La matanza anunciada
En menos de medio año Jalisco ha sido escenario de dos multihomicidios
perpetrados por Los Zetas y sus aliados del Cártel del Milenio contra la gente
de Joaquín El Chapo Guzmán que dejan inermes a las autoridades estatales y aun a
las federales. El hallazgo de 18 cuerpos descuartizados en la carretera a
Chapala el miércoles 9 fue una suerte de reedición de la matanza de Los Arcos
del Milenio, ocurrida en noviembre último. Lo grave de todo es que las
autoridades sabían que se preparaba una matanza y no hicieron nada para
evitarla.
GUADALAJARA, JAL.- Hace cinco meses, la víspera de que se localizaran los 26
cadáveres en los Arcos del Milenio, las autoridades judiciales recibieron
denuncias sobre algunos levantones en varios municipios jaliscienses pero no les
dieron seguimiento. La historia se repitió hace unos días, cuando varias decenas
de personas fueron secuestradas y el miércoles 9 aparecieron 18 en dos
camionetas en la carretera a Chapala y dos más cerca de El Arenal.
Hasta la madrugada del sábado 12 aún no aparecían todos los secuestrados,
entre ellos una mujer. Y aun cuando los familiares de uno de los plagiados
pagaron el rescate, nunca regresó. Sus restos, desmembrados, aparecieron junto
con los de otras 17 personas el miércoles 9. Cinco de ellos fueron decapitados
vivos, otros tenían el tiro de gracia, según los peritos.
La Procuraduría General de Justicia de Jalisco (PGJ) sabía lo que estaba
sucediendo en Ajijic, San Nicolás de los Ibarra, San Antonio y San Juan Cosalá,
entre los municipios de Chapala y Jocotepec, en la ribera del lago, donde grupos
de desconocidos estaban levantando gente, según testimonios de algunos plagiados
que escaparon de sus captores el martes 8.
La “siembra” de cadáveres se volvió a presentar de manera similar a la de
noviembre pasado en los Arcos del Milenio, en esta ciudad, sólo que ahora los
cadáveres fueron abandonados en el kilómetro 25 de la carretera a Chapala y en
una brecha que va a la comunidad de La Querencia, en territorio de Ixtlahuacán
de los Membrillos. Un grupo de desconocidos dejaron ahí dos vehículos cargados
con 18 cuerpos humanos –13 más o menos completos y cinco descuartizados y sin
cabeza– la mañana del miércoles 9.
Y aunque la PGJ admite que desde el 27 de abril tenía información sobre
varios levantones en el municipio de Chapala, sus agentes no fueron a investigar
ni informaron a la comunidad sobre lo que estaba pasando.
Según los testimonios de los lugareños recogidos por los medios locales, hace
más de 15 días dos adolescentes y un adulto fueron levantados por hombres
armados en San Juan Cosalá. Y pese a que los familiares presentaron la denuncia
ante la procuraduría del estado, los peritos comenzaron a investigar sólo cuando
aparecieron las camionetas con los 18 cadáveres.
El viernes 11 por la noche aun se veía en el poblado una manta con los
nombres de los desaparecidos: Liliana, Pedro y Armando. Sus familiares no saben
si están vivos; sólo claman que los tres son inocentes y exigen a sus captores
que los liberen.
Para las autoridades de Jalisco las ejecuciones son resultado de un
encontronazo entre chapos-golfos y zetas-milenios que se disputan el territorio
jalisciense. Los reportes policiacos indican que las bandas habían planeado
levantar a medio centenar de personas y llevarlas a una casa de Ahuisculco,
municipio de Tala, donde serían ejecutados.
De acuerdo con el plan, los cuerpos serían tirados en lugares próximos a la
zona metropolitana de Guadalajara el jueves 10. Pero la fuga de 10 personas el
martes 8 alteró el plan original, que abarcaba la ejecución de 50 personas.
Para la procuraduría estatal el multihomicidio es una respuesta de Los Zetas
y sus aliados del Cártel del Milenio a la banda de Joaquín El Chapo Guzmán,
cuyos sicarios ejecutaron el pasado 4 de abril a 23 personas en Nuevo Laredo,
Tamaulipas. Ese día aparecieron 14 cuerpos en una camioneta abandonada y nueve
más colgados en un puente peatonal.
La fuga
El miércoles 9 por la mañana los pobladores de Ixtlahuacán de los Membrillos
supieron del hallazgo de los 18 cuerpos mutilados. La PGJ aseguró una Ford
Ecosport en la que se encontraron cinco cabezas humanas, piernas, brazos y otros
restos, así como otra camioneta Toyota oscura tipo Sienna con los demás
cuerpos.
Las unidades fueron trasladadas al Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses
con su “carga” para realizar los peritajes de ley y para evitar que los
reporteros y fotógrafos se enteraran del hallazgo.
En su edición del jueves 10 el periódico Mural publicó una nota en la cual
indicaba que, según versiones extraoficiales, en las dos camionetas había
mensajes contra Joaquín El Chapo Guzmán, Ismael El Mayo Zambada y José Ángel
Carrasco Coronel, sobrino del desaparecido Ignacio Nacho Coronel, líderes del
Cártel de Sinaloa.
La nota aludió también a la presunta protección del gobierno de Jalisco a ese
grupo. El procurador estatal, Tomás Coronado Olmos, rechazó el señalamiento y
negó que se hubieran encontrado mensajes o amenazas contra autoridades
estatales.
Ese mismo día aparecieron otros dos cuerpos en el municipio del Arenal; ambos
tenían el tiro de gracia. La policía los relacionó con el mismo hecho. Coronado
Olmos declaró que al parecer la mayoría de los muertos no tenía que ver con la
delincuencia organizada.
El miércoles 9, el mismo procurador admitió que era imposible precisar el
número de víctimas pues sus cuerpos estaban desmembrados. Tras reunirse con el
gabinete de Seguridad, encabezado por el gobernador, Emilio González Márquez, en
Casa Jalisco, Tomás Coronado dijo que el hallazgo estaba relacionado con el
descubrimiento de una decena de personas secuestradas en el poblado de
Ahuisculco, en Tala, de donde algunos lograron escapar de sus captores durante
la mañana del martes 8.
Incluso declaró que el mismo día en la población de Navajas, en el mismo
municipio de Tala, fue capturada Laura Rosales Sánchez, de 25 años y oriunda del
lugar, quien cuidaba a los secuestrados en la vivienda propiedad de su
familia.
Estaban encerrados en una vieja finca marcada con el número 34 de la calle
Ignacio Zaragoza, a unos metros de una escuela primaria y del lienzo charro Nati
Cano. En el interior de la vivienda asegurada los policías y empleados del
Servicio Médico Forense buscaron indicios de personas asesinadas. No encontraron
ninguna pista.
Según testimonios recabados por Proceso, antes de la llegada de las
autoridades a ese poblado, al menos ocho de los afectados acudieron directamente
a las casas de algunos pobladores para pedir comida y solicitar permiso para
realizar una llamada telefónica a sus familiares… y a la policía:
“Vimos que cuatro de los secuestrados entraron por la parte de la huerta a mi
finca y nos asustamos. Les ofrecimos un poco de agua y les pedimos que, por
favor, salieran de la casa; nos daba miedo que permanecieran en ella”, relata
una de las personas que brindó auxilio a los secuestrados.
El delegado municipal de Ahuisculco, Fernando Ortega, y varios pobladores
localizaron a los fugados y los llevaron al ayuntamiento. Ahí les dieron agua y
comida y los interrogaron. Algunos iban totalmente desnudos. Uno de ellos llegó
a la carretera Tala-Guadalajara para pedir ayuda.
Eran las 10 de la noche del martes 8 y las unidades de la policía estatal aún
montaban guardia en la zona. Durante más de cuatro horas Ahuisculco fue tomado
virtualmente por agentes policiacos y soldados. Estos últimos bloquearon las
cinco entradas a la ranchería, donde habitan poco menos de mil personas.
Sin embargo, ni la fuga de varios secuestrados ni el despliegue
policiaco-militar pudo disuadir el plan de “siembra” de cadáveres establecido
para el jueves 10; sólo se adelantó un día, según informó el diario El
Occidental el miércoles 9, y aludió al decomiso de un narcolaboratorio
localizado en Acatlán de Juárez tras la captura de Laura Rosales.
Una procuraduría negligente
En sus declaraciones, Laura Rosales relató que fue su hermano Ángel Rosales
–al que apodan El Terrillo y a quien la policía considera el líder de Los Zetas
en Chapala– el que se encargó de “reunir” a las víctimas “por órdenes de su
patrón”, aunque no dio su nombre. Dijo también que su hermano iba a ejecutar a
los plagiados para luego abandonar los cadáveres en dos vehículos en
Ixtlahuacán.
Según el procurador, la detenida admitió que trabajaba para Los Zetas y
aludió a las ejecuciones realizadas por la gente del Cártel de Sinaloa en Nuevo
Laredo, Tamaulipas, y la respuesta que preparaban sus rivales en Jalisco “para
que todo mundo supiera las cosas. Ahí están los resultados”, dijo el
funcionario.
Las autoridades estatales consideran posible que entre las personas que
custodiaba Laura Rosales en Ahuisculco se encontraran algunos de los levantados
en la ribera de Chapala entre el 24 de abril y el martes 8, la víspera del
hallazgo de los 18 cuerpos mutilados.
El mismo martes 8, habitantes de esa zona de Chapala llamaron a la redacción
de Proceso Jalisco para denunciar los levantones en la región y para quejarse de
la nula respuesta de la PGJ.
El miércoles 9 por la tarde, Tomás Coronado dijo que desde finales de abril
la procuraduría recibió denuncias sobre desapariciones en Chapala. Al principio
dijo que eran 15, pero luego corrigió y dijo que eran 30. Admitió también que en
la región Valles se reportaban 12 quejas similares.
A decir de los vecinos de Chapala, la PGJ actuó con negligencia, aun cuando
en esa zona residen miles de extranjeros. Se comportó como en noviembre pasado,
cuando a pesar de que tenía 10 denuncias sobre desaparición de personas, actuó
sólo cuando aparecieron 26 cuerpos abandonados en las inmediaciones de los Arcos
del Milenio la madrugada del 24 de noviembre (Proceso 1830 y 1831).
Esa vez el forense Alfredo Rodríguez criticó la incapacidad de las
autoridades estatales para enfrentar ataques directos a la población, mientras
el investigador de la Universidad de Guadalajara Dante Haro calificó el
multihomicidio como un acto de narcoterrorismo en el marco de la guerra entre
chapos y zetas.
Hasta el sábado 12 sólo se habían identificado los cuerpos de varios meseros
de entre 16 y 28 años que trabajaban en el restaurante Piedra de la Iguana, en
un lugar conocido como Piedra Barrenada, al borde del lago de Chapala, y varios
estudiantes.
Uno de ellos, Jesús Martínez Delgado, de 18 años, cursaba el quinto semestre
de ingeniería en la Universidad de Guadalajara y había sido levantado el domingo
6; otro era Juan Luis Sandoval, de 16 años, quien también cursaba ingeniería, y
David Martínez Velázquez, de 18, recién egresado de preparatoria.
La Secretaría de Seguridad Pública estatal se vio más activa que la PGJ al
capturar a cuatro presuntos sicarios de Los Zetas implicados en los levantones y
en la masacre. Se trata de Héctor Manuel López, de 31 años y con antecedentes
penales por delitos contra la salud y robo a negocios; Milton Everado Castro, de
21; Ramón Parada Talamantes, de 44, y César Alejandro Rodríguez Cervantes, El
Moco, de 20. Este último fue captado en video cuando retiraba efectivo de un
cajero automático con la tarjeta de una de las víctimas. Todos residían en
Tala.
El viernes 11 la PGJ giró órdenes de aprehensión contra Armando Rafael
Figueroa Martínez, El Cali, El Colchón o El R20; Juan Carlos Antonio Mercado, El
Chato o El Molino, y Ángel Rosales Sánchez, El Jabalino, El R25 o El Terrillo,
hermano de Laura Rosales.
El día anterior, la Secretaría de Seguridad Pública estatal localizó una casa
rodante en San Nicolás de los Ibarra, municipio de Chapala, presuntamente robada
semanas atrás. Los agentes encontraron en su interior un arsenal que incluía
siete fusiles AR-15, tres AK-47, varias granadas de fragmentación, cuatro
pistolas de diferentes calibres y cargadores para los “cuernos de chivo”, así
como parque.
El mismo jueves 10, la Procuraduría General de la República confirmó que
personal asignado a la institución se sumaba a las investigaciones, si bien
aclaró que no atraería el caso del multihomicidio.
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