Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 23 de febrero de 2012

Dinero- Despenalizar las drogas: debate urgente- El fantasma de la lucha de clases

Los contratos millonarios de De Swaan
Tratado petrolero, las ganancias de Estados Unidos
Bloqueo de celulares en reclusorios
Enrique Galván Ochoa
     ¡Qué fortuna es tener como amigo al presidente de Cofetel, Mony de Swaan! Ayer debió comparecer ante la Comisión de la Función Pública de la Cámara de Diputados, sin embargo, la reunión no se llevó a cabo porque estaban citados todos los comisionados y sólo asistió De Swaan. Supuestamente la Secretaría de Gobernación les dio instrucciones de no concurrir, tal vez para no dar lugar a un lamentable espectáculo público, conocidas como son las diferencias internas en Cofetel. La reunión no se realizó pero por la tarde De Swaan envió un documento con el que trata de explicar gastos que han sido objeto de crítica por lo desmesurado y sospechoso. Admite que dio un contrato por un millón 400 mil pesos a la empresa Estrategia Total. Por esta módica suma el proveedor desarrolló la plataforma de comunicación de Cofetel y el mejoramiento procesal y programático de la gestión de la Coordinación General de Comunicación Social –cualquier cosa que eso signifique– y una página en Internet llamada Micofetel. Por otro lado, asignó al despacho del abogado Pablo Ojeda otro contrato, éste por un millón 60 mil pesos, como pago de diversos servicios jurídicos. ¡Y eso que consiguió a los proveedores más baratos! Los diputados volvieron a citar a los comisionados. Quieren preguntarle al manirroto De Swaan, personalmente, sus relaciones de amistad con los proveedores.
Tratado petrolero
En México las autoridades no han informado a detalle sobre los alcances del nuevo tratado petrolero con Estados Unidos. Sin embargo, en Washington se comenta que será un gran negocio. Dice Oil&Gas Journal, la publicación mas acreditada del sector petrolero, en una nota escrita por el editor Nick Snow, que el tratado permitirá la exploración y el desarrollo de recursos de petróleo y gas en la frontera marítima del Golfo de México y dará acceso a Estados Unidos a una superficie que tiene el potencial de producir 172 millones de barrilles de petróleo y un importante volumen de gas. La superficie tiene el tamaño de Delaware, uno de los estados del país vecino. La publicación cita como fuente de información al secretario del Interior, Ken Salazar. Falta que el Congreso de Estados Unidos y el Senado de México aprueben el tratado que firmaron en Los Cabos Hillary Clinton y nuestra canciller Patricia Espinosa, con la presencia del presidente Calderón como testigo. Y con los senadores que tenemos, y sin muchas excepciones, es casi un hecho que lo aprobarán aquí también.
Emporio tortillero
Gruma tiene nuevo director general. Se trata de Joel Suárez Aldana, quien posee una sólida carrera de 25 años dentro de la empresa en varios países y cuenta con la experiencia de haber dirigido la subsidiaria más importante de la productora de harina de maíz, la de Estados Unidos, como dijo el presidente del consejo, Roberto González Barrera, al hacer su presentación.
@Vox Populi
Asunto: el bloqueo de los celulares
Hace algunos meses colocaron en el interior de los reclusorios bloqueadores para la señal de los teléfonos celulares y la verdad no sé si en las estadísticas de porcentajes se haya logrado bajar las extorsiones por medio de llamadas a teléfonos tanto fijos como a móviles. Lo que sí se ha logrado es bloquear los teléfonos de las personas que vivimos o trabajamos en las colonias vecinas a los reclusorios y esto es un verdadero problema, porque no podemos comunicarnos a través de celulares a ningún lado, ni nuestros clientes y familiares pueden hacerlo con nosotros. Y esto se convierte en algo más preocupante cuando se presenta alguna emergencia. Tengo dos líneas, una de Telcel y otra de Movistar.
Édgar Sánchez Martínez/Distrito Federal
R: He visto en algunos aeropuertos que se bloquean los teléfonos en áreas perfectamente delimitadas. En el caso de los reclusorios, no sé si las autoridades ordenaron el bloqueo de los vecinos, porque así convenga por razones de seguridad. En todo caso, Telmex y Movistar no deberían estar cobrando un servicio que no funciona.
Asunto: ¿desacato de Calderón?
Soy pensionado del segundo grupo al que Infonavit bondadosamente devolverá el saldo de Vivienda 1997. Los de este grupo ya tenemos laudo de la Junta de Conciliación y Arbitraje ordenando al instituto el pago del saldo referido, más los intereses correspondientes. Cuando uno acude a la cita para obtener la devolución de nuestro dinero, la asistente sólo dice: No se están pagando intereses, así que mejor acéptalo y olvídate y cierra tu caso. Esto es desacato tanto del director del Infonavit, Víctor Manuel Borrás, como de su jefe, Felipe Calderón. Por otra parte, Calderón habló que van a devolver 19 mil millones de pesos de los pensionados. Si los devuelven nominalmente se estarían embolsando, a la tasa de Cetes, más de mil millones tan sólo de un año de intereses.
Marcial Melchor M./Distrito Federal
R: Según el Infonavit, el trámite se está llevando a cabo correctamente, pero ha rechazado las solicitudes de personas a quienes ya se les entregaron sus recursos y los volvieron a solicitar o son trabajadores en activo.
Asunto: trabajadores de Mexicana
Me gustaría publicara mi gratitud ya que acabo de restructurar con Santander. ¡Mil gracias! Los trabajadores de Mexicana agradecemos cualquier ayuda que se nos proporcione.
Iván Franco/Distrito Federal
Twitter
Dice el #CEESP que no es rentable tener refinerías. ¿Entonces por qué #EUA tiene 120 y nos vende la gasolina?
Isaí Medrano @isaimed
Señor @JLozano A: la situación actual de los trabajadores mexicanos debería darle pena propia.
Héctor Bonilla @_HBonilla
Twitter: @galvanochoa
FaceBook: galvanochoa
Sus mejores cartas... credenciales-Magú
Despenalizar las drogas: debate urgente
       Ayer, ante integrantes de la asamblea parlamentaria euro-latinoamericana (EuroLat), la titular de la cancillería mexicana, Patricia Espinosa, dijo que si bien el gobierno del que forma parte no está de acuerdo con la despenalización de las drogas actualmente prohibidas, porque esa medida no bastaría para acabar con el narcotráfico y el crimen organizado, está dispuesto a participar y abrirse a un debate al respecto.
Como se recordará, en enero del año pasado tres ex presidentes latinoamericanos –el brasileño Fernando Henrique Cardoso, el colombiano César Gaviria y el mexicano Ernesto Zedillo–, tras reconocer el fracaso de la lucha policial y militar contra las drogas, se manifestaron por impulsar la regularización de éstas. Tal postura recibió el respaldo de los escritores Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, y meses más tarde Vicente Fox se adhirió a la propuesta. El más reciente impulso regional a la discusión de la despenalización provino de los presidentes de Colombia y de Guatemala, Juan Manuel Santos y Otto Pérez Molina: el primero dijo a finales de 2011 que estaría de acuerdo con una decisión en ese sentido siempre y cuando fuera aceptada por el resto del mundo; la semana pasada, su homólogo guatemalteco fue más allá, al argumentar los beneficios que implicaría eliminar la prohibición de la producción y el tráfico de sicotrópicos actualmente ilegales.
Es sorprendente que dos representantes políticos del autoritarismo y el militarismo, como Santos y Pérez Molina –el primero, ex ministro de Defensa, carga con la responsabilidad del criminal ataque militar colombiano a Sucumbíos, Ecuador, en tanto el segundo es señalado por haber participado en el genocidio de indígenas efectuado en Guatemala por los regímenes militares– propugnen ahora un enfoque humanista y de avanzada para hacer frente al desafío de seguridad que implica el narcotráfico y sean capaces de deslindar ese problema del que representan las adicciones, el cual es más bien un asunto de salud pública que debe ser abordado en forma distinta y con instrumentos diferentes. También resulta paradójico que sean dos de los gobernantes más pro estadunidenses de la región los que impugnen abiertamente el enfoque antidrogas impulsado –o impuesto– por Washington.
Paralelamente, cabe preguntarse por qué gobiernos soberanos y progresistas como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador o Brasil, todos ellos afectados por el narcotráfico y por el poder de chantaje e injerencia que este fenómeno delictivo otorga a Estados Unidos, no han tomado la delantera en esta materia. Las actuales autoridades mexicanas, por su parte, se han empecinado hasta ahora en la fallida y contraproducente estrategia derivada de la política estadunidense contra las drogas – que armoniza con la sumisión ante el país vecino y con la moral conservadora y autoritaria del partido en el poder–, y con ello han conducido al país a un conflicto cruento, costosísimo y trágico.
Resulta llamativo que a estas alturas la secretaria de Relaciones Exteriores exprese la disposición gubernamental a participar en el debate de una idea que ha sido de antemano rechazada por el Ejecutivo Federal, cuyo titular ha expresado reiteradamente su determinación de terminar su periodo a tambor batiente y echándole todos los kilos en la guerra que él mismo declaró contra las organizaciones delictivas, en particular contra los cárteles del narcotráfico.
Tal vez si el debate sobre la despenalización de las drogas se hubiera impulsado antes de adoptar el rumbo actual en materia de seguridad pública, el país se habría ahorrado innumerables vidas, extendidos sufrimientos sociales, gravísimos procesos de descomposición institucional y astronómicos recursos monetarios. De cualquier forma, resulta urgente e impostergable promover el análisis de alternativas al fracaso de la política antidrogas meramente policial, militar y judicial, y en ese sentido cualquier toma de posición –así sea tardía y contradictoria– es bienvenida.
Así funciona la banca en México-Fisgón


El fantasma de la lucha de clases
Adolfo Sánchez Rebolledo
      Dice el historiador Josep Fontana que desde la Revolución Francesa hasta los años 70 del siglo pasado las clases dominantes de nuestra sociedad vivieron atemorizadas por fantasmas que perturbaban su sueño, llevándolas a temer que podían perderlo todo a manos de un enemigo revolucionario (Más allá de la crisis, Rebelión, 8/2/12). En ese extenso periodo los asalariados tuvieron que exigirlo todo: desde la libertad de reunión hasta la jornada de ocho horas o el ejercicio del voto, por no hablar de la contratación colectiva, el derecho de huelga o al salario digno al que todavía hoy alude utópicamente la OIT. Son esas concesiones las que marcan el progreso, la humanización de las relaciones capitalistas y con ello las formas de convivencia civilizadas más democráticas. La posguerra despertó nuevas inquietudes: la derrota del fascismo fortalecía en Europa al mundo del trabajo, inclinado al socialismo en una sociedad cada vez más polarizada entre dos extremos; pero la inteligencia de los hombres de Estado, que habían aprendido del New Deal –y los recursos a su disposición–, permitió un pacto político social que contuvo el peligro comunista, atemperando las desigualdades a favor de las grandes masas mientras crecían la productividad, el consumo y las ganancias del capital. Las cosas salieron tan bien que se creyó que el nuevo orden europeo –el floreciente Estado de bienestar– sería un estadio irreversible, más equilibrado y justo, sin grandes enemigos internos. Sin embargo, la propia guerra fría confirmaba que los temores de fondo del viejo capitalismo anticomunista (y sus actores) seguían presentes, prestos a convertirse en políticas de fuerza y no sólo frente a la amenaza proveniente del exterior.
La vieja pesadilla apenas comenzó a desvanecerse en los años 70, cuando, apunta Fontana, se hizo evidente que ni los comunistas estaban por hacer revoluciones ni tampoco podían ganar la guerra fría. La crisis de los años 70 borró del mapa la actualidad de la revolución en los países desarrollados y probó que el Estado soviético, con todo y sus colmillos nucleares, era un tigre de papel sometido a una desconocida enfermedad terminal que acabaría extinguiéndolo. Lo que sigue es historia conocida: los gobiernos de Reagan y Thatcher, luego de la crisis del petróleo, iniciaron la gran reforma neoliberal, cuyo objetivo no era otro que volver a poner sobre sus pies al capitalismo, que buscaba elevar sus ganancias. No sería sencillo desmontar las conquistas laborales y sociales, pero se puso toda la carne en el asador para lograrlo, desde la destrucción del sindicato hasta la reducción de los derechos más emblemáticos. El mundo del trabajo perdió densidad y peso político. Simultáneamente se fomenta el libre comercio, la innovación tecnológica y se deslocalizan las industrias, tejiendo un red global que antes no existía. El resultado, apunta nuestro autor, es que los salarios reales bajaron 7 por ciento de 1976 a 2007 en Estados Unidos, y lo han seguido haciendo después de la crisis. En otras palabras, el mundo se hizo aún más desigual que en el pasado.
La euforia antiestatista devino culto obligatorio al mercado y el individualismo hizo parecer ridículas las obsesiones igualitarias del pasado. El éxito de la revolución neoliberal alcanzó el cénit con la caída del Muro de Berlín, presentada como la confirmación absoluta de su pertinencia, de modo que el pensamiento crítico se reduce al mínimo o se queda como expresión testimonial de los sueños utópicos. Es en ese momento cuando surge la la gran divergencia, es decir, el proceso que, según Krugman, llevó al enriquecimiento del ya famoso uno por ciento a cuenta del empobrecimiento del resto de la humanidad. Lo extraordinario de esta situación, dice Fontana, es que la gran divergencia no es, como se repite, el resultado lógico, fatal, de la actividad del mercado, sino una construcción política puesta en juego para fortalecer, justamente, el peso específico de las grandes empresas que usan al Estado y la ley para reciclar sus privilegios. Dicho de otro modo, más allá de la crisis y sus secuelas, estaríamos ante una transformación a largo plazo de las reglas del juego social, que afirmaría el poder del uno por ciento frente a la precarización universal del trabajo. Atrás quedaría una época caracterizada por la esperanza y el potencial tecnológico y se instalaría una nueva era de desigualdad, gobernada por una oligarquía financiera. El resultado, hablando de Europa en particular, sería –según Fontana– “un golpe de Estado oligárquico en que los impuestos y la planificación y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos ejecutivos nombrados por el cártel internacional de los banqueros”.
La dureza de las políticas de austeridad, los ataques a los derechos sindicales en España, la represión creciente a las disidencias indignadas en el globo entero, en fin, la crueldad del ajuste impuesto a Grecia, son ejemplos de hasta qué punto los grupos dirigentes actúan convencidos de que pueden imponerse sin desatar una situación de permanente ingobernabilidad haciendo irreversibles o permanentes las medidas adoptadas contra la crisis. Pero en este punto se olvidan de lo que los clásicos ya sabían antes de Marx: la lucha de clases existe.

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