Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 23 de julio de 2012

PRIMAVERA MEXICANA- LAS MAS DEL 23 DE JULIO DE 2012 DE LA PÒRTADA DE LA JORNADA

Primavera mexicana
Marchan para señalar irregularidades cometidas por Peña Nieto y su partido
Manifestantes exigen la anulación de los comicios
Al llegar la avanzada al Zócalo, la retaguardia pasaba a la altura de la Zona Rosa
Foto
Expresiones de la tercera Marcha Nacional contra la Imposición de Enrique Peña Nieto
Foto José Carlo González
Emir Olivares Alonso
Periódico La Jornada
Lunes 23 de julio de 2012, p. 2
Por tercer fin de semana consecutivo, la ciudadanía hizo suyas las calles para manifestarse contra la imposición del priísta Enrique Peña Nieto en la Presidencia de la República y demandar que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) invalide los comicios del primero de julio.

Convocados por diversas organizaciones que participaron en la Convención Nacional de San Salvador Atenco la semana pasada, entre ellas el movimiento #YoSoy132, miles de personas participaron en la Marcha Nacional contra la Imposición, donde advirtieron que el candidato del PRI y su partido incurrieron en diversas irregularidades que deben ser tomadas en cuenta al momento de calificar la elección.

La movilización comenzó al mediodía en las inmediaciones de la residencia oficial de Los Pinos y fue encabezada por jóvenes rechazados de universidades públicas, agrupados en el Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior. El Zócalo capitalino fue el escenario donde concluyó y donde las consignas más sonoras fueron: Peña, entiende, el pueblo no te quiere, y Aquí se ve, aquí se ve que Peña Nieto presidente no va a ser.

Al inicio la columna se veía reducida, pero en el trayecto la movilización creció. Miles esperaban su paso en el Ángel de la Independencia para sumarse; lo mismo ocurrió en Insurgentes y Reforma, Bucareli y a la altura del Palacio de Bellas Artes.

Una vez más, la expresión ciudadana se dio con pintas sobre cuerpos, carteles, mantas o pancartas, televisores hechos de cartón, paliacates o playeras. No hubo mítines ni largos discursos en la Plaza de la Constitución.

Durante el trayecto se vio a estudiantes de universidades, públicas y privadas; a familias, niños, adultos, ancianos, jóvenes, simpatizantes y no de Andrés Manuel López Obrador; así como a miembros de organizaciones como el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco, del Sindicato Mexicano de Electricistas y de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, y otras.

Según el Gobierno del Distrito Federal, unas 32 mil personas asistieron a la movilización, en tanto los organizadores afirmaron que fue el doble de esa cifra.

Somos anti-Peña, porque Peña es antinosotros
Un joven portó un televisor de cartón sobre su cabeza, en cuya pantalla se leía: Apaga la Tv y prende tu cerebro. Una chica usó su espalda descubierta para escribir: No al fraude. Un grupo de universitarios empujaban un carrito de supermercado al que llamaron estencilmóvil, con pinturas en aerosol para que la banda haga su propia manta. Con cartones en alto, otros expresaban: Televisa, con nosotros finaliza tu telenovela. Un sector de la UNAM portaba una manta que decía: Somos anti-Peña, porque Peña es antinosotros. En tanto, los Artistas por la Izquierda hicieron una representación atlética, con aros olímpicos incluidos, para llamar a la ciudadanía a no desviar su atención con los Juegos de Londres.

A las 14 horas, la avanzada se dividió por varias calles para ingresar al Zócalo. En tanto, la retaguardia aún caminaba a la altura de la Zona Rosa.

Los primeros contingentes llegaron, pero la plaza no se llenó. Se nos desinfló la marcha, lamentó un asistente. Media hora después esas palabras fueron anécdota, pues comenzó la afluencia de la mayoría de colectivos hasta abarrotar la plancha; por tres horas y de manera ininterrumpida, miles de personas continuaron entrando al Zócalo.

El retraso se debió, explicaron algunos, a dos razones: una, el desconcierto generado en la salida de la movilización en Los Pinos y a su paso por el Ángel de la Independencia; y dos, porque muchos intentaron llegar desde el Metro Constituyentes, donde fueron bloqueados por elementos del Estado Mayor Presidencial, por lo que tuvieron que rodear hasta llegar a Reforma.

Una vez en el Zócalo, varios grupos llegaron a una de las puertas de Palacio Nacional y comenzaron a gritar Fraude, fraude. Ahí llamaron a continuar la protesta en el Monumento a la Revolución, donde se realizaba el Festival Re-Evolución, organizado por el movimiento estudiantil #YoSoy132, que acampa en el Monumento a la Revolución.

Horas más tarde, durante este espectáculo, se dio a conocer que en Oaxaca fueron detenidos 24 jóvenes de #YoSoy132 y se leyó un comunicado de la asamblea de los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, que incluyó nombres de los aprehendidos, censuró los hechos, demandó su liberación inmediata y responsabilizó a los gobiernos federal y estatal de cualquier agravio contra los detenidos.

Quienes permanecieron en la Plaza de la Constitución formaron pequeñas asambleas o grupos de discusión para aportar ideas o propuestas que eviten la imposición. En una de esas bolitas el escritor Paco Ignacio Taibo II tomó un micrófono, subió a un pequeño camión y llamó a que la movilización social continúe. Metros adelante, varias personas pegaban algunos carteles en el asta bandera; uno de éstos lo resumió todo con un mensaje de Lucio Cabañas: Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo, y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano.

Un mundo feliz-Helguera
Invalidez e interregno
John M. Ackerman
      Hasta el funcionario electoral más indolente, el periodista más vendido o el político más cínico difícilmente avalarían la elección de un narco-presidente. Aunque la ley no señala específicamente que recibir dinero del crimen organizado es causal de nulidad de la elección presidencial, si se comprobara que el candidato ganador incurrió en esta falta, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) tendría que hacer su trabajo e invalidar la elección por incumplir con los principios constitucionales de legalidad, equidad y autenticidad, entre otros.
En este contexto, los argumentos legaloides en contra de la nulidad, supuestamente basados en un estricto apego al principio de legalidad, quedarían expuestas como simples coartadas para avalar la impunidad. Forzosamente se tendría que recurrir directamente a los principios consitucionales para evitar que la ley se convierta en una simple mascarada para esconder la total perversión de las institucionales estatales.

Así procedió la sala regional del TEPJF en Toluca en diciembre del año pasado, cuando los magistrados anularon la victoria del candidato del PRI, Wilfrido Lázaro, para la presidencia municipal de Morelia. Ante la gravedad de las violaciones a la Constitución cometidas por el viejo partido de Estado (al utilizar la televisión tanto para difundir el logotipo del PRI en una prueba de boxeo la noche antes de la elección como para transmitir un largo mensaje priísta durante el cierre de campaña del candidato a gobernador, Fausto Vallejo), los magistrados enviaron un claro mensaje de ya basta a la clase política. El mismo Enrique Peña Nieto incluso dio acuse de recibo: “Preocupa que [en el caso de Morelia] se sienta un precedente para juicios que se hagan a procesos de otro orden … como el que viviremos a nivel nacional”.

Al PRI se le está haciendo largo el proceso de calificación de la elección presidencial. Así como sus operadores recortaron las campañas electorales a la mitad para maximizar el impacto del dinero y minimizar el intercambio de ideas, ahora quisieran hacer lo mismo con respecto al periodo entre la elección presidencial y la toma de posesión del nuevo mandatario. El senador Carlos Jiménez ya se apresuró a quedar bien con quien sería su nuevo jefe al proponer adelantar la toma de posesión al primero de septiembre y así evitar el largo interregno en que el presidente saliente ya perdió su poder y el nuevo presidente todavía no puede asumir sus nuevas funciones.

Pero en lugar de buscar nuevas fórmulas para retornar al pasado de las transiciones por dedazo y de terciopelo, habría que abrazar el presente y valorar las grandes ventajas de las idiosincrasias del sistema mexicano. Por ejemplo, los dos meses entre los comicios y la calificación de la elección presidencial constituyen una oportunidad de oro para depurar el proceso electoral y asegurar que el próximo presidente realmente haya ganado de manera justa y legítima. La larga historia de fraudes electorales en México justifica tener especial cuidado en esta materia.
La seriedad con que se asume esta responsabilidad en el país contrasta de manera positiva con lo que ocurre en otras jurisdicciones. Por ejemplo, si Estados Unidos hubiera contado con un periodo similar habría ahorrado una importante crisis de legitimidad en la elección presidencial de 2000 entre George W. Bush y Al Gore. Fue precisamente la falta de tiempo antes la toma de posesión del candidato ganador lo que obligó a la Suprema Corte de aquel país, en una de las decisiones más cuestionadas en su historia, a detener el recuento de la votación en Florida. Despacio, que voy de prisa reza el sabio refrán mexicano, originalmente atribuido a Napoleón.

Las reglas del juego que aceptaron todos los candidatos al competir por la Presidencia de la República en 2012 incluyen, por primera vez en la historia moderna del país, la posibilidad explícita de anular la totalidad de la elección presidencial. No es Andrés Manuel López Obrador al impugnar, sino Enrique Peña Nieto al ostentarse anticipadamente como presidente electo quien violenta el Estado de derecho y rompe con el pacto de civilidad.

No cabe duda de que lo más fácil para López Obrador hubiera sido retirarse a su rancho desde el pasado 2 de julio para disfrutar a su familia y atender asuntos personales, tal como Vicente Fox viajó a París para celebrar su cumpleaños ese mismo día. Pero en lugar de buscar el confort, el político de izquierda ha decidido mantenerse en la lucha. Esta decisión molesta a muchos comentaristas, perjudica su imagen en algunos círculos y le podría costar caro si en algún momento vuelve a buscar la Presidencia. Pero para millones de mexicanos también constituye un ejemplo de entereza y dignidad muy poco común en medio del cinismo y corrupción que caracterizan a la clase política.

La reunión del martes pasado en Los Pinos entre Felipe Calderón y Peña Nieto fue un patético esfuerzo por reafirmar el control de la oficina de la Presidencia sobre la política nacional. Pero ningún acto de simulación protocolaria podrá callar a los jóvenes. Incluso, pocas veces se presentan momentos tan propicios como hoy para la reafirmación del control ciudadano sobre los políticos y las instituciones gubernamentales. El interregno de cinco meses ofrece la oportunidad ideal para el desarrollo de un fuerte contrapeso social al autoritarismo más retrógrado que promete ensancharse si regresa el viejo partido de Estado a Los Pinos.

Habría que recordarles a los consejeros y los magistrados electorales que no será el próximo presidente, sino la sociedad, quien finalmente juzgará su comportamiento. Más vale que piensen dos veces antes de abandonar sus obligaciones constitucionales para correr a buscar el favor del próximo tlatoani.
Twitter: @JohnMAckerman
Dos manifestaciones-Hernández
Hora de lucha
Gustavo Esteva
       Muchos mexicanos creen que el 1º de julio eligieron libre y masivamente presidente, gobernadores, diputados, senadores… Saben que hubo problemas y que la versión idílica del proceso que trazan Calderón, el IFE o el PRI guarda escasa relación con la realidad. Pero les guste o no el resultado, piensan que debemos mirar hacia adelante y no perder el tiempo en confrontaciones que pueden llevar a la violencia y el caos.
Otros muchos, que apostaron por el cambio, quieren someter las instituciones a la prueba final del ácido. Piensan que la lucha legal y la movilización social pueden conseguir que el Trife anule la elección, lo cual no sólo sería legal y justo, sino que representaría una oportunidad extraordinaria de cambio político. Se aferran a esa posibilidad para abatir su frustración actual y porque no pueden escapar del marco de referencia de las instituciones. Igual que los primeros, no saben pensar desde fuera de ellas.

Mientras, se extiende rápidamente una actitud diferente, que descompone con ingenio y lucidez la mancha del aceite de cinismo, descaro y amenazas con que se pretende calmar el mar agitado de la indignación general.

Quienes adoptan esa actitud aceptan que valdría la pena probar el camino novedoso de anular la elección, aunque se tenga que pagar el alto precio de soportar otro año de campañas y de renovar la confianza general en instituciones en decadencia. Pero no creen que sea posible. Por eso se dedican a explorar opciones.

Una imagen empieza a recoger el estado de ánimo. Si una edificación se cae tras un terremoto, nadie empezaría la reconstrucción por el techo; hay que limpiar primero el terreno y luego reparar los cimientos. Para reconstruir el país destrozado, en estado de emergencia, hay que concentrarse en el suelo social y depender de la gente común que lo habita, no de líderes, ideologías, vanguardias o partidos. Sólo los hombres y mujeres ordinarios de comunidades, barrios y colonias pueden recomponer el tejido social y empezar la obra de regeneración. Cuando llegue el momento se ocuparán de ponerle techo a la nueva construcción. Así ha sido siempre tras un desastre… y cuando se trata de cambiar un régimen.

Para este grupo creciente, el 1º de julio se desgarró el último velo que cubría las instituciones democráticas. Se hizo evidente que sólo sirven para tratar de disimular el carácter despótico del régimen. Les parece ridículo seguir discutiendo sobre sus colores o supuestos remedios, cuando los operadores del sistema presionan ya por cerrar el ciclo y acelerar la implementación de la agenda siniestra que han comprometido: entregar lo que queda del país a la ocupación privada y profundizar violencia e intimidación para facilitar esa entrega y someter el descontento. Creen contar con una sólida base social, además de sus porros, paramilitares y organizaciones mafiosas.
Quienes consideran obsoleta la convicción leninista de que lo importante es tomar el poder conquistando los aparatos de Estado, por cauces legales o golpes de mano o de fuerza, se concentran en desmantelarlos. En vez de buscar el poder de arriba, por cualquier vía, estructuran y organizan el poder de abajo. En vez de persistir en la fantasía de democratizar la democracia liberal o suavizar el despotismo democrático con mayor participación ciudadana, crean auténtica democracia donde la gente está. Esta alternativa no puede colgarse de programas imaginados por dirigentes, sino que se construye desde abajo como plan nacional de lucha. Por eso, quizás, la descalifican quienes hacen grandes planes para evitar la imposición. Discursos grandilocuentes con retórica pretendidamente radical sofocan las voces de quienes presentan esa visión alternativa. Pero esas voces son las realmente radicales y en ellas parece encontrarse la esperanza. No se dejarán gobernar por los de arriba, quienesquiera sean.

Hace unos días Stephane Grueso resumió el movimiento equivalente en España en términos que sería muy útil escuchar aquí: “Decimos que esta es una revolución popular. Nosotros somos el pueblo. No somos un partido. No somos un sindicato. No somos una asociación. No somos indignados. No estamos enojados. Somos el pueblo. Estamos en todas partes. Aquí, en Madrid, cada fin de semana hay 104 asambleas de vecinos. En cada una de las asambleas hay de cinco a 15 personas que se reúnen para hablar de política en gran escala, de lograr la paz en el mundo, pero también de política en pequeña escala: qué problemas enfrentamos en nuestro vecindario. Esto sucede cada semana y esto es el 15-M. Estamos conectados y trabajamos juntos en España y con otros países. Estamos logrando cosas, no nos hemos detenido. No somos tan visibles ahora, pero seguimos trabajando y volveremos a salir a las calles”.

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