Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 8 de agosto de 2013

Obama en blanco y negro- Maduro fortalece su liderazgo

Obama en blanco y negro
Miguel Marín Bosch
El pasado 19 de julio Barack Obama hizo algo que será recordado como hito en su presidencia. Irrumpió en la sala de prensa de la Casa Blanca, interrumpió a su portavoz y se dirigió a los corresponsales para abordar el tema del racismo en Estados Unidos. Obviamente tenía algo que decir, algo que le venía irritando desde que un jurado en Florida había declarado no culpable al asesino del adolescente negro Trayvon Martin.
 
Se trata de lo ocurrido la noche del domingo 26 de febrero de 2012 en un barrio residencial del pueblo de Sanford en el estado de Florida. El barrio es una urbanización cerrada, resguardada por policías de seguridad privada. Un joven de raza negra está regresando a la casa en la que está de visita cuando es observado por un vigilante armado de nombre George Zimmerman. Éste sigue al adolescente y, tras un altercado, lo mata de un tiro.


 
El juicio duró un mes y el 13 de julio pasado el jurado absolvió a Zimmerman. El jurado desechó los cargos presentados por el procurador del estado y aceptó que Zimmerman actuó en defensa propia. Hubo manifestaciones de protesta contra el fallo y se reabrió la cuestión del racismo en Estados Unidos. Es un caso que plantea también el tema de lo fácil que resulta portar armas en ese país.

Será un caso que se discutirá durante mucho tiempo. Piensen en la composición del jurado: seis mujeres –cinco blancas y una hispana–. Piensen también en el propio Zimmerman, hijo de un blanco estadunidense y una peruana, que se identifica como Hispanic.
 
La discriminación racial es un hecho cotidiano en Estados Unidos. Lo es también en el resto del mundo. Todos hemos enunciado palabras abiertamente racistas. Todos hemos escuchado chistes racistas. Y todos sabemos que la coexistencia de distintas razas en el planeta se ha tornado un problema universal.

 
Pero en Estados Unidos el racismo está estrechamente vinculado a los siglos de esclavitud de los negros. Y la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca ha cambiado la historia de ese país. Un tatarabuelo de su esposa Michelle fue esclavo. Obama, en cambio, tiene un historial muy distinto.
 
En sus libros autobiográficos deja entrever los vaivenes de su vida entre blanco y negro. Habla de su niñez y adolescencia con una madre y abuelos blancos y luego de su padrastro indonesio para luego enfrentar y tratar de resolver la influencia de su padre negro.  
 
La muerte de éste lo alienta a buscar sus raíces kenianas.
Para muchos african-americans Obama no es negro; para no pocos estadunidenses, Obama es inaceptable precisamente porque es negro. Esa tensión entre blanco y negro está presente en Obama y quizás lo haya definido como persona y político. Su actitud ante muchos problemas políticos deja entrever una formación pragmática de individuos (sus abuelos maternos) del Midwest de Estados Unidos. Rara vez presenta soluciones tomadas de la agenda de los tradicionales políticos negros. En muchos sentidos es un blanco de tez negra.
 
La negritud de Obama es algo que fue adquiriendo con la edad. Su vida hasta que ingresó a la universidad no fue un caso típico de un muchacho negro. Vivió entre blancos y luego pasó unos años en Indonesia. Desde luego que hubo instancias en las que sintió cierta discriminación. Pero, como él mismo lo cuenta, fue en Nueva York cuando salía con una mujer blanca que empezó a sentirse negro, un proceso que continuó en sus años de trabajo social en Chicago.
Lo que no deja de sorprender de Obama es que en sus pronunciamientos como político ha evitado jugar la carta racial, cuando menos hasta ahora. De ahí el significado de lo que dijo el pasado 19 de julio. Se trata de un intento por poner sobre la mesa de discusión el tema del racismo, pero desde la perspectiva de un ser pensante que da la casualidad que es negro y blanco y que es el presidente de Estados Unidos.
Obama dijo que el jurado había emitido su fallo y hay que respetarlo pero –agregó– hay que ponerlo en un contexto y hay que ver cómo la gente ha respondido y lo que está sintiendo. Recordó que cuando murió Trayvon Martin dijo que pudo haber sido su hijo. Ahora añadió que pudo haber sido él mismo hace 35 años. Insistió en el dolor que siente la comunidad negra en Estados Unidos porque lo ve a la luz de una serie de experiencias y una historia que no se ha superado. La frase en inglés es clave: a history that doesn’t go away.
 
Luego reseñó algunas experiencias comunes a los hombres de raza negra en Estados Unidos, experiencias que él mismo había tenido: sentir que te están siguiendo cuando entras en una tienda departamental; escuchar cómo ponen los seguros de las puertas de coches cuando cruzas una calle; o ver cómo una mujer empuña su bolso cuando te subes a un elevador.
 
Según Obama, la población negra sabe que hay diferencias muy marcadas entre las distintas razas en la aplicación de leyes a criminales, incluyendo la pena de muerte y la posesión de drogas. Todos saben que un número desproporcionado de jóvenes negros se ven involucrados en crímenes y que muchos de ellos son víctimas de los mismos. Pero parte de la explicación se encuentra en una historia violenta y complicada.
 
El presidente reconoce que existe racismo, incluyendo la práctica del perfil racial en algunos cuerpos policiacos e insiste en la necesidad de cambiar ciertas leyes y de ayudar a los jóvenes negros a encaminarse hacia una vida mejor y más productiva.
Concluyó confesando que el caso de Trayvon Martin debe servir para lograr una sociedad mejor y que confiaba en la generación de jóvenes. Desde luego que un amplio sector de la población negra de Estados Unidos recibió muy bien las palabras de Obama. Falta por ver cómo reaccionará el resto del país. Pero lo importante es que el presidente las pronunció.

Maduro fortalece su liderazgo
Ángel Guerra Cabrera
La ofensiva imperial-oligárquica contra el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se ha recrudecido desde que resultó electo en abril.
 
Maduro frenó en seco la ola de acciones terroristas instigadas la misma noche de su derrota electoral por el sinvergüenza de Capriles Radonsky y el intento de lanzar a sus seguidores a un choque sangriento de calle con el chavismo. Su acertado desempeño en esas horas cimentó la unidad, combatividad y prudencia mostrados por el chavismo ante el aventurerismo opositor. El rápido reconocimiento de su victoria por la Unasur, la Celac, el Mercosur, el Movimiento de Países No Alineados y por todos los gobiernos con excepción de Estados Unidos e Israel, hicieron fracasar nacional e internacionalmente los intentos de deslegitimarla.

Washington, por eso, decidió pasar a otra fase de su rumbo golpista. Intensificó hasta niveles demenciales la campaña mediática para desacreditar la capacidad de liderazgo del presidente venezolano. Como parte de ella, la contrarrevolución, aliada a algunas de las grandes empresas privadas redoblaron las criminales acciones que venían llevando a cabo desde semanas antes de las elecciones para crear el desabastecimiento de productos esenciales y provocar las compras de pánico.

Una vez más esa cueva antidemocrática y contrarrevolucionaria que es CNN en español, sus monopólicas homólogas en el continente, los diarios de la Sociedad Interamericana de Prensa y los españoles El País y El Mundo mintieron, calumniaron, emponzoñaron, en fin, sus audiencias contra la revolución bolivariana y su nuevo líder. Venezuela era, según ellos, un país sumido en el caos y la ingobernabilidad.

Y es que la apuesta de Washington y de la oposición contrarrevolucionaria a que la muy sensible desaparición del comandante Chávez significaba la división del chavismo y el fin de la revolución bolivariana se hizo añicos contra la realidad.

Chocó con un chavismo cohesionado, profundamente antimperialista y revolucionario, muy consciente de la peligrosísima situación política que intentaban crear el imperialismo y las fuerzas reaccionarias del mundo aferrándose al relativamente corto margen de la victoria de Maduro y las infundadas acusaciones de fraude electoral. El margen era suficiente (cerca de un cuarto de millón de sufragios) para considerarlo sólido en cualquiera de las así llamadas democracias consolidadas pero lejos de los que consiguieron los bolivarianos en tantas consultas bajo el liderazgo de Chávez. Eso sí, totalmente confiable en un sistema electoral considerado por el ex presidente James Carter como el mejor del mundo y muy superior al de Estados Unidos.
 
Chocó, además, con la exitosa gestión de Maduro en sus primeros 100 días de gobierno. Se ha normalizado el abasto de productos de primera necesidad, el gobierno de calle ha fortalecido la confianza del pueblo en la dirección revolucionaria al mostrar su interés por dar solución expedita y eficiente a los problemas de la población, comienza a percibirse el abatimiento de la inseguridad y, muy importante, fue muy bien acogida dentro y fuera de la fuerza armada la forma en que el presidente instrumentó el relevo reglamentario de los altos mandos militares.
 
Con el paso de los meses Maduro ha logrado perfilar y posicionar exitosamente su imagen propia al frente de Venezuela y su liderazgo a escala latinoamericana e internacional. Una verdadera proeza en tan corto tiempo de quien se vio forzado a ocupar nada menos que el lugar de uno de los más grandes líderes revolucionarios y conductores de masas de la historia de nuestra América.
 
Para Washington es una verdadera pesadilla el frente de países independientes y solidarios al sur del río Bravo cuyo arquitecto principal fue Hugo Chávez desde su llegada a la presidencia de Venezuela(1998) y del cual el país andino-caribeño continúa siendo un trascedente pilar con el liderazgo de Maduro. Con la desangelada Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile) no ha conseguido dividirlos.
 
Ello y el hecho de ser Venezuela la nación con las más grandes reservas de petróleo en el mundo explican la furia imperial y oligárquica contra Maduro hasta llegar al reciente intento de magnicidio descubierto por la inteligencia venezolana.
 
Washington no puede estar ajeno a una aventura que ha juntado a algunos de sus mejores amigos: Uribe, el multiasesino Posada Carriles junto a otros terroristas de Miami y el golpista Micheletti.
Twitter: @aguerraguerra

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