Psicosis Televisa y el 2 de octubre
Jóvenes conmemoran 44 años de la masacre de
Tlatelolco.
Foto: Xinhua / Pedro Mera
Foto: Xinhua / Pedro Mera
MÉXICO, D.F. (apro).- Desde la mañana del 1 de octubre, un oficio de la
Dirección de Servicios de Avisos y Circulares de Grupo Televisa alertó a todos
los trabajadores del consorcio mediático para que tomaran medidas preventivas
ante la posibilidad de que “el día 2 y durante el día 3 de octubre se realicen
manifestaciones y/o bloqueos frente a algunas de las instalaciones”.
Como ya se ha vuelto una costumbre desde el surgimiento del movimiento
#YoSoy132, Grupo Televisa emite comunicados internos para advertirles a sus
trabajadores que extremen medidas de seguridad.
Lo paradójico es que en esta ocasión, cuando se conmemoran los 44 años de la
matanza de Tlatelolco, la empresa dirigida por Emilio Azcárraga Jean prefiere
inducir el miedo entre sus empleados, y no la solidaridad a las protestas o,
mínimo, un día de luto por el recuerdo de esos sangrientos hechos.
El comunicado sugiere a los trabajadores que “sigan puntualmente”
recomendaciones como las siguientes:
“1. Mantente alerta de los medios de comunicación, tanto internos como
externos, sobre las rutas de las movilizaciones”.
“2. Anticipa tu salida a los centros de trabajo para que puedas llegar con
suficiente anticipación”.
“3. No olvides tu gafete para agilizar tu acceso a las instalaciones.
“4. Porta el gafete y logos visibles únicamente dentro de las
instalaciones.
“5. En lo posible, evita recibir visitantes en los horarios de las
manifestaciones programadas en la instalación en que te encuentras.
“6. Identifica las áreas de seguridad, puntos de reunión internos y rutas de
evacuación, por el caso de que lleguen a requerirse”.
Las recomendaciones bien pudieron ser escritas por un mal guionista de
thrillers, pero llama la atención cómo desde la empresa se induce la pena o la
vergüenza de portar en las calles el gafete que antes era el orgullo de quienes
laboraban en “el canal de las estrellas”.
Como si fueran párvulos, el área de Servicios de Avisos y Circulares –nombre
burocrático que envidiaría George Orwell para su novela 1984– también indica a
los trabajadores del mundo del Big Brother:
“¿Qué hacer durante una manifestación?
“1. Mantén la calma.
“2. Tomar en cuenta que, por seguridad, los accesos por donde se encuentran
los manifestantes deberán permanecer cerrados.
“3. En caso de que llegues a la instalación y se encuentre un grupo de
manifestantes y todos los accesos estén bloqueados, dirígete a un lugar seguro y
comunícate a tu jefe inmediato.
“4. Evita salir de las instalaciones innecesariamente o si esto representa un
riesgo: empleados y visitantes.
“5. Si estás en el interior de la instalación, aléjate de las ventanas,
fachadas, cercas, patios y muros perimetrales.
“6. Evita caer en algún tipo de provocación.
“7. No establezcas ningún tipo de comunicación con los manifestantes.
“8. Sigue puntualmente las indicaciones de los responsables y/o del personal
de seguridad.
“9. Atiende los mensajes de comunicación interna.
“10. Reporta al personal de seguridad cualquier condición insegura o
riesgo.
“11. Ten a la mano los teléfonos de las autoridades de Seguridad Pública y de
servicios de emergencia, para el caso de que sea necesario pedir el apoyo
(aplica sólo para las instalaciones del interior de la República)”.
Como vemos, es un guión de la paranoia. Los puntos 5 y 7 no tienen
desperdicio. Creen los directivos de Grupo Televisa que pueden existir
francotiradores que desde fuera disparen en contra de sus instalaciones. Y, en
el colmo del autismo, una empresa de comunicación ¡ordena a sus trabajadores no
comunicarse con los manifestantes!
Quizá el genio goebbeliano de Televisa crea que los jóvenes que protestan
contra el monopolio son unos bárbaros y no universitarios, preparados y
convencidos de que el problema no son los trabajadores de la empresa sino la
condición monopólica y abusiva de sus directivos.
Sólo les faltó decir: “Lleven chalecos antihuevazos”, por el episodio
reciente en Veracruz contra Adela Micha, o “eviten hablar con Amador Narcia”, su
vicepresidente de Información, cuyo nombre fue mencionado en una de las carpetas
de la caravana retenida en Nicaragua, por presunto tráfico de drogas y lavado de
dinero.
Este comunicado retrata de cuerpo entero a los directivos de Grupo Televisa.
No han entendido lo que está sucediendo y, si lo han hecho, prefieren evadirse y
generar una psicosis muy ridícula.
Las protestas contra la televisora o contra alguna de sus “celebridades” que
gobernantes inefables como el priista Javier Duarte condecoran en actos
repudiados, son el reflejo del descontento contra la impunidad mediática con que
se ha conducido este aparato de poder.
Es la falta de credibilidad y no el exceso de violencia lo que ha llevado a
la actual crisis a Televisa frente a las audiencias más jóvenes e
interactivas.
No se trata de odio a Televisa sino de un rechazo profundo a su
autoritarismo, a su unidireccionalidad, a su antidemocracia, a sus enjuagues, a
las mentiras, a la manera que tienen de presionar a la sociedad y a los
políticos que se dejan para encubrir sus intereses.
Resulta que a 44 años de distancia de la matanza de Tlatelolco, Televisa
sigue viendo a los estudiantes como amenazas. En aquella noche negra y
ensangrentada, la noticia principal de Jacobo Zabludovsky, en 24 Horas, fue el
clima. Cuatro décadas después, Televisa ignora que se trató de un acto represivo
que marcó un parteaguas en la historia reciente mexicana.
Y como lo ignora, prefiere la psicosis interna, en lugar de hacer una
reflexión seria sobre su responsabilidad corporativa en el desarreglo
democrático mexicano.
Comentarios: www.homozapping.com.mx
Reproducción de la ignorancia
Peña Nieto en su encuentro con miembros de la
Coalición México por los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Foto: Germán Canseco.
Foto: Germán Canseco.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Si sigue así, Peña Nieto tendrá que contratar como
su vocero o principal asesor a Felipe Caderón, para alcanzar lo que su antecesor
quiso pero no pudo hacer. Ha comenzado bien, porque llegó batiendo marcas en el
ámbito de la manipulación electoral y la compra de votos, superando el ramplón
“haiga sido como haiga sido”, y ahora ha retomado los viejos anhelos
calderonistas de realizar “reformas estructurales”, además de que su cuasi
asesor le ha sugerido, sin ninguna sutileza, mantener sin modificaciones el
fallido modelo de “lucha contra el crimen organizado”.
En todos los casos en los que el gobierno del “nuevo” PRI está avanzando, se
repiten los intentos del viejo PAN de mantener en vilo al país, sobre todo en
aspectos cruciales que tienen que ver con la reproducción de un modelo
autoritario y de generalización de la violencia, al igual que con las
condiciones de operación de políticas de Estado en el terreno policiaco-militar,
energético, laboral, mediático-digital y educativo. En estos aspectos, el PRI ha
optado por seguir la misma línea que ha marcado el gobierno que está por
irse.
En lo que respecta al tema educativo, todo parece indicar que seguiremos en
lo mismo. No habrá marcha atrás en los términos pactados con el SNTE para que
sus dirigentes se sigan beneficiando a manos llenas del erario, ni mejorarán las
condiciones de cobertura, calidad y desempeño que tiene el actual sistema
educativo, sumido en una de sus peores crisis. No obstante, como ahora la
retórica maneja la realidad y los medios son el principal espacio de enseñanza y
aprendizaje social, a pesar de las evidencias, la transmutación de esta crisis
generará, de nueva cuenta, un Plan Nacional de Educación con objetivos y metas
similares a los que se presentaron hace seis años, pero ahora renovados en un
priistísimo lenguaje.
La SEP se propuso en 2006 “crear condiciones que permitan asegurar el acceso
de todos los mexicanos a una educación de calidad, en el nivel y la modalidad
que la requieran y en el lugar que la demanden”. El caso es que hay niños que
tienen que salir de su comunidad porque les han destruido su escuela, por
fanatismo, y otros, porque no existe ningún plantel a kilómetros de distancia,
mientras numerosos jóvenes no pueden seguir sus estudios porque no alcanzaron un
lugar en la preparatoria o en la carrera universitaria que deseaban.
En términos generales, tampoco lo que se propuso el gobierno del PAN, que ya
se extingue para renacer como ave fénix, se tradujo en logros suficientes ni
importantes. Ni en cobertura ni en calidad la educación ha mejorado como para
afirmar, como se ha hecho, que se consiguió la “transformación” del sector. Poco
y muy pobremente variaron, en seis años, los índices de eficacia en el sistema
en relación con la reprobación, deserción y eficiencia terminal en los distintos
niveles de educación formal, y en cobertura nacional siguen reproduciéndose los
ancestrales niveles de inequidad y desigualdad, bastante graves, sobre todo en
los segmentos de educación media y superior (apenas con un crecimiento de 11.4%
a 12.2% de 2006 a 2011, esto es, para cubrir alrededor de 60% del grupo de edad
correspondiente); aún más en la ampliación del posgrado (7% de crecimiento), en
la normal superior (con un decrecimiento de 5.5%) y en la capacitación para el
trabajo (que ofrece capacitación a 1 millón y medio de personas de 15 años y
más, ante millones de trabajadores que la requieren). E incluso respecto de la
licenciatura, en donde se ha pregonado un gran avance, en seis años pudieron
ingresar un poco más de 300 mil estudiantes de bachillerato, cuando se
requerían, por lo menos, espacios para 1 millón.
En el sistema escolar la repetición es sinónimo de reprobación, y se trata de
alumnos que tienen que volver a cursar el mismo año o alguna(s) materia(s). De
seguir con esta misma simulación, la repetición de las políticas educativas
conducirá a evitar que se superen las actuales brechas de inequidad, se
mantendrá la baja calidad de lo que se enseña y se aprende, y los servicios
educativos darán mucho de qué hablar por la incapacidad para revertir la
inseguridad y la violencia que se ejerce desde adentro, la visión burocrática
con la que se ejerce el dominio de la currícula, la pobreza en la formación de
maestros y la negligencia de autoridades y funcionarios, que serán los mismos,
pero ahora convertidos en los representantes de políticas educativas que
reproducen de forma ampliada la ignorancia.
Agonía laboral
Opositores a la Reforma Laboral mantienen bloqueado
el Senado.
Foto: Germán Canseco
Foto: Germán Canseco
GUADALAJARA, Jal. (Proceso).- Mucho había madurado en nuestro país la
simetría de trato entre patrones y trabajadores, conocido como derecho laboral.
Tal simetría, como parangón o ideal para construir una comuna amable y justa,
venía dando contenido a nuestro actuar cotidiano hasta hace poco. De un cuarto
de siglo para acá, el panorama se ha enturbiado y las coordenadas de este trato
andan trastocadas. Los embates patronales recientes revelan la disposición de
los empleadores a darles la puntilla a los trabajadores. Están equivocados.
Los pensadores más conspicuos nos ilustran afirmando que la naturaleza dotó a
cada ser humano de instrumental particular eficiente para que logre sobrevivir.
La conservación de la vida individual es pues una tarea instintiva, natural.
Ejemplar humano que no posea un aparato instintivo que le baste para sobrevivir
simplemente pierde el pleito de su existencia. También sabemos y nos consta que
es faena de periodo corto, aunque hemos ido mejorando o prolongando la vida. En
el porfiriato la expectativa de vida del mexicano apenas rebasaba las tres
décadas. Para los años sesenta la cifra se fijaba en cinco décadas. Ahora se
habla de un tope de 75 años. Varía entre los hombres y las mujeres, pero por ahí
andan las cifras. Se ha mejorado, cierto, pero aun cuando alcancemos el tope de
los cien años nos van a seguir pareciendo pocos, siempre y cuando los
transcurramos sanos, con buena calidad de vida. Este es el meollo del
pleito.
Para la sobrevivencia de la especie, el instinto de conservación también hace
su parte. Va escogiendo y acomodando parejas. Nos entrega a los juegos eróticos,
que tanto nos gustan y entretienen, y así nos prolongamos en chilpayates nuevos,
dejando relevo. Nadie se fija si hacemos mal o bien esta encomienda. Lo que
importa es dejar huella y nadie se opone a ello, aunque no falten nunca los
aguafiestas. Pero no se cubre con la misma solvencia la parte no instintiva del
encargo, la de las condiciones externas de esta sobrevivencia. Es asunto del
mayor interés, pues su inobservancia afecta por igual a particulares y a la
especie. Con nuestras trivialidades subjetivas y nuestra frivolidad colectiva
ponemos valladares que luego se van a revertir. Es la cuestión de la simetría en
el trato laboral, que está siendo desmantelada para colocar en su lugar de nuevo
la injusticia, la explotación y la rapiña de la fuerza de trabajo. Por ahí van
las cosas el día de hoy en el panorama nacional.
Ya nuestros ancestros vieron que la fórmula más sensata para normar nuestras
interrelaciones cotidianas de producción y reproducción de la vida es la
simetría ya mentada. Los griegos la llamaron isonomía. Los latinos la
calificaron como equidad. Los mexicanos terminamos diciendo que “lo que no es
parejo es chipotudo”. No necesitamos ser sesudos filósofos ni experimentados
luchadores sociales, menos entes excepcionalmente dotados, para entender que la
equidad, o el reparto compartido de responsabilidades, es la pauta a seguir en
cuestiones de desgaste y recuperación de la energía que mueven nuestro esqueleto
y nuestra pelleja.
Para llegar a convencimientos tan extendidos y comunes resulta suficiente no
tener dañado el sentido común. Son razones que a la cara brotan. A nadie se le
exige que pase noches enteras sin dormir atendiendo al ladrido del sope. Y a
nadie se le acepta que no coma, no descanse o no acepte relevo en la tarea
laboral que desempeñe. Tampoco está de acuerdo nadie en que los jornales de
trabajo no sean retribuidos ni en que lo sean a destiempo. Tenemos atesorada
toda una sabiduría vieja a la cual atenernos sin darle tantas vueltas. Pero lo
que estamos viviendo por estos días pinta complejo el asunto. Hay que entender
que muchos, sobre todo los patrones, no se ponen las pilas en la cuestión de la
retribución de salarios justos, en las formas de contratación y de pago, ni en
el derecho a tener acceso universal a fuentes de empleo, por las que hay
retribuciones. Por tanto no les cae el veinte, la verdad tan obvia de que a
todos los seres humanos, no nada más a ellos como patrones, nos atañe el derecho
a conservar una vida digna.
A finales del siglo XIX los obreros del mundo levantaron muchas banderas para
defender los puntos clave de esta simetría. Cuando la industrialización de la
vida humana desató sus demonios, los empleadores ocupaban a destajo la fuerza
laboral que encontraban a su paso. Metían a las fábricas a todo mundo, sin
discriminar si eran menores de edad o ancianos ya fatigados. Las mujeres fueron
arrebatadas del fogón y del metate y metidas a las galeras fabriles, sin atender
sus embarazos y más achaques propios de su sexo. Las jornadas laborales se
extendían de sol a sol y a veces terminaban arrebatando pedazos a los periodos
del necesario descanso. Quince o más horas del día ocupados en las minas o en
los talleres eran moneda corriente. Y al final, como pago, mendrugos o salarios
regateados. Nada de vacaciones, nada de aguinaldos, ningún reparto de utilidades
ni pensión por incapacidad o por vejez. Menos pensar en seguros de desempleo o
en medidas de superación y profesionalización de las propias mañas de
trabajo.
El movimiento obrero levantó estas banderas. Hubo huelgas y movilizaciones.
Fueron incluso a los campos de batalla. No cejaron nuestros abuelos hasta
conseguir fijar ciertos códigos de respeto en las contrataciones, para facilitar
la ineludible tarea de la sobrevivencia que, como ya se dijo, es exigencia para
todos. Lo que hay que hacer entonces, frente a la actual embestida patronal
mexicana, es meterle reversa a la asimetría, que ya está creando derechos, y
restablecer la simetría donde la veamos violentada. No se pide más, sino lo
necesario para reponer el desgaste de la pelleja, dijo Marx. No se pide que den
más, sino que no quiten.
Andan los señores del empleo alborotados y en algarada conspirativa por
volver a las viejas andadas. Sacaron otra vez su abanico de trapacerías y
embustes para no pagar lo justo, para evadir los contratos colectivos,
desaparecer sindicatos, contratar sin hacerse cargo de más obligaciones aparte
del simple pago, por eludir las prestaciones y los derechos sociales. Ya hace
tiempo que se apoderaron de las oficinas del poder y fijaron en ellas su cuartel
para dinamitar desde ahí los acuerdos mínimos que hacen posible la tarea de la
reproducción colectiva sin tantos sobresaltos.
O digámoslo de otra manera. Se trata de una responsabilidad compartida, pero
quieren sacudirse su parte del compromiso. Pretenden que los trabajadores nos
hagamos cargo de toda la faena y que ni chistemos. Por eso ensayan a decorar su
treta con el truco conocido de las reformas de ley, nimbadas por el poder. Ya se
obnubilaron demasiado. Como que hay que volver a abrirles los ojos. ¿Cómo? El
desarrollo de los acontecimientos que vienen nos dictará la pauta. Y ni cómo
zafarse. Es asunto que nos compete a todos.
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