Assange y Garzón en la embajada ecuatoriana en
Londres.
Foto: AP
Foto: AP
Ahora que Ecuador accedió a darle asilo a Julian Assange el problema para
el australiano apenas empieza. Requerido por la justicia sueca, el fundador de
Wikileaks buscó refugio en la embajada ecuatoriana en Londres y ahora nadie sabe
cómo va a salir de ahí. Las autoridades británicas van a aprehenderlo en cuanto
ponga un pie en la calle y por ende le niegan el salvoconducto indispensable
para que llegue al menos al aeropuerto. Se han barajado muchas posibles
soluciones, algunas tan extravagantes como la de meterlo en una gran caja que
podría ser considerada una inviolable “valija diplomática”.
LONDRES (Proceso).- “Todos somos Julian”, “Libertad a Assange”, “Ecuador no
es una colonia británica”, se leía en algunas pancartas que una veintena de
manifestantes mostraba la tarde del jueves 16 frente a la embajada de Ecuador en
Gran Bretaña. Pocas horas antes el gobierno de Rafael Correa había anunciado que
dará asilo político a Julian Assange, fundador del sitio de internet
Wikileaks.
“Julian, querido, el pueblo está contigo”, “Correa, querido, el pueblo está
contigo”, coreaban manifestantes ecuatorianos, brasileños, holandeses y hasta
ingleses. Los camarógrafos filmaban la escena y reporteros de radio acercaban
sus micrófonos para captar los mensajes.
Unos 60 policías cercaban la embajada en la que Assange está refugiado hace
dos meses. Según uno de los voceros policiacos, el cerco es para evitar desmanes
y el eventual escape del australiano.
A las 13:37 locales del jueves 16 el canciller ecuatoriano Ricardo Patiño
anunció en conferencia de prensa en Quito que Ecuador otorgaba a Assange el
asilo político.
El funcionario dijo que su gobierno tomó la decisión pues la integridad de
Assange está en peligro por su labor de destapar información secreta de sectores
poderosos. Consideró que el australiano podría ser juzgado en Estados Unidos por
haber revelado cables diplomáticos secretos y que incluso se le podría aplicar
la “pena de muerte”.
Y acusó al gobierno británico de haber amenazado con invadir la sede
diplomática para arrestar al fundador de Wikileaks.
El anuncio generó una crisis diplomática entre Ecuador y Gran Bretaña. El
gobierno del conservador David Cameron no tardó en pronunciarse. Dijo estar
determinado a “cumplir con su obligación legal” de extraditar a Assange a
Suecia, cuya justicia lo solicita por supuestos delitos de abuso sexual contra
dos mujeres.
“Estamos decepcionados con el comunicado del ministro del Exterior
ecuatoriano en el que su gobierno ofrece asilo político a Julian Assange”,
indicó a periodistas un vocero de la Cancillería británica.
Agregó: “Con base en la ley británica y luego de que Assange agotó todas las
vías de apelación, las autoridades británicas tienen la obligación terminante de
extraditarlo a Suecia. Llevaremos a cabo esa obligación. La decisión del
gobierno ecuatoriano no cambia esto”.
Indicó que la Cancillería inglesa mantiene su disposición de encontrar una
“solución negociada” que le permita llevar a cabo “sus obligaciones en el marco
de la Ley de Extradición”, dando a entender que si Assange abandona la embajada
ecuatoriana será detenido de inmediato.
Pese a que Ecuador le otorgó asilo, Assange necesita que las autoridades
británicas le brinden un salvoconducto que le permita trasladarse de la sede de
la embajada al aeropuerto para tomar el vuelo a Quito.
Londres se niega a ello.
Refugio o asilo
El pasado 17 de abril el presidente Rafael Correa concedió una entrevista a
Julián Assange, quien estrenó su propio programa de televisión, El mundo del
mañana, que transmitía la televisora pública Rusia Today.
Entonces Assange estaba en arresto domiciliario en una mansión en la zona
campestre de Ellingham Hall, 190 kilómetros al noreste de Londres. La entrevista
se realizó mediante una teleconferencia. Correa y Assange cruzaron cumplidos y
bromas pero fuera de grabación ambos siguieron hablando. El ecuatoriano se
interesó por la situación del australiano. Al despedirse le dijo: “Si hay algo
que podamos hacer para ayudarlo, búsqueme”.
Assange le tomó la palabra. El 19 de junio ingresó a la embajada de Ecuador
en Londres y pidió asilo político. Desde entonces el gobierno de Correa inició
negociaciones a varias bandas: con los gobiernos de Gran Bretaña y Suecia y con
los abogados de Assange, quienes viajaron varias veces a Quito. Correa designó
al vicecanciller Marco Albuja para que, junto con un equipo de expertos en
derecho internacional, encontrara una salida jurídica y política al caso.
Debido a que la justicia sueca solicita a Assange para interrogarlo por las
acusaciones de abuso sexual –no se ha iniciado formalmente el juicio en su
contra–, Ecuador propuso a Londres y Estocolmo que dicho trámite se efectuara en
la embajada de Ecuador en Londres. No aceptaron.
Una fuente ecuatoriana que siguió de cerca las negociaciones afirma que el
gobierno de Correa ofreció entonces a Assange el estatus de refugiado en lugar
del de asilado político. “Como refugiado –categoría que en la mayoría de los
casos se otorga por razones humanitarias– obtendría una ayuda urgente y la
oficina de las Naciones Unidas para Refugiados podría actuar de inmediato”.
Pero los abogados de Assange rechazaron esa oferta. Para ellos el estatus de
refugiado quita peso a los argumentos de persecución política que ha sostenido
el fundador de Wikileaks. Además ese estatus desbarataba su discurso y hacía a
un lado los principios en los que basa su lucha. “Los abogados mantuvieron la
solicitud de asilo, un instrumento de eminente carácter político”, comenta la
fuente.
Cuando el exjuez español Baltasar Garzón tomó el caso insistió en que era
conveniente mantener la solicitud de asilo político, pues permitiría una mejor
pelea jurídica ante instancias internacionales, como la Corte Internacional de
La Haya.
“Garzón, que conoce al dedillo la legislación británica desde el caso
Pinochet, se convirtió en un elemento de presión para el gobierno inglés”,
sostiene la fuente.
Según esta versión, el gobierno de Cameron también tuvo miedo de que el caso
contaminara la celebración de los Juegos Olímpicos. Correa lo tranquilizó: Las
negociaciones continuarían de manera discreta y su gobierno no haría anuncio
alguno hasta después del evento.
“Las negociaciones avanzaban. En la segunda semana de agosto se discutía un
documento conjunto. Londres parecía dispuesto a aceptar la decisión del asilo y
otorgar el salvoconducto, pero ponía condiciones: Que Quito no facilitara la
operación de Wikileaks, que Assange no hiciera declaraciones sobre su caso y que
no insistiera en desprestigiar a Gran Bretaña… En otras palabras que se callara
la boca”, revela la fuente.
–¿El gobierno de Ecuador iba a aceptar esas condiciones?
–Las estaba evaluando. El asunto era delicado. Assange no iba a aceptar
callarse la boca, pero en la tradición de América Latina una persona que recibe
el estatus de asilado se inhibe de hacer actos políticos en el país que lo
acoge. Además el gobierno se hace cargo en su territorio de la persona a la que
se le otorga el asilo.
“Valija diplomática”
El martes 14 el diario The Guardian publicó que el gobierno de Correa había
decidido otorgar el asilo político a Assange. La nota fue retomada por agencias
internacionales. Correa escribió en su cuenta de Twitter que la decisión aún no
se tomaba.
Por la tarde de ese día Jeremy Jobs, encargado de negocios de la embajada de
Gran Bretaña en Ecuador, entregó a la Cancillería de este país una “ayuda
memoria” sobre las negociaciones que los gobiernos de Quito y Londres habían
sostenido para el caso Assange. En ese documento las autoridades inglesas se
dicen “sorprendidas” por los reportes de los medios de comunicación que señalan
que Ecuador se propone conceder el asilo político al activista australiano.
Advirtió: “En caso de recibir una petición de salvoconducto para el Sr.
Assange, después de concedido el asilo, ésta será denegada, en línea con
nuestras obligaciones legales”.
La fuente ecuatoriana señala que el gobierno británico utilizó las notas de
los medios como pretexto para romper las negociaciones, pues se tenía agendada
para el jueves 16 una videoconferencia entre funcionarios de ambas naciones.
El documento del gobierno británico fue más allá y advirtió a los
ecuatorianos: “Deben estar conscientes de que existe una base legal en el Reino
Unido –la Ley sobre Instalaciones Diplomáticas y Consulares– que nos permitiría
tomar acciones para arrestar al Sr. Assange en las instalaciones actuales de la
embajada. Sinceramente esperamos no tener que llegar a este punto, pero si
ustedes no pueden resolver el asunto de la presencia del Sr. Assange en sus
instalaciones, esta ruta está abierta para nosotros”.
La Ley de Instalaciones Diplomáticas y Consulares fue aprobada en 1987 por el
Parlamento británico en medio de fuertes tensiones entre los gobiernos de
Margaret Thatcher y Muamar Gadafi. En esas fechas, durante una manifestación
frente a la embajada de Libia en Londres, un disparo que salió del interior de
la sede diplomática mató a la policía inglesa Yvette Fletcher. El gobierno de
Thatcher argumentó que era necesario tener la facultad de revocar el estatus
diplomático a embajadas que no tienen el propósito de impulsar las relaciones
bilaterales sino de “apoyar actividades terroristas”.
Ahora Londres evalúa apoyarse en esa ley para arrestar a Assange. Pero de
entrada hay un problema: rompería la “regla de inviolabilidad” establecida en la
Convención de Relaciones Diplomáticas de Viena de 1961.
Patiño puso sobre la mesa ese argumento durante la conferencia de prensa que
ofreció el jueves 16. Incluso leyó un comunicado de prensa emitido en noviembre
de 2011 por el Consejo de Seguridad de la ONU en la que –con base en esa
convención internacional– se condenó el ataque a la sede de la embajada del
Reino Unido en Irán.
Analistas y expertos en diplomacia británica rechazaron que el gobierno de
Cameron aplique la ley de 1987. Señalaron que sería contraproducente: pondría en
peligro a las embajadas y diplomáticos de Gran Bretaña en el exterior.
“Creo que la Cancillería se ha extralimitado ligeramente. Si vivimos en un
mundo donde los gobiernos puede revocar arbitrariamente la inmunidad y entrar en
las embajadas, entonces la vida de nuestros diplomáticos y la posibilidad de
desempeñar su trabajo normalmente en lugares como Moscú o Corea del Norte será
casi imposible”, afirmó el mismo jueves 16 a la BBC Tony Brenton, exembajador
del Reino Unido en Moscú.
El diplomático dijo que en todo caso a Londres le quedaría una última opción:
romper relaciones con Ecuador, expulsar a su embajador, cerrar la embajada y,
entonces sí, detener a Assange.
Así hasta el cierre de esta edición (jueves 16), el caso Assange había
entrado en un impasse diplomático. Y los analistas prevén que el australiano
podría pasar mucho tiempo dentro del inmueble de la embajada.
No sería el primer caso: el cardenal Josezf Mindszenty estuvo 15 años en la
embajada de Estados Unidos en Budapest. Ingresó a dicho inmueble en 1956 durante
la represión soviética y salió en 1971, cuando logró exiliarse en Austria.
Sin embargo la prensa británica no tardó en especular que Assange podría
legítimamente dejar la embajada ecuatoriana dentro de una maleta diplomática, en
un automóvil con bandera ecuatoriana o disfrazado como trabajadora de limpieza
del edificio.
El diario The Guardian indicó que si Assange pusiera un pie fuera de la
embajada sería arrestado; pero si en cambio viaja en una “valija diplomática” la
policía no tendría argumentos legales para detenerlo.
El artículo 27 de la Convención de Viena establece que una maleta de una
embajada, no importa qué dimensiones tenga, es inviolable, siempre que se aclare
que es una valija diplomática y que esté acompañada por un mensajero diplomático
protegido también con inmunidad.
Algunos países ya utilizaron la valija diplomática para trasladar personas de
un país a otro. El 5 de julio de 1984 el exministro nigeriano Umaru Dikko fue
escondido en una caja para llevarlo de Londres a Lagos con el propósito de
someterlo a juicio, pero la caja no estaba marcada correctamente y fue
interceptada por la policía en el aeropuerto de Stanstead, en el norte de la
capital inglesa.
Festejo fugaz
Assange escuchó el anuncio del canciller Patiño por televisión. Se encontraba
en una de las habitaciones de la embajada ecuatoriana. De inmediato salió al
salón principal del inmueble y abrazó emocionado a funcionarios y empleados de
la misión diplomática.
Luego escribió en su cuenta de Twitter: “Si bien (la decisión de) hoy
representa una victoria histórica, nuestros problemas acaban de comenzar. La
investigación sin precedente de Estados Unidos contra Wikileaks debe parar”.
Agradeció a “los ciudadanos ecuatorianos, a su presidente Rafael Correa y a
su gobierno” por la decisión de otorgarle asilo, pero advirtió que “las cosas se
van a volver ahora más estresantes”.
Anotó: “No fueron ni el Reino Unido ni mi país natal, Australia, los que se
levantaron para protegerme de la persecución, sino una valiente nación
independiente latinoamericana”.
Consideró “importante” recordar a Bradley Manning, el militar estadunidenses
al que Estados Unidos acusa de ser la fuente que filtró a Wikileaks los cables
secretos del Departamento de Estado. Manning, apuntó Assange, “lleva detenido
sin juicio más de 800 días”.
Y añadió que “la tarea de proteger a Wikileaks, sus empleados, sus
simpatizantes y sus supuestas fuentes, continúa”.
Assange entró a la embajada de Ecuador el pasado 19 de junio. Lo hizo después
de que la Corte Suprema de Gran Bretaña, la máxima instancia judicial de ese
país, desestimó un recurso legal que interpuso para reabrir su caso de apelación
contra su extradición a Suecia. La Corte le había dado un periodo de gracia de
dos semanas antes de que comenzara el proceso para ser trasladado a
Estocolmo.
El australiano teme que su traslado a Suecia sólo sea una argucia para ser
posteriormente extraditado a Estados Unidos, donde considera que sería juzgado
por espionaje y podría ser sancionado con la pena de muerte.
Desde el 19 de junio Assange vive y trabaja con relativa normalidad dentro de
una pequeña oficina de la embajada, que también le sirve de dormitorio. La llama
su “búnker logístico”.
Gavin MacFadyen, defensor de los derechos humanos y director del Centro para
el Periodismo de Investigación, ha visitado a Assange varias veces en la
embajada y comentó a la BBC el pasado 8 de julio que, si bien “no es el (hotel)
Hilton”, los empleados de la sede se llevan bien con el activista.
De hecho los cocineros de la embajada le preparan comida típica ecuatoriana,
como ceviche de pescado y seco (trozos de carne servida con arroz). Varios de
los empleados ecuatorianos empezaron a enseñarle español en previsión de su
eventual estancia en el país sudamericano.
La embajada –un edificio de ladrillos rojos y rejas negras en la calle Hans
Crescent– tiene alrededor de cinco o seis habitaciones. Antes fue una
vivienda.
Assange tiene una cama pequeña, acceso telefónico, conexión a internet y una
televisión en la que asiduamente ve noticiarios. Aunque el espacio del que
dispone es reducido, ahí recibe a sus visitantes, entre ellos sus abogados y
voluntarios de Wikileaks. Sus reuniones con la embajadora ecuatoriana, Ana Mora,
son escasas y breves.
De acuerdo con las leyes inglesas, el salvoconducto que le permita a Assange
salir del país no sólo debe ser otorgado por el Ejecutivo. Requiere además la
aprobación de las cámaras de los Lores y de los Comunes. Ante la falta de un
convenio bilateral con Ecuador en materia de asilo, el tema queda a
interpretación de Gran Bretaña. Será un proceso legal y diplomático que podría
extenderse semanas, meses o años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario