Sudáfrica: la destrucción del sueño democrático
Alejandro Nadal
Durante el siglo XX las luchas por la emancipación popular en África fueron un referente político clave a escala mundial. Particularmente importantes fueron los movimientos de liberación en países como Argelia, Namibia, Tanzania, Zimbabwe, Sudáfrica, Angola y Mozambique. Esas históricas gestas marcaron el proceso de descolonización y en plena guerra fría, algunas transformaron el paisaje africano en campo de batalla. En ese contexto, la ofensiva contra el apartheid en Sudáfrica se convirtió en símbolo del combate contra la injusticia en todas sus formas.
¿Cómo pudo el movimiento de liberación anti-apartheid abrazar el neoliberalismo?
La victoria electoral en 1994 del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) marcó el fin del odioso régimen de apartheid. Las negociaciones para la transición habían consumido muchos años y culminaron cuando se form
El paisaje mundial había cambiado de manera radical con el colapso de la Unión Soviética y la consolidación del neoliberalismo como paradigma de política económica en casi todo el mundo. En este contexto los líderes del ANC, con Nelson Mandela a la cabeza, se encontraron en una encrucijada. Por un lado, podían seguir luchando por el sueño de la República de Sudáfrica cimentada en la concordia racial, la igualdad y el control social sobre los recursos naturales y la estrategia de desarrollo económico. Por el otro, se abría la senda del pseudo-realismo político con un abrazo mortal con la ideología neoliberal.
En las negociaciones que preparaban la transición el ANC pudo haber planteado la necesidad de una reconstrucción que respondiera a las necesidades de la población africana oprimida por los largos años de apartheid. Hubiera sido necesario hasta plantear la responsabilidad de las empresas capitalistas que se beneficiaron del apartheid, en especial del proceso de migraciones forzadas que llegó a alterar significativamente la distribución demográfica del país. Sin embargo, la presión internacional le inclinó a adoptar una postura muy flexible en la que la palabra clave era la de ‘reconciliación’. En el fondo, el ANC claudicó sus posiciones históricas y aceptó que la injusta estructura económica heredada del apartheid resultara intocable en la nueva República de Sudáfrica.
El ANC llegó al poder con impecables credenciales de lucha anti-colonial y una propuesta de política económica medianamente reformista. Pero su programa de reconstrucción y desarrollo fue rápidamente abandonado y suplantado por la llamada Estrategia de crecimiento, empleo y redistribución (GEAR), un esquema de corte neoliberal. El objetivo central era situar a la economía de Sudáfrica en una senda de crecimiento basado en el sector exportador, con equilibrios macroeconómicos en lo interno, la promoción de una burguesía africana y la inclusión de segmentos de la clase trabajadora en las nuevas clases medias. Sudáfrica pasó casi sin sobresaltos del apartheid a un modelo de desarrollo regido por el neoliberalismo.
A 18 años de la victoria electoral del ANC la economía de Sudáfrica acusa gravísimas distorsiones. Se aplicaron todos los componentes de la receta neoliberal, desde una apertura comercial salvaje (que permitió inundar el mercado sudafricano con importaciones baratas de China, frenar una incipiente industrialización y generar un crónico déficit en la cuenta corriente), hasta una restricción fiscal para generar un superávit primario, agravando el panorama de las clases más desfavorecidas por el recorte en gastos sociales. El crecimiento del PIB llegó a tasas de 4.5 por ciento en promedio anual antes de la crisis, nada espectacular. Ese desempeño fue incapaz de abatir el desempleo que hoy alcanza niveles de 40 por ciento de la población activa.
Hoy la desigualdad y la pobreza no son muy diferentes de lo que existía en la era del apartheid. La explotación de la base de recursos naturales está exacerbando una crisis ambiental de enormes proporciones. Finalmente, la crisis global tendrá mayores repercusiones sobre todos los componentes de la economía de Sudáfrica.
Desde 1994 Sudáfrica ha sido presentada al mundo entero como ejemplo de reconciliación y de democracia electoral. Pero la masacre de Marikana es una llamada de atención. Lo mismo en México que en Sudáfrica, la lección es clara: cuando detrás de la democracia electoral se yergue el espectro de la desigualdad y la pobreza, dejar que el mercado salvaje fije la estrategia de desarrollo es un error de tenebrosas consecuencias.
La ONU deja Siria con un sombrío adiós
Robert Fisk
El comandante de la Organización de Naciones Unidas en Damasco dio un miserable adiós a su misión este martes y señaló, de manera muy poco convincente, que la ONU no abandonará a Siria, país al que convertirá en una zona libre de ataques al momento en que sus últimos 100 soldados emprenden la retirada el miércoles. Siempre que la ONU retira a su personal de Medio Oriente, invariablemente se avecina una calamidad: la partida de los inspectores de Naciones Unidas de Irak en 2003 presagió la invasión angloestadunidense. En privado, la organización mundial teme que ahora exista una vía libre para que Occidente y los árabes del Golfo atiborren de armas a Siria para ayudar a la rebelión contra el régimen de Assad.
felizfin del Ramadán, el mes de ayuno sagrado, al tiempoque insistía que la ONU no abandonará a Siria, sus propios oficiales empacaban y hacían fila para pagar sus cuentas de hospedaje, a un lado del podio.
Ni siquiera se tomaron la molestia de esperar a que Lakhdar Brahimigot llegara para asumir su papel como enviado de la ONU, señaló uno de los funcionarios de Gaye. El general declinó decir a periodistas si se habrían salvado más vidas de sirios, de haberse quedado aquí la organización.
Afuera, en la luminosa y acalorada tarde de Damasco, las calles, con frecuencia desiertas y las tiendas cerradas hablan de desfallecimiento, más que de colapso. No parece que el régimen de Bashar Assad esté a punto de partir, pero hay signos de ruptura por todas partes. Los soldados son alojados en la vieja estación Ottoman Haj, en el centro de Damasco, de la que no han salido trenes rumbo a ciudades sirias en meses. Pero la prensa siria oficialista (no existe otra) a diario trae noticias desde el frente de guerra en primera plana. La captura de armamento del Ejército Sirio Libre, el asesinato de civiles en los alrededores de la capital –que siempre es atribuido a
terroristas, desde luego– y discursos combativos de acólitos del gobierno dejan claro que la nación está en peligro.
Quizá por esta razón los sirios de Damasco hablan con creciente libertad sobre la oportunidad que tiene el régimen de sobrevivir, y debaten abiertamente la victoria o derrota de Bashar en cafés y restaurantes. Todos saben que a sólo unos kilómetros de la capital comienza una zona oscura, una tierra que abarca miles de kilómetros cuadrados, en los que a toda hora ocurren atrocidades. Las principales carreteras al norte han sido bloqueadas y la mayor parte de las líneas telefónicas de Alepo están fuera de servicio. La mayoría de los viajeros prefiere tomar el avión de Alepo a la capital pese a que el camino del centro de la ciudad al aeropuerto es muy peligroso. Este martes, la oficina principal de la aerolínea Syrian Arab, en Damasco, estaba atestada de personas que buscaban vuelos para salir del país, o que rogaban por boletos cancelados de última hora para que sus familiares en Alepo los pudieran ocupar.
Aún así, el régimen, cuya historia y raíces llegan a lo más profundo de Siria. Independientemente de lo brutales y corruptas que los opositores creen que son esas raíces, éstas parecen tener más vida de las que creen los Clintons, Panettas, y los Laurent Fabius de este mundo. Cuando el canciller francés Fabius, tras escuchar historias de refugiados y atrocidades en Siria, anuncia que Bashar Assad
no parece estar en esta tierra, suena más infantil que amenazador. De hecho, es el tipo de tonterías que a menudo escupen los dictadores árabes. Los habitantes de Damasco están más preocupados por sus familias que por obtener venganza. Un hombre de clase media a quien conozco de años me dijo ayer que su esposa trabajó para una oficina gubernamental, pero que
ahora la tiene en casapara que esté segura.
El ministerio de Información ha producido y empacado un DVD a base de filmaciones de bombas
terroristasque han estallado en todo el país, si bien admiten que el disco no contiene el ataque con camión bomba ocurrido la semana pasada cerca del hotel que hospedaba a la ONU.
El último adiós del general Gaye fue tan sombrío como breve. Después de que los solados de la ONU llegaron el 21 de abril para monitorear el retiro de las armas pesadas y el respeto al cese del fuego, la violencia disminuyó, dijo Gaye, pero “para mediados de junio estaba claro que las partes no estaban comprometidas con el cese del fuego.
Los observadores de la ONU trataron de facilitar pausas en los combatespara dar asistencia a las labores humanitarias.
Hago un llamado a todas las partes para detener la violencia que está causando tanto sufrimiento al pueblo sirio, proclamó el general Gaye para agregar que la ley humanitaria debe ser respetada.
Huelga decirlo, la ley humanitaria no está siendo respetada ni se respetará, y a partir del miércoles no habrá nadie que
facilite pausas en los combates.
Cuando le pregunté al buen general cómo se sentía personalmente respecto del fracaso de su misión, respondió que se sentía aliviado por el hecho de que
la ONU permanecerá en Siria. Pero esto es un absurdo; salvo por una minúscula oficina, con un personal de quizá diez funcionarios, no queda nada de una misión observadora de la organización mundial, con la única excepción de la UNTSO (Organización para la Supervisión de Tregua de la ONU), instalada tras la guerra de 1967 y que está dedicada desde entonces a mantener la paz entre sirios e israelíes en la meseta de Golán. Los valientes soldados que enfrentaron el fuego de metralla en Alepo y Homs no estarán más.
¿Debió la mision de la ONU en Siria estar encabezada por un diplomático en vez de un soldado? Nadie aquí parece entender por qué el general noruego Mood, antecesor de Gaye, dejó su puesto. Ayer aún se debatían cuestiones como si se debió dedicar más tiempo a hablar con las fuerzas opositoras afuera de Siria y sobre todo ¿por qué poner fin a la misión justo ahora?
¿Acaso porque algunos en los cuarteles de la ONU en Nueva York sabían desde el principio que no había intención de que la misión tuviera éxito? ¿O quizá las naciones occidentales y los patrocinadores del Golfo no querían a observadores husmeando en la cantidad del nuevo y cada vez más letal armamento que planeaban mandarle al Ejército Sirio Libre y a sus más barbados aliados en esas partes de Siria, en que la ley de Bashar ya no vale?
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
Israel exporta su guerra a América Latina
José Steinsleger/ II
La creciente injerencia de Israel en América Latina sintoniza con el fortalecimiento de los gobiernos populares en el sur del continente, el rotundo no al Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (cumbre de presidentes de Mar del Plata, Argentina, 2005), y la consolidación de Brasil como potencia soberana y mundial.
mundial y soberana, en tanto otras no lo son. Israel, por ejemplo, es una potencia. Sin embargo, y más allá de su política interior, depende, opera y funciona al compás de la agenda belicista de Estados Unidos. ¿Es posible que no siempre haya sido así? Puede ser. Pero una golondrina no hace verano.
Washington y Tel Aviv coinciden en atacar al Diablo que, como es sabido, vive entre Venezuela y Teherán, y en las sucursales que el infierno abrió en Bolivia, Ecuador y Nicaragua.
¡Tengan cuidado con Irán!, dicen los sionistas a los países que osan fortalecer sus relaciones diplomáticas y comerciales con el país asiático. Y el Comando Sur del ejército estadunidense, feliz de contar con un argumento más para instalar sus bases militares.
Cuando en la cumbre árabe-sudamericana de Brasilia (mayo 2005), el presidente de Argelia, Abedelaziz Buteflika, defendió el derecho de los palestinos de tener a Jerusalén por capital y que Israel se retire de los territorios ocupados, la embajadora sionista Tzipora Rimon y el Centro Simon Wiesenthal denunciaron que en su declaración se había omitido la condena explícita al
terrorismo suicida. Teniéndoles sin cuidado que Celso Amorim (canciller de Lula) había condenado todas las formas de terrorismo.
Un año después, el telefonista Andrés Oppenheimer entrevistó a Sergio Widder, director para América Latina del Centro Simon Wiesenthal, quien se declaró
sorprendidopor la
alianza entre grupos radicales de izquierda y grupos islámicos radicales en el gobierno de Néstor Kirchner(sic).
“Su causa común –añadió– ya no es la demanda de la creación de un Estado palestino, sino la adopción de la agenda iraní, que exige la aniquilación de Israel.” La cizaña de Oppenheimer aportó lo suyo:
Una de las cosas que más me sorprendió en recientes visitas que hice a Argentina y a otras naciones latinoamericanas es el creciente sentimiento antisraelí (sic), y la tácita tolerancia con el terrorismo de la milicia de Hezbolá en varias partes de la región(sic, Reforma, 14/8/06).
El falaz y maniqueo discurso sionista cuenta con poderosos ideólogos y exégetas. En Estados Unidos figuran el Comité de Asuntos Públicos (Aipac, por sus siglas en inglés), creado por republicanos y demócratas a finales del decenio de 1950; el tenebroso Comité del Peligro Presente (CPD, por sus siglas en inglés, nacido en 1950 y reactivado en 1976
para combatir al terrorismo y las ideologías que lo promueven) y el Washington Institute for Near East Policy (Winep).
Tales entidades nutren y pautan las directrices de un par de institutos que en Israel dirige el
expertoEly Karmon: el Internacional para la Lucha contra el Terrorismo (ICT), y el Político y Estratégico del Centro Interdisciplinario (IDC). Y de ambos surge la llamada
diplomacia pública, que a modo de soft power rige la propaganda del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel: la hasbará.
La hasbará es un término hebreo que quiere decir
explicacióno
esclarecimiento. Que en contante y sonante no es más que propaganda y contrapropaganda. Un ejemplo de hasbará podemos apreciarlo en los pueriles conjuros que el remitente SER acostumbra a insertar al pie de artículos como el que usted lee ahora en la página web de La Jornada. Y, faltaba más, en los del colega y amigo Alfredo Jalife-Rahme.
Durante una gira por varios países, Karmon declaró a una revista colombiana:
Hezbolá (NR, partido político libanés) usa indígenas para penetrar en América Latina. Y a continuación acusó a las instituciones islámicas chiítas de América Latina, cuyo propósito sería el de
fortalecer la influencia de Irán en suelo americano(Cambio, Bogotá, 29/4/09).
El proverbial terrorismo mediático de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) amplificó las declaraciones de Karmon. No obstante, la sólida y acreditada revista Veintitrés de Buenos Aires (dirigida por la periodista pro israelí Romina Manguel) sostuvo exactamente lo contrario: que las instituciones sionistas serían las que reclutan indígenas para la causa israelí (Veintitrés Internacional, Buenos Aires, mayo 2009).
Dato que no parece descabellado al revisar un artículo exhumado por Husain Ali Molina (Boletín Islam y Al-Andalus, núm. 89, agosto 2009). El texto, firmado por Grez Myre y publicado por la agencia de noticias Associated Press (9/7/02), da cuenta de la política de reclutamiento empleada por el gobierno israelí entre los indígenas de América Latina.
Escribe Myre: “Atraídos desde todos los rincones del globo, nuevos conversos al judaísmo están ayudando en la ocupación ilegal. Se trata de peruanos que fueron formalmente convertidos al judaísmo por rabinos israelitas en noviembre pasado, para ser cualificados para la residencia bajo las leyes del Estado judío…”. O sea, carne de cañón para asesinar palestinos.
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