Candidatos y tendencias
Ernesto Cordero y Josefina Vázquez Mota, precandidatos panistas a la presidencia.
Foto: Miguel Dimayuga
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Lo más probable es que este domingo 5 de febrero ya no haya ninguna duda sobre los candidatos presidenciales: Josefina Vázquez Mota por el PAN; Andrés Manuel López Obrador por la coalición Movimiento Progresista, y por el PRI y la coalición Compromiso por México, Enrique Peña Nieto, quien, justamente como se pronosticó, tendría su mayor nivel de preferencia electoral tras dejar la gubernatura (encuestas de octubre de 2011) y, a partir de ese momento, iniciaría su declive paulatino, al punto de que hasta ahora ha perdido casi ocho puntos porcentuales.
No hay ninguna razón objetiva para suponer que no se confirme la postulación de Josefina Vázquez Mota, pues aunque la legisladora con licencia no inició la contienda interna a la cabeza de las preferencias (como sí lo hicieron los otros dos candidatos), desde marzo del año pasado arrancó con un crecimiento sostenido, obtuvo la primera posición en agosto y ahora supera en todas las encuestas a los otros dos precandidatos con una relación de casi dos a uno (sumando las preferencias de Santiago Creel y Ernesto Cordero).
Todas las encuestas coinciden en que entre los simpatizantes blanquiazules Vázquez Mota lleva una amplia ventaja, pero además todas (con la única excepción de la realizada en diciembre por Reforma) muestran que si ella es la abanderada panista iniciará su campaña en el segundo lugar de las preferencias electorales, por encima del candidato de la coalición de izquierda, lo que no sucede con ninguno de los otros dos precandidatos, particularmente con Cordero, quien aparece en un lejano tercer lugar.
Además, de acuerdo con la encuesta de Consulta Mitofsky dada a conocer el pasado 1 de febrero, de los tres precandidatos Vázquez Mota es la única que muestra un saldo de opinión positiva (mayor porcentaje de ciudadanos que los que tienen de ella una opinión negativa) y también la única que hace crecer la preferencia electoral por su partido. Prácticamente todos los análisis posibles a partir de las encuestas muestran la conveniencia, para el PAN, de postular a Vázquez Mota.
A pesar de ello, son pocos los que se atreven a asegurar su triunfo, por el apoyo de Felipe Calderón y sus allegados a la candidatura de Ernesto Cordero, lo que coloca en el ambiente político la posibilidad de un fraude electoral a favor del favorito del presidente. Son varias las reflexiones que vale la pena hacer al respecto.
La primera es la permanencia de algunos rasgos de la cultura política mexicana que aparentemente es imposible erradicar, entre los que sobresalen los siguientes dos: la importante presencia que todavía tiene entre la ciudadanía la idea del fraude electoral, con la posibilidad de que no sea la voluntad de los votantes (en este caso los militantes panistas) la que decida la elección de la autoridad, sino la voluntad del poderoso que, por distintas vías, imponga la suya, o bien, que la influencia del poderoso, superior jerárquico y/o autoridad pese demasiado a la hora de votar.
En cuanto al evidente compromiso de Felipe Calderón con Ernesto Cordero, a pesar de que no genera ningún entusiasmo entre los panistas, se abren, al menos, tres variantes: una, el presidente definitivamente cree que Cordero es su mejor sucesor (ya sea porque su oposición a las otras dos opciones –Vázquez Mota y Creel– es absoluta o porque piensa que Cordero es el único capaz de darle seguimiento a sus políticas) y, por lo mismo, está dispuesto a apostar todo su capital (o lo que le resta) para lograrlo; dos, es una muy hábil jugada política para distraer a todos los actores políticos y, en realidad, su apuesta es a favor de Vázquez Mota, pero para darle libertad de movimiento la posiciona como alguien que llegó en contra de su voluntad; y tres, hay algún arreglo para favorecer al candidato tricolor, Enrique Peña Nieto, pues la candidatura de Cordero casi en automático asegura el desplome en las preferencias electorales del PAN y, de acuerdo con la encuesta ya citada, casi la mitad de quienes optaron por el blanquiazul como su primera preferencia eligieron a Peña Nieto como la segunda (30% manifestó que nunca cambiaría su voto, 20% no quiso revelarla y únicamente 1% eligió a AMLO). Así que, de acuerdo con dicha encuesta, el gran beneficiario de un desplome panista sería Peña Nieto.
Es casi un hecho que los panistas elegirán a Josefina Vázquez Mota como su abanderada y que ésta, conforme a las últimas encuestas (de Consulta Mitofsky y Parametría, dadas a conocer el miércoles y el jueves pasados, y muy coincidentes con el resto), arrancará en el segundo lugar con 28% de las preferencias electorales, 22 puntos abajo de Peña Nieto y apenas 6 puntos arriba de AMLO, con lo cual el segundo lugar todavía está en disputa, pues esta última diferencia se sitúa dentro de los márgenes de error.
De acuerdo con los resultados de Consulta Mitofsky, de la encuesta de octubre del año pasado a la de la primera quincena de enero de 2012, Peña Nieto perdió 8 puntos de preferencia efectiva (sin contar a los que no respondieron), Vázquez Mota ganó 5 puntos, y AMLO, 2.5.
Hoy todavía parece muy lejana la posibilidad de que Peña Nieto pierda una ventaja tan amplia (por estas mismas fechas, en el año 2000, Francisco Labastida superaba a Vicente Fox por 12 puntos, y el guanajuatense finalmente ganó por 6 puntos de diferencia; en el 2006, AMLO superaba a Felipe Calderón por 8 puntos, y en los comicios éste lo superó por apenas medio punto porcentual).
No obstante, si se mantienen las tendencias a la baja y a la alza, la elección será muy cerrada.

No hay ninguna razón objetiva para suponer que no se confirme la postulación de Josefina Vázquez Mota, pues aunque la legisladora con licencia no inició la contienda interna a la cabeza de las preferencias (como sí lo hicieron los otros dos candidatos), desde marzo del año pasado arrancó con un crecimiento sostenido, obtuvo la primera posición en agosto y ahora supera en todas las encuestas a los otros dos precandidatos con una relación de casi dos a uno (sumando las preferencias de Santiago Creel y Ernesto Cordero).
Todas las encuestas coinciden en que entre los simpatizantes blanquiazules Vázquez Mota lleva una amplia ventaja, pero además todas (con la única excepción de la realizada en diciembre por Reforma) muestran que si ella es la abanderada panista iniciará su campaña en el segundo lugar de las preferencias electorales, por encima del candidato de la coalición de izquierda, lo que no sucede con ninguno de los otros dos precandidatos, particularmente con Cordero, quien aparece en un lejano tercer lugar.
Además, de acuerdo con la encuesta de Consulta Mitofsky dada a conocer el pasado 1 de febrero, de los tres precandidatos Vázquez Mota es la única que muestra un saldo de opinión positiva (mayor porcentaje de ciudadanos que los que tienen de ella una opinión negativa) y también la única que hace crecer la preferencia electoral por su partido. Prácticamente todos los análisis posibles a partir de las encuestas muestran la conveniencia, para el PAN, de postular a Vázquez Mota.
A pesar de ello, son pocos los que se atreven a asegurar su triunfo, por el apoyo de Felipe Calderón y sus allegados a la candidatura de Ernesto Cordero, lo que coloca en el ambiente político la posibilidad de un fraude electoral a favor del favorito del presidente. Son varias las reflexiones que vale la pena hacer al respecto.
La primera es la permanencia de algunos rasgos de la cultura política mexicana que aparentemente es imposible erradicar, entre los que sobresalen los siguientes dos: la importante presencia que todavía tiene entre la ciudadanía la idea del fraude electoral, con la posibilidad de que no sea la voluntad de los votantes (en este caso los militantes panistas) la que decida la elección de la autoridad, sino la voluntad del poderoso que, por distintas vías, imponga la suya, o bien, que la influencia del poderoso, superior jerárquico y/o autoridad pese demasiado a la hora de votar.
En cuanto al evidente compromiso de Felipe Calderón con Ernesto Cordero, a pesar de que no genera ningún entusiasmo entre los panistas, se abren, al menos, tres variantes: una, el presidente definitivamente cree que Cordero es su mejor sucesor (ya sea porque su oposición a las otras dos opciones –Vázquez Mota y Creel– es absoluta o porque piensa que Cordero es el único capaz de darle seguimiento a sus políticas) y, por lo mismo, está dispuesto a apostar todo su capital (o lo que le resta) para lograrlo; dos, es una muy hábil jugada política para distraer a todos los actores políticos y, en realidad, su apuesta es a favor de Vázquez Mota, pero para darle libertad de movimiento la posiciona como alguien que llegó en contra de su voluntad; y tres, hay algún arreglo para favorecer al candidato tricolor, Enrique Peña Nieto, pues la candidatura de Cordero casi en automático asegura el desplome en las preferencias electorales del PAN y, de acuerdo con la encuesta ya citada, casi la mitad de quienes optaron por el blanquiazul como su primera preferencia eligieron a Peña Nieto como la segunda (30% manifestó que nunca cambiaría su voto, 20% no quiso revelarla y únicamente 1% eligió a AMLO). Así que, de acuerdo con dicha encuesta, el gran beneficiario de un desplome panista sería Peña Nieto.
Es casi un hecho que los panistas elegirán a Josefina Vázquez Mota como su abanderada y que ésta, conforme a las últimas encuestas (de Consulta Mitofsky y Parametría, dadas a conocer el miércoles y el jueves pasados, y muy coincidentes con el resto), arrancará en el segundo lugar con 28% de las preferencias electorales, 22 puntos abajo de Peña Nieto y apenas 6 puntos arriba de AMLO, con lo cual el segundo lugar todavía está en disputa, pues esta última diferencia se sitúa dentro de los márgenes de error.
De acuerdo con los resultados de Consulta Mitofsky, de la encuesta de octubre del año pasado a la de la primera quincena de enero de 2012, Peña Nieto perdió 8 puntos de preferencia efectiva (sin contar a los que no respondieron), Vázquez Mota ganó 5 puntos, y AMLO, 2.5.
Hoy todavía parece muy lejana la posibilidad de que Peña Nieto pierda una ventaja tan amplia (por estas mismas fechas, en el año 2000, Francisco Labastida superaba a Vicente Fox por 12 puntos, y el guanajuatense finalmente ganó por 6 puntos de diferencia; en el 2006, AMLO superaba a Felipe Calderón por 8 puntos, y en los comicios éste lo superó por apenas medio punto porcentual).
No obstante, si se mantienen las tendencias a la baja y a la alza, la elección será muy cerrada.
Mexicana de aviación… y la actitud deleznable del gobierno
Gastón Azcárraga, empresario.
Foto: Octavio Gómez
Foto: Octavio Gómez
MÉXICO, D.F. (apro).- ¿Por qué si hay inversionistas, dinero y plan de negocios para Mexicana de Aviación, el gobierno federal se niega a darle una salida al conflicto que él mismo creó? ¿Qué intereses económicos y deudas políticas puede haber, que la vergonzante administración de Felipe Calderón rechaza una y otra vez, presiona una y otra vez, a quienes pretender echar al vuelo la aerolínea?
Más de 8 mil trabajadores fueron echados a la calle sin justificación ética o legal válida. Si Gastón Azcárraga, a quien el gobierno favoreció, quebró una línea área con más de 60 años de antigüedad, ¿por qué no la requisó, como sucede en otros países?
Porque quebrar a Mexicana de Aviación no sólo significaba echar a la calle a 8 mil empleados, también había convenios firmados con Estados Unidos y Canadá, donde los permisos para aterrizar y utilizar los slots o rutas estaban dados a la aerolínea.
Además hay dos concesiones para usar el espacio aéreo, un boletaje que se fue literalmente a los cielos, un fraude al fisco, un incumplimiento para crear un fondo de los trabajadores y una evasión del ISR (impuesto sobre la renta).
Pero así como hay grandes afectaciones por la eliminación de Mexicana, hay grandes beneficios. Por ejemplo, el boletaje de Interjet casi se duplicó, Volaris se elevó en una tercera parte y Aeroméxico también creció.
¿Cómo se benefició Interjet, la aerolínea de Miguel Alemán Velasco? Pues quedándose con más de 24 rutas que tenía Mexicana.
¿Y Aeroméxico? Aquí solo basta ver que la eliminación de Mexicana puede ser un pago a José Luis Barraza, quien en 2006 fue presidente del Consejo Coordinador Empresarial, aquel organismo que mantuvo una campaña y spots en radio y televisión a favor de mantener las misma políticas, porque cambiarlas significaría un retroceso; aquel que sin decirlo explícitamente llamaba a votar por Felipe Calderón y en contra de Andrés Manuel López Obrador.
Hoy Barraza forma parte de los funcionarios de Aeroméxico, otra aerolínea que desea quedarse con algunas de las rutas de Mexicana.
Y Volaris, aunque menos beneficiada, ha podido aprovechar los “vacíos” que dejó la aerolínea.
Mientras tanto, el gobierno ha caído en el absurdo de querer cobrar a los nuevos inversionistas los impuestos que se deben y por los cuales un juez, de manera sorprendente, se negó a otorgar la orden de aprehensión bajo el argumento de que hay “incertidumbre, pues no se sabe quién cometió el delito (de evasión)”.
Varios inversionistas han aceptado pagar los millonarios impuestos que Gastón Azcárraga dejó de entregar al fisco, sin embargo el gobierno se sigue negando, y es que seguramente, desde su óptica, tiene más valor dejarle las rutas a Interjet o Aeroméxico que echar a andar a Mexicana.
Ya lo dijo el juez que lleva el concurso mercantil de Mexicana: “La actitud del gobierno ha sido deleznable”. Y sí, porque poco le ha importado todo el trabajo perdido, el robo al gobierno, la impunidad con que actúan algunos empresarios, la falta de ética y el cochinero con que se manejan lo servidores públicos de la dirección de aeronáutica, quienes no han exigido el cumplimiento de la ley al crear empresas fantasmas como la llamada Tenedora K, a la que irrisoriamente se le vendieron en mil pesos las acciones de Mexicana.
Y para que no olvidemos el modo sucio de trabajar de algunos banqueros, no se puede dejar de lado la acción de Banorte, que sin autorización –o quizá sí– del gobierno federal tomó 18 mil millones de pesos que Mexicana tenía en un banco de Estados Unidos.
Sin duda, la defensa y resistencia de los trabajadores de Mexicana es digna de reconocimiento, como lo es decir, con todas sus letras, que el gobierno de Calderón ha actuado a la mala, suciamente, traicioneramente, igual que lo hace el crimen organizado: presionando.
La inmoralidad política del gobierno, la falta de acción contundente de dirigentes políticos para exigir limpieza en el proceso o la defensa de los trabajadores es igual de vergonzosa, sin embargo, hay que decirlo, en los últimos 15 días un grupo de legisladores ha participado activamente, se ha documentado y ha podido hacer que esto avance.
Pero de nuevo, cuando el caso avanza, empiezan las presiones. No es raro que los nuevos inversionistas pidan el anonimato. No quieren ser presionados por el fisco, por el gobierno. No quieren ser amenazados. Y el trabajo limpio y consistente que ha realizado el juez que lleva el caso, Felipe Consuelo Soto, ha podido protegerlos de ello.
Aunque el gobierno puede seguir intentando aplastar a cualquier inversionista que pretenda rescatar a Mexicana, no hay que olvidar que el plazo para declarar la quiebra vence el próximo viernes 10. El juez puede obligarlo a que ello no ocurra, siempre y cuando deje en claro que solo él puede demandar el regreso de las rutas a Mexicana.
Y si el gobierno no lo hace, sólo el juez puede acusarlos de desacato. Después de ello vendrían acusaciones penales, administrativas y políticas contra los funcionarios de Felipe Calderón.
Si el juez se mantiene como hasta ahora, es posible que Mexicana vuelva a volar; que pilotos, sobrecargos y empleados de tierra recuperen sus empleos; que el mercado se nivele, y que los grupos de poder económico dejen de imponer sus reglas a los ciudadanos.
El caso de Mexicana ha sido una verdadera porquería. He aquí el entramado que el gobierno armó y dejó que armara Gastón Azcárraga:
El 20 de diciembre de 2005, el gobierno le vendió a Azcárraga las acciones de la empresa a cuando menos una tercera parte de su valor real. Después, éste creó el llamado Nuevo Grupo Aeronáutico, para poder evadir al fisco. Éste, a su vez, le vendió en mil pesos las acciones de Mexicana a Advent, pero antes las había “hipotecado”, es decir las había dado en garantía a Banorte por un millonario préstamo. Y luego Advent vendió las acciones a una empresa fantasma: Tenedora K.
Al final, pues, el gobierno está vendiendo una aerolínea donde una empresa tiene las acciones, otra las rutas otra y otra más la hipoteca… o mejor dicho un banco.
Pese a todo, y aunque los nuevos accionistas pagaran lo que se debe y reestructuraran la porquería de empresa que dejó Azcárraga y que permitió el gobierno, Felipe Calderón Hinojosa se niega a autorizar la venta.
Son demasiados los favores que el panista debe, y todo lo hace mal, pues no piensa en los mexicanos, sino en los empresarios y en los político-empresarios.
Comentarios mjcervantes@proceso.com.mx
Más de 8 mil trabajadores fueron echados a la calle sin justificación ética o legal válida. Si Gastón Azcárraga, a quien el gobierno favoreció, quebró una línea área con más de 60 años de antigüedad, ¿por qué no la requisó, como sucede en otros países?
Porque quebrar a Mexicana de Aviación no sólo significaba echar a la calle a 8 mil empleados, también había convenios firmados con Estados Unidos y Canadá, donde los permisos para aterrizar y utilizar los slots o rutas estaban dados a la aerolínea.
Además hay dos concesiones para usar el espacio aéreo, un boletaje que se fue literalmente a los cielos, un fraude al fisco, un incumplimiento para crear un fondo de los trabajadores y una evasión del ISR (impuesto sobre la renta).
Pero así como hay grandes afectaciones por la eliminación de Mexicana, hay grandes beneficios. Por ejemplo, el boletaje de Interjet casi se duplicó, Volaris se elevó en una tercera parte y Aeroméxico también creció.
¿Cómo se benefició Interjet, la aerolínea de Miguel Alemán Velasco? Pues quedándose con más de 24 rutas que tenía Mexicana.
¿Y Aeroméxico? Aquí solo basta ver que la eliminación de Mexicana puede ser un pago a José Luis Barraza, quien en 2006 fue presidente del Consejo Coordinador Empresarial, aquel organismo que mantuvo una campaña y spots en radio y televisión a favor de mantener las misma políticas, porque cambiarlas significaría un retroceso; aquel que sin decirlo explícitamente llamaba a votar por Felipe Calderón y en contra de Andrés Manuel López Obrador.
Hoy Barraza forma parte de los funcionarios de Aeroméxico, otra aerolínea que desea quedarse con algunas de las rutas de Mexicana.
Y Volaris, aunque menos beneficiada, ha podido aprovechar los “vacíos” que dejó la aerolínea.
Mientras tanto, el gobierno ha caído en el absurdo de querer cobrar a los nuevos inversionistas los impuestos que se deben y por los cuales un juez, de manera sorprendente, se negó a otorgar la orden de aprehensión bajo el argumento de que hay “incertidumbre, pues no se sabe quién cometió el delito (de evasión)”.
Varios inversionistas han aceptado pagar los millonarios impuestos que Gastón Azcárraga dejó de entregar al fisco, sin embargo el gobierno se sigue negando, y es que seguramente, desde su óptica, tiene más valor dejarle las rutas a Interjet o Aeroméxico que echar a andar a Mexicana.
Ya lo dijo el juez que lleva el concurso mercantil de Mexicana: “La actitud del gobierno ha sido deleznable”. Y sí, porque poco le ha importado todo el trabajo perdido, el robo al gobierno, la impunidad con que actúan algunos empresarios, la falta de ética y el cochinero con que se manejan lo servidores públicos de la dirección de aeronáutica, quienes no han exigido el cumplimiento de la ley al crear empresas fantasmas como la llamada Tenedora K, a la que irrisoriamente se le vendieron en mil pesos las acciones de Mexicana.
Y para que no olvidemos el modo sucio de trabajar de algunos banqueros, no se puede dejar de lado la acción de Banorte, que sin autorización –o quizá sí– del gobierno federal tomó 18 mil millones de pesos que Mexicana tenía en un banco de Estados Unidos.
Sin duda, la defensa y resistencia de los trabajadores de Mexicana es digna de reconocimiento, como lo es decir, con todas sus letras, que el gobierno de Calderón ha actuado a la mala, suciamente, traicioneramente, igual que lo hace el crimen organizado: presionando.
La inmoralidad política del gobierno, la falta de acción contundente de dirigentes políticos para exigir limpieza en el proceso o la defensa de los trabajadores es igual de vergonzosa, sin embargo, hay que decirlo, en los últimos 15 días un grupo de legisladores ha participado activamente, se ha documentado y ha podido hacer que esto avance.
Pero de nuevo, cuando el caso avanza, empiezan las presiones. No es raro que los nuevos inversionistas pidan el anonimato. No quieren ser presionados por el fisco, por el gobierno. No quieren ser amenazados. Y el trabajo limpio y consistente que ha realizado el juez que lleva el caso, Felipe Consuelo Soto, ha podido protegerlos de ello.
Aunque el gobierno puede seguir intentando aplastar a cualquier inversionista que pretenda rescatar a Mexicana, no hay que olvidar que el plazo para declarar la quiebra vence el próximo viernes 10. El juez puede obligarlo a que ello no ocurra, siempre y cuando deje en claro que solo él puede demandar el regreso de las rutas a Mexicana.
Y si el gobierno no lo hace, sólo el juez puede acusarlos de desacato. Después de ello vendrían acusaciones penales, administrativas y políticas contra los funcionarios de Felipe Calderón.
Si el juez se mantiene como hasta ahora, es posible que Mexicana vuelva a volar; que pilotos, sobrecargos y empleados de tierra recuperen sus empleos; que el mercado se nivele, y que los grupos de poder económico dejen de imponer sus reglas a los ciudadanos.
El caso de Mexicana ha sido una verdadera porquería. He aquí el entramado que el gobierno armó y dejó que armara Gastón Azcárraga:
El 20 de diciembre de 2005, el gobierno le vendió a Azcárraga las acciones de la empresa a cuando menos una tercera parte de su valor real. Después, éste creó el llamado Nuevo Grupo Aeronáutico, para poder evadir al fisco. Éste, a su vez, le vendió en mil pesos las acciones de Mexicana a Advent, pero antes las había “hipotecado”, es decir las había dado en garantía a Banorte por un millonario préstamo. Y luego Advent vendió las acciones a una empresa fantasma: Tenedora K.
Al final, pues, el gobierno está vendiendo una aerolínea donde una empresa tiene las acciones, otra las rutas otra y otra más la hipoteca… o mejor dicho un banco.
Pese a todo, y aunque los nuevos accionistas pagaran lo que se debe y reestructuraran la porquería de empresa que dejó Azcárraga y que permitió el gobierno, Felipe Calderón Hinojosa se niega a autorizar la venta.
Son demasiados los favores que el panista debe, y todo lo hace mal, pues no piensa en los mexicanos, sino en los empresarios y en los político-empresarios.
Comentarios mjcervantes@proceso.com.mx
El bipartidismo imposible
Barack Obama presentó el 25 de enero su visión para fortalecer la economía estadounidense.
Foto: AP
Foto: AP
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Dos acontecimientos han marcado el arranque de las actividades para las elecciones del presente año en Estados Unidos: las primarias para decidir quién será el candidato del Partido Republicano y el discurso sobre el estado de la unión pronunciado por el presidente Obama el 25 de enero. Ambos han sido muy útiles para ilustrar la polarización, verdaderamente alarmante, que está presente en la sociedad estadunidense. No se trata, desde luego, de un fenómeno nuevo; la división entre liberales y conservadores ha sido un rasgo sobresaliente desde que se inició el movimiento de independencia. Sin embargo, diversas circunstancias –entre las que sobresale la crisis económica– han profundizado esa división a un grado que pocas veces se había visto en la historia reciente de Estados Unidos. Las consecuencias son muy negativas, tanto por la parálisis que produce en el gobierno, como por el malestar que propicia entre los ciudadanos, cada vez más críticos y alejados de los políticos de Washington.
La polarización proviene, ante todo, de la radicalización hacia la derecha encabezada por el Tea Party. La fuerza de este movimiento y su influencia en la designación del candidato del Partido Republicano ha empujado hacia el extremo los debates durante las primarias. Allí está Santorum, el ganador de la contienda en Iowa, quien desecha las ventajas de la educación escolar para pronunciarse a favor de la educación en el hogar, donde se transmiten mejor los valores de la familia, la religión y el esfuerzo personal que han hecho “la grandeza de América”. No es difícil imaginar el poco entusiasmo por la educación pública que mostraría este político de llegar al poder.
El gusto por el conservadurismo radical no ha resultado en una mayor cohesión dentro del Partido Republicano. Por el contrario, ha dividido a sus diversos grupos, como puede advertirse en el hecho de que los ganadores de las tres primeras contiendas en Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur han sido distintos. También se ha puesto en duda el consenso que parecía haberse construido en torno a Mitt Romney por sus mejores atributos para atraer a votantes menos radicales. Ahora lo que mayormente se valora es la capacidad de reforzar el conservadurismo y, así, derrotar a Barack Obama.
Lo que mantiene unido al Partido Republicano son dos obsesiones que comparten la mayoría de sus miembros: de una parte, el odio hacia Obama, a quien no le concederán un solo triunfo, aun si con ello ponen en peligro medidas necesarias para la recuperación económica; de la otra, su convicción sobre lo negativo que resulta ampliar la capacidad del gobierno para intervenir en la economía. Para los republicanos, el culpable de los graves problemas que atraviesa la economía de Estados Unidos es el gasto gubernamental, el despilfarro que supone, entre otras cosas, invertir en programas que pretenden sustituir lo que sólo se logra a través del esfuerzo individual. Nada perturba más a los conservadores que el empeño en proteger a “los otros”, las minorías negras, latinas o de grupos blancos al borde de la pobreza. Para ellos, la defensa de América es proteger el sueño americano, que se hace realidad en los suburbios bien cuidados, poblados por una clase media alta, de preferencia blanca y practicante de alguna religión cristiana, libre de inmigrantes indeseables, de homosexuales o transexuales.
La radicalización hacia la derecha del Partido Republicano ha colocado en una situación muy difícil a un líder que, como Barack Obama, había colocado la conciliación, la superación de la división entre demócratas y republicanos, como uno de los grandes objetivos de su gestión. Así llegó a la Casa Blanca y en ello se empeñó, sin ningún éxito, a lo largo de varias batallas. Ahora la situación ha cambiado. Algo quedó en el discurso reciente de su retórica bipartidista. Sin embargo, el énfasis ya es otro. No se gana la reelección si la posición no es más drástica en contra de quienes no creen que la acción del gobierno es urgente para salir de la grave situación económica que persiste en Estados Unidos.
El discurso, considerado por todos los analistas como un documento en que se trazan las líneas para una batalla electoral y de acción gubernamental, abordó casi todos los puntos imaginables para dicha acción: educación, creación de empleo, política fiscal redistributiva, energía, desarrollo sustentable, entre otros.
Los temas que mayormente llamaron la atención fueron las críticas a los políticos decididos a defender recortes de impuestos para los ricos y a oponerse a las regulaciones financieras. Se pronunció por una política que permita asegurar que los millonarios paguen, al menos, 30% de impuestos, y de ninguna manera menos que la clase media. “Lo pueden llamar guerra de clases –señaló–, pero pedir a un billonario pagar al menos tanto como su secretaria es sentido común”.
Es difícil creer que partiendo de posiciones tan divergentes habrá alguna iniciativa bipartidista este año. Lo más probable es que discusiones interminables mantengan al Congreso sin tomar decisiones. Por el contrario, la lucha será feroz en los enfrentamientos partidarios, y los esfuerzos para ampliar el financiamiento de uno y otros serán muy intensos.
Por lo pronto, es difícil vaticinar sobre el resultado de la contienda. En ello influirán muchos factores, entre los que sobresale el comportamiento de la economía. Lo que se puede afirmar es que la polarización no va a terminar y que la posibilidad de una política que supere las diferencias entre los partidos no tendrá lugar. Estados Unidos está por lo pronto condenado a vivir dominado por las profundas diferencias que separan a su sociedad. Las consecuencias para su papel como líder mundial están por verse.
La polarización proviene, ante todo, de la radicalización hacia la derecha encabezada por el Tea Party. La fuerza de este movimiento y su influencia en la designación del candidato del Partido Republicano ha empujado hacia el extremo los debates durante las primarias. Allí está Santorum, el ganador de la contienda en Iowa, quien desecha las ventajas de la educación escolar para pronunciarse a favor de la educación en el hogar, donde se transmiten mejor los valores de la familia, la religión y el esfuerzo personal que han hecho “la grandeza de América”. No es difícil imaginar el poco entusiasmo por la educación pública que mostraría este político de llegar al poder.
El gusto por el conservadurismo radical no ha resultado en una mayor cohesión dentro del Partido Republicano. Por el contrario, ha dividido a sus diversos grupos, como puede advertirse en el hecho de que los ganadores de las tres primeras contiendas en Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur han sido distintos. También se ha puesto en duda el consenso que parecía haberse construido en torno a Mitt Romney por sus mejores atributos para atraer a votantes menos radicales. Ahora lo que mayormente se valora es la capacidad de reforzar el conservadurismo y, así, derrotar a Barack Obama.
Lo que mantiene unido al Partido Republicano son dos obsesiones que comparten la mayoría de sus miembros: de una parte, el odio hacia Obama, a quien no le concederán un solo triunfo, aun si con ello ponen en peligro medidas necesarias para la recuperación económica; de la otra, su convicción sobre lo negativo que resulta ampliar la capacidad del gobierno para intervenir en la economía. Para los republicanos, el culpable de los graves problemas que atraviesa la economía de Estados Unidos es el gasto gubernamental, el despilfarro que supone, entre otras cosas, invertir en programas que pretenden sustituir lo que sólo se logra a través del esfuerzo individual. Nada perturba más a los conservadores que el empeño en proteger a “los otros”, las minorías negras, latinas o de grupos blancos al borde de la pobreza. Para ellos, la defensa de América es proteger el sueño americano, que se hace realidad en los suburbios bien cuidados, poblados por una clase media alta, de preferencia blanca y practicante de alguna religión cristiana, libre de inmigrantes indeseables, de homosexuales o transexuales.
La radicalización hacia la derecha del Partido Republicano ha colocado en una situación muy difícil a un líder que, como Barack Obama, había colocado la conciliación, la superación de la división entre demócratas y republicanos, como uno de los grandes objetivos de su gestión. Así llegó a la Casa Blanca y en ello se empeñó, sin ningún éxito, a lo largo de varias batallas. Ahora la situación ha cambiado. Algo quedó en el discurso reciente de su retórica bipartidista. Sin embargo, el énfasis ya es otro. No se gana la reelección si la posición no es más drástica en contra de quienes no creen que la acción del gobierno es urgente para salir de la grave situación económica que persiste en Estados Unidos.
El discurso, considerado por todos los analistas como un documento en que se trazan las líneas para una batalla electoral y de acción gubernamental, abordó casi todos los puntos imaginables para dicha acción: educación, creación de empleo, política fiscal redistributiva, energía, desarrollo sustentable, entre otros.
Los temas que mayormente llamaron la atención fueron las críticas a los políticos decididos a defender recortes de impuestos para los ricos y a oponerse a las regulaciones financieras. Se pronunció por una política que permita asegurar que los millonarios paguen, al menos, 30% de impuestos, y de ninguna manera menos que la clase media. “Lo pueden llamar guerra de clases –señaló–, pero pedir a un billonario pagar al menos tanto como su secretaria es sentido común”.
Es difícil creer que partiendo de posiciones tan divergentes habrá alguna iniciativa bipartidista este año. Lo más probable es que discusiones interminables mantengan al Congreso sin tomar decisiones. Por el contrario, la lucha será feroz en los enfrentamientos partidarios, y los esfuerzos para ampliar el financiamiento de uno y otros serán muy intensos.
Por lo pronto, es difícil vaticinar sobre el resultado de la contienda. En ello influirán muchos factores, entre los que sobresale el comportamiento de la economía. Lo que se puede afirmar es que la polarización no va a terminar y que la posibilidad de una política que supere las diferencias entre los partidos no tendrá lugar. Estados Unidos está por lo pronto condenado a vivir dominado por las profundas diferencias que separan a su sociedad. Las consecuencias para su papel como líder mundial están por verse.

No hay comentarios:
Publicar un comentario