Difícil equilibrio ucraniano
Juan Pablo Duch
El destino de Ucrania es –ya se anotó en este espacio– guardar el equilibrio para mantener buenas relaciones tanto con Occidente –la Unión Europea (UE), sobre todo– como con Rusia, sin alinearse por completo con ninguno de los dos.
La errática política del presidente Viktor Yanukovich ha hecho posible que Ucrania, hoy por hoy, esté igual de mal con una que con otra, pagando las consecuencias la población ucraniana, al margen de sus preferencias en función de su ubicación geográfica, historia, religión e idioma.La mitad de Ucrania tiende hacia Occidente y la otra mitad se identifica con Rusia, por lo cual cualquier presidente ucraniano –si no quiere propiciar la ruptura de la nación– debe gobernar en un permanente estira y afloja respecto a las pretensiones foráneas, malabarismo que en última instancia asegura la independencia del que fuera, en el plano agrario, uno de los países más ricos de la Unión Soviética.
Hasta 2010, con sus antecesores Leonid Kuchma y Viktor Yuschenko, se pudo mantener ese equilibrio, que Yanukovich –quizás por prometer demasiado a la UE y a Rusia– se encargó de pulverizar.
Ahora, a tres semanas de que comience la fiesta europea del futbol, Yanukovich enfrenta el boicot de sus homólogos de la UE por el escándalo que provocó la persecución penal de Yulia Timoshenko, ex primera ministra y rival de Yanukovich en la disputa de la presidencia ucraniana.
Incluso Rusia considera que Timoshenko sufre un castigo desproporcionado por motivos políticos, algo que tampoco se corresponde con los valores de la UE, motivo suficiente para meter la relación con Kiev en el congelador.
Yanukovich –y así quedó de manifiesto esta misma semana durante su entrevista con el presidente Vladimir Putin– fracasó en convencer a Rusia para que rebaje el precio del gas natural, lo cual pone a Ucrania en una grave situación de cara al próximo invierno, ante la imposibilidad de renunciar tan rápido al combustible ruso y sustituirlo, sin demora, con azerbaiyano o turkmeno.
Rusia no puede modificar el precio del gas natural por dos razones: primera, porque hacerlo sería reconocer que el precio que pactaron Putin y Timoshenko (que sirvió para su primera condena por traición a la patria) es artificialmente elevado en detrimento de Ucrania.
Y segunda, debido a que el Kremlin no recibe a cambio lo que quiere: el control completo, a través del consorcio ruso Gazprom, sobre la red de gasoductos ucranianos en el tránsito del combustible hacia Europa.
En otras palabras, la torpeza de Yanukovich logró que, por ahora, Ucrania se quede aislada, sola frente a Occidente y Rusia, sin la protección ni respaldo de ninguno de sus poderosos vecinos.
Dylan, apenas audible
Juan Arturo Brennan
Hasta yo tuve que reconocer que había que ir. Hace unos días se presentó en esta ciudad el legendario y duradero Bob Dylan, y me pareció que era un momento adecuado (quizá la última oportunidad) para acercarme a uno de los músicos más influyentes y trascendentes de su generación.
En pocas palabras, y más allá del estatus mítico de quien se llamaba Robert Allen Zimmerman, la sesión resultó un fiasco debido al sitio inmundo en que se efectuó el concierto. El pretencioso y recién inaugurado Pepsi Center (que bien pudiera llamarse Centro Pecsi, más a tono con su esencia chafa) es una especie de galpón industrial mal ideado y peor realizado, que tiene como sus cualidades principales un diseño inexistente, nula visibilidad, una acústica infame y una peor amplificación de sonido.A esto habría que añadirle un pésimo servicio, normas de seguridad muy por debajo de los mínimos indispensables y precios de primera para un lugar de cuarta. Sí, el lugar es inhóspito, sucio, pegosteoso, maloliente y mal ventilado, pero todo esto y más sería soportable (si uno asume que está en un antro para una tocada de rock) si el sonido fuera de una calidad mínimamente decorosa. Pero no lo fue, y la borregada lo aguantó sin chistar.
Con un público tan conformista y poco exigente, lugares como el Pepsi Center se pueden dar el lujo (¡y cómo se aprovechan de ello!) de presentar espectáculos en condiciones ínfimas a precios máximos, a sabiendas de que la resignación pasiva y los oídos de artillero de su clientela les permitirán seguir abusando de ella por los siglos de los siglos.
¿Y la música? Muy buena, sobre todo en sus primeros trechos. Un sólido cimiento de blues y una apreciable componente de country conformaron un reconocible Sonido Dylan que fue el mayor atractivo de la noche, apenas apreciable debido a la distorsión sonora y al mazacote acústico que vomitaban las bocinas. Y claro, tratándose de Dylan, las indispensables interpolaciones de armónica y órgano, para que no se nos olvide cómo sonaba (y sigue sonando) el melancólico trovador de ríspida voz.
Por otra parte, en estos tiempos de bandas que insisten en estar cada vez más plugged que mi licuadora y mi horno de microondas, siempre es un remanso para el oído escuchar un grupo sólida y tradicionalmente anclado en guitarras bien pulsadas.
Hacia la mitad de la sesión, Bob Dylan cambió la mezcla blues-country por un estilo poco definido de balada quejumbrosa, y tanto la calidad musical como la intensidad del público decayeron notablemente.
Al final, Dylan y la banda recompusieron el camino para retornar a sus raíces y cerrar potentemente la tocada. Por mi parte, me quedé ahí paradito hasta el final, esperando, como sin duda lo esperaba todo mundo, la llegada de alguno de los grandes clásicos. Tarde, pero llegó, y en el episodio postrero de la noche la multitud coreó con ganas el estribillo que pregunta retóricamente cómo se siente estar solo, como un total desconocido, como una piedra rodante.
La que nunca llegó (mi favorita personal) fue aquella poética, rabiosa y contundente glosa sobre los tiempos que están cambiando, sin duda uno de los mejores, más duraderos y trascendentes reclamos sociales y humanos surgidos del rock sesentero, canción todavía emblemática de la rabia, la rebeldía y la contracultura.
Dadas las lamentables condiciones en que se realizó la presentación de Bob Dylan, no puedo decir que la disfruté cabalmente; apenas, rescaté un trozo de nostalgia, así como la convicción de que es larga e importante la lista de los músicos (de diversas corrientes, estilos y filiaciones) que están en deuda con él. Con frecuencia, algunos de mis allegados insisten en que me baje de mi torre de marfil construida sobre pianistas, orquestas sinfónicas y cuartetos de cuerda, y que de vez en cuando me dé un baño de público roquero. Ahí estuve, ya lo hice.
Pasé un largo par de horas inmerso en el vaivén de la multitud en la sección de parados, tratando de empaparme un poco del blues de Dylan. Algo logré, sin duda, pero como bien reza la tradicional frase aplicable a quienes ya estamos más para allá que para acá en estas lides, I’m too old for this kind of shit.
Desesperanza y esperanza
John Holloway
Carta dirigida a los participantes en el Blockupy Frankfurt, del 16 al 20 de mayo:
A los mal adaptados del mundo, a todas y todos los que no nos conformamos con el ocaso de la humanidad:
Ahora, más que nunca, el mundo mira en dos direcciones a la vez. Una cara mira hacia un mundo oscuro y deprimente. Un mundo de puertas que se cierran. Un cerrar de vidas, de posibilidades, de esperanzas. Estos son tiempos de austeridad. Tienes que aprender a vivir con la realidad. Tienes que obedecer si quieres sobrevivir, abandona tus sueños. No pienses que vas a poder vivir haciendo lo que te gusta. Vas a tener suerte si encuentras cualquier trabajo. Tal vez puedas estudiar, pero solamente si tus papás tienen dinero. Y, aun en ese caso, no creas que vas a poder estudiar con un enfoque crítico. La crítica ha huido de las universidades, y que mejor que sea así. ¿Qué sentido tiene criticar cuando todos sabemos que el mundo está fijo en su trayectoria? No existe ninguna alternativa, sólo la realidad del dominio del dinero, así que mejor olvida tus sueños. Obedece, trabaja duro en cualquier chambita que tengas la suerte de encontrar, o si no, te espera una vida buscando en los botes de basura, porque no habrá ningún Estado de bienestar para protegerte. Mira, mira lo que está pasando en Grecia y aprende. Este es el empobrecimiento que te espera, esto es lo que te pasará si no te subordinas, este es el castigo que se imparte en esta escuela de la vida a los niños que no se portan bien, que tienen expectativas altas, que quieren demasiado.La lección de la desesperanza la aprendió muy bien, demasiado bien, Dimitris Christoulas, quien se disparó en la Plaza Sintagma en el centro de Atenas hace unas semanas. El farmacista jubilado de 77 años que había visto su pensión aniquilada por las medidas de austeridad impuestas por los gobiernos de Europa dijo:
No puedo encontrar otra solución más que terminar mi vida antes de empezar a buscar en los botes de basura para mi comida.
Este es el significado de la austeridad. Esto es lo que los gobiernos de Europa y del mundo están tratando de imponer a la gente –todos los gobiernos, todos sirvientes del dinero, ya sea que hablan desde posiciones de poder, como el gobierno alemán, ya sea que son simplemente los funcionarios del sistema bancario internacional, como Papademos o Monti. Las medidas de austeridad no imponen solamente la pobreza, cortan las alas a la esperanza.
Esta es la dirección en la cual el mundo está caminando, ¿pero no hay algo más? ¿No hay manera de cambiar el rumbo del mundo? ¿No tiene otra cara este mundo, una que mira en otro sentido?
La muerte de Dimitris Christoulas mira en dos direcciones: es una desesperanza y al mismo tiempo el rehusarse a aceptar la desesperanza. En su nota de suicidio escribe:
Creo que los jóvenes sin futuro tomarán las armas un día y colgarán a los traidores de este país cabeza abajo, como los italianos colgaron a Mussolini en 1945. La esperanza brilla en la desesperanza profunda.
La base de esta esperanza es un sencillo no. No, no aceptaremos. No, no aceptaremos lo que ustedes nos están tratando de imponer. No, no aceptaremos su austeridad. No, no aceptaremos la disciplina del dinero, no aceptaremos el asesinato de la esperanza. No, no aceptaremos las desigualdades obscenas del mundo en el cual vivimos, no aceptaremos una sociedad que nos está arrojando hacia nuestra propia destrucción. Y no, no propondremos políticas alternativas. No queremos resolver sus problemas porque la única solución a los problemas del capital es nuestra derrota, el futuro del capitalismo es la muerte de la humanidad. Aun si el capital resuelve esta crisis, la próxima no va a estar muy lejos, y todavía más destructiva. No los vamos a obedecer, políticos-banqueros, porque ustedes son el pasado muerto, nosotros somos el futuro posible. El único futuro posible.
Esta es nuestra esperanza: nosotros somos el único futuro posible. Pero nuestro futuro posible es nada más una posibilidad. Su realización depende de nuestra capacidad de voltear al mundo.
¿Cómo cambiar el rumbo del mundo? Christoulas habla de los jóvenes que van a tomar las armas y colgar a los políticos de las lámparas. Esta idea se vuelve cada día más atractiva, y los políticos del mundo saben que no es simplemente una fantasía: por eso los políticos en Grecia tienen miedo de salir a la calle, por eso están dando más y más armas y poderes a la policía en todo el mundo. Sin embargo, por atractiva que sea la idea, no es a través de las armas que podamos darle vuelta al mundo y crear algo nuevo. Nuestra rabia es de otro tipo.
Rabia y amor. Rehusar y crear. Esta es la única forma de darle vuelta al mundo. El amor va de la mano con la rabia, la creación brota de la negación. Nosotros somos la furia de un mundo nuevo que está empujando hacia adelante y rompiendo con la obscenidad apestosa del viejo. Nuestra furia no es la furia de las armas –la violencia es el arma de ellos, no la nuestra. Nuestra furia es la furia de la negación, de la creación frustrada, de la indignación. ¿Quiénes son esta gente, los políticos y los banqueros, que piensan que nos pueden tratar como objetos, que piensan que pueden destruir el planeta, y sonreír mientras lo hacen? Son nada más que los sirvientes del dinero, los defensores viles y asesinos de un sistema agonizante. ¿Cómo se atreven a tratar de quitarnos la vida, cómo se atreven a tratarnos así? Nosotros rehusamos, nos negamos.
Gritamos un
nomasivo que resuena en todos los rincones del mundo, pero nuestra negación significa poco si no está apoyado por una creación alternativa. Nuestro no al mundo viejo no se puede mantener si no creamos un mundo nuevo aquí y ahora. La rabia de nuestra negación se desborda en una creación nueva. La democracia representativa ha fracasado y construimos una democracia real en nuestras plazas, nuestras asambleas, nuestras protestas. El capital es incapaz de proveer las necesidades básicas de la vida y entonces formamos redes de apoyo mutuo. El dinero destruye, y entonces decimos
no, vamos a crear otra lógica, otra forma de juntarnos, y así proclamamos
ninguna casa sin luzy organizamos la reconexión de la luz cada vez que se corte. Los recaudadores de deudas vienen a quitarnos nuestras casas y organizamos protestas masivas para pararlos. La gente tiene hambre y creamos jardines comunales. La búsqueda de la ganancia masacra a los humanos y los no humanos y entonces creamos nuevas relaciones, nuevas formas de hacer las cosas. El capital nos expulsa de las calles y de las plazas y nosotras y nosotros ocupamos.
Todo esto no es suficiente, todo es experimental, pero estos son los caminos a seguir, esta es la otra cara del mundo actual, este es el mundo nuevo de reconocimiento mutuo que lucha por nacer. Tal vez no podemos cambiar el mundo entero para que sea como lo queremos, pero sí podemos crear este mundo nuevo y lo estamos creando aquí y aquí y aquí y ahora, estamos creando grietas en el sistema, y estas grietas van a crecer y extenderse y multiplicarse y juntarse. No vamos a aceptar el ocaso de la humanidad. Lo podemos parar, lo vamos a parar, vamos a cambiar el rumbo del mundo.
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