Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

martes, 3 de julio de 2012

Tonos de grises y negros- La historia que necesitamos para el país que queremos- El país del ¿“haiga sido como haiga sido”?

Tonos de grises y negros
José Blanco
 
       Escribo con los datos del PREP en marcha. Con 93.62 por ciento de las actas capturadas, Peña Nieto ganaba con 6.17 puntos porcentuales a Andrés Manuel López Obrador. La cifra se amplía en la elección de diputados, con 36.45 por ciento para el PRI-Verde, 27.14 para las izquierdas coaligadas y el 25.96 puntos porcentuales para el PAN. Escribo ayuno de algunas informaciones, como las incidencias totales, o el discurso que hoy lunes que escribo, daría AMLO. Me parece que las incidencias no modificarán el resultado de la elección presidencial.
 
No existen en el mundo comicios cuya pulcritud sea químicamente pura. No podríamos esperar de los nuestros algo distinto.

Desde el ángulo de las izquierdas, la explicación debe comenzar por voltear a verse a sí mismas. Su propia responsabilidad, antes de buscar la viga en el ojo ajeno. Cerca de 3 millones de votos de diferencia entre AMLO y EPN pudieron probablemente haberse superado por las izquierdas, si éstas hubieran tenido otro comportamiento durante los últimos seis años. Parece clara esta conjetura. Izquierdas divididas entre ellas y en el interior de ellas. Pleitos interminables en vitrina, realmente deleznables. La respuesta del propio AMLO a la sucia elección de Calderón no fue la mejor, y seguramente aportó su cuota a los resultados de hoy. Diversas izquierdas gobernaron entidades de la Federación mediante estilos y métodos iguales a los del PRI de siempre. Los cambios de partido como de calzones fueron inexplicados, que no fuera que no se satisfizo el interés político personal de los trapecistas de izquierda. Sus escenas de buscabullas exaltados fueron numerosas en la Cámara de Diputados…

A pesar de ello es notable el avance de las izquierdas; vaya tolerancia de la sociedad mexicana. Ganó la elección con una diferencia mayor que cualquiera otra elección, en el DF, la entidad de mayor desarrollo del país: el mayor PIB per cápita, el más alto nivel medio educativo. Ganó la elección presidencial en ocho entidades de la Federación. Se recuperó en la Cámara de Diputados hasta alcanzar 27.2 por ciento de las curules de elección directa. No puede pedírsele a AMLO que no viva un duro duelo, pero la izquierda que necesita México, como el oxígeno, es otra. Debe depurarse y crecer intelectualmente para superar los que ahora fueron casi 3 millones de votos con los que perdió, y tendrá que hacerlo en medio de grandes fuerzas horriblemente hostiles a la fuerza política cuya única razón de existir (algo que tiene mil facetas), es la justicia social.
El PAN fue vapuleado porque la sociedad terminó por convencerse de que los dos infaustos sexenios panistas fueron la continuidad del dinosaurio priísta, en términos de desigualdad social, de pobreza, de corrupción, de conservación del corporativismo putrefacto, a los que sumó una gobernanza ineficaz, y el fortalecimiento sin medida de la industria del crimen. Calderón puede estar seguro que será protegido por el nuevo gobierno.

El estilo de tertulia priísta que vimos toda la vida fue el que recibió a Peña Nieto. La misma clase de maistro de ceremonias con los mismos gritos engolados. El discurso, bueno, el que dicen todos los presidentes electos en su primera presentación: gobernaré para todos, hagamos a un lado nuestras diferencias, unamos nuestras coincidencias, sobre todo aquella que viene siempre por delante: nuestro amor a México. ¿A México? La brutal desigualdad socioeconómica que azota al país es el fundamento de la existencia de muchos Méxicos. Es la inmensa tarea que tiene, no Peña, sino la sociedad mexicana.

Peña y AMLO hicieron una campaña de seis años. Pero por senderos distintos. Hay que repetir nuevamente el secreto: Peña fue una construcción de las televisoras, Televisa por delante, y cuenta con una red de relaciones con grupos priístas (como las izquierdas el PRI son muchos pris, aunque han practicado por décadas disciplinas que los atan y los protegen a todos) y con grupos de los poderes fácticos. Pueblo jodido, en su gran dimensión, es el mundo en el que se mantuvo inmerso la mayor parte de su interminable recorrido.

No debiéramos olvidar que ese pueblo es en gran medida educado por la caja idiota. De ahí la importancia decisiva del discurso central de #Yosoy132 sobre los medios. Es evidente que la construcción de una nueva izquierda pasa por la definitiva democratización de los medios.

Peña dijo en su discurso que no habrá viejo PRI. No puede haberlo en cierto sentido, porque no hay más carro completo: habrá una Cámara de Diputados partida en tres y hay los avances y las lecciones que acaban de llevarse las izquierdas que, esperemos, sepan procesar. Lo que está por verse es exactamente qué es la nueva generación de políticos priístas referida por Peña. Que especifique de qué habla cuando expresa que tendremos una economía de mercado pero con sentido social. ¿Se alejará del neoliberalismo, moribundo en el planeta? Volveremos.


La historia que necesitamos para el país que queremos
Pedro Salmerón Sanginés
 
        En los 20 años que tengo vinculado a la producción histórica, primero como estudiante y luego como profesor, nunca había visto a los historiadores académicos actuar como comunidad frente a los desafíos de la vida pública. No es que mis maestros no se involucraran a escala individual con los grandes problemas nacionales o con los relativos a la educación superior y la investigación científica –y también en eso fueron mi ejemplo Alfredo López Austin, Álvaro Matute, Arnaldo Córdova, Carlos Martínez Assad, Javier Garciediego, Josefina MacGregor, Renato González Mello, Víctor Orozco y tantos otros–, pero sí extrañábamos la ausencia de una comunidad de discusión más allá de lo historiográfico, más allá de nuestras instituciones.
 
Por ello, no puedo menos que saludar con enorme alegría dos fenómenos simultáneos: las discusiones que en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dieron por resultado el documento La historia que necesitamos para el país que queremos y, por otro lado, la instauración del seminario Ética para historiadores (o México falsificado), en la Dirección de Estudios Históricos del INAH.

El primer documento fue resultado de varias sesiones de discusión en las que alumnos y profesores debatimos la situación actual de la ciencia –o arte, no discutamos– histórica, y de los aspectos de ella en que nos parece que el Estado debe tomar parte: a) la redefinición y custodia del patrimonio histórico, arqueológico, artístico y cultural, tangible e intangible, lo que entre otras cosas implica descalificar la noción de elitista de cultura para entenderla como creación colectiva en permanente construcción; b) la construcción de una cultura cívica que evoque procesos y momentos relacionados con los valores de un estado liberal, democrático, laico, incluyente y tolerante, y que busque preservar su propia existencia, la integridad de su territorio, su soberanía y su organización como un estado de derecho; c) el replanteamiento de la enseñanza de la historia en los niveles básico y medio, para hacerla el fundamento de una ciudadanía comprometida, autónoma, crítica y plural que se precisa para la construcción de un futuro más justo e igualitario.
La reflexión sobre estos problemas se convierte en un llamado a la acción: a mediano plazo, las decenas de historiadores que redactaron el documento y los centenares que lo firmaron (entre los que se cuentan algunos de los de mayor prestigio y reconocimiento público), llamamos a votar por Andrés Manuel López Obrador en esta coyuntura electoral, como lo hicimos público en conferencia de prensa el jueves 7 de junio. A mediano plazo –y mucho más allá de la coyuntura electoral, con ánimo plural e incluyente–, convocamos a la constitución de un Observatorio Ciudadano de la Historia, el 16 de agosto en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, para dar seguimiento crítico a los temas atrás señalados y a los que se vayan presentando. El documento completo puede consultarse en politicahistoriografica

Por los mismos días en que empezaba a reunirse ese grupo en la UNAM, en Tlalpan nació, como ya dije, el seminario Ética para historiadores. En efecto, desde antes de que empezara a publicar esta serie de artículos, algunos colegas y amigos reunidos en torno a la parrilla de mi casa habíamos venido comentando sobre la necesidad de poner un hasta aquí a los falsificadores, plagiarios y vividores de la historia que en estas páginas he tratado de desenmascarar. Este grupo empezará a presentar públicamente los resultados de sus discusiones en los foros de La Jornada/Casa Lamm, un lunes al mes, lo que se inició el 11 de junio con la mesa redonda Historia, ¿para qué?, donde recordamos el sentido social, formativo y creador del conocimiento histórico.

Confío en que estas acciones lleven a un creciente número de historiadores a la reflexión sobre el significado social de nuestro trabajo, así como a cerrar el camino a quienes han venido vaciando de contenido y significado nuestra historia. ¡Saludamos al Observatorio Ciudadano de la Historia y al seminario Ética para historiadores, esperando que sean una campanada para enfrentar la crisis en que está sumida la ciencia histórica!


El país del ¿“haiga sido como haiga sido”?
Magdalena Gómez
 
      Una cosa es cierta: la sola posibilidad de que se intente un cambio de fondo en el país conjunta, para impedirlo, a los más diversos sectores ligados de una u otra manera a la red de privilegios y/o corrupción, así como intereses derivados del proyecto neoliberal más allá de las fronteras.
 
Transcurrida la jornada electoral, son muchas las aristas de reflexión que abre el posible desenlace electoral en favor de la restauración priísta en la Presidencia de la República. Pues bien vale recordar que el síndrome del tlatoani nos impide reconocer que bien a bien el PRI siguió gobernando en no pocas entidades del país. Vale la pena identificar cómo se refuncionalizó el PRIAN en los 12 años del PAN ocupando Los Pinos. Buena parte de los escenarios de corrupción y acción del crimen organizado se presentaron en entidades bajo gobierno priísta. En ningún espacio federal o regional se observó transformación del partido que ocupó el poder por décadas. Ni en retórica ni en los hechos. Vaya, ni siquiera intentaron un cambio de nombre, como se hizo en sus tiempos originales para evidenciar su transformación. De manera que podríamos encontrar vigentes las razones ciudadanas de hace 12 años para rechazar en 2012 el retorno del PRI.

¿Qué pasó, entonces, para encontrarnos con una votación amplia para el PRI frente a la que hasta ahora se reconoce a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con una trayectoria política ligada a la lucha por un nuevo proyecto de nación? Es realmente ejemplar que esté en la disputa cuando durante seis años continuos pretendieron borrarlo de la escena política a través de los medios y hace sólo tres meses lo consideraban en ellos totalmente marginal. Fue correcta su estrategia de seis años de organizar un movimiento como el Morena para vigilar la jornada electoral y de recorrer varias veces todo el país; lo fue también plantear lineamientos para un cambio de fondo e incluso buscar alianzas con sectores de empresarios. Sin duda se encontrarán errores, como en todo proyecto, pero no está ahí la respuesta que buscamos. Considero que debemos volver los ojos a dos factores: el escandaloso fracaso de los gobiernos del PAN, en especial el saldo del sexenio aún en curso con la llamada guerra contra el crimen organizado. Ese desgaste generó en el priísmo la convicción de que el PAN ya no resultaba funcional y en ello estaba su oportunidad para garantizar que el proyecto neoliberal continúe, porque es la razón esencial que unifica al PRIAN. El otro aspecto fundamental que explica por qué está adelante un candidato sin perfil propio, con discurso y prácticas del pasado autoritario, un dinosaurio joven, es el hecho de que operó la pinza del duopolio televisivo, con sus encuestas como medio para generar un cerco en torno a AMLO y a la vez con el uso del poderoso aparato tradicional de compra y coacción de votos, cuyas evidencias deberán investigarse y sancionarse.
En este contexto, la fuerza social de AMLO es un capital político que se debe cuidar. Ello explica su inteligente postura para salirse del cerco que la tarde del 1º de julio le tendieron, presionándolo para que reconociera el triunfo del priísmo, aun antes de que se anunciara el conteo rápido, ¡increíble! La candidata del PAN fue sacrificada ¡por su propio partido! para abrir el escenario de reconocimiento anticipado de derrota. Cuando se firmó el absurdo pacto de civilidad, dirigido a él, para comprometerse a aceptar el resultado electoral, no imaginamos que pretendían llevarlo hasta ese absurdo Hábilmente la clave del mensaje de AMLO, después de conocer la información del IFE, fue esperar el resultado del cómputo definitivo en los distritos electorales y recordar que “ya se conoce que no hubo la equidad que establece la Constitución en este proceso. Es de dominio público el dinero a raudales, la falta de equidad en los medios de comunicación… En suma, los factores del desequilibrio y desigualdad… No está dicha la última palabra… No descalifico lo que se está dando a conocer oficialmente. Hace falta tener el escrutinio legal; hace falta tener legalidad del proceso electoral”. Dos días antes, la Coordinadora Nacional de la Proclama por el Rescate de la Nación entregó una carta al presidente del Instituto Federal Electoral (IFE) para advertirle de la presencia de prácticas utilizadas en comicios anteriores que ponían en riesgo el pleno respeto al sufragio efectivo mediante la compra y coacción del voto, el rebasamiento de los gastos de campaña de los candidatos presidenciales y la ilegalidad e ilegitimidad de su financiamiento. Anotaron que la clave está en la manipulación del voto antes de que los electores lleguen a las casillas, en cuya base está la enorme desigualdad social. Lograr la transparencia íntegra de este proceso requerirá de la movilización y resistencia social pacífica, sin desconocer el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador.

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