Ricardo Flores Magón
Discursos
Discurso del 1° de
junio de 1912
¡No quiero ser esclavo! grita el mexicano, y tomando el
fusil ofrece al mundo entero el espectáculo grandioso de una verdadera
revolución, de una catástrofe social que está sacudiendo hasta los cimientos el
negro edificio de la Autoridad y del Clero.
No es la presente, la revuelta mezquina del ambicioso que tiene
hambre de poder, de riqueza y de mando. Esta es la revolución de los de abajo;
este es el movimiento del hombre que en las tinieblas de la mina sintió que una
idea se sucedía dentro de su cráneo, y grito: Este metal es mío; es el
movimiento del peón que, encorvado sobre el surco reblandecido con su sudor y
con las lágrimas de su infortunio, sintió que se iluminaba su conciencia y
gritó: ¡Esta tierra es mía y míos son los frutos que la hago producir! Es
el movimiento del obrero que, al contemplar las telas, los vestidos, las casas,
se da cuenta de que todo ha salido de sus manos y exclama emocionado: ¡Esto
es mío! Es el movimiento de los proletarios, es la Revolución Social.
Es la Revolución Social, la que no se hace de arriba para
abajo, sino de abajo para arriba; la que tiene que seguir su curso sin necesidad
de jefes y a pesar de los jefes; es la revolución del desheredado, que asoma la
cabeza en el festín de los hartos, reclamando el derecho de vivir.
No es la revuelta vulgar que termina con el destronamiento de
un bandido y la subida al poder de otro bandido, sino una contienda de vida o
muerte entre las dos clases sociales: la de los pobres y la de los ricos, la de
los hambrientos contra los satisfechos, la de los proletarios contra los
propietarios, cuyo fin será, tengamos fe en ello, la destrucción del sistema
capitalista y autoritario por el empuje formidable de los valientes que ofrendan
sus vidas bajo la bandera roja de ¡Tierra y Libertad!
Y bien: esta lucha sublime, esta guerra santa, que tiene por
objeto librar del yugo capitalista al pueblo mexicano, tiene enemigos poderosos
que a todo trance, y valiéndose de toda clase de medios, quieren poner
obstáculos a su desarrollo.
La libertad y el bienestar - aspiraciones justísimas de los
esclavos mexicanos - son cosas molestas para los tiburones y los buitres del
Capital y la Autoridad.
Lo que es bueno para el oprimido, es malo para el opresor. El
interés de la oveja es diametralmente opuesto al interés del lobo. El bienestar
y la libertad del mexicano, de la clase trabajadora, significa la desgracia y la
muerte de la explotación y de la tiranía. Por eso cuando el mexicano pone la
mano vigorosa sobre la ley para hacerla pedazos, y arranca de las manos de los
ricos la tierra y la maquinaria de producción, gritos de terror levantan del
campo burgués y autoritario, y se piden que se ahoguen en sangre los esfuerzos
generosos de un pueblo que quiere emanciparse.
México ha sido presa de la rapacidad de aventureros de todos
los países, que han sentado sus reales en aquella rica y bella tierra, no para
beneficiar al proletariado mexicano, como falsamente lo ha asegurado en todo el
tiempo el gobierno, sino para ejercer la explotación más criminal que haya
existido sobre la Tierra.
El mexicano ha visto pasar la tierra, los bosques, las minas,
todo, de sus manos a las de los extranjeros, apoyados éstos por la Autoridad, y
ahora que el pueblo se hace justicia con su propia mano, desesperado de no
encontrarla en ninguna parte; ahora que el pueblo ha comprendido que es por
medio de la fuerza y por sí mismo como debe recobrar todo lo que los burgueses
de México y de todos los países le han arrebatado; ahora que ha encontrado la
solución del problema del hambre; ahora que el horizonte de su porvenir se
aclara y cuando sueña con días de ventura, de abundancia y de libertad, la
burguesía internacional y los gobiernos de todos los países empujan al gobierno
de los Estados Unidos a intervenir en nuestros propios asuntos, con el pretexto
de garantizar la vida y los intereses de los explotadores extranjeros.
¡Esto es un crimen! ¡Esta es una ofensa a la humanidad, a la
civilización, al progreso!
¡Se quiere que quince millones de mexicanos sufran hambre,
humillaciones, tiranía, para que un puñado de ladrones vivan satisfechos y
felices!
Forman parte de esa intervención la ayuda decidida que el
gobierno de los Estados Unidos está prestando a Francisco I. Madero para sofocar
el movimiento revolucionario, permitiendo el paso de tropas federales por
territorio de este país para ir a batir a las fuerzas rebeldes, y la persecución
escandalosa de que somos objeto los revolucionarios a quienes se nos aplica esa
legislación bárbara que lleva el nombre de leyes de neutralidad.
Pues bien: nada ni nadie podrá detener la marcha triunfal del
movimiento revolucionario.
¿Quiere paz la burguesía? ¡Pues que se convierta en clase
trabajadora! ¿Quieren paz los que hacen de autoridad? Pues que se quiten las
levitas y empuñen, como hombres, el pico y la pala, el arado y el azadón.
Porque mientras haya desigualdad; mientras que unos trabajan
para que otros consuman; mientras existan las palabras burguesía y
plebe, no habrá paz; habrá guerra sin cuartel, y nuestra bandera, la
bandera roja de la plebe, seguirá desafiando la metralla enemiga sostenida por
los bravos que gritan : ¡Viva Tierra y Libertad!
En México han pasado a la historia las revoluciones políticas.
Los cazadores de empleos están fuera de su tiempo. Los trabajadores conscientes
no quieren más parásitos. Los gobiernos son parásitos: por eso gritamos:
¡Muera el gobierno!
Camaradas: saludemos nuestra bandera. Ella no es la bandera de
un solo país, sino del proletariado entero. Ella condensa todos los dolores,
todos los tormentos, todas las lágrimas, así como todas las cóleras, todas las
protestas, todas las rabias de los oprimidos de la Tierra.
Y esta bandera no encierra sólo dolores y cóleras; ella es el
símbolo de risueñas esperanzas para los humildes y encierra todo un mundo nuevo
para los rebeldes.
En las humildes viviendas, el trabajador acaricia las cabecitas
de sus hijos, soñando emocionado en que esas criaturas vivirán una vida mejor
que la que él ha vivido; ya no arrastrarán cadenas; ya no tendrán que alquilar
sus brazos al burgués ladrón, ni tendrán que respetar las leyes de la clase
parasitaria, ni los mandatos de los bribones que se hacen llamar
autoridad.
Serán libres, sin el amo, sin el sacerdote, sin la autoridad;
la hidra de tres cabezas que en estos momentos, en México, arrinconada, convulsa
de rabia y de terror, todavía tiene garras y colmillos que los libertarios le
arrancaremos para siempre.
Esa es nuestra tarea, hermanos de cadenas; aplastar al
monstruo, por el único medio que nos queda: ¡La violencia! ¡La expropiación por
el hierro, por el fuego y por la dinamita!
La hipócrita burguesía de los Estados Unidos dice que los
mexicanos estamos llevando a cabo una guerra de salvajes.
Nos llaman salvajes porque estamos resueltos a no dejar que nos
exploten ni los mexicanos ni los extranjeros, y porque no queremos presidentes
ni blancos ni prietos.
Queremos ser libres, y si un mundo nos detiene en nuestra
marcha, un mundo destruiremos para crear otro.
Queremos ser libres, y si todas las potencias extranjeras se
nos echan encima, lucharemos contra todas las potencias como tigres, como
leones.
Repito, esta es una lucha de vida o de muerte. Están frente a
frente las dos clases sociales: los hambrientos de una parte; de la otra, los
hartos, y la contienda terminará cuando una de las dos clases sea aplastada por
la otra.
Desheredados: nosotros somos los más; ¡nosotros triunfaremos!
¡Adelante! Nuestros enemigos tiemblan; es necesario ser más exigentes y más
audaces; que nadie se cruce de brazos: ¡arriba todos!
Camaradas: nada lograra que los mexicanos se aparten de la
lucha: ni la engañifa del político que promete delicias para después del
triunfo, para que se le ayude a escalar el poder; ni la amenaza de los esbirros
de ese pobre payaso que se llama Francisco I. Madero; ni los aprestos militares
de los Estados Unidos.
Esta contienda tendrá que ser llevada hasta su fin: la
emancipación económica, política y social del pueblo mexicano; cuando hayan
desaparecido de aquella bella tierra el burgués y la autoridad, y ondee,
triunfadora, la bandera de Tierra y Libertad.
¡Viva la Revolución Social!
No hay comentarios:
Publicar un comentario