Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 31 de enero de 2012

Este barco capitalista se hunde- Contrabando de armas y de capitales- Dependencia tecnológica


Este barco capitalista se hunde
José Blanco
   En El desprecio como destino nuestro entrañable escritor Eduardo Galeano puso en negro sobre blanco: Como Dios, el capitalismo tiene la mejor opinión sobre sí mismo, y no duda de su propia eternidad. Es posible que el capitalismo del que habla Galeano empiece a asumir otro punto de vista, si nos atenemos al documento Global Risks Report 2011 encargado por la élite mundial que se reunió en Davos, que bien podría subtitularse Las cosas duran hasta que se acaban. Esa es quizá la principal conclusión del reporte: en breve, advierten que el derrame de la actual crisis financiera agotó la capacidad del mundo para hacer frente a nuevas crisis.
Concluyen también que la gravedad y la profundidad de los riesgos para la estabilidad mundial se han vuelto más frecuentes, mientras que resulta evidente que la idoneidad de los sistemas de gobernanza (?) para enfrentar tales problemas ha periclitado. El sinceramiento es impresionante.
Como era de esperarse, las élites llegaron a Davos, cada una con su propio discurso, a decir a las demás qué debían hacer, y regresaron a sus lares con el mismo discurso con que llegaron; no pueden asumir que todos vamos en el mismo barco. Dilma Rousseff dijo: prefiero asistir a Porto Alegre, un foro creado como alternativa a la política capitalista de los banqueros del mundo.
Todos reconocen que navegamos en el mismo barco: George Osborne, responsable de la Hacienda de Cameron, dijo en Davos al referirse a Grecia (0.028 por ciento del PIB de la eurozona, en 2010): La cola mueve al perro. Grecia tiene en jaque, dadas las articulaciones financieras internacionales, a la poderosa Alemania y a la eurozona como conjunto. Y más allá, la eurozona (20.5 por ciento del PIB mundial en 2010), hizo exclamar a Donald Tsang, jefe del gobierno autónomo de Hong Kong: Nunca había tenido tanto miedo como ahora como efecto de lo que está pasando en la eurozona.
Los sistemas de libertinaje financiero del siglo XX y primera década del XXI están diseñados para que los banqueros repleten de ganancias sus alforjas. Todos parecen saberlo, pero no tienen un acuerdo para someterlos al orden y ponerlos al servicio de la economía productiva.
El director general del propio foro de Davos, Robert Greenhill, mira, impotente, el caos: La interconexión y la complejidad de las cuestiones significa que las consecuencias no intencionales [los cisnes negros del capitalismo occidental] abundan, y los mecanismos tradicionales de respuesta a esos riesgos simplemente transfieren el riesgo a otros grupos de interés o a partes de la sociedad.
Con todo, en Davos aparecieron unos aliens en la primera sesión formal de sus actividades. Cinco ponentes que representan a cinco países que, sumados, tienen más de 200 millones de habitantes, con economías en crecimiento constante durante toda la década pasada y un potencial de transformación económica y social que escapa a la imaginación de gringos y europeos.
La región donde se encuentran estos cinco países, que mandaron a tres presidentes y dos primeros ministros a Davos, es la segunda región de mayor crecimiento económico del mundo, una zona emergente que atrae inversiones de las grandes potencias inversoras, aunque no tiene aún ninguna visibilidad y traducción en influencia política. Las oportunidades de crecimiento que hay allí son inusitadas, pues está experimentando el mayor crecimiento urbano de toda su historia, con la aparición de unas extensas e incipientes clases medias urbanas emergentes. Cuentan con una extensa población muy joven, un don invaluable que puede tener cualquier país si sabe aprovecharlo mediante una educación extensa, profunda, educada desde el principio en el pensamiento complejo.
Hacia estos países de enorme oferta de mano de obra se puede conducir la próxima oleada de deslocalizaciones, una vez se encarezcan los sueldos en Asia. Aunque sufren dificultades de corrupción e inseguridad, también están mejorando la gobernanza económica, así como unas políticas monetarias y fiscales hasta hace poco inexistentes. Todo es aún, claro, muy incipiente.
Estos cinco hombres se plantaron convencidos de que en sus manos están cinco países que serán parte de una nueva geografía económica que definirá el siglo XXI, donde todo o casi todo está por hacerse en infraestructuras de todo tipo, carreteras, ferrocarriles, puertos y aeropuertos o redes eléctricas. Esto es así por el enorme caudal de materias primas que tiene escondido en su suelo, origen del caudal de riqueza de los últimos diez años, cuando la globalización y el incremento del consumo mundial ha hecho explotar su potencial comercial y también los pecios.
Uno de ellos cree que deben buscar el ejemplo de la Unión Europea, que partió de la Comunidad del Carbón y del Acero, para construir también paso a paso la unidad de su continente a partir de un mercado común de la energía y de las infraestructuras. También hay que romper las barreras del comercio y eliminar las fronteras. Hay que cambiar hábitos culturales y acostumbrarse a las tecnologías.
Esto es África y entre los cinco países representados hay de todo, en ingresos, en democracia y en crecimiento: Guinea, Tanzania, Kenia, Etiopía y Sudáfrica. Detrás está, en gran medida, China. El barco capitalista occidental, se hunde. LA JORNADA
Tamaletas-Rocha
Contrabando de armas y de capitales
   La secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Janet Napolitano, dijo ayer que en la ejecución del operativo Rápido y furioso, en el que Washington introdujo a México cerca de dos mil armas de fuego destinadas a un cártel mexicano, se cometieron serios errores (que) no se repetirán nuevamente. En otra información, la firma Global Financial Integrity (GFI) emitió un documento en el que afirma que China, México y Rusia han sido los países con mayores flujos financieros ilícitos, y según esa entidad, entre 2000 y 2008 México exportó capitales de procedencia ilícita por 416 mil millones de dólares. La cifra, que da un promedio anual de más de 50 mil millones, está muy por encima de lo que autoridades como la Secretaría de Hacienda (cuando la encabezaba Ernesto Cordero) reconocen como presencia de dinero inexplicable en la economía nacional: entre 10 mil y 19 mil millones de dólares. A decir de GFI, sólo en 2007 hubo en el país un flujo saliente de capital ilícito de 91 mil millones de dólares, que al año siguiente se redujo a 68 mil 500 millones.
Las afirmaciones de Napolitano y las cifras sobre dineros ilícitos que se introducen en las economías formales, asuntos aparentemente inconexos, tienen un denominador común: tanto el tráfico de armas como el lavado de dinero distan de ser fenómenos marginales en la economía mundial contemporánea: constituyen negocios regulares y consuetudinarios y forman parte del andamiaje industrial, comercial y financiero del mundo, incluidos México y Estados Unidos.
Tanto en lo que se refiere al trasiego de armas como al intercambio de dinero ilegal, Estados Unidos obtiene beneficios objetivos indiscutibles. El primero le permite explotar mercados para un sector importantísimo de su economía –la industria armamentista y los servicios de inteligencia y seguridad asociados– y, aunque Napolitano asegure que en Rápido y furioso se cometieron errores, lo cierto es que esa operación estuvo precedida por otra, igualmente ejecutada por la dependencia estadunidense de control de alcohol, tabaco y armas de fuego (ATF, por sus siglas en inglés, dependiente del Departamento de Justicia), denominada Receptor abierto, en lo que, más allá de toda duda, constituye una práctica regular de Washington: la exportación ilegal de armas destinadas a grupos delictivos.
En cuanto a los flujos de dinero ilícito, es claro que aportan la materia prima al lavado de dinero, actividad que, a su vez, genera voluminosos recursos que para entidades financieras y bancarias estadunidenses representan negocios tan jugosos como los que efectuó el Banco Wachovia entre 2004 y 2007: un manejo de fondos ilícitos por más de 378 mil millones de dólares en triangulaciones con casas de cambio situadas al sur del río Bravo (La Jornada, 30/6/10, p. 25) y como los que han reconocido, entre otras corporaciones, Wells Fargo, Bank of America, Citigroup, American Express y Western Union. Es abrumadoramente improbable que las autoridades económicas de ambos países no detectaran movimientos por sumas como las aquí referidas o que no percibieran, al menos, las distorsiones que tales dineros ilícitos introducen en las respectivas economías. Lo anterior lleva a una duda por demás inquietante: ¿cómo podrían ambos gobiernos ignorar el lavado de dinero como parte de las actividades financieras a la hora de formular los lineamientos económicos oficiales?
Los datos expuestos señalan, también, las desigualdades que se extienden, más allá de la formalidad económica, por el ámbito de lo ilícito: mientras en un caso Estados Unidos produce, vende y trafica armas que matan a miles de mexicanos, en el otro nuestro país, con todo y su pobreza y sus rezagos sociales, se ha convertido en un exportador neto de capitales ilícitos, que en 2007 representaron 8.8 por ciento del PIB. De acuerdo con GFI, el fenómeno se disparó a raíz de la entrada en vigor del Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que facilitó la facturación fraudulenta de manera masiva. Es ésta, pues, una de las consecuencias indeseables que las autoridades mexicanas no fueron capaces de prever en su momento.

Dependencia tecnológica
Javier Flores
  
   Uno de los retos más importantes para el desarrollo de México es enfrentar y reducir la asfixiante dependencia externa en el campo de la tecnología. Se trata de un tema complejo, pues tiene que ver no solamente con el modo de crear el conocimiento, sino, además, con la estructura del sistema productivo. A menudo escuchamos elocuentes discursos sobre las reformas urgentes que el país necesita (como la energética, con la que se busca entregar nuestros recursos petroleros al extranjero y profundizar así la dependencia), pero nunca oímos a nuestros gobernantes referirse a los cambios que se requieren para abatir el atraso tecnológico, que sin duda es uno de los obstáculos más importantes para nuestro desarrollo.
Si bien es cierto que la dependencia tecnológica puede reducirse impulsando la investigación y la innovación en las empresas, en nuestro país esta estrategia no ha tenido hasta ahora resultados positivos. El crecimiento que ha experimentado el sector productivo, y, dentro de éste, la empresa privada, en la estructura del gasto en investigación y desarrollo experimental (GIDE) –proceso que ha sido auspiciado por los gobiernos tanto priístas como panistas (La Jornada 10/1/12)– no se ha traducido en la reducción de la dependencia. En 2008 la participación de las empresas en la ejecución del GIDE alcanzó 40.7 por ciento, pero hoy importamos más tecnología que nunca, como lo muestra el estado de la balanza de pagos en este terreno, la cual experimentó en 2009 el mayor saldo negativo de los pasados tres lustros (menos mil 945.6 millones de dólares).
Esto se debe a que la política de ciencia y tecnología en nuestro país, en los pasados 20 años, ha buscado de forma simplista sólo beneficiar a las empresas, sin asegurarse de que éstas compartan esos beneficios con México. Se trata de una política entreguista (una proporción importante de estas empresas son extranjeras). De acuerdo con el Centro de Estudios para las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, entre 2000 y 2008 –periodo que corresponde con las administraciones panistas– se les otorgaron 19 mil millones de pesos mediante estímulos fiscales... a cambio de nada. Mientras tanto, de acuerdo con datos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, México presenta una relación de dependencia que es de las más altas en el mundo (23.21 en 2008). Este indicador puede contrastarse con el de otras naciones como Brasil (1.60), Corea (0.34) o España (0.08).
Mientras se beneficia de esta forma a las empresas privadas, las instituciones de investigación del sector público se mantienen en el abandono. Por ejemplo, en el sector energético, los institutos de Investigaciones Eléctricas (IIE), Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ) y Mexicano del Petróleo (IMP) apenas sobreviven.
El caso del IMP es interesante, pues cuando el licenciado Calderón presentó su primera versión de la reforma energética, ésta implicaba el desmantelamiento de este instituto. Afortunadamente no ocurrió así, gracias a los debates realizados en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Senado, y por diferentes expresiones en la opinión pública que lo impidieron.
Una política de estímulos a las empresas para la investigación tecnológica y la innovación no es algo en sí mismo inapropiado, pero no tiene ningún sentido si no trae beneficios tangibles al país, que le permitan reducir la dependencia tecnológica. Una manera entre muchas otras de lograrlo es condicionar los estímulos fiscales al logro de metas específicas, como la formación de recursos humanos y la vinculación de los proyectos con las instituciones de educación superior y los centros de investigación públicos. Se podrá decir que propuestas de este tipo son nacionalistas, concepto que ciertos intelectuales consideran arcaico. Pues sí, aunque les pese a algunos, frente al entreguismo extremo que vivimos, el futuro de nuestro país requiere de una importante dosis de nacionalismo.
Una precisión final: es cierto que la dependencia tecnológica puede reducirse mediante la investigación tecnológica y la innovación en las empresas, pero esto no significa que haya que abandonar una ciencia cuyo objetivo primordial es la creación de nuevos conocimientos, los cuales no están orientados a resolver problemas en el terreno económico. Se trata de un falso dilema, pues hoy en el mundo está suficientemente claro que toda investigación básica puede insertarse eventualmente en la producción. Es falso también que exista sólo un camino, según el cual la ciencia daría lugar a la tecnología, ya que los desarrollos tecnológicos pueden crear también campos novedosos de la investigación básica, como ocurre, por citar un ejemplo, en el área de las tecnologías de reproducción asistida. México necesita mucha investigación tecnológica, pero también mucha investigación básica.

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