El fondo de los problemas
Andrés Manuél López Obrador, candidato de la
coalición Movimiento Progresista.
Foto: Benjamin Flores
Foto: Benjamin Flores
MÉXICO, D.F. (Proceso).- En sus siete primeras intervenciones en el debate,
AMLO, independientemente del tema fijado por sorteo, insistió tenazmente en un
tema que llamó el fondo de los problemas. Veamos, por orden de manifestación, un
resumen de sus palabras.
Primera intervención: “Comienzo con una afirmación: Todos los mexicanos
sabemos que las cosas no marchan bien (…) Pero no todos alcanzamos a comprender
por qué caímos, y menos sabemos muchos quiénes son los responsables de la gran
tragedia nacional. No hay ninguna razón natural para esta decadencia (…) Esto
que está sucediendo (…) se debe a que un grupo se ha venido apoderando de todo
(…) se debe al mal gobierno (…) De eso quiero informar (…) quiero conscientizar
y quiero decirles que sí hay salidas”.
Segunda intervención: “Esto se gestó desde el gobierno de Carlos Salinas de
Gortari. Él tomó la decisión de formar un grupo compacto con sus allegados. Y
entregó bienes de la nación, bienes del pueblo, con el señuelo de que nos iban a
traer prosperidad. A ellos les ha ido muy bien; aparecen en las listas de los
hombres más ricos del mundo. En ese periodo se acumuló riqueza en unas cuantas
manos como nunca se había visto en este país, pero a costa del sufrimiento, de
la pobreza de la mayoría de los mexicanos. Invoco a Morelos que decía: que se
moderen la indigencia y la opulencia”.
Tercera intervención: “Este grupo que manda en el país también ha privatizado
al gobierno. Ha confiscado el presupuesto público, que es también dinero de
todos los mexicanos. Lo han utilizado para favorecer a banqueros, grandes
empresarios, a traficantes de influencias, a políticos corruptos. Ahí está el
caso del Fobaproa, en el cual convirtieron la deuda de unos cuantos en deuda
pública”.
Cuarta intervención: “Debemos atender el fondo de los problemas, el fondo de
lo que ha llevado a esta crisis (…) Insisto en que hay un grupo, no son muchos
(…) Son realmente los que mandan. Muchos de los que realmente mandan ni siquiera
dan la cara. Tienen el control del PRI y del PAN y utilizan al que más les
conviene. No quieren ningún cambio, aunque desgracien al país. Vámonos por un
camino totalmente nuevo”.
Quinta intervención: “¿Por qué esa política económica que no ha dado
resultados? Porque les conviene a los de arriba. Este grupo puede imponerse
porque son también dueños de los medios de comunicación”.
Sexta intervención: “Los que mandan en el país escogieron a Peña Nieto.
¿Quiénes son los padrinos de Peña Nieto?”. Y muestra una foto del candidato del
PRI con Carlos Salinas de Gortari: “Así quieren imponer a Peña Nieto”.
Séptima intervención: “¿Para qué quieren a Peña Nieto, los que realmente
mandan, en la Presidencia del país? Quieren seguir haciendo jugosos negocios al
amparo del poder público. La política del pillaje”.
La tesis no es nueva. En junio de 2010 AMLO publicó un libro que se llama La
mafia que se adueñó de México… y el 2012, en el cual detalló quiénes son los
miembros del famoso “grupo” y sus formas de actuar. Luego habló de lo que había
aprendido en su andar por el país: la pobreza, las carencias y la desesperación
en que viven millones de mexicanos, para concluir: “Cada vez estoy más
convencido de que la regeneración tendrá que venir desde abajo, con el impulso
de la gente, que sólo así se podrá establecer un gobierno verdaderamente del
pueblo, donde el interés general esté por encima de ambiciones personales y de
grupos”. De manera que los dos adversarios están nítidamente señalados. Por un
lado, la mafia, un grupo, una oligarquía. Por el otro, la gente, el pueblo.
Es claro que AMLO no es un ideólogo que busque la construcción lógica de un
conjunto de principios definitorios, sino un maestro de la retórica involucrado
en la acción política, en la construcción de una identidad política. “¿Qué
ocurre –escribe Ernesto Laclau– si el campo de la lógica fracasa en su
constitución como un orden cerrado y se necesitan mecanismos retóricos? En ese
caso, los mismos mecanismos retóricos –metáfora, metonimia, sinécdoque,
catacresis– se convierten en instrumentos de una racionalidad social amplia, y
ya no podemos desestimar una interpelación ideológica como meramente
retórica”.
AMLO no es sólo un candidato a la Presidencia; es el constructor de un
movimiento con sentido de homogeneidad a pesar del sinnúmero de demandas
concretas y a veces contradictorias que lo dividen. A diferencia de sus
contendientes del PRI y del PAN que pueden basarse exclusivamente en la
mercadotecnia televisiva, AMLO necesita para ganar la Presidencia un movimiento
con identidad propia. Y ese movimiento debe –al menos discursivamente– saber
contra quién lucha, y cada individuo conocer su lugar en el conglomerado del que
forma parte. De ahí que AMLO quiere “informar”, quiere “conscientizar”. En plena
campaña, debe retomar su tarea pedagógica.
Esto explica –a mi parecer– por qué AMLO, en uno de los dos únicos debates
que van a darse, dedica tanto espacio a una verdad que trasciende el discurso
propositivo para penetrar en el campo de la retórica ideológica. La oligarquía
de veras existe, y está firmemente unida detrás de Enrique Peña Nieto y el PRI.
Pero en esta campaña electoral se mantiene prudentemente en la sombra, al margen
de las luces. No quiere repetir el error de 2006 en que se exhibió
ostentosamente como lo que es: el gran jefe. Eso le costó muy caro, produciendo
el rechazo de las mayorías a la exhibición de su omnipotencia y su boato
irresponsable.
En varios sentidos, México ha cambiado para bien. Lo que Andrés Manuel
comprende mejor que nadie es que su victoria electoral y poselectoral no depende
exclusivamente del carisma de su persona, sino también de la conciencia del
movimiento que ha formado con tanta paciencia a lo largo de los años.
Toda campaña electoral necesita un adversario claro. Para el PRI son los 12
años de gobierno del PAN. Para el PAN es lo que representan el pasado y el
presente del PRI. Para AMLO el adversario está en las profundidades de la
sociedad y su sujeto de cambio no son electores sueltos, sino un movimiento
todavía en búsqueda de identidad, que no puede ser exclusivamente la fe en su
líder. La respuesta a sus esfuerzos por parte del “grupo” es la campaña del
miedo. Un miedo diferente al del 2006, pero campaña del miedo al fin y al cabo.
Narcopolítica electoral
El general de División en retiro, Tomás Ángeles
Dauahare.
Foto: Miguel Dimayuga
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (apro).- El arraigo judicial contra el general de división
retirado, Tomás Ángeles Dauahuare, y otros mandos del Ejército, la arremetida
contra el exgobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington, y la extradición a
Estados Unidos del narcotraficante Sergio Villarreal Barragán, El Grande, lejos
de sorprender, confirman el uso político del principal problema de seguridad
nacional por parte de Felipe Calderón.
Más evidente no puede ser. Así lo hizo desde el primer día en que ocupó la
residencia oficial de Los Pinos y así será hasta el último segundo de su
Presidencia, la más violenta en un siglo en México, desde la Revolución
Mexicana.
No es ninguna coincidencia que todo se haya desencadenado en unos cuantos
días, cuando, a seis semanas de la elección presidencial, es cada vez más
difícil sostener en las encuestas a la vacía candidata oficial, Josefina Vázquez
Mota.
El objetivo de las acciones judiciales y policiales ha sido el PRI, un
partido que, más por desencanto hacia el PAN y mercadotecnia política que por
méritos democráticos, se mantiene hasta ahora en las preferencias de cara a la
elección del domingo dos de julio.
Tampoco sorprende lo que ahora se viene a “descubrir”, que Calderón no tenía
la menor idea del problema y de lo que su “guerra a las drogas” iba a desatar:
una violencia extrema, propia de un país en conflicto interno.
Gracias a esa “estrategia” de Calderón, México es ahora visto en el mundo
como un país donde de manera sistemática y cotidiana se violan los derechos
humanos, ya por agentes estatales, ya por particulares.
Los informes del Departamento de Estado y de Amnistía Internacional
difundidos en Washington y Londres, respectivamente, este jueves 24, registran
esa realidad.
Durante cinco años y medio, Calderón se ha dedicado a pontificar su
“estrategia” violenta y ahora quiere que quien lo suceda en la Presidencia de la
República mantenga su “legado” contra el narcotráfico.
El elevado costo social y económico que Calderón ha hecho pagar a la sociedad
–con la principal complicidad del Poder Legislativo, pero también del Judicial–
no corresponde a los supuestos logros del calderonato, pues los cárteles del
narcotráfico sólo han mutado para mantener sus negocios ilegales.
Para ello, han contado y cuentan con el apoyo político de todos los partidos.
No sólo del PRI. También hay casos en los que los involucrados han sido del PAN,
el PRD y el Partido Verde.
En las elecciones intermedias del 2009, Calderón arremetió contra el PRD en
el llamado michoacanazo y ni siquiera pudo ganar en Michoacán, su gran
frustración electoral porque nunca ha podido ganar unas elecciones en su
estado.
Ahora, lo hace contra el PRI. A explicación no pedida, la PGR salió a
“aclarar” que la detención del general retirado Ángeles Dauahare no tenía
motivaciones políticas, pues apenas unos días antes el general en retiro se
había encontrado en el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, en un foro sobre
seguridad nacional.
En medios castrenses no era un secreto que el militar era un crítico de las
acciones de Calderón y lo refrendó en esa reunión, realizada en San Luis Potosí.
Por lo mismo también era sabido su desencuentro con el actual Alto Mando del
Ejército, el general Guillermo Galván, como lo fue con su antecesor en el
sexenio de Vicente Fox, Clemente Vega García.
Si las acusaciones de Calderón contra Dauahare son sólidas, no había razón
para violar el proceso judicial, al negarle la legítima defensa, y someterlo
bajo arraigo de 40 días, como si el militar pretendiera huir.
Dice la PGR que tenía información contra el general desde 2010, entonces por
qué esperar a las elecciones presidenciales para actuar. Calderón administró
políticamente el caso.
En el caso del exgobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington, desde fines del
gobierno de Vicente Fox hubo señalamientos públicos por esa supuesta relación.
El gobierno mexicano siguió proveyendo información al estadunidense. De nueva
cuenta el oportunismo político.
No es ninguna casualidad que el Departamento de Justicia de Estados Unidos
haya anunciado la acción contra personas y bienes vinculados a Yarrington, en
una Corte de Texas, por su presunto nexo con el narcotráfico un día después de
que Calderón le entregara a El Grande, quien fuera jefe operativo del cartel de
los hermanos Beltrán Leyva. Calderón lo entregó a la DEA, que depende del
Departamento de Justicia.
El mensaje a la sociedad y, en particular, a los electores, es claro:
vincular al PRI al narcotráfico, pero no parece claro que eso sea suficiente
para relanzar la triste campaña de Vázquez Mota.
Con un eventual regreso del PRI a Los Pinos, pero manchado por el
narcotráfico, Estados Unidos garantiza la continuidad de la “guerra a las
drogas” que definió para América Latina hace 40 años y que ningún político
mexicano como Calderón la había hecho tan suya.
Montiel, Yarrington, Elba Esther, Marín… al gabinete de EPN: AMLO
AMLO en Tejupilco, Edomex.
Foto: Benjamín Flores
Foto: Benjamín Flores
TEJUPILCO, Edomex. (apro).- Ante unas 5 mil personas de la región sur
mexiquense que colinda con Michoacán y Guerrero, el candidato de la izquierda
unida, Andrés Manuel López Obrador, convocó a sus simpatizantes a dar “el último
jalón” en lo que resta de la campaña y tener cuidado con los “delincuentes
electorales” que, advirtió, van a querer robarle la victoria, como pasó en el
2006.
Nuevamente en tierra mexiquense, el aspirante presidencial de la izquierda
criticó al PRI y a su candidato, Enrique Peña Nieto, al que califico de
“ratero”.
“Peña está desesperado, está copiando todo pero mal, como el programa para
adultos mayores”, dijo el tabasqueño al jugar con los nombres y las historias de
quienes integrarían un presunto gabinete priista. Todos ellos con antecedentes
de corrupción o escándalos de abuso de poder:
“Arturo Montiel para la Secretaría de la Contraloría; para la Secretaría de
Educación, Elba Esther Gordillo; en Desarrollo Económico, el exgobernador
tamaulipeco Tomás Yarrington, mientras que en Desarrollo Social, al exgobernador
poblano Mario Marín, y en Hacienda, el exmandatario de Coahuila, Humberto
Morerira.
“¿Y Salinas?”, preguntó entre risas alguien en la plaza, y López Obrador
contestó:
“No, Salinas es el asesor general, es el poder detrás del poder, el que mueve
los hilos, el titiritero”, acusó.
Pero una vez que los mencionó, advirtió que este escenario nunca sucedería,
ya que el pueblo no dejará que gane el PRI.
Como sucede en todas las plazas a donde llega, López Obrador hizo del mitin
una asamblea, en donde persuade a sus seguidores a participar, ya sea votando,
levantando la mano o cuestionándolos, como ocurrió hoy al preguntarles si
estaban dispuestos a participar en la estructura nacional de vigilancia
electoral.
También pidió a los mexiquenses unidad tras reconocer que no se pudo lograr
un frente único en las elecciones locales. Sin embargo, insistió en que para la
elección presidencial es necesaria esa unidad para enfrentar a la “mafia”.
“Ya no uso la palabra mafia, me retracto, es la elite del poder”, corrigió
López Obrador, al insistir a sus seguidores para que voten por todos los
candidatos de la izquierda.
En su largo discurso ante la plaza llena, López Obrador reiteró la necesidad
de acabar con la corrupción entre los altos funcionarios y gobernantes.
“Tenemos un gobierno mantenido y buenos para nada. Se dan la gran vida,
médicos privados y hasta cirugía plástica. Pero ya no van a viajar como Peñita
en aviones y helicópteros privados”, exclamó ante los gritos de “¡Fuera
Peña!”.
Y nuevamente acusó al candidato del PRI y del PVEM de viajar al extranjero en
aviones particulares y rentar habitaciones de lujo.
“Es el político que más viaja en el extranjero. También fue a París, se
hospedó en un hotel de 25 mil pesos. ¿Ustedes lo sabían?”, preguntó al público,
y una anciana sentada en una jardinera respondió, como si platicara con el
candidato: “¿Cómo lo iba a saber?”.
El tabasqueño hizo un nuevo reconocimiento a los jóvenes y exigió también que
se garantice el derecho a la información.
Finalmente, al despedirse de sus seguidores pidió una vez más unidad, hacer
campaña entre todos y luego se comprometió a no traicionarlos.
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