Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 3 de octubre de 2012

Psicosis Televisa y el 2 de octubre-Reproducción de la ignorancia- Agonía laboral

Psicosis Televisa y el 2 de octubre


Jóvenes conmemoran 44 años de la masacre de Tlatelolco. Foto: Xinhua / Pedro Mera
Jóvenes conmemoran 44 años de la masacre de Tlatelolco.
Foto: Xinhua / Pedro Mera
MÉXICO, D.F. (apro).- Desde la mañana del 1 de octubre, un oficio de la Dirección de Servicios de Avisos y Circulares de Grupo Televisa alertó a todos los trabajadores del consorcio mediático para que tomaran medidas preventivas ante la posibilidad de que “el día 2 y durante el día 3 de octubre se realicen manifestaciones y/o bloqueos frente a algunas de las instalaciones”.
Como ya se ha vuelto una costumbre desde el surgimiento del movimiento #YoSoy132, Grupo Televisa emite comunicados internos para advertirles a sus trabajadores que extremen medidas de seguridad.
Lo paradójico es que en esta ocasión, cuando se conmemoran los 44 años de la matanza de Tlatelolco, la empresa dirigida por Emilio Azcárraga Jean prefiere inducir el miedo entre sus empleados, y no la solidaridad a las protestas o, mínimo, un día de luto por el recuerdo de esos sangrientos hechos.
El comunicado sugiere a los trabajadores que “sigan puntualmente” recomendaciones como las siguientes:
“1. Mantente alerta de los medios de comunicación, tanto internos como externos, sobre las rutas de las movilizaciones”.
“2. Anticipa tu salida a los centros de trabajo para que puedas llegar con suficiente anticipación”.
“3. No olvides tu gafete para agilizar tu acceso a las instalaciones.
“4. Porta el gafete y logos visibles únicamente dentro de las instalaciones.
“5. En lo posible, evita recibir visitantes en los horarios de las manifestaciones programadas en la instalación en que te encuentras.
“6. Identifica las áreas de seguridad, puntos de reunión internos y rutas de evacuación, por el caso de que lleguen a requerirse”.
Las recomendaciones bien pudieron ser escritas por un mal guionista de thrillers, pero llama la atención cómo desde la empresa se induce la pena o la vergüenza de portar en las calles el gafete que antes era el orgullo de quienes laboraban en “el canal de las estrellas”.
Como si fueran párvulos, el área de Servicios de Avisos y Circulares –nombre burocrático que envidiaría George Orwell para su novela 1984– también indica a los trabajadores del mundo del Big Brother:
“¿Qué hacer durante una manifestación?
“1. Mantén la calma.
“2. Tomar en cuenta que, por seguridad, los accesos por donde se encuentran los manifestantes deberán permanecer cerrados.
“3. En caso de que llegues a la instalación y se encuentre un grupo de manifestantes y todos los accesos estén bloqueados, dirígete a un lugar seguro y comunícate a tu jefe inmediato.
“4. Evita salir de las instalaciones innecesariamente o si esto representa un riesgo: empleados y visitantes.
“5. Si estás en el interior de la instalación, aléjate de las ventanas, fachadas, cercas, patios y muros perimetrales.
“6. Evita caer en algún tipo de provocación.
“7. No establezcas ningún tipo de comunicación con los manifestantes.
“8. Sigue puntualmente las indicaciones de los responsables y/o del personal de seguridad.
“9. Atiende los mensajes de comunicación interna.
“10. Reporta al personal de seguridad cualquier condición insegura o riesgo.
“11. Ten a la mano los teléfonos de las autoridades de Seguridad Pública y de servicios de emergencia, para el caso de que sea necesario pedir el apoyo (aplica sólo para las instalaciones del interior de la República)”.
Como vemos, es un guión de la paranoia. Los puntos 5 y 7 no tienen desperdicio. Creen los directivos de Grupo Televisa que pueden existir francotiradores que desde fuera disparen en contra de sus instalaciones. Y, en el colmo del autismo, una empresa de comunicación ¡ordena a sus trabajadores no comunicarse con los manifestantes!
Quizá el genio goebbeliano de Televisa crea que los jóvenes que protestan contra el monopolio son unos bárbaros y no universitarios, preparados y convencidos de que el problema no son los trabajadores de la empresa sino la condición monopólica y abusiva de sus directivos.
Sólo les faltó decir: “Lleven chalecos antihuevazos”, por el episodio reciente en Veracruz contra Adela Micha, o “eviten hablar con Amador Narcia”, su vicepresidente de Información, cuyo nombre fue mencionado en una de las carpetas de la caravana retenida en Nicaragua, por presunto tráfico de drogas y lavado de dinero.
Este comunicado retrata de cuerpo entero a los directivos de Grupo Televisa. No han entendido lo que está sucediendo y, si lo han hecho, prefieren evadirse y generar una psicosis muy ridícula.
Las protestas contra la televisora o contra alguna de sus “celebridades” que gobernantes inefables como el priista Javier Duarte condecoran en actos repudiados, son el reflejo del descontento contra la impunidad mediática con que se ha conducido este aparato de poder.
Es la falta de credibilidad y no el exceso de violencia lo que ha llevado a la actual crisis a Televisa frente a las audiencias más jóvenes e interactivas.
No se trata de odio a Televisa sino de un rechazo profundo a su autoritarismo, a su unidireccionalidad, a su antidemocracia, a sus enjuagues, a las mentiras, a la manera que tienen de presionar a la sociedad y a los políticos que se dejan para encubrir sus intereses.
Resulta que a 44 años de distancia de la matanza de Tlatelolco, Televisa sigue viendo a los estudiantes como amenazas. En aquella noche negra y ensangrentada, la noticia principal de Jacobo Zabludovsky, en 24 Horas, fue el clima. Cuatro décadas después, Televisa ignora que se trató de un acto represivo que marcó un parteaguas en la historia reciente mexicana.
Y como lo ignora, prefiere la psicosis interna, en lugar de hacer una reflexión seria sobre su responsabilidad corporativa en el desarreglo democrático mexicano.
Comentarios: www.homozapping.com.mx
 

Reproducción de la ignorancia

Peña Nieto en su encuentro con miembros de la Coalición México por los Derechos de las Personas con Discapacidad. Foto: Germán Canseco.
Peña Nieto en su encuentro con miembros de la Coalición México por los Derechos de las Personas con Discapacidad.
Foto: Germán Canseco.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Si sigue así, Peña Nieto tendrá que contratar como su vocero o principal asesor a Felipe Caderón, para alcanzar lo que su antecesor quiso pero no pudo hacer. Ha comenzado bien, porque llegó batiendo marcas en el ámbito de la manipulación electoral y la compra de votos, superando el ramplón “haiga sido como haiga sido”, y ahora ha retomado los viejos anhelos calderonistas de realizar “reformas estructurales”, además de que su cuasi asesor le ha sugerido, sin ninguna sutileza, mantener sin modificaciones el fallido modelo de “lucha contra el crimen organizado”.
En todos los casos en los que el gobierno del “nuevo” PRI está avanzando, se repiten los intentos del viejo PAN de mantener en vilo al país, sobre todo en aspectos cruciales que tienen que ver con la reproducción de un modelo autoritario y de generalización de la violencia, al igual que con las condiciones de operación de políticas de Estado en el terreno policiaco-militar, energético, laboral, mediático-digital y educativo. En estos aspectos, el PRI ha optado por seguir la misma línea que ha marcado el gobierno que está por irse.
En lo que respecta al tema educativo, todo parece indicar que seguiremos en lo mismo. No habrá marcha atrás en los términos pactados con el SNTE para que sus dirigentes se sigan beneficiando a manos llenas del erario, ni mejorarán las condiciones de cobertura, calidad y desempeño que tiene el actual sistema educativo, sumido en una de sus peores crisis. No obstante, como ahora la retórica maneja la realidad y los medios son el principal espacio de enseñanza y aprendizaje social, a pesar de las evidencias, la transmutación de esta crisis generará, de nueva cuenta, un Plan Nacional de Educación con objetivos y metas similares a los que se presentaron hace seis años, pero ahora renovados en un priistísimo lenguaje.
La SEP se propuso en 2006 “crear condiciones que permitan asegurar el acceso de todos los mexicanos a una educación de calidad, en el nivel y la modalidad que la requieran y en el lugar que la demanden”. El caso es que hay niños que tienen que salir de su comunidad porque les han destruido su escuela, por fanatismo, y otros, porque no existe ningún plantel a kilómetros de distancia, mientras numerosos jóvenes no pueden seguir sus estudios porque no alcanzaron un lugar en la preparatoria o en la carrera universitaria que deseaban.
En términos generales, tampoco lo que se propuso el gobierno del PAN, que ya se extingue para renacer como ave fénix, se tradujo en logros suficientes ni importantes. Ni en cobertura ni en calidad la educación ha mejorado como para afirmar, como se ha hecho, que se consiguió la “transformación” del sector. Poco y muy pobremente variaron, en seis años, los índices de eficacia en el sistema en relación con la reprobación, deserción y eficiencia terminal en los distintos niveles de educación formal, y en cobertura nacional siguen reproduciéndose los ancestrales niveles de inequidad y desigualdad, bastante graves, sobre todo en los segmentos de educación media y superior (apenas con un crecimiento de 11.4% a 12.2% de 2006 a 2011, esto es, para cubrir alrededor de 60% del grupo de edad correspondiente); aún más en la ampliación del posgrado (7% de crecimiento), en la normal superior (con un decrecimiento de 5.5%) y en la capacitación para el trabajo (que ofrece capacitación a 1 millón y medio de personas de 15 años y más, ante millones de trabajadores que la requieren). E incluso respecto de la licenciatura, en donde se ha pregonado un gran avance, en seis años pudieron ingresar un poco más de 300 mil estudiantes de bachillerato, cuando se requerían, por lo menos, espacios para 1 millón.
En el sistema escolar la repetición es sinónimo de reprobación, y se trata de alumnos que tienen que volver a cursar el mismo año o alguna(s) materia(s). De seguir con esta misma simulación, la repetición de las políticas educativas conducirá a evitar que se superen las actuales brechas de inequidad, se mantendrá la baja calidad de lo que se enseña y se aprende, y los servicios educativos darán mucho de qué hablar por la incapacidad para revertir la inseguridad y la violencia que se ejerce desde adentro, la visión burocrática con la que se ejerce el dominio de la currícula, la pobreza en la formación de maestros y la negligencia de autoridades y funcionarios, que serán los mismos, pero ahora convertidos en los representantes de políticas educativas que reproducen de forma ampliada la ignorancia.
 

Agonía laboral

Opositores a la Reforma Laboral mantienen bloqueado el Senado. Foto: Germán Canseco
Opositores a la Reforma Laboral mantienen bloqueado el Senado.
Foto: Germán Canseco
GUADALAJARA, Jal. (Proceso).- Mucho había madurado en nuestro país la simetría de trato entre patrones y trabajadores, conocido como derecho laboral. Tal simetría, como parangón o ideal para construir una comuna amable y justa, venía dando contenido a nuestro actuar cotidiano hasta hace poco. De un cuarto de siglo para acá, el panorama se ha enturbiado y las coordenadas de este trato andan trastocadas. Los embates patronales recientes revelan la disposición de los empleadores a darles la puntilla a los trabajadores. Están equivocados.
Los pensadores más conspicuos nos ilustran afirmando que la naturaleza dotó a cada ser humano de instrumental particular eficiente para que logre sobrevivir. La conservación de la vida individual es pues una tarea instintiva, natural. Ejemplar humano que no posea un aparato instintivo que le baste para sobrevivir simplemente pierde el pleito de su existencia. También sabemos y nos consta que es faena de periodo corto, aunque hemos ido mejorando o prolongando la vida. En el porfiriato la expectativa de vida del mexicano apenas rebasaba las tres décadas. Para los años sesenta la cifra se fijaba en cinco décadas. Ahora se habla de un tope de 75 años. Varía entre los hombres y las mujeres, pero por ahí andan las cifras. Se ha mejorado, cierto, pero aun cuando alcancemos el tope de los cien años nos van a seguir pareciendo pocos, siempre y cuando los transcurramos sanos, con buena calidad de vida. Este es el meollo del pleito.
Para la sobrevivencia de la especie, el instinto de conservación también hace su parte. Va escogiendo y acomodando parejas. Nos entrega a los juegos eróticos, que tanto nos gustan y entretienen, y así nos prolongamos en chilpayates nuevos, dejando relevo. Nadie se fija si hacemos mal o bien esta encomienda. Lo que importa es dejar huella y nadie se opone a ello, aunque no falten nunca los aguafiestas. Pero no se cubre con la misma solvencia la parte no instintiva del encargo, la de las condiciones externas de esta sobrevivencia. Es asunto del mayor interés, pues su inobservancia afecta por igual a particulares y a la especie. Con nuestras trivialidades subjetivas y nuestra frivolidad colectiva ponemos valladares que luego se van a revertir. Es la cuestión de la simetría en el trato laboral, que está siendo desmantelada para colocar en su lugar de nuevo la injusticia, la explotación y la rapiña de la fuerza de trabajo. Por ahí van las cosas el día de hoy en el panorama nacional.
Ya nuestros ancestros vieron que la fórmula más sensata para normar nuestras interrelaciones cotidianas de producción y reproducción de la vida es la simetría ya mentada. Los griegos la llamaron isonomía. Los latinos la calificaron como equidad. Los mexicanos terminamos diciendo que “lo que no es parejo es chipotudo”. No necesitamos ser sesudos filósofos ni experimentados luchadores sociales, menos entes excepcionalmente dotados, para entender que la equidad, o el reparto compartido de responsabilidades, es la pauta a seguir en cuestiones de desgaste y recuperación de la energía que mueven nuestro esqueleto y nuestra pelleja.
Para llegar a convencimientos tan extendidos y comunes resulta suficiente no tener dañado el sentido común. Son razones que a la cara brotan. A nadie se le exige que pase noches enteras sin dormir atendiendo al ladrido del sope. Y a nadie se le acepta que no coma, no descanse o no acepte relevo en la tarea laboral que desempeñe. Tampoco está de acuerdo nadie en que los jornales de trabajo no sean retribuidos ni en que lo sean a destiempo. Tenemos atesorada toda una sabiduría vieja a la cual atenernos sin darle tantas vueltas. Pero lo que estamos viviendo por estos días pinta complejo el asunto. Hay que entender que muchos, sobre todo los patrones, no se ponen las pilas en la cuestión de la retribución de salarios justos, en las formas de contratación y de pago, ni en el derecho a tener acceso universal a fuentes de empleo, por las que hay retribuciones. Por tanto no les cae el veinte, la verdad tan obvia de que a todos los seres humanos, no nada más a ellos como patrones, nos atañe el derecho a conservar una vida digna.
A finales del siglo XIX los obreros del mundo levantaron muchas banderas para defender los puntos clave de esta simetría. Cuando la industrialización de la vida humana desató sus demonios, los empleadores ocupaban a destajo la fuerza laboral que encontraban a su paso. Metían a las fábricas a todo mundo, sin discriminar si eran menores de edad o ancianos ya fatigados. Las mujeres fueron arrebatadas del fogón y del metate y metidas a las galeras fabriles, sin atender sus embarazos y más achaques propios de su sexo. Las jornadas laborales se extendían de sol a sol y a veces terminaban arrebatando pedazos a los periodos del necesario descanso. Quince o más horas del día ocupados en las minas o en los talleres eran moneda corriente. Y al final, como pago, mendrugos o salarios regateados. Nada de vacaciones, nada de aguinaldos, ningún reparto de utilidades ni pensión por incapacidad o por vejez. Menos pensar en seguros de desempleo o en medidas de superación y profesionalización de las propias mañas de trabajo.
El movimiento obrero levantó estas banderas. Hubo huelgas y movilizaciones. Fueron incluso a los campos de batalla. No cejaron nuestros abuelos hasta conseguir fijar ciertos códigos de respeto en las contrataciones, para facilitar la ine­ludible tarea de la sobrevivencia que, como ya se dijo, es exigencia para todos. Lo que hay que hacer entonces, frente a la actual embestida patronal mexicana, es meterle reversa a la asimetría, que ya está creando derechos, y restablecer la simetría donde la veamos violentada. No se pide más, sino lo necesario para reponer el desgaste de la pelleja, dijo Marx. No se pide que den más, sino que no quiten.
Andan los señores del empleo alborotados y en algarada conspirativa por volver a las viejas andadas. Sacaron otra vez su abanico de trapacerías y embustes para no pagar lo justo, para evadir los contratos colectivos, desaparecer sindicatos, contratar sin hacerse cargo de más obligaciones aparte del simple pago, por eludir las prestaciones y los derechos sociales. Ya hace tiempo que se apoderaron de las oficinas del poder y fijaron en ellas su cuartel para dinamitar desde ahí los acuerdos mínimos que hacen posible la tarea de la reproducción colectiva sin tantos sobresaltos.
O digámoslo de otra manera. Se trata de una responsabilidad compartida, pero quieren sacudirse su parte del compromiso. Pretenden que los trabajadores nos hagamos cargo de toda la faena y que ni chistemos. Por eso ensayan a decorar su treta con el truco conocido de las reformas de ley, nimbadas por el poder. Ya se obnubilaron demasiado. Como que hay que volver a abrirles los ojos. ¿Cómo? El desarrollo de los acontecimientos que vienen nos dictará la pauta. Y ni cómo zafarse. Es asunto que nos compete a todos.

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