¿Qué clase de presidente tenemos?
Ojo por ojo
Álvaro Cueva
Diario Milenio
No sé a usted, pero a mí me molesta mucho el contraste entre los horrores que todo el tiempo están sucediendo en nuestro país y las reacciones del Presidente.
Desaparecen decenas de personas en el estado de Tamaulipas, aparecen cadáveres y cadáveres en narcofosas, hay muertos en Monterrey, balazos en Acapulco, tensión en Michoacán, incertidumbre en Morelos.
¿Y qué dice Felipe Calderón? “Ya basta con los criminales”.
¡Cómo! A ver, a ver, ¿cómo? Nada más el caso de San Fernando era como para que el señor estuviera supervisando personalmente las investigaciones, para que se estuviera poniendo en contacto con las familias, para que organizara algo drástico y definitivo.
¿Y cuál es la respuesta? Que no hay respuesta. A esos pobres les fue como les ha ido a miles de personas que vivían o que circulaban por diferentes puntos de México y, como siempre, aquí no va a pasar nada.
La frase de don Felipe es como para morirse de pánico porque es como si, en el fondo, él estuviera esperando que las cosas se fueran a resolver solas.
¡Uy, sí! Los responsables de todas esas muertes, hayan sido quienes hayan sido, deben estar temblando de miedo porque el Presidente les dijo “ya basta”.
Ahorita le van a hacer caso. Ahorita lo van a obedecer.
El asesinato de más de 70 hombres y mujeres no es una cuestión de relaciones públicas, es una noticia que en cualquier otro lugar del mundo hubiera generado movilizaciones revolucionarias.
¿“Ya basta con los criminales”? Pues es obvio que con los criminales. ¿O qué? ¿A estas alturas del partido el señor Calderón cree que a la ciudadanía no le ha quedado claro que estas cosas las hacen los
criminales?
criminales?
¿Por qué lo dice? ¿Por qué lo dice así? ¿Porque le interesa que nos quede claro que él no lo hizo? ¡Pues claro que él no lo hizo! Ni él ni el Ejército.
Es ofensivo que nos trate de hacer una aclaración de semejante naturaleza ante esta masacre.
¿Por qué lo dice? ¿Porque se siente atacado? ¡Cómo no se va a sentir atacado si cada vez que ocurre algo así de tremendo la reacción siempre es la misma!
En lugar de sentirse atacado, don Felipe debería hacer algo. Aquí el problema no es cómo se siente el presidente, el problema es cómo nos sentimos los ciudadanos.
¿Qué hay detrás del “ya basta con los criminales”? ¿Un ejercicio de negación? ¿El deseo de no asumir la responsabilidad ante esta catástrofe? ¿Una cuestión electoral?
Un “ya basta” no le va a devolver la vida a esas personas, un “ya basta” no le va a servir de nada a sus familias, un “ya basta” no va a impedir que los culpables sigan haciendo de las suyas.
¡Caray! Con un “ya basta” la gente de Tamaulipas no va a volver a salir a las calles con absoluta libertad y tranquilidad. Un “ya basta” es un berrinche.
Y tan lo es que a los pocos días de esta declaración, el Presidente aventó la piedra afirmando: “Ya basta con los políticos que usan un doble discurso para no cumplir con su labor”.
Deje usted que el señor Calderón haya acusado a otros funcionarios de un montón de cosas terribles como aprovechar el dolor de las víctimas de esta clase de monstruosidades para sembrar miedo.
¿Por qué lo hace así, en abstracto? Si don Felipe tiene pruebas de que algún gobernador, algún alcalde o alguien más no está haciendo su trabajo, ¿por qué no lo llama por su nombre? ¿Por qué no toma otra clase de medidas?
Acusar a otros así habla muy mal de él como líder. ¿Qué clase de autoridad aprovecha un foro público para echar de cabeza a sus subordinados?
¿Qué clase de jefe habla mal de sus compañeros? ¿Qué clase de mando abre la boca en lugar de actuar?
Esta clase de declaraciones, en lugar de tranquilizarnos como sociedad, nos pone peor porque si el Presidente no puede con otros políticos, ¿cómo va a poder contra los criminales?
Además de que es imposible escuchar estos “ya basta” y no pensar que don Felipe está jugando a: todos tienen la culpa menos yo.
¿Ahora entiende cuando le digo que me molesta el contraste entre todo lo que está pasando en nuestro país y las reacciones del Presidente?
Necesitamos un líder que asuma sus responsabilidades porque, aunque se trate de un funcionario que jamás haya disparado un arma, mantener el orden forma parte de sus obligaciones y esto no está en orden, y lavándose las manos no se va a componer. ¿O sí?
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