Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 26 de febrero de 2012

AMLO:Nadie cree a Felipe Calderón que no intervendrá en comicios-El Despertar- ¿Qué necesita AMLO para ganar?- Por la borda

El PAN y el PRI actúan con las mañas de siempre, señala el político en Puebla
Nadie cree a Felipe Calderón que no intervendrá en comicios, dice AMLO
Acusa que con encuestas amañadas y desafuero médico lo quieren hacer a un lado
Foto
Andrés Manuel López Obrador explicó a rotarios, reunidos en el Complejo Cultural Universitario, que propone regenerar la vida pública mediante una nueva forma de hacer política
Foto José Castañares/La Jornada de Oriente
De la Redacción
Periódico La Jornada
Domingo 26 de febrero de 2012, p. 7

       El precandidato presidencial de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, puso en duda la aseveración del presidente Felipe Calderón de que no intervendrá en el proceso electoral.
¿Ustedes le creen?, reviró a reporteros, y agregó que el PAN y el PRI actúan con las mañas de siempre, con falta de convicción democrática.
Entrevistado en la ciudad de Puebla luego de asistir a una reunión privada con integrantes del Club Internacional de Rotarios, recalcó que, aunque lo quieren hacer a un lado con encuestas amañadas y hasta están queriendo desaforarlo médicamente, goza de cabal salud y va a salir adelante.
Antes, durante el encuentro, dijo que su compromiso es serenar al país y lograr tranquilidad y seguridad para los mexicanos.
El flagelo de la violencia lo enfrentaremos creando fuentes de trabajo, combatiendo la pobreza, la desintegración familiar, la pérdida de valores y atendiendo a los jóvenes que demandan empleo y estudio, expuso en una reunión privada en Puebla.
De acuerdo con versiones de participantes en el encuentro, López Obrador expuso que si gana la Presidencia de la República retirará al Ejército de las calles de manera gradual, luego de profesionalizar y moralizar a las corporaciones policiacas, con el fin de que éstas se hagan cargo de combatir el narcotráfico y las demás bandas del crimen organizado.
Les detalló que su proyecto incluye que las dependencias encargadas de la seguridad pública y la procuración de justicia actúen de manera coordinada, con mando único, y dar prioridad a las labores de inteligencia y seguir la pista al dinero, con el propósito de evitar el blanqueo de capitales.
López Obrador detalló que se reunirá a diario con el que sería su gabinete de seguridad pública y cuidará que tanto funcionarios como mandos policiacos sean personas de honestidad inobjetable.
Expuso a los rotarios, reunidos en el auditorio del Complejo Cultural Universitario, en la capital poblana, su programa, centrado en 20 compromisos, entre ellos medidas para sacar al país del estancamiento económico y social, con la participación conjunta de los sectores público, privado y social. La economía crecerá más de 6 por ciento al año y se generarán un millón 200 mil empleos en el mismo lapso.
Resaltó que se convertirá en el guardián del presupuesto y detalló su programa social. Se combatirá la pobreza por razones humanitarias y para evitar la frustración y los estallidos de odio y resentimiento. Se dará prioridad a la educación, mejoraremos la calidad de la enseñanza; habrá becas para estudiantes pobres del nivel básico y se garantizará 100 por ciento la inscripción de todos los jóvenes que quieran ingresar a las universidades.
Les explicó a qué se refiere cuando habla de la república amorosa: Estamos proponiendo regenerar la vida pública de México mediante una nueva forma de hacer política, aplicando en prudente armonía tres ideas rectoras: honestidad, justicia y amor. Honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la paz pública, y amor para promover el bien y lograr la felicidad.
Al final comentó a los rotarios que no pertenece a ningún grupo de interés y les pidió tenerle confianza. Cuento con experiencia y tengo como norma no mentir, no traicionar, no robar, enfatizó.
El Despertar
¿Qué necesita AMLO para ganar?
José Agustín Ortiz Pinchetti
 
     El domingo pasado varios amigos sostuvimos un encuentro con mineros de Coahuila, deudos o compañeros de trabajadores que han perdido la vida en las minas de carbón. Los asesora el padre jesuita Carlos Rodríguez (Cereal). Nos reunimos en el contexto de la solidaridad de los mineros con Morena. Nos expresaron la raíz de su movimiento: la tragedia de Pasta de Conchos y la forma inhumana en que han sido tratados por empresarios y autoridades, y cómo de un suceso tan doloroso han podido sacar energía para orientar su vida y su lucha. Emplearon un lenguaje directo, sencillo y con gran puntería política.
Al salir, uno de nuestros amigos me dijo: siempre he creído que la elite mexicana es ciega y egoísta, y que el pueblo se somete por ignorante y acomplejado; pero me doy cuenta cada vez más que he sido un imbécil en creer que las cosas siguen igual. La gente está cada vez más avispada, sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. El factor que conmovió a mi amigo fue el surgimiento de la conciencia popular y la voluntad de organizarse, resistir y vencer. Ésta ha sido nuestra experiencia continua en el trabajo de los comités de Morena.
Mientras en Morena confiamos en la respuesta popular y en su capacidad para movilizarse, promover el voto y defender las urnas, los pocos analistas que están de nuestro lado aconsejan fortalecer la percepción que las masas tienen del candidato para lograr el triunfo electoral. Opinan que hay que aprovechar los puntos fuertes de su imagen, reducir sus negativos, emplearse a fondo en los espacios mediáticos, seguir haciendo un esfuerzo sistemático para acercarse a los empresarios y a las clases medias. Mejorar su capacidad de resistencia y comunicación. Sus comentarios se centran en el candidato y en su imagen; lo que pueden representar para la masa electoral, acostumbrada al impacto mediático.
Ambas propuestas son válidas y deben combinarse: la fuerza de Morena, más por su organización y por su capacidad de contagio, está en que opera en la base misma de la sociedad; en el trabajo casa por casa, en el esfuerzo a veces heroico de ganar voluntades y articularlas; en generar en el pueblo la conciencia de su poder. A la vez, es necesario que el candidato resista las provocaciones, mantenga un equilibrio en sus propuestas y sus actitudes; realice con éxito una nueva campaña distinta, que sirva más bien para aquilatar la fuerza de su ejército electoral. En fin, proyectar la imagen de un líder fuerte, limpio y astuto que sabe jugar a la política con pasión y sangre fría.
Así se podrá llevar a la victoria a AMLO y a su organización.
Por la borda
Rolando Cordera Campos
 
     El jueves, el presidente alborotó la gallera y al oído les pasó a los banqueros información confidencial. Resulta que, de acuerdo con sus encuestas, Josefina va a la alza, de lo que la candidata se congratula, y la contienda se vuelve parejera para dejar atrás al enemigo malo. Buenas noticias para Don Dinero pero malas, muy malas, para los negocios, la inversión y las expectativas optimistas de quienes esperan o esperaban una campaña electoral cuyos resultados principales fueran la normalización democrática de México. Y no son pocos.
Más bravo que un león, como dice el corrido de sus nostalgias juveniles, Calderón reitera y magnifica los peores auspicios emitidos sobre la campaña electoral que arranca en marzo. No habrá cuartel, insiste a sus reales y supuestos aliados, los priístas que celebraron los buenos modales del panismo que les concedió el beneficio de la duda en 1988, mientras reitera su decisión de incendiar la pradera y el pesebre de Belén antes de entregar el mando a uno de sus macabeos.
Todo se vale en política, dijo un vate adiestrado en la politología americana, y los depositarios de la herencia de Fox y Clouthier se muestran dispuestos a hacer honor al bárbaro dicho. ¡Que arda Roma!, dirá algún despistado, antes que atestiguar en tierra azteca el regreso de los chichimecas. Que incluye a los descendientes de Mesoamérica, en especial a los que se atreven a mascullar reclamos de justicia social y solidaridad tangible.
Calderón nos ha hecho el favor ingrato de obligarnos a reflexionar, otra vez, sobre la presidencia que el Estado mexicano requiere para que la sociedad sobreviva como nación en el torbellino de la globalidad encendida por la crisis. Sin contexto ilustrado alguno sobre lo que ocurre en el mundo, que para él es ancho y ajeno, salvo cuando vuela y aterriza en tierra incógnita, el depositario del Poder Ejecutivo deambula por el territorio físico e imaginario de los mexicanos y derrama despropósitos y uno que otro don efímero, como el de la cobertura universal en salud o el abatimiento de la pobreza inicua que viven millones.
Para el caso, poco o nada de esto importa, porque lo único que cuenta es el rating televisivo o los puntos positivos en encuestas que, por lo general, miden o llevan a cabo almas generosas, que no por ello dejan de ser menos corporativas. Presa de sus fantasmagorías de fin de sexenio y gloria, Calderón se despoja del más mínimo sentido del deber republicano y arrambla contra el adversario, otrora colaborador, sin perder de vista al enemigo principal que es, como lo ha sido siempre, la izquierda, ahora arropada por una vasta legión popular.
No importa, y a estas alturas casi nadie se acordará bien de lo dicho, si el Presidente dio a conocer una encuesta panista de la que nadie hizo caso o si desveló una primicia, una nota, fruto de los trabajos y los días de su oficina presidencial. Menos relevante aún es si en efecto Josefina va para arriba y el enemigo malo se quedó a ras del suelo. Poco va a valer si algún avezado abogado priísta demuestra la violación presidencial de la ley electoral. Todo eso y más, pierde peso ante el hecho puro y duro de que el Presidente decidió en público de la gente, de su gente habría que agregar, plantear una batalla de todo o nada en la arena precisamente inventada por la humanidad para salir al paso a su propia y autodestructiva proclividad por los absolutos, de la cual sólo resultan desastres, violencia y muerte.
Como presidente de la República, Felipe Calderón se comportó el jueves pasado irresponsablemente, aunque sus partidarios y colaboradores se dediquen ahora a enaltecer su astucia electoralista. No está a discusión su derecho a actuar como ciudadano en política ni siquiera su prudencia como gobernante, sino su responsabilidad política como demócrata y, a la vez, como portador del mayor poder legal que la Constitución otorga a ciudadano alguno.
Que un mandatario acuda a un cenáculo empresarial oligárquico, ocurre todos los días y en todos lados. Tal es el espectáculo global de una democracia colonizada por los poderes de hecho que reclaman urbi et orbi su derecho a regir. Pero acudir a una cita bancaria a darle tips al vecindario y a venderle a los inversionistas mayores abalorios para un porvenir imaginario es demasiado, incluso para una democracia tan maltratada y silvestre como la nuestra.
Asumirse como la encarnación del comité ejecutivo de la burguesía para quedar bien con los cuates, es un regalo envenenado para un fin de fiesta que, de seguir como va, Calderón quiere incendiado.
Lo que el Presidente puso en el centro del debate político no es, en lo fundamental, su capacidad como gobernante, sino algo más grave y profundo. Tiene que ver con la legitimidad del Estado que, en una democracia, depende de su eficacia para demostrar en los hechos y conforme al derecho que su gobierno responde a todos y piensa en y para todos. La autoridad política deriva de que este compromiso primordial se valide y renueve todos los días. Y es esto lo que Calderón ha echado por la borda.

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