriú
Cantidades impresionantes de tinta y una explosión del ingenio nacional –ese ingenio que transforma las tragedias en risa y colma las sobremesas, pero que distrae la atención del fondo de las cosas para llevarla a la anécdota amena, jocosa, hiriente, irónica– provocó la presencia –desafortunada para él– de Enrique Peña Nieto –le pondré licenciado cuando me lo autorice sin rubor la Universidad Panamericana–, en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara, a la que fue a presentar un libro suyo, que seguramente no escribió.
Su traspiés y luego de ese, otros muchos y variados, nos han revelado la verdadera personalidad del candidato priísta y la de su estirpe, su prepotencia, su desprecio por la prole y su superficialidad. El salario mínimo, el precio de la tortilla, su machismo metrosexual, no son deslices u olvidos intrascendentes sino traiciones del inconsciente.
Se ha dicho en múltiples editoriales y comentarios que a cualquiera se le olvida el nombre de un libro o de un autor, lo que es muy cierto; que es de humanos errar, lo que es también indiscutible, pero estos argumentos defensivos, en este caso, son más una distracción que una justificación sobre el verdadero problema que apareció con luz propia, a la luz pública y que hoy, luego del inteligentísimo discurso en la recepción de su constancia como candidato único del PRI a la Presidencia de la República, que seguramente formará parte de los grandes momentos de la historia de los grandes estadistas, con su “Pero yo no olvido…”, que seguramente sustituirá en los cursos de oratoria el I have a dream de Martin Luther King, convierte el olvido en virtud y las pifias en elemento sublime de publicidad. ¡Qué ingenio! ¡Cómo construir palacios de los errores!
El señor Peña –“puedo olvidar el nombre de un autor…”– no puede olvidar lo que no sabe y ha hecho evidente, no su falta de erudición, que no es necesaria en un político que aspira a ser presidente de la República, sino su ignorancia supina que, desde mi punto de vista debiera ser motivo de descalificación de quien aspira a la primera magistratura de la nación, de una nación multicultural que nos enorgullece, pero que en su caso, siendo gravísima, no es la única tragedia.
Selma Lagerlöf, la Premio Nobel de Literatura de 1909, decía de la cultura que es todo lo que queda, cuando ya se olvidó todo lo que aprendimos, pero como hemos visto en Peña Nieto, cuando nada se ha aprendido, nada queda.
Esto explica, por otra parte, lo que yo consideraba inexplicable: el terco empeño en entronizar en el PRI al ex gobernador Humberto Moreira y apoyarlo hasta el límite elástico; establecer una alianza con la Señora Elba Esther Gordillo –le pondré maestra cuando me lo diga sin rubor el secretario de Educación Pública–, pensionar con senadurías a su progenie y con gubernaturas a sus incondicionales –que al cabo ya lo dijeron en el PRI, las elecciones se ganan con votos y no con libros, bello ejemplo para la juventud– y hacer lo propio con el Niño Verde, de quien me reservo mis comentarios, por coincidir con los del dominio público. En suma, la integración del dream team del Partido Revolucionario Institucional para 2012-2018. ¡Del nuevo PRI!
Pero tan grave o más que su ignorancia es la falta de recursos exhibida por Peña Nieto para salir de atolladeros elementales, primarios, sin complejidad alguna, que demuestra sus nulas capacidades para enfrentar los problemas de una nación como la nuestra, lo que debe considerarse como un enorme peligro para nuestro futuro, lo que debe encender la alerta de los ciudadanos que aspiramos a un México mejor.
Cuando Denise Dresser, relatando en un programa de radio un encuentro público con Peña Nieto –lo acontecido en la FIL, no es excepción–, dice que demostró que improvisando es incapaz de construir una frase con sujeto, verbo y predicado, nos debe obligar a la reflexión, al igual que una reciente y lapidaria sentencia del licenciado Beltrones que señala el peligro de que llegue a la Presidencia de la República un hombre sin ideas, lo que se convierte en severa advertencia o la opinión inteligente de Carlos Fuentes.
En 1980, al inaugurar la primera Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, que tuve el privilegio de fundar como director de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, expresé, y lo he repetido una y mil veces, con plena convicción, que no hay profesional de excelencia en una persona sin cultura y que el libro es el vehículo esencial para lograrla.
He expresado durante muchos años, a mis alumnos, a mis hijos, a mis nietos, que en los libros se encuentran todas las enseñanzas. Ahora, luego de este episodio singular, tengo que enmendar, agregaré que también de la ausencia de libros se puede aprender enormemente. También en eso hay enseñanzas. Todo está ahora muy claro en ese espacio de decisión. Ojalá lo entendamos oportunamente. No podremos alegar ignorancia si permitimos que la ignorancia se empodere nuevamente en nuestro ya agobiada nación.
El PRI debe estar haciendo un recuento de daños de lo que ha pasado con su ya candidato único. Los ciudadanos debemos hacer un análisis de daños de lo que puede pasar. Ya sucedió una vez, se eligió a un hombre obviamente ignorante –en ambos casos la ignorancia resulta patente–, que incluso hacía gala de que no leía y estamos pagando aún las consecuencias. La lección debe estar aprendida. Tropezarse con la misma piedra, cometer el mismo pecado, sería literalmente pecado mortal. La autoexcusa de que era un buen candidato y luego fue un pésimo presidente, no vale para la segunda edición.
Lo sucedido desde la feria del libro hasta el memorable discurso del “yo no olvido…”, no ha sido sólo errores cuya corrección sea posible; se trata de horrores que no tienen solución.
¿Quién dice que el recuerdo sabe más que el olvido?
Jaime Torres Bodet
Violencia en Irak
La paranoia de Maliki
Patrick Cockburn
Se esperaba que el primer ministro iraquí, Nuri Maliki, incrementara su poderío ante la retirada del último pelotón estadunidense, ocurrida este mes. Pero su inesperada decisión de provocar una crisis política al ordenar, inmediatamente después del repliegue, el arresto de su propio vicepresidente y acusarlo de terrorismo, podría debilitar su mandato y desestabilizar Irak.
Maliki acaba de estar en Washington, donde se presentó como el líder nacional de Irak, no sólo de la mayoría chiíta. A horas de su regreso a Bagdad, ordenó el arresto de su funcionario sunita de mayor rango, Tariq Hashemi, cuyos guardaespaldas declararon ante la televisión que el vicepresidente les pagó por cometer asesinatos.
Aquellos que son cercanos al gobierno iraquí sugieren que la explicación más simple de las acciones de Maliki es que el gobernante es extremadamente paranoico. Kamran Karadaghi, ex presidente del gabinete de Jalal Talabani, quien ha asistido a muchas reuniones con Maliki, relató a The Independent: está obsesionado con la idea de que existen muchos complots, sobre todo en su contra. Esto ha salido a colación en numerosas reuniones. Uno queda convencido de que en realidad cree en estas supuestas conspiraciones en su contra, y sospecha, sobre todo, del partido Baaz.
En lugar de enfatizar la unidad nacional, Maliki ha aislado a la minoría sunita y ha enfurecido a los kurdos, siendo que ambas comunidades son parte esencial del gobierno iraquí. Líderes de ambos grupos han denunciado anteriormente las tendencias dictatoriales que comenzó a mostrar Maliki desde que asumió como primer ministro, en 2006.
Su actitud también resulta dañina para el presidente estadunidense Barack Obama, quien en su campaña presidencial deberá subrayar el supuesto éxito logrado al retirar a las tropas de Irak para dejar un país democrático y estable.
La paraonia de Maliki podría estar bien justificada, dado que a todos los niveles, la política en Irak es muy violenta y sin duda existen conspiraciones en su contra. Más aún, Maliki, de 61 años, ha pasado gran parte de su vida en la Dawa islámica, partido religioso chiíta cuyos miembros eran torturados y ejecutados bajo el gobierno de Saddam Hussein si eran descubiertos. No es sorprendente que la mentalidad de los miembros de este partido que sobreviven sospechan que son amenazados por traidores potenciales.
Maliki pasó muchos años en el exilio tras verse obligado a huir de Irak en 1979, y vivió en Irán y Siria hasta que la invasión estadunidense derrocó a Saddam Hussein en 2003. El poderío chiíta en Irak puede parecer inquebrantable, pero la comunidad teme contrataques de viejos enemigos.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca

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