Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

jueves, 30 de agosto de 2012

ASTILLERO- ¿Y los Estados Unidos de América?-Los riesgos de la cooperación

Astillero
Lamentadas
Oportuno tesorito
Yarrington ¿y socios?
Madres abnegadas
Julio Hernández López
Foto
LOS RETOÑOS. René Fujiwara Montelongo, nieto de Elba Esther Gordillo, y Fernando Bribiesca, hijo de Marta Sahagún, ambos diputados por Nueva Alianza, ayer en la sesión constitutiva de la 62 Legislatura en el salón de plenos de la Cámara de Diputados
Foto Francisco Olvera
 
    Profundamente humanitario se vio el licenciado de Los Pinos ante las heridas menores que en un ataque mayúsculo sufrieron dos agentes extranjeros (de imprecisa condición diplomática, y muy probable acometer injerencista) por parte de policías federales mexicanos en un episodio más de la larga pesadilla de sangre y fuego que ha causado decenas de miles de cruentas muertes a las que el antedicho lic. no ha dedicado ni una palabra de conmiseración, mucho menos una comedida lamentación profunda y un servicial ofrecimiento de investigaciones a fondo y puntual justicia como los hechos por míster Calderón ante la imagen seca y altiva del señor Wayne, supervisor nombrado por Washington para asuntos de traspatio.
 
Por lo pronto, los sucesos de Tres Marías han pasado a formar parte de los grandes secretos nacionales. No se sabe la condición laboral específica de la pareja agredida (a la que acompañaba un capitán de la Marina al que a toda costa se pretende desligar del chofer de la camioneta blindada gringa, como originalmente se había reportado en medios), aunque se ha publicado que forman parte de la CIA, sin que nadie haya desmentido tal dato. Se les atribuye la tarea de capacitadores y que por tal motivo iban de visita a un campo de tiro de la secretaría de la Marina, pero una novela de alto espionaje como la vivida en tierras morelenses no merece tan insulsas líneas argumentales. Por lo pronto, luego de reponerse de las heridas menores provocadas por las esquirlas del blindaje rodante atacado de manera feroz por subordinados de Genaro García Luna, los dos estadunidenses se han ido de México y declararán sobre los hechos de sangre por la vía consular, si es que lo consideran necesario.
 
Haigan sido como haigan sido las cosas, lo cierto es que el apetito imperial vecino ha de sentirse estimulado ante noticias como la dada a conocer ayer por el antes mencionado lic. Calderón, quien se ha topado con la milagrosa aparición de un enorme yacimiento petrolero en el Golfo de México, justo a tiempo para incluir tan prodigioso relato en el sexto informe de gobierno y para festejar así la presunta comprobación de que ha sido exitosa su política de exploraciones en aguas profundas, en busca de tesoritos energéticos. Falta ver de qué manera buscan acomodarse los fortalecidos apetitos norteños citados líneas arriba y la tradicional vocación comisionista de funcionarios mexicanos deseosos de dar lustre a la tradición de fin de sexenio conocida como Año (en este caso, ya sólo les queda un trimestre) de Hidalgo.
 
No un trimestre ni un año sino todo un sexenio calculan tener poder ciertos hidalguenses pertenecientes al primer círculo de Peña Nieto. Ayer se confirmó que el ex gobernador Jesús Murillo Karam presidirá la mesa directiva de la Cámara de Diputados y en tal condición tendrá en sus manos, de manera breve pero muy significativa, la banda presidencial antes de transferirla al priísta comprador del cargo. Garante de orden y fuerza para que EPN rinda protesta sin sobresaltos, Murillo podrá pasar en diciembre a alguna secretaría o cargo federal, como mucho se ha mencionado.
 
Otro ex gobernador de Hidalgo, Miguel Ángel Osorio Chong, espera incorporarse al gabinete de tres colores. Y hay otro personaje hidalguense relevante: Alma Carolina Viggiano Austria, diputada federal saliente, aspirante a la candidatura priísta a gobernar su entidad natal y esposa del actual gobernador de Coahuila, Rubén Moreira. Según anunció ella misma, se encarga de los enlaces de EPN con organizaciones de la sociedad civil, misma tarea que realizó durante la campaña presidencial. El entorno familiar de la política hidalguense ha sido durante décadas el del más crudo caciquismo.
Otro ex gobernador que esperaba momentos placenteros durante el peñanietismo por llegar enfrenta, en cambio, una orden de aprehensión que no fue expedida en tiempos electorales, como largamente se amagaba con hacerlo cuando aún no se llegaba a los arreglos finales del calderonismo con el PRI encopetado. Tomás Yarrington es buscado por las policías mexicana e internacional, por asuntos relacionados con el narcotráfico. Así fue anunciado ayer por la procuradora federal de justicia estética, Marisela Morales, en presencia del ya imprescindible embajador de Estados Unidos en México, Anthony Wayne. El golpe a Yarrington, así quede en un impacto judicialmente menor, afecta intereses de los republicanos estadunidenses, pues el exmandatario tamaulipeco presumía de muy especial relación de afecto con George W. Bush. También alcanza negativamente a medios de comunicación que fungen como voceros del ex presidente, uno de ellos, escrito, en cuyo financiamiento han participado presuntos prestanombres del ahora razonablemente perseguido Yarrington.
Pero no todo han de ser noticias turbias o descorazonadoras. La tierna estampa de una abnegada madre mexicana que ve triunfar el fruto de sus esfuerzos puede alegrar cualquier tiempo nublado. Allí está el caso de la sacrificada Elba Esther Gordillo, que ha podido atestiguar el arribo de su hija, Mónica Arriola, a una senaduría. El álbum del éxito genealógico se completa con la instalación del nieto de la profesora Gordillo, René Fujiwara, en una diputación federal. Otra progenitora conmovida es la señora Marta (Sahagún, de apellido), cuyo hijo Fernando Bribiesca fue impuesto por el familiarmente generoso Panal como uno de los secretarios de la mesa directiva de la Cámara de Diputados.
Otros diputados federales, sin embargo, prefieren insistir en la temprana nostalgia protestante. Ayer mismo mostraron mantas y protestaron contra la imposición de Peña Nieto. Son indicios de los enojos por venir. En ese ámbito domesticable del congreso federal las izquierdas podrán colocar su condición opositora en una báscula mercantil, pero falta por verse el tamaño y la intensidad de la movilización social que generará el fallo del tribunal electoral a favor de Peña Nieto para el cual los magistrados solamente buscan encontrar el momento más propicio. ¡Hasta mañana!
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¿Y los Estados Unidos de América?
Adolfo Sánchez Rebolledo
El incidente de Tres Marías puso de manifiesto la proverbial ausencia de transparencia en las relaciones entre las agencias de seguridad de Estados Unidos y las autoridades mexicanas, cuyo comportamiento arroja un sinfín de dudas y cuestionamientos. Más que el secreto o la discreción, que podría considerarse consustancial a las funciones que desempeñan, prima la opacidad, el afán de mantener fuera de la vigilancia pública la actuación de las corporaciones encargadas de combatir el delito. Es materialmente imposible saber –desde la óptica de un ciudadano atento– si los procedimientos se ajustan a las leyes y los involucrados están sujetos al control de alguna instancia nacional responsable. Por ejemplo, el Presidente ofrece disculpas al embajador estadunidense por el intento de asesinato de dos agentes de la CÏA, pero no informa al país sobre la emboscada que les tendieron policías federales en un operativo sospechoso de principio a fin. Las preguntas obvias están en el aire y no debería ser muy complicado.
 
Averiguar qué hacían los agentes mexicanos vestidos de civil esperando en ese camino prestos a frenar a tiros el paso de una camioneta blindada con placas diplomáticas. O dilucidar con qué delincuentes los confundieron.

No extraña, pues, que ante la ausencia de información fidedigna, la especulación (y el temor) crezcan exponencialmente. Y no se trata, como pretenden algunos, de arrebatos nacionalistas dictados por un concepción estrecha de la soberanía, sino de subrayar uno de los renglones torcidos de la política de seguridad adoptada por el gobierno saliente, que no se caracteriza por su transparencia.

El gobierno de Calderón deja el problema de la guerra contra la delincuencia organizada sin precisar la estrategia a seguir a mediano plazo. Se insiste en temas como el de la corresponsabilidad, pero hasta hoy hay una enorme asimetría en las aportaciones de los estados a un lado y al otro de la frontera. En este punto sería iluso y contraproducente no fomentar la cooperación binacional en un asunto que de suyo tiene una dimensión global, pero es evidente que la política de seguridad mexicana no puede seguir los principios y valores definidos para proteger a la sociedad estadunidense. Valga el lugar común: lo que es bueno para ellos no es forzosamente útil o satisfactorio para nosotros. México no puede dictarles a los demás qué hacer en materia de drogas, armas y lavado de dinero, pero tampoco puede admitir, con la excusa de la ayuda técnica que es indispensable, que otros fijen las prioridades para enfrentar un conflicto que ya ha costado decenas de miles de muertos y desaparecidos. La cooperación, más entre vecinos, siempre será fundamental, pero México tiene que definir cuáles son los objetivos que en esta materia se propone alcanzar y hasta dónde está dispuesto a llegar sin buscar nuevas alternativas. Apenas el martes, David Brooks daba cuenta en estas páginas del borrador de política exterior de la plataforma del Partido Republicano, donde se propone un esfuerzo unificado sobre crimen y terrorismo, con mayor coordinación de inteligencia y capacitación militar con México. No se trata de alzar el fantasma del intervencionismo sino de reconocer que en la sociedad estadunidense, sobre todo en el sector conservador, predomina la noción del Destino Manifiesto, el “excepcionalismo americano” que en última instancia depende –reza la mencionada tesis del Partido Republicano– de nuestra capacidad para emplear un poder militar abrumador.
 
El final del sexenio obliga a reflexionar de nuevo sobre la naturaleza de la violencia que azota la vida mexicana; a examinar todos los componentes delicuenciales que la integran, subrayando la urgencia de mirar al país como una unidad cuya integridad está en riesgo. Eso es lo fundamental. La pretensión de resolver el desafío de la inseguridad a partir de medidas coercitivas, por muy sofisticadas que sean, no cambia el problema de fondo: si la sociedad que no es capaz de generar las condiciones para reproducirse (empleo, salud, alimentación) mejorando sus condiciones de existencia las buscará de cualquier modo fuera de la legalidad.
 
Pero si hay en Estados Unidos quienes plantean unir la lucha contra el terrorismo y la lucha contra las drogas, hay también quienes presumen que la viabilidad de México depende de su capacidad de realizar las reformas estructurales que mejor corresponden al fortalecimiento de sus intereses corporativos. ¿Podría extrañar que en este juego perverso Pemex fuera convertido en moneda de cambio?
 
En la coyuntura que viene, ante la conjunción en el tiempo de la violencia anticriminal con la imposición de reformas que profundicen la desigualdad social y la mano dura en el plano del gobierno, será necesaria la configuración de un poderoso movimiento social, capaz de salir en defensa de los intereses ciudadanos sin traficar con la agenda nacional.
Parajodas-Hernández
Los riesgos de la cooperación
Soledad Loaeza
El episodio ocurrido en Tres Marías en el que fueron atacados dos miembros de una corporación de Estados Unidos –ya sea la DEA o la CIA– por un grupo de agentes de la Policía Federal mexicana ilustra los riesgos de la cooperación. Todo indica que, como lo declaró la embajada estadunidense, se trató de una emboscada y no fue, como lo afirmaron los agentes mexicanos, una confusión. Lo que es incuestionable es el ataque contra personas que participan en el programa de cooperación bilateral de apoyo al combate contra el narcotráfico, el cual con seguridad se verá afectado por este episodio que puede agriar la relación México-Estados Unidos. Washington querrá aumentar las garantías de seguridad de sus agentes, y existe el riesgo de que esa exigencia convierta la cooperación en un intento de subordinación.
 
Según habitantes de la zona, los estadunidenses ya eran conocidos por ahí, pues desde hace una semana todos los días llegaban en su gran camioneta con placas diplomáticas inconfundibles, al campo de tiro donde entrenan a personal mexicano de ocho de la mañana a cinco de la tarde; también se daban tiempo para comer quesadillas y descansar (Reforma, 27/08/2012). Por eso son conocidos, y cuando dijeron que el tiroteo había sido una confusión nadie lo podía creer.

La cooperación sistemática entre México y Estados Unidos para asuntos de seguridad se inició desde la Segunda Guerra Mundial, cuando el enemigo común de ambos países era el eje Berlín-Roma-Tokio. Pasado el conflicto se mantuvo esta relación sin precedentes pero la identidad del enemigo común había cambiado: después de 1945 y hasta la primera derrota del sandinismo era el comunismo internacional, y así se mantuvo de manera constante, sin grandes variaciones de intensidad o profundidad. Ahora se supone que el enemigo común es el narcotráfico, que para efectos prácticos obliga a los dos países a cooperar. Irónicamente, en este caso en que los enemigos son criminales, parece haber ambigüedades, como si la coincidencia de intereses entre los dos países fuera menos estrecha que en el pasado, y como si las diferencias de interpretación respecto al origen del problema –la oferta o la demanda de droga– se hubieran extendido a la identidad del adversario, porque –como siempre– tenemos que defendernos de las políticas de Estados Unidos, así como del crimen organizado, pues ambos ponen en juego la estabilidad institucional.

El problema del narcotráfico y del crimen organizado alrededor del conjunto de delitos que evoca ha adquirido en México tales proporciones que se ha vuelto inmanejable, y en nuestra frustración ya no sólo señalamos el fracaso de la política gubernamental en esta materia, sino que experimentamos un resentimiento creciente hacia Estados Unidos, que es percibido como parte del problema. En ese país se localiza el mercado de consumo de drogas más grande del mundo y, sin embargo, hay la sensación entre nosotros de que es muy poco lo que su gobierno está dispuesto a hacer en su territorio para combatirlo, o para reconocer los efectos devastadores que sus leyes y políticas tienen para México. Si es cierto lo que observo en relación a cómo vemos nosotros a los estadunidenses en este, para nosotros sangriento combate, entonces existen elementos para investigar lo de Tres Marías como si hubiera sido una emboscada; pero si el ataque fue resultado de la miopía de los 12 agentes, tendremos que admitir que nuestra policía no es tan competente como la necesitamos. Si no es capaz de distinguir un vehículo diplomático de uno ordinario, hay que tener cuidado, porque todos podemos ser víctimas de una confusión similar.
 
Este caso no ha alcanzado las proporciones que tuvo el asesinato del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena en 1985, cuando el gobierno estadunidense de manera unilateral puso en pie la Operación Intercepción en la zona fronteriza, que acarreó múltiples problemas para la población local. Ante estas medidas de revisión y control, la Secretaría de Relaciones Exteriores reaccionó con acartonamiento y sin efectividad, como sugiere el propio presidente De la Madrid en sus Memorias, quien –nos dice– asumió personalmente la responsabilidad de desfacer el entuerto y entabló trato directo con el presidente Reagan. Ahora, el presidente Calderón ha hecho lo mismo. Sin embargo, todavía no sabemos hasta dónde llegará la irritación y la insatisfacción de Washington.
 
En el remoto pasado la cooperación consistía fundamentalmente en intercambio de información. Esta relación es perfectamente comprensible entre vecinos contiguos: si un asesino anda suelto por la colonia y mi vecino no me avisa, sólo puedo interpretar su comportamiento como un acto de hostilidad. Sin embargo, ahora la cooperación entre los dos países va mucho más lejos, porque incluye programas de entrenamiento, preparación profesional, apoyo financiero y tecnológico. Todo esto puede ser necesario, pero tenemos que reconocer que mientras más cercanos estemos a los estadunidenses, mayores son los riesgos de incomodidad. No en balde el presidente Lerdo de Tejada se negó a construir el ferrocarril al norte, con el argumento de que entre la fuerza y la debilidad, el desierto. Esa opción hoy no existe: lo que persiste es la cercanía geográfica, y la distancia en todas las otras dimensiones.

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