Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 11 de febrero de 2013

Pemex: …Y si no fue atentado, fue negligencia- Pemex: Entre cuerpos mutilados, ensangrentados…

Pemex: …Y si no fue atentado, fue negligencia

La tragedia de Pemex vista por los Topos. Foto: Tomada de Twitter
La tragedia de Pemex vista por los Topos.
Foto: Tomada de Twitter
Entrevistados por Proceso, extrabajadores petroleros recuerdan que al presentarse en la Torre Ejecutiva de Pemex el pasado 31 de enero, el gabinete de Enrique Peña Nieto pasó por encima de los protocolos de seguridad de Pemex y anuló a la Comisión Mixta de Seguridad e Higiene, que por reglamento debe hacerse cargo de la situación en caso de siniestro. Por lo demás, enredados por sus propias declaraciones, los funcionarios federales se aferran a una teoría del gas metano que contradice las descripciones técnicas de la Hoja de Datos de Seguridad para Sustancias Químicas de Gas y Petroquímica Básica…
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La explosión del 31 de enero en el edificio B-2 de las oficinas centrales de Petróleos Mexicanos (Pemex) es resultado de la negligencia de su Consejo de Administración, pero también de la dirigencia del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM).
Para salir del paso, el gobierno de Enrique Peña Nieto hizo a un lado a los expertos de la empresa para dirigir la investigación hacia un “accidente” provocado por una fuga de gas metano.
Los protocolos de seguridad de Pemex echan abajo la tesis de la acumulación prolongada de gas metano. Según la Hoja de Datos de Seguridad para Sustancias Químicas de Gas y Petroquímica Básica de Pemex, ese elemento químico es más ligero que el oxígeno y si se acumula puede provocar asfixia. Esto hubiera sucedido con las personas presentes en el edificio antes de la explosión.
Entrevistados por Proceso, Jesús Salmerón, exasesor de la dirección de Pemex, y Salvador Hernández Ayala, extrabajador de la paraestatal y miembro del Movimiento Petrolero Independiente Lázaro Cárdenas (la disidencia sindical petrolera de los años noventa), afirman que en todo caso la explosión puso al descubierto la negligencia en la empresa petrolera.
Conocedores de la historia de Pemex, donde trabajaron antes de que se construyera el Complejo Administrativo, los entrevistados cuestionan la versión oficial sobre el siniestro que cobró la vida de 37 personas y dejó heridas a más de 100, con base en su contrato colectivo de trabajo 2011-2013, los reglamentos de seguridad e higiene y la NOM-019-STPS-2011 sobre la formación y capacitación de las Comisiones Mixtas de Seguridad e Higiene en los centros de trabajo.
¿Dónde están los 27 miembros de la Comisión Mixta de Seguridad e Higiene para la Sección 34 del sindicato petrolero, de parte del Consejo de Administración? ¿Quiénes son? ¿Por qué en vez de dicha comisión, está a cargo de la investigación el gabinete de seguridad de Enrique Peña Nieto?, cuestionan.
Después de la explosión del 31 de enero, el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam, se convirtió por decisión presidencial en el responsable de la investigación; tardó cinco días en anunciar los primeros resultados. La versión oficial es que un chispazo causó la explosión porque en el sótano había una gran concentración de metano, pero no han conseguido demostrar el origen del gas.
No obstante, el director adjunto de la empresa Conservación Pilotes de Control, S.A. (Copicosa), César Falcón, le dijo a la reportera Elia Baltazar, de CNN México, que en septiembre se realizó el último monitoreo de gas y explosividad en el complejo como parte del protocolo de seguridad, y que el resultado es que “desde que comenzamos a trabajar (hace cuatro décadas) allí había habido un índice cero”. Y ha reiterado que el jefe de la cuadrilla que ahí trabajaba no percibió “nada raro”.
Para los extrabajadores de Pemex entrevistados, las autoridades están adecuando los hechos a la supuesta causa, no indagando el origen real del estallido, lo que en vez de disipar dudas exhibe más la vulnerabilidad de una empresa que genera 40% del patrimonio nacional.
Por eso comparan el caso con las explosiones de San Juanico, en 1984, y de Guadalajara, en 1992. Esta última motivó al entonces presidente Carlos Salinas de Gortari a presentar al Congreso la reforma a la Ley Orgánica de Pemex para crear los cuatro organismos subsidiarios.
Violaciones a la norma
En el Contrato Colectivo de Trabajo 2011-2013 firmado entre Pemex y el STPRM se puntualizan los requisitos para formar las Comisiones Mixtas de Seguridad e Higiene, que entre otras funciones tienen las de vigilar las obras de mantenimiento en todas las instalaciones petroleras, sean administrativas u operativas.
La cláusula 65, en el capítulo X sobre las “medidas de seguridad e higiene”, dice: “Las partes convienen en que subsista la Comisión Nacional Mixta de Seguridad e Higiene Industrial (CNMSHI) y se integren cinco Grupos Mixtos Coordinadores (GMC) de las Comisiones Locales Mixtas de Seguridad e Higiene (CLMSH) de Petróleos Mexicanos y sus organismos subsidiarios, formados por 27 representantes del sindicato e igual número del patrón. Esta comisión y los GMC funcionarán permanentemente y sus integrantes participarán en la atención de los problemas de su competencia”.
El contrato señala que, como establece la norma oficial (NOM-019-STPS-2011), habrá una comisión “en cada centro de trabajo” con representantes del sindicato y el patrón, “la cual celebrará reuniones mensuales de evaluación y acuerdos, realizará recorridos de verificación en las instalaciones del centro de trabajo, de acuerdo al programa anual de actividades que se formulará en los primeros 15 días de cada año y, en su caso, conforme a los procedimientos que emita la CNMSHI, los que determinarán las prioridades de los recorridos de verificación en los términos del numeral 9.4 de la NOM mencionada”.
La NOM-019-STPS-2011 se publicó el 13 de abril de 2011 en el Diario Oficial de la Federación. El entonces secretario del Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón, presentó el 5 de octubre de 2010 el anteproyecto de modificación a dicha norma para la constitución, integración, organización y funcionamiento de las comisiones de seguridad e higiene.
Ahí se establecen los protocolos para cualquier incidente de trabajo, incluyendo una explosión o la exposición a sustancias químicas peligrosas.
No obstante, el gobierno federal, los directivos de Pemex y el STPRM violaron estos protocolos de seguridad al dejar la investigación únicamente en manos del procurador general de la República, Jesús Murillo Karam; el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; el director de Pemex, Emilio Lozoya, y, al final, el secretario del Trabajo y Previsión Social, Alfonso Navarrete Prida.
Ni la sombra de los miembros de la Comisión Mixta de Seguridad e Higiene, cuyos miembros nadie sabe quiénes son.
El lunes 4, cuatro días después de la explosión, Murillo Karam aseguró en conferencia de prensa que “tres trabajadores de una empresa de mantenimiento son los únicos que presentan quemaduras, aunque en este caso dichas lesiones se explican porque estaban cerca de un gas”.
El funcionario aseguró que los trabajadores, que realizaban trabajos de mantenimiento de los pilotes del edificio B-2, trabajaban sin ventilación y sólo usaban un contacto en el techo para iluminarse. Aseguró que no encontraron rastros de explosivos.
“Hubo una explosión difusa, lenta y definida, causada por la acumulación del gas metano”, que pudo originarse en el subsuelo o “en la sala de máquinas”, dijo. En una entrevista con la conductora Adela Micha presumió que “peritos de todos los países, los nuestros, concluyeron de acuerdo a los peritajes que las característica clarísima es que fue por gas, aunque no hemos podido determinar el origen (…) hay hasta detalles históricos ya que el terreno estuvo en uso por Azteca Petroleum, que tenía depósitos de hidrocarburos que pueden durar mucho tiempo”.
Los extrabajadores entrevistados niegan de plano ese “detalle histórico”.
Aunque no especulan sobre las causas reales de la detonación, sí ponen en duda la versión oficial de la acumulación de metano porque en esa área nunca se ha manejado hidrocarburos:
“Antes de convertirse en el corporativo de administración, ahí se envasaban aceites como el Mexlub, Faja de Oro, Petromex, el aditivo 3 en 1 y el insecticida DDT. Y había talleres de mantenimiento de camiones, camionetas y automóviles de funcionarios públicos”, relata Hernández.
El contrato de aprendizaje de Hernández Ayala con Pemex, fechado el 22 de septiembre de 1959 y autorizado por la Sección 34 del STPRM, establece que lo enseñarían a manejar los instrumentos “en la rama de mecánica, en el departamento. de Construcciones y Equipo de la planta Verónica” (el edificio siniestrado se ubica del lado de la colonia Verónica Anzures, a 300 metros del edificio A).
“En ese predio –prosigue– estaban los talleres de mantenimiento, camiones, camionetas y vehículos de funcionarios. Había una instalación llamada fábrica de aceites, que eran transportados desde Estados Unidos a Salamanca y de ahí a la planta Verónica. Había talleres de máquinas y herramientas donde se armaban piezas que no se conseguían en ningún lado”.
Salmerón completa: “Aquí sólo existía la refinería de Azcapotzalco, en la calle de Añil, de la colonia Granjas México y Lomas de Tarango. Ahí se procesaban aceites, no era una zona de alto riesgo”.
En aquel entonces, recuerda, la administración central de Pemex estaba en el Zócalo, después se cambió a la avenida Juárez y ahora su domicilio oficial es Marina Nacional 329, colonia Huasteca, es decir, al otro lado de lo que fue “la planta Verónica”.
En todo caso, la teoría del gas ha causado enredos entre los propios funcionarios de la PGR. Por un lado, Murillo Karam dice que se trató de “una explosión difusa al acumularse gas inflamable en el sótano”, pero en su propia versión sólo tres cuerpos (de los trabajadores de Copicosa) presentaron quemaduras. Es decir, el responsable de la investigación no tiene claro el origen de la acumulación de gas, sólo su devastador efecto.
El subprocurador de Control Regional, Procedimientos Penales y Amparo de la PGR, Alfredo Castillo Cervantes, tampoco esperó el resultado final de los peritajes y repitió la versión del director de Pemex, Emilio Lozoya: “No hubo la intención de acumular gas”. Lo que ninguno de ellos explicó es cómo lo hubiera conseguido alguien que sí tuviera esa intención.
“Con el peritaje final diremos de dónde provino o cómo se acumuló (el gas), de qué manera se acumuló, de qué manera se dio el nivel de explosividad. El peritaje lo va a dejar debidamente acreditado”, prometió el exprocurador mexiquense.
Luego informó que durante un recorrido por la zona del siniestro se hallaron un ducto, un regulador y un tubo que en “los análisis” dieron positivo para el gas metano, aunque ya no había indicios de fuga.
“Digamos que una de las hipótesis más fuerte es que todo esto (el gas) se fue acumulando durante muchísimo tiempo y posteriormente, con la explosión por un corto circuito o por alguna otra circunstancia, dio origen a esta onda expansiva”, especuló Castillo, aunque Murillo Karam ya había rechazado esta posibilidad porque no hubo cuerpos desmembrados y los vidrios de los otros edificios no se rompieron.
Castillo declaró asimismo que la PGR investigará si el personal de Pemex siguió los protocolos de seguridad en el edificio siniestrado, de lo contrario se castigará a los responsables.
Precisamente el temor de los jubilados es que las autoridades atribuyan la culpa a los tres trabajadores de Copicosa que fallecieron, pese a que el contrato colectivo de trabajo establece que en caso de cualquier contratación externa para servicios de mantenimiento se debe informar al sindicato petrolero sobre los detalles, la duración y el costo de los trabajos.
El enredo con el metano
Metano es el nombre químico del gas natural; es más ligero que el aire “y a pesar de sus altos niveles de inflamabilidad y explosividad, las fugas o emisiones se disipan rápidamente en las capas superiores de la atmósfera, dificultando la formación de mezclas explosivas en el aire”, indica la Hoja de Datos de Seguridad para Sustancias Químicas de Gas y Petroquímica Básica de Pemex.
En situación de emergencia, precisa, ese gas altamente inflamable “deberá mantenerse alejado de fuentes de ignición, chispas, flama, calor. Las conexiones eléctricas domésticas o carentes de clasificación son las fuentes de ignición (incendio) más comunes. Debe manejarse a la intemperie o en sitios abiertos a la atmósfera para conseguir la inmediata disipación de posibles fugas. Se deberá evitar el manejo en espacios confinados ya que desplaza al oxígeno disponible para respirar”.
“Su olor característico por el odorífico utilizado, puede advertirnos de la presencia de gas en el ambiente; sin embargo, el sentido del olfato se perturba, a tal grado, que es incapaz de alertarnos cuando existan concentraciones potencialmente peligrosas”, agrega.
Alerta que el metano es un “asfixiante simple” que contiene etano, propano y el odorífico (etil-mercaptano). Licuado –es decir, en estado líquido, como el que se encontró en el regulador y el tubo, según la versión de la PGR– congela el tejido ocular y causa irritación, dolor y lagrimeo; en la piel provoca quemaduras por frío, similares a las del congelamiento, y si alguien lo inhala en altas concentraciones es necesario suministrarle oxígeno. Los efectos de exposición prolongada pueden incluir dificultad para respirar, mareos, náuseas e inconsciencia.
La Hoja de Datos destaca que en los detectores de mezclas explosivas hay alarmas, una visual y otra audible, de la presencia de gas en el ambiente, aunque Murillo Karam aseguró que los detectores sólo indican si hay gas LP. El documento de Pemex especifica que en fuertes concentraciones de gas natural en el aire una fuente de ignición causará una violenta explosión y un incendio, que se debe extinguir con polvo químico seco, bióxido de carbono y aspersión de agua, además de bloquear la fuente de fuga.
El problema es que hasta el momento el gabinete de seguridad sólo ha especulado sobre la fuente de la explosión. Si se tratara de una fuga de metano, según los mencionados criterios de seguridad de Pemex, el gas seguiría esparciéndose o quemando porque no se aplicó ninguna medida para bloquearlo.
“En una casa, habitación o techumbre industrial, una fuga de gas natural asciende hacia el techo, y si ésta no tiene salida por la parte más alta se quedará atrapada. Parte del gas sale por las ventanas, puertas hacia la atmósfera exterior y otra se queda atrapada en el techo, y en el momento que se produzca alguna chispa se producirá una violenta explosión”, se describe. No es el comportamiento descrito por el titular de la PGR.
En el subsuelo de la central administrativa el metano tendría presencia sólo si existiera un yacimiento, porque en esa zona ni siquiera cruzan los ductos de Pemex, afirmaron los extrabajadores petroleros entrevistados.
 

Pemex: Entre cuerpos mutilados, ensangrentados…

Explosión en la Torre de Pemex; 25 muertos y 101 heridos. Foto: Xinhua
Explosión en la Torre de Pemex; 25 muertos y 101 heridos.
Foto: Xinhua
Una dramática vorágine de historias, personajes y escenas bulle en el relato que un empleado del complejo administrativo de Pemex escribió para Proceso con base en su conocimiento de algunas de las víctimas y las circunstancias en que ocurrió la explosión del 31 de enero en el edificio B-2 de la empresa paraestatal. Esta es su crónica personal de la tragedia…
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Son las 15:40 horas del jueves 31 de enero. En el edificio B-2 del Complejo Administrativo de Pemex, como de costumbre Conchita atiende el mostrador donde se reciben los contratos de los trabajadores; Enrique Marín está absorto ante su computadora mientras Irving Omar tiene tomada de la mano a su pequeña hija Dafne Sherlyn, quien espera la entrega de la credencial del servicio médico.
En la oficina de Recursos Humanos, en la planta baja del edificio B-2, por lo menos un centenar de empleados labora con normalidad. Debajo de ellos, en el sótano, donde se halla una parte del archivo, don Gus se prepara pues nada más le faltan 20 minutos para checar tarjeta. Frente a su pequeña oficina está la “cuadrilla de pulidores”, donde los trabajadores se cambian de ropa.
De pronto el estruendo de una explosión dispara el caos, el pánico, la confusión y la mirada absorta de toda una nación. Se han colapsado los primeros tres niveles del edificio B-2 en el centro neurálgico de la empresa más importante del país. Cientos de trabajadores huyen descontrolados mientras muchos otros auxilian a sus compañeros atrapados entre los escombros.
Poco a poco los heridos salen de la zona. Algunos pueden hacerlo sin ayuda, como Ana Karen, una joven ingeniera química que en el momento de la explosión estaba formada afuera de uno de los bancos aledaños al complejo, esperando para hacer un pago. Los menos afortunados lo hacen en brazos de quienes acudieron en su auxilio: son cuerpos ensangrentados, algunos de ellos mutilados, que emergen de entre una nube inmensa de polvo y humo. Son muchos los heridos, y las manos que en ese momento ayudan parecen insuficientes.
Entre el desastre la gente corre sin saber a ciencia cierta qué pasó. Las llamadas de los celulares se agolpan y provocan que la red sea para muchos inservible. Madres que intentan encontrar a sus hijos; hijos en busca de sus padres. Más de 100 de ellos no volverán a sus casas esa noche porque están hospitalizados; 37 nunca más regresarán.
Alan corre de puerta en puerta con su pesada mochila a la espalda; su uniforme lo identifica como estudiante de secundaria. Sus dos grandes preocupaciones son su pequeña hermana –que se encuentra en el Cendi, dentro del complejo– y su madre, Carolina, quien trabajaba exactamente en el lugar de la explosión. Cuatro días después su mamá se convertirá en la víctima número 37 y él llorará inconsolable frente a su ataúd.
Las instalaciones de Pemex son acordonadas. Llegan ambulancias, bomberos, la Cruz Roja, policías, marinos y soldados, equipos de rescate, todos los que pueden ayudar en una catástrofe como ésta. La ciudad vive la conmoción y las redes sociales alimentan las primeras informaciones. También aparecen ahí algunos medios, reporteros que intentan averiguar algo. Pero la zona es inaccesible y las especulaciones crecen.
Comienza la agonía de las horas más difíciles y largas, las de búsqueda y rescate de las víctimas.

Los afanes

“¡Silenciooooo totaaaaal!
“Somos el grupo de búsqueda y rescate; si hay alguien ahí, grite o pegue ahora…”
La voz amplificada por un megáfono busca colarse entre los escombros y espera una respuesta. Pero no. Nada pasa. Sólo silencio.
Las imágenes son brutales: la losa del edificio se ha desplomado, las vigas de acero están dobladas y el mobiliario de oficina está regado por doquier. La “figura fantasmagórica” del terremoto de 1985 –que Carlos Monsiváis describe en No sin nosotros– está más presente que nunca. Y con ella viene el miedo.
Uno a uno van llegando los voluntarios y pese a la descoordinación reinante, los topos, paramédicos y rescatistas con perros entrenados comienzan a sacar a las primeras víctimas.
Enrique Marín Mercado era un tipo atlético, alto, de tez blanca y un excelente pítcher. Y precisamente sus lanzamientos de bolas rápidas lo llevaron a trabajar a Pemex. Durante los últimos años lanzó desde el montículo para la selección de beisbol de la Sección 34, a la que hizo campeona varias veces en los Juegos Deportivos Nacionales Petroleros que se organizan cada año. Trabajaba en el área de Recursos Humanos. Cuando hallaron su cuerpo entre los escombros, su mano semidoblada daba la idea de que tomaba por última vez una pelota de beisbol para lanzar sus famosas curvas y sliders.
Fue el número 17 de la lista que el personal interno llevaba hasta ese momento. Algunos de sus compañeros lo identificaron inmediatamente por la credencial que fue recogida entre sus pertenencias. El día de su sepelio sus amigos le brindaron un homenaje: Como si estuvieran en el diamante de juego todos se pusieron los jerseys del equipo para despedirlo.
Los trabajadores de Pemex que se afanan alrededor de la zona de desastre miran anonadados la imagen funesta del edificio B-2. La de Recursos Humanos era un área de mucho movimiento. Gente que entraba y salía a toda hora. Para muchos era el corazón laboral del Centro Administrativo. En sus cubículos se gestionaban muchas de las prestaciones del contrato colectivo de Petróleos Mexicanos, uno de los más robustos del mundo.
Del techo cuelga el cuerpo de un hombre que quedó incrustado ahí por la gran fuerza de la explosión. Debajo de él los rescatistas maniobran sobre monitores, impresoras, sillas y los restos de losa derrumbada para alcanzarlo. No pudieron bajarlo sino hasta horas después. Llevaba un traje café, una camisa lila y una corbata que se movía con el viento de la noche.
Dentro de este mar de escombros un Diccionario de la lengua española, de la Real Academia, sale intacto. Un soldado que busca entre las piedras lo halla y lo hojea unos segundos. Parece como si entre todas esas palabras del castellano quisiera encontrar las correctas para describir la escena que tiene ante sí. Pero no encuentra las que describan tal horror y lo arroja, como ha botado la madera, la losa y todo lo que cubre a quienes yacen bajo tierra.
Debajo de los oficinistas se ubicaba la potabilizadora de agua, la que suministraba garrafones para todas las dependencias. También trabajaban ahí los pulidores, que tan necesarios serán en los próximos días para limpiar las huellas del desastre. Y cuatro contratistas externos de los que sólo uno sobrevivirá y será indispensable para identificar los cuerpos de sus compañeros extraviados, los últimos en hallarse después de cuatro días.
En la madrugada el número de cuerpos sin vida aumenta. Circulan historias que desenmascaran la realidad. Se sabe que una pequeña de nombre Dafne, de nueve años, está desaparecida junto con su padre.
Héctor Pulido está tumbado en el suelo afuera de las oficinas de Contra Incendio. Tiene el rostro desencajado. El abuelo y padre no acaba de creer lo que está viviendo; sabe que su hijo y su nieta estaban en las oficinas cuando ocurrió la explosión. Pocas horas después fueron hallados los cadáveres de ambos.

Armando el rompecabezas

Después de un día las autoridades resuelven que la etapa de “búsqueda y rescate ha terminado”, pese a las protestas de muchos trabajadores que saben que debajo de los escombros todavía hay gente, no saben si viva o muerta. Ellos quieren seguir buscando, pero se los impiden por miedo a algo que no quieren compartir. El heroísmo abunda, pero es infértil ante el hermetismo.
Los trabajos pasan a otra etapa: El rescate de documentos. Las zonas destruidas guardaban historias laborales completas. Años y años de esfuerzo y trabajo, vidas enteras dedicadas a la empresa que sostiene económicamente al país.
Los restos de la papelería se hallan desperdigados por el suelo y hasta en las copas de algunos árboles. La Marina, el Ejército y las cuadrillas de Pemex forman una cadena humana e intensifican la recolección de lo que quedó de los archivos. Los documentos son depositados en decenas de bolsas de plástico que poco a poco forman una gran montaña con trozos de historias de vida que tendrán que volverse a unir.
Espontáneamente cientos de manos llegan a ayudar. No lo hacen levantando cascajo, cortando varillas o cargando muebles destruidos. Lo hacen de otra manera igual de necesaria. Los petroleros deciden existir a través de la solidaridad: llegan con un poco de pan, refresco o agua para los brigadistas que trabajan en la “zona cero”.
Quienes están dentro del complejo –fuertemente custodiado por cientos de armas– sólo escuchan fragmentos de las versiones que se han dejado correr en los medios. Poco a poco, conforme llegan las cuadrillas de relevo, la tragedia va tomando forma, nombre y apellido; los petroleros informan acerca de quienes están hospitalizados y de los que han fallecido. Entonces saben que otras tragedias se están escribiendo en los hospitales y funerarias.
Una de las historias que circula más es la de Concepción Salvador Millán, Conchita, la mujer regordeta, bajita, de pelo corto que muchos vieron salir con vida, pero en un estado crítico. La mayoría de los trabajadores la conocían porque durante años ella fue la encargada de recibir y entregar los contratos en el área de Recursos Humanos. Era una mujer amable pero de carácter fuerte que siempre estuvo atendiendo a la gente.
Ahora ella y sus compañeros han desaparecido junto con la tranquilidad colectiva. Quienes trabajamos allí regresaremos con la zozobra de sentir un vacío que nunca volverá a llenarse.

*Empleado de Pemex y licenciado en periodismo por la Escuela Carlos Septién García.

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