Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 29 de julio de 2012

BAJO LA LUPA- Los posibles efectos de la crisis mundial- Guerra de mentiras e hipocresía

Bajo la lupa
Siria: la opción Manaf Tlass
Alfredo Jalife-Rahme
 
 
      Desde la costa oriental del mar Mediterráneo hasta el golfo Pérsico los múltiples focos incandescentes profundizan sus interconexiones.
 
Por azares del destino, Al-Qaeda, segmento terrorista sunnita que presuntamente controla la CIA (o Al-CIA), reapareció con todo su resplandor devastador tanto en el seno de los rebeldes sirios (lo cual infecta sus legítimas demandas) como con sus correligionarios de Irak.

The New York Times y Frankfurter Allgemeine Zeitung han sido muy generosos en exponer las nuevas andanzas de Al-Qaeda en Siria e Iraq, países que constituyen dos imágenes del mismo espejo sectario: el primero, con mayoría sunnita y relevantes minorías (alawitas, cristianos, kurdos, drusos y turcomenos) y, el segundo, de mayoría chiíta árabe (vinculada al chiísmo persa) y con notables minorías (sunnitas árabes y kurdos).

En el Creciente Fértil, corazón de la máxima hipercomplejidad del mundo árabe, prevalece su consustancial sectarismo (Líbano, Siria e Irak) y donde las reduccionistas mentes maniqueas de reflejos condicionados lineales occidentaloides pueden salir decapitadas por ridículo simplificador.

Existe ya embotellamiento de portaviones de EU en el golfo Pérsico para asfixiar a la teocracia chiíta persa, mientras el gabinete israelí del sionista mesiánico (ex-jefe del Mossad dixit) Netanyahu acaba de adoptar un presupuesto de guerra para atacar a Irán y/o capturar, para el bien del género humano, las armas químicas del tambaleante régimen alawita (minoría esotérica del chiísmo) de Bashar Assad.

Sea contra quien fuere, pero Netanyahu está en pie de guerra: ya sea para realizarla en cualquier momento; ya sea para secuestrar la elección presidencial de EU donde el desmedidamente poderoso lobby AIPAC –consultar luminoso libro The Israel Lobby and US Foreign Policy de los excelsos politólogos John Mearsheimer y Stephen Walt– ejerce una influencia considerable gracias a su control de los multimedia y sus PRESS-titutes (Paul Craig Roberts dixit).

Thierry Meyssan, director galo de Réseau Voltaire –lectura obligada para equilibrar la avasallante desinformación de Occidente– se encuentra en Damasco y ha reportado la infiltración de mercenarios jihadistas de Al-Qaeda provenientes de varios países árabes en el seno de los rebeldes sirios. A grado tal que el canciller ruso Sergei Lavrov ha acusado a EU de encubrir el terrorismo. ¡Uf!

A mi juicio, la EU/GB/OTAN aplican en Siria 30 años mas tarde el modelo Afganistán de los libertarios jihadistas (con apoyo de películas de Hollywood a la Silver Stallone sustituidas por la instantaneidad del video en youtube) contra el régimen de Kabul, aliado a la ex-URSS. Hoy Damasco se parece a Kabul y Alepo a Kandahar.

Siria se mueve entre dos polos extremos de disolución de su entidad estatal: 1. la balcanización en miniestados étnico-teológicos “a la Yugoslavia”, que en el norte se insinúa con la apropiación territorial de los kurdos –quienes son sunnitas pero no-árabes–, lo cual ha puesto en alerta a Turquía que apoya ostensiblemente, con ayuda financiera de Arabia Saudita (AS) y Qatar, a los rebeldes sirios y, 2. el sectarismo de la guerrea civil teológica entre sunnitas y chiítas a escala regional (entre AS e Irán) y, a escala local siria, entre los alawitas (10 por ciento de la población) y sunnitas (70 por ciento).

Curioso: los cristianos de Siria (10 por ciento) se han aliado a su cuenta y riesgo al régimen alawita por temor a la toma del poder por el espectro de la omnipotente triada sunnita: Hermanos Musulmanes, salafistas (integristas coránicos) y Al-Qaeda.

En forma anecdótica, el destino de la batalla de Alepo –entre el ejército controlado por la secta alawita, y los rebeldes de la triada sunnita– será decidido por quien tomen partido los kurdos no-árabes: 20 por ciento de la población comercial más importante de Siria, además de joya arquitectónica milenaria y centro de la óptima gastronomía. ¡Ese es el Medio-Oriente!

Desde la Guerra del Peloponeso, 26 siglos más tarde, los humanos no han cambiado mucho con sus lealtades y perfidias; sólo varió la coreografía tecnológica.
El binomio dinástico de los alawitas Assad y los sunnitas Tlass –que gobernó Siria y controló el Partido Baas durante 42 años desde los padres Hafez y Mustafa, refrendado por los hijos Bashar y Manaf–, quedó fracturado irreversiblemente.
Es imposible gobernar Siria –país proclive a la ingobernabilidad y propenso a varios golpes de estado antes del más reciente que propinó Hafez Assad en 1970– sin el factor del estructural pegamento mayoritario sunnita.

Entre los dos polos disolutivos de la entidad estatal siria, se perfila la opción Manaf Tlass (ver Bajo la Lupa 22.7.12), la cual, dicho sea con humildad de rigor, propuse antes que nadie en mis comentarios a CNN y Proyecto 40.

Manaf desertó de la pretoriana Guardia Republicana para asilarse en París donde ha empezado a encabezar el liderazgo de la transición aceptable a los actores globales y regionales (con la salvedad de Irán que guarda prudente silencio): hijo del ex ministro de Defensa Mustafa, y hermano tanto de Firas (multimillonario radicado en Dubai y muy cercano a las pudientes petromonarquías) como de Nahed (esposa del multimillonario y célebre mercader de armas saudita Akram Ojjeh).

Se detectan radiactivamente los hondos vínculos añejos del clan Tlass con Rusia, Francia, Turquía y las seis petromonarquías, en particular, Arabia Saudita. No es poco.

El portal libanés lorientlejour (26.7.12), muy cercano a Francia, destapa a Manaf –playboy muy carismático de 48 años de edad– como futuro hombre fuerte de Siria.

Michel Kilo, uno de los principales dirigentes de la oposición, durante sus negociaciones con el canciller Sergei Lavrov, en Moscú, filtró que Manaf está destinado a jugar un rol de primer plano en la fase de transición.

A un sector de la oposición, Consejo Nacional Sirio (CNS) que ha sido entrenado por EU para presidir la transición, no le agrada para nada la opción del sunnita Manaf cuya familia es identificada con el nepotismo Assad.

A la muy fracturada y heteróclita oposición siria solamente la unifica su abominación a Bashar cuya defenestración puede ser peor que su estancia, si no se mantiene un mínimo institucional de gobernabilidad para no repetir el lúgubre vacío de poder que sucedió con la des-baasificación de Irak (imagen en espejo de Siria) a raíz de la desastrosa invasión anglosajona que sigue sembrando fuego y sangre en toda la región con el fin de apoderarse de los hidrocarburos.

El portal libanés naharnet (26.7.12), muy cercano a EU, reproduce la entrevista de Manaf con el rotativo saudita As-Shark-Al-Awsat, durante su conspicua visita al reino wahabita, donde expuso su hoja de ruta para concluir la crisis donde participarían los sirios honorables (sic), que incluyan a miembros del presente régimen cuyas manos no estén teñidas de sangre y en la que Bashar (su íntimo amigo de adolescencia y juventud) no tendría papel alguno que jugar.

El objetivo de Manaf es ante todo preservar el estado para que Siria no se disuelva entre el sectarismo y/o la balcanización. ¿Podrá?

¿Cual es el verdadero plan de EU/GB/OTAN que parecen coquetear con la qaedización para desestabilizar en última instancia a Irán, Rusia y China?
Los posibles efectos de la crisis mundial
Guillermo Almeyra
 
 
      El principal mercado capitalista mundial –la Eurozona– está hecho trizas. La economía estadunidense no se recupera, los países asiáticos (China, India, Japón) también tienen grandes dificultades, así como los llamados emergentes (como Brasil y Argentina), de los cuales no se sabe muy bien porqué. La reducción del precio de los combustibles, ante la menor demanda industrial debido a la crisis, aunque alivia a los países importadores netos (como Cuba o la mayoría de los africanos), afecta también a los grandes exportadores como Rusia o Venezuela, cuyos planes de desarrollo interno dependen del precio de los hidrocarburos. En estas condiciones, Washington se ve tentado para aprovechar su superioridad militar y conquistar nuevos recursos y posiciones frente a sus competidores.
 
Esto es lo que está en juego en Siria, con independencia de la rebelión contra la barbarie pluridecenal de la dictadura hereditaria de los Assad (Hafez y su hijo Bachir). En Siria, en efecto, se entrecruzan varios problemas explosivos. El primero es la cuestión curda. Los vencedores de la Primera Guerra Mundial despedazaron al imperio otomano y colonizaron Siria, Irak y Jordania. En la Conferencia de Colombes ofrecieron a los curdos un país independiente, el Kurdistán, pero después dieron marcha atrás. De este modo hay curdos en Turquía (15 millones), en Siria, en Irak (todo el norte petrolero) y en Irán, que se ayudan entre sí. Todos esos países combatieron siempre el separatismo de sus curdos dentro y fuera de sus fronteras y Turquía ha bombardeado repetidamente el norte de Irak para que los curdos iraquíes no apoyen la rebelión de los curdos turcos. Ahora amenaza hacer lo mismo en el norte de Siria, ya que el ejército de Damasco, que antes controlaba la frontera con Turquía, está actualmente empeñado en los combates contra la rebelión armada en Damasco y Alepo.

Ahora bien, una guerra turco-siria daría un potente impulso a la desestabilización del régimen de Bachir Assad que están llevando a cabo Estados Unidos, Arabia Saudita, los emiratos del Golfo Pérsico, que arman y financian a los rebeldes y pagan los mercenarios fundamentalistas libios que por miles combaten contra el gobierno sirio. Pero la Siria de Assad es una garantía de statu quo regional para Israel, que ve con temor la posibilidad de un gobierno islámico radical en Damasco. El gobierno de Assad, en efecto, frena a los Hezbolá de Líbano y en cierta medida a Irán. La caída de Assad abriría, pues, la puerta a la guerra con Irán por el control del petróleo y del gas iraníes, y a una nueva guerra tanto en el Líbano como en Palestina, justo en el momento en que hay manifestaciones en Israel por la crisis y dos ancianos se prendieron fuego porque no podían pagar sus deudas.
Además, Irán es vecino y aliado de China y de Rusia. La derrota de Estados Unidos y la OTAN en la guerra ya perdida de Afganistán refuerza actualmente el papel de Teherán y de Beijing en la zona, en un proceso en continua degradación de la influencia de Washington que se ve facilitado por los continuos asesinatos cometidos por Estados Unidos en Pakistán, que exacerban el nacionalismo paquistaní.

Por lo tanto, Estados Unidos y sus agentes árabes y europeos están jugando con una guerra que abarcaría mucho más que Siria, incendiando media Asia, y que involucraría de uno u otro modo a Rusia y China, unidas una vez más por el enemigo común. La presencia de la armada rusa en aguas del Mediterráneo, frente a Siria, tiene el carácter claro de una advertencia. A buen entendedor, unos cruceros bastan…

La guerra, como siempre, ¿será la salida del capitalismo a una crisis profunda y prolongada, que por su magnitud no tiene precedente? La cortedad de vistas de los generales y políticos estadunidenses y su brutalidad son proverbiales, pero, ¿pensarán realmente esos genios de la geopolítica que será fácil una guerra pues las protestas masivas contra la crisis que agitan a los países europeos no pasan hasta ahora del no a los planes del capital financiero internacional, pero no han llegado todavía a formular propuestas alternativas, antisistémicas, anticapitalistas y, por consiguiente, por ahora no existe (según ellos) el peligro de la conjunción entre crisis y revolución?

Pero el nacionalismo de los pueblos oprimidos y su gran hambre de democracia, como demostraron los pueblos árabes y la resistencia armada antinazi y antifascista en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, así como la revolución china y los movimientos de liberación en las colonias, podría ser una fuerza gigantesca que, en su marcha tumultuosa, se llenaría de contenidos sociales anticapitalistas. La existencia de un movimiento socialista fuerte no ha sido nunca la condición previa y sine qua non para una revolución, como lo demuestra la misma Revolución Mexicana. Las revoluciones, por el contrario, son la condición previa para el desarrollo de las ideas socialistas y éstas son la precondición para desarrollar a fondo una revolución democrática y de liberación nacional y transformarla en una revolución anticapitalista. De ahí la necesidad, desde ahora mismo, de romper las ilusiones sobre la posibilidad de reformar un sistema que engendra crisis y guerras y podría lanzarse a una aventura que, dados los medios actuales y la actual relación de fuerzas entre los grandes países, podría ser mucho más mortíferas que las dos matanzas anteriores, la de 1914-18 y la de 1938-46. ¡Los movimientos sociales no pueden permanecer mudos ante este peligro!


 
  Guerra de mentiras e hipocresía
Robert Fisk
¿Se habrá visto en Medio Oriente una guerra en la que impere semejante hipocresía? ¿Una guerra de tal cobardía, moralidad malvada, con tan falsa retórica y vergüenza pública? No hablo de las víctimas físicas de la tragedia en Siria. Me refiero a las mentiras y mendacidad de nuestros gobernantes y nuestra opinión pública –tanto en Oriente como en Occidente– en ambos casos, dignas de risotadas: no son sino una horrible pantomima más propia de una sátira de Swift que de Tolstoi o Shakespeare.
 
Mientras Qatar y Arabia Saudita arman y financian a los rebeldes sirios para derrocar la dictadura alawita-baazista-chiíta de Bashar Assad, Washington no pronuncia ni una crítica contra estas naciones. El presidente Barack Obama y su secretaria de Estado Hillary Clinton dicen que quieren democracia para Siria, pero Qatar es una autocracia y Arabia Saudita está entre los más perniciosos califatos dictatoriales del mundo árabe. Los gobernantes de ambos estados heredan el poder de sus familias, igual que lo hizo Bashar, y Arabia Saudita es aliada de los opositores salafistas waabitas de Siria de la misma forma en que fue un ferviente defensor del Talibán medieval durante las épocas oscurantistas de Afganistán.

Ciertamente, 15 de los 19 secuestradores y asesinos en masa del 11 de septiembre de 2001 eran sauditas, razón por la cual, desde luego, bombardeamos Afganistán. Los sauditas reprimen a su minoría chiíta de la misma forma en que hoy desean destruir a la minoría alawita- chiíta de Siria. ¿Y así creemos que Arabia Saudita quiere democracia para Siria?

Después tenemos al Hezbolá chiíta, milicia-partido en Líbano, mano derecha chiíta de Irán y simpatizante del régimen de Bashar Assad. Durante 30 años Hezbolá ha defendido a los chiítas oprimidos del sur de Líbano contra las agresiones de Israel. Se han presentado como defensores de los derechos de los palestinos en Cisjordania y Gaza, pero ahora que enfrentan el lento colapso de su inescrupuluso aliado en Siria les robaron la lengua. Ni ellos ni su principesco líder, Sayed Hassan Nasrallah, han dicho palabra sobre las violaciones y asesinatos masivos de sirios a manos de los soldados de Bashar y la milicia shabiha.

Tenemos también a los héroes de Estados Unidos: la Clinton, el secretario de Defensa, Leon Panetta, y el mismo Obama. Clinton lanzó una enérgica advertencia a Assad. Panetta, el mismo que mintió repetidamente a las últimas fuerzas estadunidenses en Irak con el viejo cuento sobre el nexo entre Saddam y el 9/11, anuncia que las cosas se precipitan y están fuera de control en Siria. Esta ha sido la situación durante al menos seis meses. ¿Recién se está dando cuenta? Obama dijo la semana pasada que dado el arsenal de armas nucleares que tiene el régimen, seguiremos dejándole claro a Assad que el mundo lo está observando.

Ahora bien, ¿no fue un periodicucho llamado El Águila Siberiana el que, temeroso de lo que Rusia pudiera hacer en China, declaró que estaba observando al zar de Rusia? Ahora llegó el turno de Obama de enfatizar la ínfima influencia que él tiene en los conflictos del mundo. Bashar Assad debe estar temblando de terror dentro de sus botas.

¿En realidad querrá la administración estadunidense abrir los archivos de las atrocidades de Bashar Assad para verlos a plena luz? Hace pocos años el gobierno de Bush enviaba musulmanes a Damasco para que los torturadores de Bashar Assad les arrancara las uñas para obtener información, los mantenía presos por pedido de Washington en el mismo agujero infernal que los rebeldes hicieron volar en pedazos la semana pasada. Las embajadas occidentales, con mucho rigor, enviaban a estos torturadores preguntas para hacer los interrogatorios a las víctimas. Assad, ustedes saben, era nuestro bebé.
Está además esa nación vecina que nos debe tanta gratitud: Irak. La semana pasada se perpetraron en un día 29 ataques con bomba en 19 ciudades, con saldo de 111 civiles muertos y 235 heridos. El mismo día, el baño de sangre sirio se consumó con más o menos el mismo número de bajas inocentes. Pero Irak ya está muy abajo, en la plana en que se da prioridad a Siria; bajo el doblez, como decimos los periodistas, porque, desde luego, le dimos su libertad a Irak. Una democracia Jefersoniana, etcétera, etcétera. ¿No es cierto? Así que esta matanza ocurrida al este de Siria no tuvo mucho impacto, ¿verdad? Nada de lo que hicimos en 2003 tiene que ver con el actual sufrimiento en Irak, ¿correcto?

Y hablando de periodismo, ¿quién en el noticiero World News de la BBC decidió que los preparativos para los olímpicos debían tener precedencia sobre los abusos en Siria toda la semana pasada? Era natural que los diarios británicos y la BBC inglesa abrieran con la noticia local de las Olimpiadas, pero es una decisión lamentable que la emisión mundial de la BBC diera mayor importancia al paso de la llama olímpica que a los niños muertos en Siria, incluso cuando cuentan con un valiente reportero que envía sus despachos desde Alepo.

En el siguiente rubro incluyo a nosotros, los amados liberales que velozmente atiborramos las calles de Londres para protestar por las matanzas israelíes de palestinos, con mucha razón, por supuesto. Cuando nuestros líderes políticos se complacen en condenar a los árabes por sus salvajadas, pero son demasiado tímidos para decir una palabra de tibia crítica cuando el ejército israelí comete crímenes contra la humanidad, o bien observa cómo sus aliados hacen lo mismo en Líbano, la gente común debe recordar al mundo que no son tan cobardes como sus políticos. Pero cuando el conteo de muertes en Siria alcance 15 mil o 19 mil, tal vez 14 veces el número de fatalidades resultantes del feroz ataque de Israel contra Gaza en 2008 y 2009, con la salvedad de los sirios expatriados, apenas y un solo manifestante sale a la calle a condenar estos crímenes contra la humanidad.

Las atrocidades de Israel no han tenido esta magnitud desde 1948. Con razón o sin ella, el mensaje que enviamos es simple: exigimos justicia y el derecho a la vida para los árabes que son víctimas de matanzas cometidas por Occidente y sus aliados israelíes, pero no nos importa cuando están siendo asesinados por otros árabes.

Todo este tiempo nos olvidamos de la gran verdad: que todo esto es un intento por aplastar a la dictadura siria, no por nuestro amor a los sirios ni por nuestro odio para nuestro otrora amigo Bashar Assad, ni por nuestra indignación contra Rusia, cuyo lugar en el templo dedicado a los hipócritas está claro cuando vemos cómo reacciona a todos los pequeños Estalingrados que hay por toda Siria.

No, todo esto tiene que ver con Irán y nuestro deseo de destruir a la república islámica y sus infernales planes nucleares –si es que existen–, lo cual no tiene nada que ver con los derechos humanos o con el derecho a la vida o la muerte de los bebés sirios. Quelle horreur!
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca

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