El mes de la patria, mes de la sangre
En Jalisco 17 hombres ejecutados.
Foto: Rafael del Río
Foto: Rafael del Río
Exactamente al culminar uno de los meses más sangrientos desde que lanzó su
guerra contra el narcotráfico, Felipe Calderón pronunció en la ONU una arenga
que más pareció un conjunto de fanfarronadas que el discurso de un hombre de
Estado ante la comunidad internacional. Cien mil muertos después, “urgió” y
“exigió” al mundo, con las propias Naciones Unidas a la cabeza, que revise el
enfoque prohibicionista sobre el problema del narcotráfico. Por supuesto, el
organismo desechó de inmediato, por improcedente, su petición.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Con cerca de mil muertos, septiembre es uno de los
meses más violentos de este sexenio. Después de declarar a la delincuencia
organizada una guerra que no está ganando el país, en su último discurso como
presidente de México Felipe Calderón se lanzó contra la postura que mantuvo
durante su mandato ante el problema de las drogas. En la 67 sesión de la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el jueves 27,
dijo:
“Hoy propongo formalmente que ésta, nuestra Organización de las Naciones
Unidas, haga una valoración profunda de los alcances de los límites del actual
enfoque prohibicionista en materia de drogas”. Explicó que, no obstante, no se
debe bajar la guardia:
“Nosotros no lo haremos. No vamos a ceder ni un milímetro a las
organizaciones criminales; lo que sí significa es que los países debemos asumir
las responsabilidades comunes que tenemos en el problema y que son
diferenciadas, de acuerdo al origen y a la capacidad que cada quien tiene.
“Cualquiera que sea ese marco regulatorio sobre el tema de drogas, todas las
naciones, particularmente las economías emergentes como México, están llamadas a
implementar una política integral en tres ejes: combate a la criminalidad, para
no permitir que se asiente en el territorio como si fuera un Estado nuevo;
fortalecer las leyes y las agencias institucionales encargadas de aplicar la
ley, además de restaurar el tejido social en educación, salud, trabajo y
esparcimiento para los jóvenes.”
Primero, diversas organizaciones de la sociedad civil en Ciudad Juárez –que
en este sexenio se convirtió en la más violenta del mundo– le insistieron a
Calderón que solicitara la intervención de la ONU en el conflicto, que rebasaba
con mucho al Estado. Después el activista Javier Sicilia dijo que dicha
presencia internacional era necesaria “porque parece que aquí nos van a
destrozar entre delincuentes y un Estado omiso”. El presidente siempre se negó a
aceptar esa necesidad.
Hasta el miércoles 26, tres meses antes de concluir su mandato, el segundo
presidente panista pareció recapacitar: “Hoy hago el llamado, porque las
naciones tienen, tenemos todos aquí, en la ONU, que asumir esta responsabilidad
que no se ha tomado, lo digo sinceramente, conforme a la magnitud e importancia
del problema. Porque la mayor causa de homicidios violentos en el mundo la
provoca el crimen organizado, y ese es un tema que tiene que abordar Naciones
Unidas”.
Hasta sostuvo que si los países desarrollados, que consumen toneladas de
droga todos los días, no pueden o no quieren reducir el consumo de drogas, deben
al menos detener el exorbitante flujo de dinero con el que sus consumidores
están financiando la muerte de miles de jóvenes.
Y si eso no se puede –prosiguió Calderón, esa vez sin uniforme militar– es
tiempo de explorar alternativas diferentes al propósito jamás logrado de reducir
el consumo: “Es el momento en que la ONU no sólo participe en este análisis; la
ONU tiene que encabezar, y encabezar en serio, un profundo debate internacional
que nos permita hacer un balance, por una parte, de los alcances y las
limitaciones de la política actual: qué es lo que ha dado y cuánto hemos
avanzado en el actual enfoque prohibicionista”.
Asimismo pidió que se realice un estudio acerca de la violencia “inhumana” e
“inaceptable” que generan la producción, la distribución, el tráfico y el
consumo de drogas, y que convirtió a América Latina y el Caribe en la región más
violenta del mundo.
Geografía de la muerte
A las escaladas violentas de Ciudad Juárez le siguieron otras, no menos
inaceptables e inhumanas, en estados como Tamaulipas, Jalisco, Durango,
Guerrero, Veracruz, y después en todo el país.
Una rápida revisión de la prensa en septiembre causa vértigo. El día 27, en
Zapopan, Jalisco, un grupo armado irrumpió en una plaza comercial para asesinar
a un hombre; se encontraron dos cadáveres en una vivienda de la calle Tata
Nacho, colonia La Federación, otro más fue hallado en una bolsa que arrojaron
varios hombres que iban en una camioneta van oscura; y se descubrió un cuerpo
encobijado en el estacionamiento de una unidad deportiva.
Ese mismo día, una persona apareció sin vida cerca de un acceso al panteón de
San Nicolás Tolentino, en la colonia Granjas Estrella, de la delegación
Iztapalapa, en el Distrito Federal. En Cuernavaca, Morelos, varios hombres
ejecutaron a un joven en un bar del Zócalo.
El 26, en Guadalajara, se localizó otro cadáver encobijado; dos hombres
fueron ejecutados en expendios de carne, uno en Guadalajara y otro en Zapopan.
En la colonia Guayabitos del vecino municipio de Tlaquepaque otra persona fue
baleada. Y en el Cerro de la Campana, en Monterrey, tres jóvenes que acudieron a
rentar una casa fueron asesinados a tiros.
El día anterior, en Zacatecas, la 11 Zona Militar informó que sus efectivos
se enfrentaron con un comando armado, con un saldo de un presunto delincuente
muerto y tres capturados, así como un soldado herido. En Saltillo, Coahuila,
agentes del Grupo de Armas Tácticas Especiales (GATE) abatieron a uno de los
reos fugados el día 17 del Centro de Readaptación Social (Cereso) de Piedras
Negras. En Veracruz, militares ultimaron a dos presuntos delincuentes en la
congregación de Peñuela, municipio de Amatlán de los Reyes.
El 24 fue uno de los días más trágicos del mes. Un comando acribilló al líder
priista de Isla, Veracruz, Francisco Calvo Martínez, en su propia casa,
localizada en la colonia La Gravera. En el Estado de México, a unos metros del
kilómetro 40 de la carretera Toluca-Villa Victoria, se hallaron los restos de un
hombre descuartizado envueltos en bolsas negras de plástico. Las autoridades de
Zacatecas localizaron el cuerpo de la hija de Sonia Villarreal, quien colaboró
con la exgobernadora Amalia García.
En Guerrero, la policía encontró los cuerpos de cinco personas asesinadas
(tres de ellas decapitadas) en un vehículo abandonado en la carretera federal
Acapulco-Zihuatanejo. En Sinaloa, se reportó el hallazgo de dos cadáveres cerca
de las instalaciones de la Unión Ganadera en Culiacán, y en Navolato dos jóvenes
fueron decapitados y castrados en el camino a Topolobampo. Y en el ejido Las
Isabeles, Durango, se encontraron dos cuerpos.
En Sonora, la policía informó que tres hombres fueron ejecutados a balazos en
Puerto Peñasco, mientras que otro cadáver, también tiroteado, fue recogido en
Agua Prieta.
El mismo día se realizaba un sepelio en el panteón Jardines del Tiempo, a
pocos metros de la XI Región Militar de Torreón, Coahuila, cuando la familia fue
atacada con ráfagas de balas: ahí murieron cuatro hombres, y después, en
diversos hospitales, fallecieron tres personas más, entre ellas una niña de
siete años. Otros 27 asistentes al funeral quedaron heridos.
El 23, en la misma ciudad, sobre la calle del Aguaje, en la colonia Prados
del Oriente, dos jóvenes fueron ejecutados. Cerca de ahí, en el municipio de
Lerdo, Durango, una mujer fue asesinada en un lote baldío de la calle Sinaloa,
colonia Jardines del Periférico. En el sureño estado de Michoacán, en la zona
limítrofe con Jalisco, se encontraron siete cuerpos calcinados. En Toluca,
Estado de México, se extrajo el cadáver de un hombre de los canales de aguas
negras en San Cristóbal Huichochitlán.
Un grupo armado incendió el día 22 la gasolinera ubicada en la carretera
Torreón-Matamoros, frente a la colonia Valle Oriente. Ya había sufrido otro
ataque el 7 del mes por sujetos que viajaban en dos vehículos compactos.
El 15, en Mazatlán, un comando atacó a balazos un autobús de pasajeros en la
zona urbana del puerto; una persona falleció y dos fueron lesionadas. En la
comunidad del Bolsón, Navolato, un comando se introdujo a una casa y mató en su
recámara al propietario.
En la Plaza de Armas de Gómez Palacio, Durango, se encontró el cuerpo de un
hombre asesinado a golpes en la esquina de Independencia e Hidalgo. En
Monterrey, Nuevo León, una persona apareció muerta a balazos en el municipio de
Pesquería. Otro hombre fue abatido a tiros en la calle Ladrón de Guevara, en la
colonia Del Norte. Una hora más tarde, en la colonia Independencia, se
encontraron los restos de dos hombres secuestrados el día anterior.
En Acapulco, Guerrero, se halló el cadáver descompuesto de una persona
ejecutada en un predio baldío ubicado sobre la calle Pichilingue del
fraccionamiento Condesa. En el Distrito federal se encontraron dos
asesinados.
A principios del mes, en Torreón preocupaba la racha de cuatro muertos con
violencia por día, pero el 7 fueron asesinadas 10 personas. Esa madrugada la
Procuraduría General de Justicia de Coahuila reportó el homicidio de un joven en
la colonia Real del Sol y un crimen múltiple en Villas de Zaragoza: fueron
ejecutadas cinco personas, entre ellas dos menores de edad, en un negocio de
vidrios y espejos.
Estos son algunos de los asesinatos cometidos en el mes patrio.
Llamado inútil
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de
2007 a 2011 se han registrado 95 mil 632 homicidios. El pasado 22 de septiembre,
el periódico Reforma publicó que hasta ese día se habían registrado 7 mil 595
ejecuciones en el mes, y del 23 al 28 se tuvo noticia de otros 77. Esta
administración lleva 103 mil 304 muertos.
De principio a fin de sexenio de Felipe Calderón, los niveles de violencia
provocaron que muchas personas, organizaciones y partidos se pronunciaran por
debatir siquiera la conveniencia de despenalizar el consumo de drogas. En ello
insistieron incluso los senadores Rosario Green, del PRI; René Arce, del PVEM, y
Felipe González, del PAN. Un grupo de empresarios, entre ellos Santiago Roel,
publicaron el 27 de julio de 2011 un desplegado en el que llamaron a discutir el
tema porque “la guerra contra el narcotráfico está generando más violencia y
adicciones”.
Sorprendió que se sumara a ese llamado el expresidente Vicente Fox, quien
durante su administración se negó a aceptar esa posibilidad, pero el 16 de abril
pasado, en la Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia, pidió terminar con
la prohibición a fin de “acabar la guerra y alcanzar la paz”.
Calderón, quien siempre desoyó esas voces y tergiversó las críticas en la
propaganda presidencial, después de que las familias de 100 mil muertos y otros
tantos más desaparecidos le gritaron una y otra vez su derrota, reconsideró:
“Yo urjo, urjo, exijo a las Naciones Unidad a que no sólo participen, sino
que encabecen una discusión a la altura del siglo XXI y, sin falsos prejuicios,
nos lleve a todos a encontrar soluciones a este problema grave con enfoques
nuevos y eficaces.”
Reconoció que el consumo de drogas ilegales en muchos países desarrollados
está matando a miles de jóvenes en los países de producción y de tránsito.
Afirmó: “El mayor poder de las organizaciones criminales viene de los
multimillonarios recursos económicos con los que se financian. Recursos que, a
su vez, fluyen de los países consumidores de droga. Mientras no detengan ese
flujo de dinero, la delincuencia va a seguir comprometiendo la paz y acechando
sociedades enteras y gobiernos.
“Sé que hasta ahora se ha seguido una visión bien intencionada. El enfoque es
alejar la droga de los jóvenes mediante el combate legal. Pero ello tiene un
problema fundamental: genera un mercado negro y las enormes ganancias derivadas
de este mercado negro, provocado por la prohibición, han exacerbado la ambición
de los criminales y aumentado el flujo de recursos hacia sus
organizaciones”.
Explicó que esto le permite al narco crear redes poderosas, le da una
capacidad de corrupción prácticamente ilimitada y la capacidad de comprar
gobiernos y cuerpos policiacos enteros, dejando inermes a las sociedades y a las
familias, especialmente en las naciones más pobres.
Habló de las redes de operación, de los enormes flujos ilegales de droga,
armas, dinero y de trata de personas:
“Utilizan la violencia para controlar sus mercados, su oferta, sus clientes,
y cobrar la renta a ciudadanos honestos en los lugares que dominan. Bajo esta
lógica buscan controlar territorios y cooptar gobiernos. Le disputan la fuerza
del Estado al Estado mismo. Aprovechan la debilidad, la franca corrupción
institucional para establecer sus cotos de poder y su impunidad.”
Ante el asombro de la aparente reconsideración de Calderón sobre el enfoque
prohibicionista de las drogas, su secretario de Gobernación, Alejandro Poiré,
negó posteriormente que el gobierno mexicano haya dado un giro en su postura
sobre el problema.
De todas formas, la “exigencia” de Calderón llegó demasiado tarde. En
conferencia de prensa, Yury Fedotov, director de la Oficina de la ONU contra las
Drogas y el Delito (UNODC), descartó que se vaya a revisar la Convención
Internacional sobre Drogas que sirve de modelo para las leyes nacionales contra
el tráfico de estupefacientes.
Al final, este llamado fracasó igual que su guerra militarizada y frontal
contra el narcotráfico, que sólo elevó al máximo la violencia. Lejos de
exterminar a los cárteles, provocó una guerra a muerte por los territorios, los
mercados y los nuevos giros criminales, en la que el terror se convirtió en un
arma mortal.
Calderón cierra su mandato con los meses más violentos: agosto dejó mil 341
muertos y, hasta el cierre de esta edición, en septiembre iban 962. Al final el
presidente logró un récord en sus estadísticas de gobierno: inscribió en ellas a
más de 103 mil muertos.
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