El mundo de cabeza: PRI exculpado, PRD sancionado por gastos de campaña
El IFE aclaró que la imposición de infracciones no acredita el uso indebido de los recursos públicos.
El Consejo General del Instituto Federal Electoral (IFE) discutirá y, en su caso, aprobará mañana los informes finales de precampaña de los precandidatos a puestos de elección popular.
El PRD recibiría la multa más alta (casi 5 millones de pesos), mientras el PAN, por cometer faltas leves, sería sancionado con 210 mil pesos, y el PRI, por omisiones leves, sería objeto de una sanción mínima de 6 mil 233 pesos. El PRI y el Movimiento Progresista (PRD, PT y Movimiento Ciudadano) tuvieron precandidatos presidenciales únicos.
Aun cuando es relevante este informe consolidado, los partidos de izquierda exigen que el IFE acelere las indagatorias y presente conclusiones –al menos preliminares– del gasto de campaña del candidato presidencial priísta, Enrique Peña Nieto.
El instituto negó tal petición, por lo que la coalición interpuso una apelación ante el tribunal electoral, a fin de que los magistrados ordenen al IFE la entrega de auditorías a los ingresos y gastos del priísta para que sean materia de análisis de los magistrados que elaboran el proyecto de calificación de la elección presidencial.
Respecto de los gastos de precampaña, el proyecto propone imponer una multa de casi 5 millones al PRD por haber incurrido en faltas calificadas en el nivel grave ordinaria, al recibir una aportación en especie para colocar 239 anuncios espectaculares, cuyo origen financiero no pudo comprobar la Unidad de Fiscalización del IFE.
El IFE aclaró que la imposición de infracciones no acredita el uso indebido de los recursos públicos, sino únicamente el incumplimiento de la obligación de rendir cuentas en relación con el registro y comprobación de ingresos y gastos.
En el caso del PRI, la omisión se refiere a la entrega extemporánea de informes de precampaña para precandidatos de senadores y diputados federales. Sobre el PAN, el IFE encontró diversas omisiones administrativas, como falta de algún documento, firma o copias fotostáticas, entre otras.
Revista EMET, La JornadaÇ
El empoderamiento del PRI: dictadura sangrienta
No es que la Revolución Mexicana no haya servido de nada, sino que la traicionaron los vencedores, sobre todo Álvaro Obregón. Cien años después seguimos luchando por la democracia, cuando a estas alturas de la Historia deberíamos estarlo haciendo por una sociedad más igualitaria, en la que no tuvieran cabida la violencia del Estado ni la corrupción como forma de vida. Tampoco de mucho sirvió el periodo de transición encabezado por el patriota Lázaro Cárdenas del Río, pues acabaron imponiéndose, al final de su administración, los intereses de la oligarquía debido a su alianza estratégica con los capitales trasnacionales más beneficiados durante la Segunda Guerra Mundial.
Una centuria después de que tantos mártires dieron su vida por un México mejor, seguimos en las mismas: luchando por algo tan elemental como la democracia, la cual nos fue conculcada por una oligarquía desnacionalizada y totalmente ajena a los sufrimientos del pueblo. Sigue siendo válido el apotegma de Francisco I. Madero, como lo demostró plenamente el reciente proceso electoral: “Sufragio efectivo, no relección”. Ya vimos que no hay condiciones para que se respete la voluntad del pueblo expresada en las urnas. Si en el Porfiriato no había necesidad de comprar los votos, ahora la hay porque existen las condiciones y se puede hacer impunemente tal acción indigna de una verdadera democracia.
En la actualidad, los poderes fácticos ocupan el sitio que hace cien años ocupaban los hacendados porfiristas, e igual que entonces sólo están interesados en salvaguardar sus privilegios. Las pujas entre los oligarcas sólo son por la mejor parte del botín que significan los bienes nacionales, no porque les interese el futuro del país; ni siquiera el de sus hijos, pues saben que en realidad sus vástagos hacen su vida en el extranjero. Sin embargo, ello no equivale a decir que la Revolución Mexicana no sirvió de nada, como señalan algunos críticos al servicio de la oligarquía. Sirvió para acabar con un modelo feudal que impedía el desarrollo de las fuerzas productivas, y poner los cimientos de una sociedad más abierta a todas las expresiones que subyacían soterradas en la sociedad.
Los problemas empezaron cuando las ambiciones de los caudillos se sobrepusieron a los intereses del país, lo que dio inicio a un sinfín de traiciones a los ideales revolucionarios, que acabaron finalmente con el empuje de las fuerzas surgidas del gran movimiento libertario. Obregón y Plutarco Elías Calles fueron los causantes del sesgo contrarrevolucionario que a punto estuvo de costarnos la total entrega del país a los intereses estadounidenses. Lo evitó, primero, la firmeza del presidente Cárdenas para hacer valer los principios revolucionarios, y, segundo, la Segunda Guerra Mundial que desvió la atención de la Casa Blanca hacia los avatares del gran conflicto planetario.
Con todo, cien años después seguimos inmersos en el mismo conflicto nacido de la necesaria defensa de los bienes nacionales ante las ambiciones de poderosos grupos trasnacionales, quienes tienen como aliados a oligarcas desnacionalizados, como en su tiempo lo fue la elite porfirista. Esta, al igual que el caudillo, se encontraba absolutamente ajena a la realidad del país, igual como sucede en la actualidad, como lo demuestra la visión inconcebible, inexplicable, incluso absurda, que tiene Felipe Calderón de los acontecimientos nacionales.
Su triunfalismo sólo patentiza la desvinculación que tiene de la realidad nacional, pues los hechos son para avergonzar a una persona con un poco de sentido común, de autocrítica y de respeto a sus conciudadanos. Desafortunadamente, le restan poco más de tres meses para que finalice su sexenio, así que nos espera un largo suplicio a los mexicanos preocupados por la terrible descomposición social que aceleró Calderón con su malhadada “guerra” contra el crimen organizado.
Con todo, el futuro no pinta mejor si se llega a consumar la imposición de Enrique Peña Nieto. Al contrario, así se cerraría el círculo que comenzó hace cien años con la lucha de los mexicanos para derrocar a un dictador desvinculado de la realidad nacional. Y de nuevo, volver a empezar, pues el empoderamiento del clan encabezado por Carlos Salinas de Gortari sería la confirmación de que la Historia se repite una y otra vez. La gran diferencia es que la dictadura oligárquica actual es mucho más sangrienta que la de hace un siglo, como lo demuestran los hechos.
Si Calderón deja un legado de muertos incuantificable, una herencia de profunda descomposición social, una imagen de triunfalismo perverso que no encaja con la realidad nacional, el empoderamiento del PRI significará revivir el mismo concepto patrimonialista del poder que tenía Porfirio Díaz. Si los priístas lograron mantenerse en el poder siete décadas, ahora desearían que el periodo se alargara cuando menos una centuria. Queda el consuelo de que no podrán ver realizado su sueño “milenario”, pues al igual que le sucedió a Hitler, las fuerzas populares acabarán imponiéndose por una sencilla razón: el hambre y la devastación las obligará a movilizarse.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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