Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 28 de enero de 2012

Afloran descontento y reclamos de justicia en gran parte del país y LAS MAS DE LA JORNADA


Marchan en el Distrito Federal en defensa de la autonomía sindical
A

L. Poy, O. Vélez, R. Rojas, E. Martínez y S. Ocampo
sesinan a otro comunero en Ostula, Michoacán; suman 29 las víctimas

Participan unas cinco mil personas en la marcha del Ángel al Zócalo capitalino
Llaman a organizar una nueva central obrera independiente
Trabajadores del sector universitario, del GDF y electricistas piden respeto a la autonomía sindical, a la plaza de base y romper el tope salarial
Protestan por la política antilaboral del Estado
Laura Poy y Ariane Díaz
Periódico La Jornada
Sábado 28 de enero de 2012, p. 36
Trabajadores del sector universitario, del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y de organizaciones gremiales del Gobierno del Distrito Federal (GDF) se movilizaron en la capital del país en demanda de un incremento a sus ingresos que rompa con el tope salarial, por la defensa de la plaza de base y la autonomía sindical.
Ante lo que consideraron un sistemático ataque a sus condiciones laborales, llamaron a todos los sindicatos democráticos del país a impulsar una nueva central obrera independiente.
Cerca de 5 mil manifestantes partieron del Ángel de la Independencia a la Plaza de la Constitución, donde exigieron una solución a las negociaciones salariales y contractuales de 35 gremios universitarios en toda la República, así como que se instale una mesa de negociación con autoridades del gobierno capitalino para atender las demandas de mil 500 ex empleados del GDF, quienes piden su reinstalación.
Arturo Vega, secretario general del Sindicato Independiente de Trabajadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (SITUAM), señaló que la mayoría de las universidades que mantienen negociaciones con sus respectivas autoridades exigen 20 por ciento de incremento directo al salario, así como mejores prestaciones sociales y seguridad en la plaza de base, por lo que, afirmó, rechazamos la imposición del tope salarial.
Cerca de las 17 horas, contingentes del SME, del SITUAM y de los sindicatos Independiente Nacional de Trabajadores del Colegio Bachilleres, de la Unión de Trabajadores del Instituto de Educación Media Superior del Distrito Federal, y de Trabajadores del gobierno capitalino iniciaron una movilización que concluyó después de las 18:30 horas en la plancha del Zócalo, donde realizaron un mitin para rechazar las políticas de privatización de la educación pública.
Durante su participación en el mitin, Martín Esparza, secretario general del SME, llamó a fortalecer la unidad de los sindicatos independientes y democráticos ante la política antilaboral del Estado emprendida por autoridades de los tres órdenes de gobierno, y reiteró el inicio de una nueva etapa de movilizaciones de los electricistas.
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En los próximos días los sindicatos continuarán con las movilizacionesFoto José Antonio López
Los manifestantes –encabezados por ex trabajadores del GDF, quienes denunciaron que las condiciones de contratación son deplorables, pues nos obligan a firmar contratos de un mes, pero acompañados de la renuncia, y sin ninguna prestación social, afirmó Zita Castillero, ex empleada del DIF-DF– corearon consignas por la defensa de la plaza de base y la contratación definitiva, pero también hicieron un llamado a dar un voto de castigo al PAN.
Acuerdo salarial con académicos
Luego de que la Asociación Autónoma del Personal Académico de la UNAM acordó con las autoridades de la máxima casa de estudios un incremento de 3.8 por ciento directo al salario a unos días de que venciera el emplazamiento a huelga, Carlos Galindo, secretario de Relaciones del Sindicato de Trabajadores de la UNAM (STUNAM), consideró que ello debilita a otros gremios que se encuentran en negociaciones, porque hay una exigencia de mejores condiciones laborales y salariales, pero también el compromiso de la movilización.
Recordó que si bien la protesta se dio en el contexto de la revisión contractual y salarial de sindicatos universitarios, éstos manifestaron su solidaridad con la lucha de trabajadores de la extinta Luz y Fuerza del Centro (LFC) y Mexicana de Aviación que llevan meses desempleados.
Los manifestantes, quienes portaban mantas en las que exigían el respeto a sus derechos laborales, corearon consignas frente a la sucursal de la Comisión Federal de Electricidad ubicada en avenida Juárez, donde exigieron la reinstalación de los poco más de 16 mil electricistas despedidos por la desaparición de LFC, ante decenas de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, quienes resguardaban el edificio.
Líderes sindicales del GDF y del SME reiteraron su apoyo a los gremios universitarios en sus negociaciones salariales, y convocaron a los trabajadores en general a sumarse a las movilizaciones convocadas


Me cargan todo, pero les va a ganar la muerte:
Miguel Nazar Haro
Artífice de la Guerra Sucia
El ex titular de la DFS falleció sin ser castigado, deplora Rosario Ibarra
Farsa, el juicio al que fue sometido en Monterrey, del que resultó absuelto, acusa
Andrea Becerril
Periódico La Jornada
Sábado 28 de enero de 2012, p. 4
Rosario Ibarra, presidenta del Comité Eureka, quien lucha desde hace casi cuatro décadas por encontrar a los desaparecidos políticos, afirmó que el fallecimiento de Miguel Nazar Haro, ex responsable de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), le recordó una dolorosa historia de cientos de jóvenes torturados hasta la muerte, sin que los responsables hayan sido castigados.
En entrevista, la también presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, lamentó que Nazar, a quien se acusó de desaparecer a su hijo, Jesús Piedra Ibarra, y de encargarse personalmente de torturar a estudiantes, luchadores sociales, guerrilleros y a todos aquellos considerados opositores al régimen, se vaya de esta vida en total impunidad.
Lo conoció, explica, a finales de 1976, cuando acudió a la sede de la DFS, en Circular de Morelia 8, a preguntar por su hijo, desaparecido en 1975. Jesús Piedra fue acusado de estar ligado al secuestro del empresario Eugenio Garza Sada y de pertenecer a la Liga Comunista 23 de Septiembre.
En cuanto su hijo desapareció, inmediatamente presenté la denuncia en Monterrey, viajé a la ciudad de México, fui de un lado a otro, hablé 39 veces con el entonces presidente Luis Echeverría, con el secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia, a la Procuraduría General de la República (PGR) y también a la DFS.
Agrega que estuvo en muchos penales. Me decían que mi hijo estaba en tal cárcel. Iba a tal cárcel, adonde fuera, al Campo Militar de la Joya de Torreón, al Campo Militar número Uno. Junto con mi hija Claudia anduvimos como locas en todos lados. Y pues no, en ninguna parte lo encontramos.
–¿Cuándo fue la primera vez que se reunió con Nazar Haro?
–Debe de haber sido un año después de que desaparecieron a Jesús. Tenía información de que lo habían llevado con él, y me presenté a la DFS, que tenía fama de ser un centro de tortura terrible. Le pregunté directamente por mi hijo. Le dije que tenía derecho a un juicio justo, y me respondió muy serio que el gobierno federal no lo tenía.
Agrega que le insistió, y Nazar Haro acabó por decirle que mejor le preguntara a las guardias blancas de Garza Sada.
–Es decir, ¿estaba acusando al personal de seguridad del empresario fallecido?
–Sí, había antecedentes de antipatía del entorno de Garza Sada hacia la Liga 23 de Septiembre, pero en realidad era una forma de tratar de quitarme de encima, para que no siguiera exigiendo cuentas al gobierno, porque Jesús fue detenido por un policía de nombre Carlos G. Solana. Era jefe de la Judicial de Nuevo León. Y éste lo había entregado a la Dirección Federal de Seguridad; es decir, precisamente a Nazar Haro.
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Nazar Haro fue señalado como responsable de la desaparición forzada de Jesús Piedra, hijo de Rosario IbarraFoto José Carlo González
–¿Y qué impresión le dio?
–Era un hombre bajito, de ojos azules, muy azules, de pelo entrecano, seco en su hablar, pero muy correcto. Su aspecto no era el del hombre que disponía de las vidas de los demás sin vacilar. Parecía un hombre honorable, que nada tenía que ver con el director de un centro en el que se vejaba, se lastimaba sin piedad a seres humanos, con los que cometían todo tipo de atrocidades sólo porque pensaban distinto.
Los vecinos de la DFS de Circular de Morelia 8 escuchaban por las noches y la madrugada gritos terribles y quejidos. Era como una prisión clandestina.
Años después, ya con el Frente Nacional Contra la Represión fundado, Rosario Ibarra siguió en la lucha, llevó a cabo varias huelgas de hambre y logró que el gobierno de José López Portillo amnistiara a mil 500 presos políticos y presentara a 148 desaparecidos.
Por los testimonios de estos últimos, afirmó, pudieron saber cómo actuaba en realidad Nazar Haro en la DFS.
No recuerdo su nombre ahorita, pero sí la historia de un muchacho que vio cómo en esa Dirección Federal de Seguridad golpearon y torturaron a su hermano, que nada tenía que ver con movimientos armados, hasta que lo mataron.
Nazar sólo comentó: ya se nos fue, hay que tirarlo. Otros testimonios de los 128 liberados, dijo, dieron cuenta de golpizas a todas horas, de encierros desnudos en celdas frías, de toques eléctricos en los genitales, de ahogamientos en agua sucia, de muchas otras barbaridades.
–¿Alguno dijo que el propio Nazar Haro lo martirizó?
–Lo hacían él y sus secuaces. Él dirigía. Nos contaron que a Nazar Haro le gustaba empezar a lastimarlos, con sus propias manos.
Al final, Nazar ya no la recibía, pero con los testimonios que obtuvo lo denunció por la desaparición de su hijo. El ex titular de la DFS fue juzgado en Monterrey, pero fue absuelto, en un juicio que la senadora Ibarra califica de farsa.
Su hijo José Luis se paseaba en el juzgado como por su casa, podía leer el expediente. A mí ni me lo dejaban hojear. Y en una ocasión en que sonreí por una de las mentiras que decían, el juez me gritó que me iba a meter a la cárcel si me volvía a reir.
Ibarra advierte que hay aún 571 desaparecidos de la “mal llamada guerra sucia de los setentas”, quienes en su mayoría deben haber pasado por las manos de Nazar Haro.
–¿Y todo eso quedará en la impunidad?
–Sí, ya murió él, y antes Fernando Gutiérrez Barrios y Moya Palencia y no hubo justicia. Sólo queda vivo Luis Echeverría. Y muchísimas familias a las que llenaron de dolor esperan aún encontrar a sus hijos y esposos desaparecidos.
Zaachila, a 50 años del hallazgo de su riqueza arqueológica
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Vasija del colibrí, pieza hallada en la zona arqueológica de Zaachila, Oaxaca, en 1962Foto archivo de Roberto Gallegos
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Una máscara, pieza hallada en la zona arqueológica de Zaachila, Oaxaca, en 1962Foto archivo de Roberto Gallegos
Mónica Mateos-Vega
Periódico La Jornada
Sábado 28 de enero de 2012, p. a40
Hace medio siglo, dos de las tumbas prehispánicas más bellas de Oaxaca develaron al mundo sus secretos.
Ubicadas en el poblado de Zaachila, las cámaras donde yacían los señores 9 y 7 Flor, prominentes jerarcas de una poderosa cultura que habitó la región entre los años 1000 y 1450 dC, fueron descubiertas por el arqueólogo Roberto Gallegos Ruiz y su equipo de investigadores.
Ha sido el trabajo más importante de mi vida, por todo el empeño, interés y acuciosidad con los que realizamos el rescate, dice en entrevista con La Jornada uno de los decanos de la arqueología en México, quien celebra sus 80 años durante la charla con este diario.
Hoy, Gallegos y varios jóvenes colegas participarán en la celebración que prepararon los habitantes de Zaachila por los 50 años del hallazgo: una jornada en la que habrá conferencias y mesas redondas, organizadas por el consejo comunitario de esa población, la cual desde hace años se encarga de la custodia de su patrimonio histórico.
En enero de 1962, con 10 mil pesos en la bolsa, presupuesto otorgado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), entonces a cargo de Eusebio Dávalos Hurtado, y la encomienda de trabajar en el sitio durante dos meses, o hasta donde te alcance el dinero para comprar materiales y pagar a los trabajadores, el arqueólogo Roberto Gallegos llegó a Zaachila.
El propio pueblo, tan celoso de su herencia zapoteca, había pedido, por fin, que especialistas del instituto fueran a investigar el área conocida como El Cerrito.
El antropólogo Román Piña Chan, mentor de Gallegos, le sugirió que empezara sus trabajos en los alrededores de un montículo pequeño, pues para los recursos que llevas, no creo que te alcance para más, le dijo.
Llegué con dos pasantes de arqueología: Alfonso Cuevas y Pablo López. Nunca pensamos en la existencia de una tumba. Así empezamos a trabajar, y al cabo de semana y media, cuando nos encontrábamos explorando un patio, advertimos una fractura en el piso de estuco por donde se filtraba tierrita, detalla el investigador.
Gallegos había ya explorado junto con otro de sus maestros, Ignacio Bernal, las zonas de Monte Albán y Yagul, por lo que supuso que algo importante se encontraba bajo el piso. Ordenó consolidar los muros, que en su mayoría eran de adobe, y decidió irse con tiento.
Alfonso, creo que aquí tenemos una tumbita, dijo a su compañero antes de sugerir una nueva visita a Monte Albán para volver a examinar la tumba 104, y así estar seguro de que se perfilaba un gran hallazgo.
En la zona de Monte Albán, al revisar una y otra vez las características de las estructuras, el arqueólogo Cuevas le dijo emocionado a Gallegos: ¡ay, mano, creo que sí tenemos una tumba en Zaachila!
De vuelta al trabajo, pasaron tres semanas antes de que llegaran a la cámara central, pues debieron retirar varias capas de material. Al encontrarse frente a las losas que los separaban de la tumba, Alfonso le insistía en que ya las retiraran.
“Fue un viernes en la tarde cuando llegamos a ese cubo –prosigue el arqueólogo–, pero les dije que abriríamos hasta el día siguiente, pues si algo se aprende en arqueología es a tener paciencia. El sábado por la mañana, por fin retiramos la primera losa; al asomarme, todo estaba oscuro. Un trabajador me pasó una lámpara y entonces vi una maraña de huesos y mucha cerámica.
De inmediato, los demás trabajadores se las ingeniaron para colocar un tablón sobre unas piedras para entrar a la tumba sin pisar las piezas. Ingresé a la antecámara, vi más huesos y en las paredes glifos de Mictlantecuhtli, el señor de los muertos, descarnado; en una esquina una lechuza de piedra, en otra pared, al fondo, un hombre con caparazón de tortuga. En la cámara principal había otro esqueleto, me acerqué lo más que pude y vi un anillo de oro y, justo a un lado, la extraordinaria vasija del colibrí.
La emoción aflora en el arqueólogo al compartir sus recuerdos, sus ojos se humedecen: fue una de esas ocasiones en las que uno se estremece, aunque no quiera. No obstante, en ese momento no sabía la trascendencia de ese hallazgo; salí para que entraran Alfonso y Pablo, y luego permití que los trabajadores ingresaran para mirar. Era importante que lo hicieran, pues el trabajo era de todos, eso me permitió tener una buena relación con ellos, no eran más de 14.
Al respecto, Gallegos señala que siempre le ha molestado la manera en la que algunos de sus colegas restringen a los trabajadores, como si la labor arqueológica fuera privativa de ellos, cuando, de alguna manera, se trata de un patrimonio de todos.
Existe una historia en torno al hallazgo de las tumbas de Zaachila, la cual afirma que la población se puso en contra del equipo de Gallegos y los tacharon de saqueadores, por lo que los arqueólogos debieron trabajar protegidos por soldados.
El investigador lo niega. En contraste, explica, para evitar el saqueo de otras personas, no del pueblo, por supuesto, hablé primero con el presidente municipal, quien me respondió que no podía ofrecer resguardo de las tumbas, porque en el pueblo no tenían policías, y me mandó con un destacamento militar cercano. Ahí hablé con un comandante que envió dos soldados para cuidar el lugar por las noches, junto con el velador.
El arqueólogo justifica la reticencia que desde entonces mantienen los pobladores de Zaachila, respecto de la presencia de especialistas del INAH: los entiendo, tienen razón en proteger su patrimonio, porque nos ha tocado vivir la destrucción de varios sitios arqueológicos.
Añade que él no comparte una idea que casi se ha vuelto dogmática en la actualidad: algunos colegas dicen apoyarse en la ley para realizar trabajos de investigación y rescate en sitios arqueológicos, pero en el INAH no somos dueños del patrimonio, somos custodios, pero a veces se ha actuado con arbitrariedad. Yo aprendí a respetar.
Libro por actualizar
Durante aquellos inolvidables primeros meses de 1962, Roman Piña Chan llegó de inmediato a Oaxaca para conocer los trabajos de Gallegos, al tiempo que el arqueólogo Arturo Romano Pacheco, entonces director del Museo Nacional de Antropología, entusiasmado por el hallazgo, dejó mes y medio su cargo frente al recinto para incorporarse a los trabajos de exploración de las tumbas de Zaachila.
“En la tumba uno, los huesos se desintegraban, no pudimos rescatarlos –sigue Gallegos con su relato–, pero el maestro Romano, con suma paciencia, recuperó los datos osteológicos y así pudimos determinar que en la antecámara había ocho individuos, y uno más acompañando al señor importante, es decir, nueve acompañantes porque nueve son los inframundos. En la tumba dos alcanzamos a establecer que había un cráneo aislado y 12 individuos. Romano pasó horas y horas, sentado en un banquito, con su paliacate para el sudor, analizando todo el material.
En la tumba dos, el señor principal llevaba un gran pectoral de oro, un collar de cuentas, varias orejeras de obsidiana, los otros individuos tenían pulseras, otro anillo de oro, es decir, sus ofrendas personales. No eran hombres comunes y corrientes, tenían cierto rango social. En esa tumba dos es donde encontramos la vasija de Mictlantecuhtli, una pieza excepcional, con la cabeza articulada.
Los trabajos en Zaachila duraron tres meses. Se recuperaron poco más de 125 piezas, las cuales se llevaron al Museo Nacional de Antropología. El arqueólogo considera que en la actualidad el material que se exhibe en el recinto no llega ni a 20 por ciento de todo lo encontrado.
Además, pese a que se trata de un hallazgo importante, el material fotográfico con el que cuento es de 1962. Pude ver algunos materiales restaurados en 1983, pero de esa fecha hasta hoy no he podido volver a ver las piezas, porque no me han permitido las autoridades responsables, lamenta Gallegos, quien debido a esa situación no ha podido actualizar un libro donde se describe todo el trabajo que realizó en Oaxaca y que hace medio siglo fue la tesis con la que se graduó de arqueólogo. La Universidad Nacional Autónoma de México está a la espera para publicar esa investigación.
Algunos colegas han comentado que la gran mayoría del material descubierto en Zaachila está en malas condiciones.
Hace 50 años, la población de Zaachila recibió la promesa de que ahí se construiría un museo de sitio, para exhibir las bellas piezas, luego de restaurarlas. Siguen esperando.
Al respecto, Roberto Gallegos comenta: “nunca he dejado de sentir un compromiso con Zaachila. Es cierto, nos comprometimos a hacer un museo. Román Piña Chan, incluso, perfiló la posibilidad de ese recinto en la parte oriente de la zona arqueológica. También Romano dijo que era cierto que se trataba de un acervo nacional, pero que también Zaachila podía participar en su resguardo. Creímos que sí era posible el museo de sitio, se hizo un anteproyecto. Dávalos estuvo de acuerdo y presentamos los resultados del hallazgo en el Congreso de Americanistas.
El secretario de Educación de entonces, Jaime Torres Bodet, también estaba interesado, hasta acudió al INAH para conocer las piezas. Pero después me encargaron otros proyectos y el del museo de sitio en Zaachila se fue rezagando. En 1967 hablé por última vez con el director del instituto para recordarle que teníamos el compromiso con los zaachileños. Me dijo que primero terminara la investigación que me habían encargado a propósito de la construcción de la Villa Olímpica, en Tlalpan y que después hablaríamos. Sin embargo, él murió en enero de 1968 y se cortó el asunto.
Ha pasado medio siglo y Roberto Gallegos asegura que aún le pesa ese compromiso moral con Zaachila, quisiera cumplir, proponer que el pueblo, con un convenio institucional exigible, levantara su museo. Creo que es posible, confío en ellos. No se debe dejar pasar más tiempo, se deben organizar, el pueblo pesa ante el instituto.

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