Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 23 de julio de 2012

ASTILLERO- El miedo a la democracia- TEPJF: legalidad o descrédito

Astillero
Protesta creciente
Contra la imposición
Más allá de candidatos
¿Qué harán PRI y EPN?
Julio Hernández López
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EL PRESIDENTE DEL PRI EN VERACRUZ. Al encabezar la sesión extraordinaria del Consejo Político Estatal del PRI de Veracruz, realizada en Boca del Río, el presidente del CEN, Pedro Joaquín Coldwell, afirmó que Enrique Peña Nieto será Presidente de la República el 1º de diciembre
 
       A los múltiples y graves problemas que ha acumulado el sistema político mexicano, sobre todo en materia de sucesión presidencial y especialmente en sus vertientes de legalidad y legitimidad, se añade ahora la persistencia y consolidación de un movimiento social sin estructuras tradicionales de organización, formado por miles de ciudadanos solamente regidos por sí mismos, creativo y marcadamente consciente, que impugna sin atajos ni puentes la anunciada imposición de Enrique Peña Nieto como aún más peligroso relevo del catastrófico y violento ocupante actual de Los Pinos.
 
No es un hecho menor, aunque buena parte de los medios de comunicación han sido comisionados para menospreciarlo e incluso difamarlo, ni tampoco es solamente estudiantil o juvenil, aunque esa presencia sea mayoritaria y muy notable, como nunca en este tipo de movilizaciones. Aun cuando se centra en el rechazo a la instalación en la Presidencia de la República de alguien a quien se considera comprador y no ganador de los comicios correspondientes, su caracterización no es necesariamente partidista o electoral. Es muy importante entender que al combatir a quien estiman que ganó a la mala no están convirtiéndose al mismo tiempo en promotores o defensores de quien quedó oficialmente en segundo lugar y que, de aceptarse la tesis del fraude electoral, sería el verdadero ganador moral, pero no restituible por sí mismo en este proceso, pues lo que se demanda es su invalidación y no su depuración. El movimiento va más allá de López Obrador y los partidos que lo postularon, e incluso en franjas importantes hay rechazo o cuando menos clara distancia de los vaivenes de la farándula electoral.

Tal conformación, inusual en el catálogo de las protestas posteriores a los comicios, no está siendo procesada con inteligencia y astucia por la élite priísta, que según famas ahora en fuga habría obtenido en siete décadas impresionante doctorado en la manera de absorber o disolver movimientos en su contra. El peñanietismo está reaccionando con el mismo éxito que un especialista en excavaciones y demoliciones en caso de que fuera llevado a una operación quirúrgica.

El presunto presidente Peña (PP?) se ha instalado en una fase de pasmo, incredulidad y enojo que pareciera involuntaria continuación de la noveleta iniciada en la Universidad Iberoamericana un viernes negro de mayo. Su equipo sostiene la misma actitud y parecidos argumentos, atribuyendo los actuales actos de oposición a factores artificiales, provocados a partir de engaños y manipulación, sin entender las razones del retador enojo creciente y, por tanto, sin trazar una salida política viable, sin encajonarse en el recurso tan aparentemente fácil como evidentemente explosivo del uso de la fuerza pública (¿lo haría Calderón, conforme a los acuerdos nocturnos de Los Pinos con EPN?) para hacer cumplir la históricamente maltrecha ley.

Ayer, por ejemplo, el súbitamente estelar Pedro Joaquín Coldwell dijo que las acusaciones de fraude (Monex y Soriana, por dar dos ejemplos) ofenden a los mexicanos. Manlio Fabio Beltrones, quien no forma parte de los círculos cercanos a EPN, ni goza de su confianza (menos si se toma en cuenta que en las especulaciones respecto a invalidez de las elecciones presidenciales se le incluye invariablemente como pieza de natural presencia en diversas combinaciones posibles), se asomó ayer al foro para decir que el país no merece más zozobra.

Mientras ese priísmo socialmente iletrado se revuelve en busca de algo similar a una solución, el lopezobradorismo coloca en las calles sus instrumentos de medición para calcular hasta dónde llega la irritación popular (no tanto por el despojo a un candidato, sino por el robo electoral en sí). El ex candidato tabasqueño está atado por los compromisos de civilidad y por las cesiones a adversarios internos que hubo de hacer para sostener su postulación presidencial, pero se mantiene atento al rumbo de los vientos.

Al fondo del escenario de su corriente asoma, poco exitosa, rebasada por los acontecimientos, sonoramente fallida en la vigilancia de casillas, la expectativa organizativa denominada Morena. Pero, más allá de la posibilidad de intentar la constitución de un nuevo partido político, esa vertiente de izquierda sabe que debe reponerse y reinstalarse para combatir fragorosamente las iniciativas de reformas legislativas y los planes con los que PRI y PAN pretenden gobernar y repartirse el pastel del sexenio venidero.
Sin embargo, la gran incógnita está alojada en los equívocos dominios del priísmo encopetado. El futuro de la nación será definido por la manera en que el peñanietismo decida enfrentar al movimiento ciudadano que se opone a su llegada a Los Pinos. Lo visto ayer confirma que se está en presencia de un movimiento de mexicanos que en las principales ciudades del país, y en muchas otras plazas del extranjero, está decidido a luchar contra el sistema político vigente, contra su deplorable juego de partidos, contra las candidaturas y los cargos que constituyen un botín para los membretes de siempre.

Cauce y satisfacción a sus demandas de evolución política verdadera deben darse en las semanas venideras a ese movimiento, con la continuación de las protestas, con el impacto del ejemplo de lucha cívica, con el uso inteligente de las redes sociales para suplir y combatir la desinformación de los grandes medios tradicionales, con la alegría creativa y la convicción individual de que las cosas no pueden ni deben seguir así. La tentación autoritaria ha de ser desechada en las alturas de tres colores y en su aliado represor, el calderonismo subido ya al mismo carro 2012-2018. Tanta energía y entusiasmo cívicos en favor del cambio no deben quedar en la frustración.

Y, mientras el tema de la venta de armas en Estados Unidos es puesto sobre la mesa de discusión por las lamentables muertes sucedidas en Aurora, Colorado (aunque muestras de esos daños se tienen por decenas de miles en países como el nuestro), ¡hasta mañana, con el PAN soñando con resurrecciones a mediano plazo!
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El miedo a la democracia
Carlos Fazio /II
 
 
      Después de la Segunda Guerra Mundial, ante la emergencia popular y el auge de las ideas socialistas en el orbe, y por miedo a la democracia, con el espantajo de una agresión comunista extracontinental la élite del poder estadunidense edificó un Estado de bienestar para los ricos con una ideología de seguridad nacional para el control de la población. Con el cuento de los valores de la democracia occidental y cristiana, el modelo se exportó, custodiado por los infantes de marina. El uso de la propaganda fue clave en la fabricación de un mundo maniqueo destinado a encubrir la lucha de clases y la dominación capitalista. La falsificación sistemática de los hechos –de crímenes e infamias múltiples– llega hasta el presente. Pero, desaparecido el otro polo de la contradicción de la guerra fría, el capitalismo ya no se preocupa por ocultar su rostro real. A la crisis del capitalismo fordista siguió la restructuración neoliberal depredadora, tildada de globalización. Hoy, en el marco de un imperio anárquico y casi omniabarcante, rige un entramado estructurado jerárquicamente por estados, organizaciones internacionales, consorcios multinacionales y –no en último término– bandas criminales de tipo mafioso.
 
El mundo está dominado por las más altas esferas del poder político, oligopólico, militar y financiero, es decir, por verdaderos criminales organizados, cuya máxima expresión visible son las mafias representadas en Davos. Con la salvedad de que el capitalismo monopólico jamás había estado tan bien definido como ahora. En un acto de ocultismo, la propaganda neoliberal, convertida en un instrumento eficaz de desinformación, trata de convencernos de que vivimos en un mundo feliz, mientras una violencia represiva creciente completa sus efectos y asegura el control social.

Desde hace años, la política devino escenificación mediática, en el sentido de un desacoplamiento sistemático entre el discurso político y la práctica política. Como dice Joachim Hirsch, lo que hoy día se llama política se reduce cada vez más a la administración más o menos eficiente del orden existente, al acomodamiento ante las fuerzas compulsivas de los hechos y de las circunstancias. Sumergidos en un sistema de corrupción estructural, quienes malgobiernan administran el statu quo y buscan ofrecer las condiciones más redituables al capital a costa del bienestar social. En Estados Unidos gana el que mete más dólares a su campaña. El poder del dinero y la propaganda disfrazada de mercadotecnia fabrican presidentes. En 2008, Barack Obama fue premiado por la industria de la mercadotecnia por su campaña de propaganda electoral; se ubicó por encima de cualquier otro producto. En Italia, con su pasado criminal, Berlusconi fue elegido primer ministro de un país mafioso y mariano-católico machista, en dos ocasiones.

Como aparatos mediáticos del sistema de dominación, en lugar de valores políticos de uso, los partidos trafican en el mercado electoral con mercancías políticas fetiches. En la competencia entre aparatos partidistas se trata, ante todo, de una diferenciación de producto según técnicas de la industria de la propaganda comercial. Los departamentos de propaganda y los estilistas políticos fabrican candidatos. Lo que cuenta es la presentación, lo decisivo es el envase. Ayer Vicente Fox, hoy el muñeco telegénico de Televisa y los poderes fácticos, Enrique Peña Nieto, a quien habían programado para ganar por dos dígitos para imponer las contrarreformas estructurales. Las promesas de campaña fueron parte de la puesta en escena; no eran para ser cumplidas. Además, vivimos en la sociedad de la disculpabilidad. La clase política y sus papagayos en los medios hablan permanentemente de responsabilidad, pero, si algo sale mal, piden disculpas. Como ahora con las encuestas: cinismo puro. Además, las promesas sirvieron para embadurnar la compra de votos a masas de desheredados que no tienen en su horizonte cultural siquiera la idea de sociedad, en el sentido de la modernidad. En Alemania, 31 por ciento del electorado votó para que Hitler llegara al poder y fue copropiciador de una debacle y una orgía de barbarie de dimensiones históricas.
En México, todos los partidos son corruptos y usan los mismos métodos. Son comprables y, por tanto, compradores de voluntades. Sólo difieren en los niveles de competitividad. En la selva socialdarwinista neoliberal ganó el corrupto más competitivo del partido virtual de la unidad (Joachim Hirsch), o lo que Losurdo llamaba un monopartidismo competitivo, con formaciones políticas que representan a la misma burguesía y exhiben la misma ideología neoliberal.

Los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional vienen coadministrando los intereses del gran capital desde los años 80. Ahora impusieron a Peña, el gandalla más apto de la partidocracia. Andrés Manuel López Obrador no podía ganar en 2006 ni en 2012. Con independencia de que sea un mesías o Satanás, de izquierda o derecha –y de que esté rodeado de algunos personajes sin integridad y rigurosamente inescrupulosos, y de que no puso la guerra estúpida de Felipe Calderón como tema de campaña–, la aversión de la oligarquía a AMLO es porque no es chantajeable ni cooptable. Porque, como diría Max Weber, vive PARA la política, no DE la política.

La política llena su vida. A diferencia de los integrantes de la clase política –para quienes la política es una chamba y un vehículo para el enriquecimiento personal–, para AMLO la política es pasión. Además, en tiempos del neoliberalismo rapaz, cuando rige el dios dinero, a él no le interesa el dinero. Ergo: tampoco es comprable. Y eso es peligroso: una locura. Pero a la vez, tiene gran poder de convocatoria y puede movilizar grandes masas, como el general Cárdenas. En esa medida, es un poder fáctico fuera del control de la oligarquía, de las huestes jerárquicas locales de Ratzinger y del imperialismo. Por eso se le sataniza y se le ha querido aniquilar. Por eso, y porque también los amos de México le tienen miedo a la democracia.





TEPJF: legalidad o descrédito
 
 
        Tras la conclusión del plazo legal para la recepción de recursos de inconformidad por las pasadas elecciones federales, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) informó haber recibido 364 recursos de impugnación contra los comicios por la Presidencia, tres de los cuales solicitan la invalidez total de proceso –entre ellos, el presentado por el Movimiento Progresista–, y el resto señalan anomalías diversas en los cómputos distritales. Al conjunto de quejas ante el órgano jurisdiccional por la comisión de delitos propiamente electorales deben sumarse las acusaciones sobre el flujo de recursos presumiblemente ilícitos a la campaña del abanderado presidencial del Partido Revolucionario Institucional, Enrique Peña Nieto, que forman parte de las pruebas supervenientes presentadas por la coalición de izquierdas y que deberán, como tales, ser analizadas por el TEPJF, amén de las pesquisas de las autoridades correspondientes más allá del ámbito comicial.
 
El elevado número de impugnaciones interpuestas ante el TEPJF constituye un mentís a las afirmaciones realizadas por el Instituto Federal Electoral sobre el supuesto carácter limpio y ejemplar de las elecciones del 1º de julio, y contradice lo expuesto en días recientes por la dirigencia del tricolor de que las acusaciones y cuestionamientos contra la legalidad de la elección son consecuencia de un empeño y hasta de un capricho del Movimiento Progresista y de su candidato, Andrés Manuel López Obrador.

Si bien es cierto que el juicio de inconformidad interpuesto por la coalición de izquierda es el que acapara mayormente la atención pública y los reflectores mediáticos, la cifra revelada ayer por el máximo órgano de justicia electoral refleja que el malestar por los comicios no es privativo de los partidos y organizaciones que forman dicha coalición, sino está presente también en otras fuerzas partidistas y sobre todo en amplios sectores sociales que han documentado los vicios, el desaseo y la opacidad que caracterizaron a los pasados comicios. Significativamente, una parte sustancial de esos sectores se manifestaron ayer en la capital de este país, en la Marcha Nacional contra la Imposición, convocada por un conjunto de organizaciones que se mueven en forma paralela e independiente de los partidos políticos, como el movimiento estudiantil #YoSoy132, el Sindicato Mexicano de Electricistas, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
En tal circunstancia, resultan injustificables las expresiones formuladas ayer mismo por el dirigente nacional priísta, Pedro Joaquín Coldwell, de que las impugnaciones a la legalidad de la elección ofenden la dignidad de los mexicanos que votaron en libertad. Lo ofensivo, en todo caso, sería que la autoridad jurisdiccional desechara el cúmulo de elementos y evidencias documentales en que se basa la inconformidad de actores políticos y grupos de la sociedad organizada, sin analizarlos con el detenimiento y la responsabilidad correspondientes, y sin considerar sus efectos de cara a la legalidad y la legitimidad de la elección en su conjunto. El PRI debiera ser el principal interesado en que el tribunal electoral estudie y esclarezca todos esos elementos, así sea para conjurar los regateos al supuestro triunfo de su candidato.

Para despejar toda duda que pudiera haber sobre la validez de los comicios, el TEPJF deberá actuar con total apego a la letra y al espíritu de las disposiciones constitucionales, legales y reglamentarias. Si dicho órgano no cumple a cabalidad con esa tarea y opta por declarar válida la elección del 1º de julio sin desvirtuar en forma convincente y sin argumentos legales sólidos los distintos recursos de impungación de esos comicios, no sólo erosionará severamente las bases de la democracia en el país, sino causará daño grave a la credibilidad de los órganos electorales y a las perspectivas de gobernabilidad en el futuro inmediato.

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