Calderón, el usurpador que terminó como genocida: retrato en el que tendría que verse Peña
Retratado en él tendría que verse Peña Nieto que está a tiempo de hacer lo correcto y esperar en todo caso otros seis años o incluso presentarse como candidato con igualdad de condiciones a la nueva elección convocada por un interino
No están del todo equivocados los judiciales federales que alegan haber confundido con narcotraficantes a los elementos de la DEA que iban acompañados por un elemento de la Marina en una camioneta, en la cual viajaban por territorio mexicano, cuando fueron atacados por los paramilitares que se conocen en México como policías. Lo que, de entrada, si no fuera por las consecuencias atroces que para México va a traer el hecho, incluso se podría pensar como una revancha del cielo, en contra de los que por el mundo entero, ya se sabe, que son los reales capos controladores del narcotráfico como el ámbito delincuencial pero productor del dinero con el que se mantiene el sistema financiero del Imperio yanqui; de los que ya se sabe que son los impulsores de las consecuencias de la droga mantenida como clandestina, porque solo como clandestina, la productora puede funcionar como productora de la violencia, que como consecuencia, llegado un entreguista como cabeza, puede llevar a la declaración de una falsa guerra, con la que, entre otras cosas, como borrar del mapa a pobres que sobran, a periodistas que informan y a luchadores que denuncian, se ha convertido a nuestro país en laboratorio, como puerta del dominio, que con el pretexto del narcotráfico por ahora, al que se suma el del terrorismo y al que no tardará en sumarse el de la guerrilla; laboratorio para hacerse del control, el imperio yanqui, de América Latina y ya van por Centro América que no tardará en repetir de nuevo su larga historia de represión que muchos creían superada.
Y si no los paramos todos los pueblos unidos, empezando por ubicar, de entrada, a nuestro primer enemigo, luego el imperio irá por el Sur, que se le está saliendo de las manos, con presidentes menos entreguistas. El pago por el ataque a los de la DEA será enorme y llevaban los susodichos un vehículo con placas diplomáticas, lo que da buena cuenta de la desesperación de García Luna, quien demasiado quieto se muestra por estos días, a pesar de lo necesitada que se encuentra la telebasura de más shows mediáticos con qué distraer “al populacho”, a “los lúmpenes”, que no acabamos de entender que en México el IFE y el TRIFE quieran imponer como cabeza a un individuo desprestigiado a lo largo y ancho del mundo, incluso ajeno, se podría decir, parodiando el titulo de la novela de Ciro Alegría, que por supuesto también viene a cuento, como viene la necesaria relectura del boom latinoamericano para entender las dictaduras.
Calderón no está dispuesto a dejar ni un solo títere con cabeza. Quien llegó usurpando y acaba como genocida, deja al Ejército Mexicano brutalmente desprestigiado, incluso para cumplir con el mandato que justifica su existencia. Lo que es alarmante incluso en términos de lo que en México anuncia como la crónica de los próximos, de momento seis años, nuevamente de desgobierno a modo de las mafias que controlan por completo al poder, de momento, con un negro horizonte a la vista para los próximos seis años, que quién sabe hasta cuándo puedan prolongarse para el pueblo masacrado que Calderón deja, llevándose la fortuna inmensa que le habrá dejado el puesto usurpado, manchada con la sangre, del pueblo que no lo eligió tampoco mayoritariamente, como su único bagaje.
Retratado en él tendría que verse Peña Nieto que está a tiempo de hacer lo correcto y esperar en todo caso otros seis años o incluso presentarse como candidato con igualdad de condiciones a la nueva elección convocada por un interino, luego de que se invalide la que a México desprestigia y por encima del menos democrático país del mundo.
María Teresa Jardí - Opinión EMET
García Luna en la mira de EU
Al cierre de estas líneas, el personal de la Policía Federal que participó en la balacera comparecía ante el agente del Ministerio Público de la Federación, para esclarecer los hechos y deslindar responsabilidades.
Al acercarse el ocaso de su administración, Felipe Calderón se entrampa cada vez más en su fallida estrategia contra los cárteles de la droga. El lastre que lo hunde está centrado en un truculento personaje, Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública (SSP), y quien es considerado como su funcionario “protegido y consentido”. El único y principal respaldo a su “guerra contra el narco”, el del gobierno de los Estados Unidos, ha sido cuestionado y analizado desde hace más de un año por el embajador Anthony Wayne, debido a las ligas de sus funcionarios con los capos de los principales cárteles de las drogas. La resolución de las autoridades estadounidenses, particularmente las militares, no es favorable a la administración calderonista, en particular al titular de la SSP. El panorama termina de ennegrecerse con el ataque ayer de agentes de la Policía Federal, dependiente de García Luna, contra una camioneta donde viajaban dos funcionarios (aparentemente agentes de la DEA) de la embajada de Estados Unidos en el tramo carretero Tres Marías-Huitzilac.
Es natural el nerviosismo que se apodera del todopoderoso secretario de Seguridad Pública a escasos meses del final de la administración de su cómplice. A partir del 1 de diciembre, nadie protegerá a los funcionarios de Felipe Calderón, pese a que éste parece tener ya amarrada su impunidad con la próxima administración federal. En el gobierno entrante, García Luna se convertirá en la pieza mayor del combate a la corrupción permitida y alentada por el calderonismo en la administración pública federal. Sus ligas con el cártel de Sinaloa que lidera Joaquín “El Chapo” Guzmán han sido documentadas no sólo por investigaciones periodísticas tan destacables como las de Anabel Hernández, en el libro “Los señores del narco”, o las de Malcolm Beith, en su libro The Last Narco –una biografía de “El Chapo” Guzmán”, o por acusaciones directas en el Congreso de la Unión, como la del ministro en retiro de la SCJN y presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales en la Cámara de Diputados, Juventino Castro y Castro, y la del legislador del PT, Gerardo Fernández Noroña, quien en una ríspida comparecencia en la Cámara baja en octubre del año pasado, le dijo en su cara “asesino, vinculado al narco, al grupo de “El Chapo” Guzmán, uno de los peores delincuentes del país, de los más peligrosos”.
García Luna está en la mira de los Estados Unidos desde hace meses y su utilidad está por caducar. En los pasos previos a su ratificación como embajador de Estados Unidos en México, Earl Anthony Wayne tuvo que responder a las inquietudes de miembros del Congreso de su país sobre la infiltración del narco en el gobierno de Felipe Calderón, donde concretamente se mencionaba a García Luna. Al ser ratificado por el Senado como embajador en México, en julio de 2011, Wayne confirmó que una de sus principales tareas sería investigar seriamente los señalamientos contra Genaro García Luna por sus presuntas relaciones con el narcotráfico. Desde hace más de un año, congresistas republicanos han destacado que para derrotar al narcotráfico en México es necesario investigar a fondo las acusaciones en el sentido de que en su gobierno prevalecen actos de corrupción, en especial los que se atribuyen al actual titular de la Secretaría de Seguridad Pública, y fortalecer el intercambio de información de inteligencia militar entre Estados Unidos y su vecino del sur.
Por eso, el ataque de este viernes de agentes de la Policía Federal a funcionarios de la Embajada de Estados Unidos en el tramo carretero de Tres Marías-Huitizilac, se convierte en un punto neurálgico no sólo en las investigaciones de agencias de inteligencia estadounidenses contra funcionarios de primer nivel de la administración de Felipe Calderón, sino de la relación global del gobierno de Barack Obama a la guerra contra el narcotráfico en México, que está siendo analizada en los primeros círculos del gobierno de ese país.
Por eso no extraña que en forma conjunta las secretarías de Marina y Seguridad Pública salieran a informar y confirmar que fueron agentes de la Policía Federal quienes dispararon contra la camioneta marca Toyota, con placas BCM-242 de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SER), donde viajaban los ciudadanos estadounidenses Jess Hoods Garner y Stan Dove Boss, presuntos capacitadores policiales, quienes fueron heridos y trasladados a un hospital de Cuernavaca, Morelos, donde fueron atendidos de sus lesiones, y quienes iban escoltados por dos elementos de la Marina. Posteriormente fueron trasladados a un hospital de la Ciudad de México. La unidad diplomática recibió por lo menos 30 impactos de bala.
El comunicado conjunto de esas dos dependencias, confirma: “el día de hoy (viernes) a las 08:00 horas, un vehículo diplomático de la Embajada de Estados Unidos de América (que se dirigía a instalaciones de la Armada, ubicadas en el Cerro del Capulín, en el municipio de Xalatlaco) recibió múltiples impactos de bala en el tramo carretero Tres Marías-Huitzilac de parte de personal de la Policía Federal que se encontraba en la zona realizando labores de persecución del delito”. La camioneta Toyota fue alcanzada por un vehículo en el que viajaban personas que les mostraron armas de fuego “por lo que el conductor del vehículo diplomático maniobró para evadirse y reingresar a la carretera, momento en el cual los tripulantes del vehículo agresor abrieron fuego contra el vehículo diplomático”. “Momentos después, otros tres vehículos se sumaron a la persecución y realizaron disparos con armas de fuego contra el vehículo de la Embajada de EU”.
Uno de los marinos solicitó apoyo de sus compañeros, llamada que logró que más elementos de la Marina y del Ejército acudieran en su auxilio. En sus primeras informaciones, los marinos presumen que se trató de una emboscada pues desde las laderas de la carretera hombres armados también dispararon a la camioneta blindada, que recibió tantos disparos que el blindaje no fue suficiente, por lo que resultaron lesionadas tres personas, entre ellos un capitán de la Marina.
Tras el ataque, en los primeros momentos, se intentó manejar la versión de que fue una confusión la que provocó el ataque de los policías federales al vehículo diplomático de los Estados Unidos. Se dijo que los federales estaban en operativo, toda vez que el jueves, en el municipio de Huitzilac, Morelos, delincuentes robaron la camioneta del director del Museo de Antropología e Historia, por lo que estaban en busca del vehículo y los responsables. Se reportó que los policías federales marcaron el alto a dos camionetas, a la altura de Tres Marías, en las inmediaciones del poblado Fierro del Toro, pero debido a que los conductores no atendieron se desató el enfrentamiento.
Al cierre de estas líneas, el personal de la Policía Federal que participó en la balacera comparecía ante el agente del Ministerio Público de la Federación, para esclarecer los hechos y deslindar responsabilidades. Se informó que los dos estadounidenses, de quienes se dijo en un principio que eran agentes de la DEA y posteriormente se les señaló como capacitadores que participarían en programas de adiestramiento para servidores públicos mexicanos, recibieron heridas que no ponen en riesgo su vida, en tanto que un capitán de la Marina “se encuentra con contusiones leves”.
Personal de la Procuraduría General de la República (PGR) llegó al lugar donde se registró la agresión a la camioneta diplomática de EU, encabezados por Gabriela Prieto Ávalos, delegada de la dependencia en el Estado de Morelos. Al lugar también acudieron dos hombres con chalecos antibala en cuyo frente tenían la bandera de Estados Unidos, escoltados por cerca de 20 elementos de la Marina, quienes tomaron fotos de la camioneta que tiene un blindaje M-4, que registraba destrozos en el frente izquierdo y en la parte posterior, en la ventana del copiloto.
Este incidente, sin duda alguna, habrá de formar parte de la amplia investigación en torno a las relaciones de funcionarios federales de la administración de Felipe Calderón con los cárteles de la droga. Una truculenta historia que tiene sus raíces más sólidas en la administración de Vicente Fox en la que se gestó el poderío de cártel de Joaquín “El Chapo” Guzmán, con la cobertura, protección y respaldo de las fuerzas de seguridad pública, mediante el jefe de las fuerzas policiales, Genaro García Luna, como han acusado no sólo jefes policíacos mexicanos, políticos de oposición, investigaciones periodísticas, sino también pesquisas de agencias de inteligencia de Estados Unidos e indagaciones de congresistas estadounidenses.
Lilia Arellano - Opinión EMET
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