Venezuela: La reconciliación, expectativas y dudas
Simpatizantes de Chávez celebran su tercera
reelección en Venezuela.
Foto: AP
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CARACAS (apro).- Cuando la noche del pasado 7 de octubre, el presidente
venezolano Hugo Chávez salió al “balcón del pueblo” del Palacio de Miraflores
(sede de la Presidencia) sorprendió al felicitar a la oposición por su “talante
democrático, por su participación, por la demostración cívica que hoy han dado,
a pesar de que no están de acuerdo con la propuesta bolivariana”.
A continuación hizo un llamamiento a sus críticos “al diálogo, al debate y al
trabajo conjunto por la Venezuela bolivariana”. Una invitación que ha provocado
esperanzas en algunos y escepticismo en otro, pero que no ha pasado
desapercibida para nadie.
Es más, un día después, el mandatario informó a través de su cuenta en
Twitter que había sostenido una “amena conversación telefónica” con el que fuera
su rival en los comicios, el candidato opositor Henrique Capriles. “Créanmelo”,
resaltó ante lo inusual del hecho, sobre todo después de una campaña en la que
ninguneó a su rival y le dirigió agresivas andanadas verbales.
Capriles en seguida recogió el guante: “¿El gobierno plantea diálogo? Aquí
estamos a la disposición del diálogo. Siempre hemos estado”, sostuvo durante una
conferencia de prensa. Capriles, quien durante la campaña electoral cambió el
discurso radical habitual de la oposición, logró en la elección, a pesar de la
derrota, un importante caudal político al obtener seis millones y medio de
votos, 2.2 millones más que su predecesor en 2006, Manuel Rosales.
La oposición se mostró conciliadora. Tanto Capriles como Guillermo Aveledo,
el secretario general y arquitecto de la coalición de partidos contarios a
Chávez (que van desde la derecha tradicional hasta la izquierda radical
desencantada con el presidente) que se concurrieron unidos a esta elección,
manifestaron su respeto por los votantes del oficialismo.
Pese a que durante la campaña, tanto chavistas como antichavistas anticipaban
que el otro bando no iba a aceptar la derrota y planeó el fantasma de un posible
conflicto poselectoral, los perdedores, en este caso la oposición, aceptó sin
reparos el triunfo oficialista. Aunque críticos con el uso de recursos públicos
y particularmente de los medios estatales por parte de Chávez durante su
campaña, la dirigencia opositora no puso en duda su legitimidad. Incluso, se
desmarcaron de los sectores radicales del antichavismo y de aquellas voces que
piden una mayor agresividad contra el gobierno: “Vamos a dejar a un lado la
antipolítica, el radicalismo que tanto daño nos hizo”, indicó Capriles.
Algunos se muestran recelosos de las intenciones del presidente, como la
historiadora Margarita Maya López, crítica con Chávez, que calificó las
declaraciones de éste como “un saludo protocolar”.
En su opinión, hay que mirar las palabras del gobernante “con cautela porque
ni en ningún momento durante la campaña ni ayer, ni hoy en la llamada me pareció
que aludió a un diálogo, a la posibilidad de abrir un espacio para el
intercambio de ideas ni negociación política con la oposición”.
“Él, en general, cuando las miradas del mundo están sobre Venezuela, él acude
a un discurso supuestamente conciliador” porque “lo que ha demostrado durante 14
años es que no es un hombre que se abra al debate y ni siquiera a la disidencia
dentro de sus propias filas”, declaró a Apro.
Aveledo recordó al mandatario que “también es presidente de todos los
venezolanos, que es una cosa que no recuerda a menudo y no vale que lo recuerde
una vez cada seis años. Tiene que recordarlo todos los días”.
Dos días después de su discurso en el “balcón del pueblo”, Chávez revirtió
las acusaciones y criticó que “algunos sectores de la oposición, las elites,
entienden el diálogo de la vieja manera: al final si tú no asumes lo que ellos
proponen, eres un tirano y no hubo diálogo”.
“Aquí el diálogo era a plomo en los años 80 y 90. Nosotros creo que
inauguramos en 1999 una nueva era en Venezuela, y uno de los elementos
definitorios de esta nueva era es precisamente una nueva forma de diálogo, una
apertura al diálogo, un llamado al entendimiento”, dijo en una rueda de prensa
en la que pidió a la oposición que “demuestre una voluntad de convivencia”.
Sin embargo, el día que recibió la constancia de ganador de las elecciones,
volvió a invitar incluso a “aquellos que adversan (sic) al socialismo”, al
diálogo y al debate. “Al diálogo, no a la imposición”, matizó.
Pese a los evidentes obstáculos a los que se enfrentaría un proceso de reconciliación, las expectativas provocadas por su invitación inicial no se han diluido.
Pese a los evidentes obstáculos a los que se enfrentaría un proceso de reconciliación, las expectativas provocadas por su invitación inicial no se han diluido.
“Celebramos el clima y el ambiente de diálogo al que Chávez ha llamado; le
tomamos la palabra al presidente de la república”, ha afirmado el Jorge Botti,
el presidente de Fedecámaras, la asociación empresarial que tuvo una fuerte
implicación en el golpe de Estado que sufrió Chávez en 2002. Botti manifestó que
Venezuela entraba en un “nuevo período constitucional” tras las elecciones
presidenciales, en lo que parece un intento de superar los viejos
resquemores.
También la Conferencia Episcopal Venezolana, a través de su vicepresidente,
Baltazar Porras, abogó por el diálogo tras las palabras de Chávez y celebró que
en un país donde ha crecido tanto la violencia y la violencia política en el
lenguaje” la jornada electoral haya transcurrido sin incidentes. El prelado
destacó que Venezuela está “pendiente de un diálogo entre quienes difieren”.
Raíces
La sociedad venezolana se encuentra profundamente polarizada en función de la
clase social. Una confrontación que, desde la llegada de Hugo Chávez al poder,
en 1999, se ha trasladado al ámbito político. Los sectores bajos, que son la
mayoría del país y que fueron ignorados durante muchos años, son radicales
defensores del presidente, que desde 2003 ha utilizado los ingentes ingresos
petroleros del país para financiar innumerables programas sociales destinados a
la población más desfavorecida. La oposición le acusa de usar estos programas
con fines clientelares, una situación que no es ajena a la realidad
mexicana.
Por su parte, a las clases altas, que con el “socialismo del siglo XXI” se
han visto despojadas de los privilegios de los que gozaban, se les han ido
uniendo las clases medias, empujadas por la corrupción, la inseguridad, el mal
estado de algunas infraestructuras y las expropiaciones el gobierno de Chávez,
que han mermado el sector privado, su principal fuente de trabajo.
El analista político Farith Fraija explica a Apro que en Venezuela “la
polarización política trastoca todas las dimensiones de la sociedad” y esto “ha
generado profundas dificultares para hacer una construcción identitaria (sic),
en donde se incorporen los valores de la tolerancia, los valores del respeto,
los valores del diálogo”.
Esta situación ha provocado, incluso, rupturas de familias y de relaciones de
amistad y alienado a aquellos que ha intentado mantenerse imparciales, algunos
de los cuales han optado incluso por salir del país.
Durante la reciente campaña electoral se ha reflejado en el vocabulario de
los dos bien definidos bandos. Mientras que algunos opositores llaman de forma
despectiva a los chavistas “escuálidos”, éstos se refieren a aquellos como
“majunches”, reproduciendo el apelativo por el que Chávez se ha referido a
Capriles y que en Venezuela significa “mediocre” o “poca cosa”.
Chávez adoptó una actitud muy beligerante con la oposición a partir del golpe
de Estado de 2002 y del posterior paro petrolero, que buscaba desalojarlo del
poder, y de que es acusado de tener un discurso polarizador. Sin embargo, Fraija
asegura que la división social tiene su origen en realidad en el “Caracazo” de
1989. Los días 27 y 28 de ese año los habitantes de los “cerros”, los barrios
marginales de la capital venezolana en los que miles de casas precarias se
amontonan en las colinas que rodean la ciudad, bajaron de forma coordinada a
Caracas y provocaron unos disturbios en los que murieron unas 300 personas según
cifras oficiales, aunque las extraoficiales hablan de muchos más.
“A partir de ese momento hubo una ruptura social y empezó a agudizarse luego
de la pauperización de las condiciones sociales de los venezolanos”, explica
Fraija a Apro. Esto “generó profundas diferencias de los grupos sociales,
diferencias que el presidente Hugo Chávez supo capitalizar en las elecciones de
1998 y eso también fue una parte que explica su victoria como un outsider de la
política”, añadió.
El analista político considera que “no solamente se tiene que dar un proceso
de reconciliación nacional, sino que es una necesidad imperante en Venezuela
zanjar estas heridas que nos ha dejado la polarización política”.
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