EU: Escenarios para la transición en Cuba
Raúl Castro. Transición en puerta.
Foto: AP
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WASHINGTON (apro).- En esta ciudad y en Miami parece existir un regreso a los
años noventa, cuando muchos daban por descontado que la caída del comunismo en
Rusia y Europa llevaría también al final de la Revolución en Cuba.
Ahora los motivos del entusiasmo son distintos: las reformas firmadas por
Raúl Castro, la salud de su hermano Fidel, la enfermedad del presidente de
Venezuela, Hugo Chávez, la apuesta por la exploración petrolera. Y tanto el
exilio cubano como los habituales sectores “duros” de la política y la
diplomacia estadunidense están muy activos y a la expectativa, con libros,
conferencias y declaraciones.
El pasado 16 de mayo, por ejemplo, el American Enterprise Institute (AEI), el
think tank que tiene entre sus principales estrellas al exsubsecretario de
Estado para el Hemisferio Occidental, Roger Noriega, organizó un panel cuyo
título olía a esperanza: La Cuba post-Castro: ¿Qué futuro dejará Raúl
detrás?
Apenas dos días después, otro destacado centro de estudios de los
conservadores en Washington, la Heritage Foundation, celebró un “Acto de
solidaridad con el pueblo de Cuba”. En vísperas de un nuevo aniversario de la
fecha de la Independencia, los panelistas en el Heritage, entre ellos el
periodista disidente Normando Hernández, uno de los 75 detenidos en la
“primavera negra” del 2003, afirmaron que “la lucha por la libertad continúa” en
la isla.
Introducido por Noriega, exasesor del senador republicano Jesse Helms (quien
diseñó la ley de Helms-Burton y uno de los políticos más furiosamente
anticastristas del país), el encargado de abrir la mesa de discusión en el AEI
fue el exfuncionario de la CIA y ahora escritor Brian Latell, quien acaba de
publicar el libro Los secretos de Castro, en el que revisa el papel de Fidel
como el “maestro espía supremo” de La Habana.
Latell, investigador con el Instituto de Estudios Cubanos y
Cubano-Estadunidenses de la Universidad de Miami, hizo que sus compañeros de
panel menearan la cabeza y se encogieran de hombros cuando afirmó que, a su
juicio, “las reformas económicas que implementó Raúl son las más significativas
desde mediados de los sesenta y son irreversibles”.
El escritor pasó lista de los cambios en materia agrícola que está
implementando el gobierno de Castro y, en particular, los permisos concedidos
para ejercer profesiones independientes o iniciar pequeñas empresas en 187
categorías.
El exagente recordó que son las propias autoridades cubanas las que subrayan
que actualmente hay 370 mil personas en esa economía paralela y que se espera
que ese número llegue a 600 mil para fines de este año.
Cada vez más cubanos “dependen menos del régimen y ven con menos simpatía los
controles” sobre la economía, dijo Latell. Se trata, aseveró, de “una nueva y
vigorosa realidad, es una nueva Cuba, no en términos políticos, pero es una
nueva Cuba”, añadió el investigador, quien, como dato de color, destacó la
aparición en la isla de sitios de internet de compra y venta de bienes y
servicios, como Cubisima.com y Revolico.com.
“En ellos se puede comprar, por ejemplo, un penthouse en el Vedado por un
millón de dólares”, apuntó.
Los panelistas en la mesa del AEI, al igual que los del Heritage, se
mostraron en desacuerdo con Latell y estimaron que las reformas sirven solamente
para que Castro “compre tiempo” para su gobierno. “Raúl –dijo Noriega– es el
guardián ideológico de la Revolución” y por ahora sólo queda preguntarse “¿qué
dejará atrás cuando el benefactor venezolano Chávez pierda su batalla con el
cáncer y sus sucesores estén mas preocupados por su propia supervivencia” que
por la del gobierno de La Habana?
Entrevistado por Apro, Ray Walser, uno de los analistas senior del Heritage y
moderador de la mesa sobre Cuba, señaló que puede ser que “las reformas no vayan
a poder revertirse en términos de reconstruir una economía completamente
socialista”, sin embargo, continuó, los cambios “están designados primariamente
a ganar tiempo y permitir a los Castro una salida digna del escenario
mundial”.
Reversibles o irreversibles, es evidente que las reformas están provocando un
alboroto en Estados Unidos, en especial en el exilio de Miami y los “halcones”
de Washington. De hecho, el panel en el Heritage fue abierto por el diputado
Connie Mack, republicano por Florida y uno de los principales miembros del
bloque anticastristas en el Congreso. Una de sus colegas, Ileana Ros-Lehtinen,
no pierde oportunidad para disparar contra La Habana y se refirió al país
caribeño, de manera profundamente negativa, durante una reciente conferencia
sobre libertad de expresión en América Latina que se llevó a cabo en el Congreso
estadunidense.
La intensidad del renovado debate, por cierto, tiene mucho menos que ver con
el insignificante impacto económico de una eventual normalización de las
relaciones con Cuba que con el ya antiguo enfrentamiento ideológico entre La
Habana y Washington. El conflicto capitalismo-comunismo se ilumina en el caso
cubano de una manera mucho más visceral de lo que ocurre, por ejemplo, en el
frente de las crecientes relaciones comerciales con China o Vietnam.
Pero, si bien “gran parte de la resistencia a hacer negocios con Cuba tiene
raíces políticas e históricas, la marea está cambiando”, dijo a Apro la
investigadora Barbara Kotschwar, autora junto a Gary Clide Hufbauer del libro
Restaurando las relaciones económicas con Cuba, que está por publicar el
Petersen Institute for International Economics (PIIE), otro centro de estudios
de Washington.
Según Kotschwar, existen “encuestas que señalan que las nuevas generaciones
de cubanos-estadunidenses se sienten mucho menos ligados a la política del
embargo respecto de sus padres y abuelos, y son más proclives a algún tipo de
compromiso” con Cuba.
“Es muy probable –continuó– que con el paso del tiempo Estados Unidos adopte
una política más pragmática respecto de la isla y empiece a hacer negocios con
los cubanos, aunque el sistema de gobierno cambie de manera gradual o mantenga
algunos aspectos del socialismo.”
En ese sentido, Walser, un exfuncionario del Departamento de Estado,
contrastó que, en su opinión, “Estados Unidos tendrá dificultades en normalizar
las relaciones con un Estado represivo, y de partido único”, incluso en el caso
de que “los hermanos Castro desaparezcan del escenario”.
En sintonía con el pensamiento de los sectores más conservadores, Walser
estimó que las reformas en Cuba son solamente “significativas en términos de
simbolismos y, en general, para el pueblo cubano, pero no están designadas para
construir una economía moderna y dinámica, sino para aliviar el peso sobre el
Estado, reducir la inflada fuerza de trabajo y enfrentar una crisis económica
masiva”.
“Las puertas no están abiertas para inversiones extranjeras masivas, libertad
económica o verdadero espíritu empresarial”, añadió. Frente a eso, dijo,
“Estados Unidos seguirá esperando al final del régimen de los Castro, y por una
apertura económica y política genuina”.
Menos terminante, Kotschwar dijo que, si bien “es peligroso calificar las
reformas de ‘irreversibles’, en especial si se recuerda que las reformas en el
frente de las inversiones de mediados de los años noventa se revirtieron
rápidamente cuando cambiaron las circunstancias”, se puede decir que los cambios
implementados por Raúl Castro “parecen estar marchando al ritmo de la situación
económica del país”.
“Sin fuentes obvias de financiamiento externo o interno –a menos que los
depósitos de petróleo en el Golfo de México puedan dar más ganancias de lo que
se espera–, el gobierno es incapaz de mantener la fuerza de trabajo o la
productividad en importantes sectores, como la agricultura”, por lo que las
reformas parecen ser imprescindibles, dijo la investigadora.
“También es importante destacar –agregó– que los cubanos parecen estar
abrazando una cultura empresarial, aunque sea limitada”.
En el frente petrolero, por cierto, en estos días se conocieron malas
noticias para el gobierno de La Habana, cuando la compañía española Repsol
anunció que el primero de los tres pozos que tenía planeado perforar en el Golfo
de México para extraer el crudo cubano fue un fracaso.
Entretanto, mientras se sigue esperando el desenlace de las reformas, de la
novela del petróleo y se especula sobre el ajedrez político de La Habana, en
Estados Unidos sigue esperando pacientemente un actor que espera poder jugar un
papel fundamental en el futuro cercano de la isla: el exilio en Miami.
El especial interés de Estados Unidos por Cuba se puede explicar en parte no
solamente por el hecho de que la isla se encuentra a “apenas 90 millas de
Florida”, sino por la influyente presencia del exilio en Miami. Y es allí donde
se pueden recolectar algunos números que alimentan este enfrentamiento casi
“familiar” que se esconde detrás del conflicto Washington-La Habana.
Según la Cuba Property Rights Initiative (CPRI), existen actualmente 5 mil
913 reclamos de propiedad de exiliados cubanos que sufrieron expropiaciones, por
un valor actualizado de alrededor de 7 mil millones de dólares.
Participante en la conferencia en el AEI, el director de la CPRI, Javier
García-Bengochea, afirmó que la falta de leyes sobre la propiedad representa “el
problema económico fundamental” en Cuba, y claramente una de las mayores, si no
la mayor, preocupaciones del exilio.
Si bien son crecientes las versiones sobre interés de corporaciones de
Estados Unidos en hacer negocios en Cuba –sectores como el turismo y el petróleo
hacen soñar a muchos ejecutivos–, los estadunidenses “tienen que entender que
ningún emprendimiento” en la isla “tendrá protección legal”, advirtió
García-Bengochea.
Con una visión más hacia la izquierda, el analista Saul Landau, del Institute
for Global Communications (IGC), también de Washington, disparó que “a Estados
Unidos no le importan las reformas en Cuba, solamente quiere que sus líderes
mueran y que sus sucesores se rindan”.
Al fin y al cabo, dijo Landau a Apro, “no es el sistema económico cubano lo
que mueve la hostilidad de Estados Unidos, sino la desobediencia, una práctica
que Fidel perfeccionó y que, está a la vista, logró extender por décadas”.
En ese marco, dijo el comentarista, las reformas de Raúl Castro se explican
simplemente porque “la economía de Cuba no está funcionando”.
“Los cubanos están cambiando, de manera lenta pero segura –estimó Landau. Sin
embargo, no será ese cambio lo que impulse a Estados Unidos” a cambiar su
posición, dijo.
La visión desde Washington y desde Miami combina la excitación por las
reformas y el presunto cambio de mentalidad de los cubanos con una importante
cuota de prudencia.
Si Cuba se sigue moviendo hacia una economía mixta, en la isla existen
amplias “posibilidades, desde el sector de la biotecnología al turismo, pasando
por las energías alternativas”, afirmó Walser. Pero, como condición para una
participación de capitales foráneos, “el régimen tiene que desmantelar su
asfixiante burocracia, aceptar sociedades genuinas con compañías extranjeras y
aceptar la creatividad de la diáspora”, añadió.
Kotschwar, por su lado, puso el lado comercial del conflicto en perspectiva.
“Es poco probable que un cambio en Cuba tenga un impacto considerable en Estados
Unidos, teniendo en cuenta la disparidad en tamaño de ambos países”. En todo
caso, dijo, “tendrá un impacto en la política, y en especial sobre las
comunidades cubanas en lugares como Florida y Nueva York.”
“Muchas empresas estadunidenses verán a Cuba como un importante mercado
adicional”, pero no mucho más que eso, señaló la investigadora, quien también
destacó las reformas como muestra de que Raúl Castro eligió una opción
“gradualista” para convertir la economía cubana.
En un artículo publicado por la revista Foreign Policy en este mayo abundante
en paneles y ensayos sobre Cuba, el analista Jaime Suchliki, también
anticastrista, recordó que “en los primeros años noventa, mucha gente esperaba
que el régimen comunista” de La Habana “colapsara”.
“Aquellos de nosotros que seguimos la situación de cerca conocemos bien cómo
terminó esa historia y los hechos siguientes alimentaron nuestra prudencia”,
escribió en la nota, titulada Alistándose para la vida después de Castro.
Suchliki asegura que “la transición post-Castro, en efecto, algún día llegará,
pero cuando eso ocurra, promete ser un largo y complicado proceso”.
Un largo proceso que, esperan los “exiliados” y los “halcones” de la
diplomacia en Estados Unidos, llegará tras otro largo periodo de un
enfrentamiento ideológico que ya entró en la historia. Y cuando ello ocurra,
bromeó el analista Landau, será la hora de que “Fidel entre al libro Guinness de
los récord por su desobediencia” frente al mundo capitalista que ahora se frota
las manos esperando su salida y la de su hermano.
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