Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

domingo, 30 de octubre de 2011

Calderón en el New York Times...la entrevista-psicoanálisis‏

Calderón en
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La entrevista-psicoanálisis
La conversación de Felipe Calderón con periodistas del New York Times se convirtió en una especie de psicoanálisis político que hizo que afloraran del subconsciente presidencial
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Por Félix Arredondo
La conversación con los periodistas Randal C. Archibold y Elisabeth Malkin se convirtió en una especie de psicoanálisis político que hizo que afloraran del subconsciente presidencial algunas de las fobias que suelen obsesionar a Felipe Calderón en tiempos preelectorales.
Y es que la memoria de Calderón fue pródiga para recordar las declaraciones que hizo el ex gobernador de Nuevo León Sócrates Rizzo el 23 de febrero de 2011 en una conferencia. Ese día, el político priista se refirió a los pactos que se hacían en el pasado con los cárteles del narcotráfico para mantener la estabilidad del país.
Pero la memoria presidencial olvidó las reiteradas propuestas hechas por notables panistas para negociar con el narco. Entre ellos, el ex presidente Vicente Fox, el ex gobernador de Nuevo León Fernando Elizondo y el alcalde de San Pedro Garza García, Mauricio Fernández Garza.
Por eso, así como la entrevista Porfirio Díaz-Creelman se convirtió en un preludio del estallido de la Revolución Mexicana, hoy valdría la pena hacer una disección de los conceptos y postulados de la entrevista Calderón-New York Times para saber lo que se puede esperar para los meses previos a la elección presidencial.
¿Hasta dónde las obsesiones y fobias de un mandatario pueden conducir a su país a una confrontación?
Analicemos.
REGRESIÓN A 1908
Al igual que la de Díaz-Creelman de 1908, la entrevista Calderón-Archibold y Malkin de 2011 provocó una efervescencia en la clase política que no presagia nada bueno.
Y es que en ambas entrevistas, lo que brotó del subconsciente profundo del gobernante que está en el ocaso de su gobierno fue el extraordinario temor a entregar el poder a un opositor político.
Sobre todo cuando aun antes de concluir su mandato, ese gobernante ya puede percibir que pasará a la historia, sí, pero no como hubiera querido.
“¿Nos puede decir si México es más seguro ahora que cuando comenzó su sexenio?”, fue la primera pregunta.
Y desde ese momento, el presidente perdió la calma. Sabía que no podía responder que sí, que al final de su gobierno, México es más seguro que cuando empezó, en 2006.
Felipe Calderón no tuvo más remedio que acudir a una hipotética situación de inseguridad peor que la actual.
"México será más seguro de lo que sería si no hubiéramos emprendido este esfuerzo por reconstruir las instituciones de seguridad. Lo será, estoy absolutamente convencido. De no haber actuado, el poder de los criminales hubiera sido tal, que no sólo hubiera agravado la situación de inseguridad, sino que probablemente hubiera cooptado y dominado a las instituciones públicas y probablemente al propio gobierno”.
Pero el periodista no fue complaciente. Y repreguntó: "Pero, ¿puede decir en este momento que México es más seguro, o no?".
Ya no había salida. Todo parecía perdido, y era apenas el primer round.
Calderón se limitó a contestar: "Lo que puedo decir es que México será mucho más seguro y que, de no haber actuado, se hubiera deteriorado muchísimo más. El problema no sólo para competir, es un problema de seguridad pública sino de quiebra de las instituciones y de pérdida del Estado”.
En adelante, la posición sería estrictamente defensiva, como la que asumió Porfirio Díaz ante James Creelman cuando trató de justificar sus décadas de dictadura:
“Recibí este gobierno de manos de un ejército victorioso, en un momento en que el país estaba dividido y el pueblo impreparado para ejercer los supremos principios del gobierno democrático. Arrojar de repente a las masas la responsabilidad total del gobierno habría producido resultados que podían haber desacreditado totalmente la causa del gobierno libre”.
Parecía que Calderón, al igual que Díaz, apenas se estaba dando cuenta de que se acerca el momento de rendir cuentas y entregar el gobierno.
Una realidad muy difícil de aceptar para cualquier gobernante, pero más para los enamorados del poder y para los que erróneamente creen que es eterno.
En su tiempo, Díaz expresó así su preocupación por la pérdida del poder: “Tengo la firme resolución de separarme del poder al expirar mi periodo, cuando cumpla ochenta años de edad, sin tener en cuenta lo que mis amigos y sostenedores opinen, y no volveré a ejercer la Presidencia...
“Pero quizá (mis amigos) no estén dispuestos a ser tan generosos con mi sucesor (como lo han sido conmigo), y es posible que él necesite de mis consejos y de mi apoyo; por esta razón deseo estar vivo cuando mi sucesor se encargue del gobierno”.
Estaba claro que, a pesar de su vejez, el dictador se resistía a entregar el poder a otro, y menos a un adversario político.
Aunque la historia nunca se repite tal cual, algunos hechos sí. La entrevista que Felipe Calderón concedió a The New York Times volvió a poner de manifiesto el profundo temor de entregar el poder presidencial cuando se advierte que éste, casi inexorablemente, quedará en manos de un adversario político.
Y si para impedir que un priista vuelva a ocupar el poder es necesario culpar a los priistas de haber pactado con la delincuencia organizada, Calderón lo volvería hacer.
De acuerdo a la transcripción en español que publicó The New York Times, los periodistas preguntaron: “¿El PRI tenía esa reputación? ¿Se preocupa usted específicamente de que ellos tendrán la oportunidad de tener la Presidencia de nuevo?”.
“Pues depende de quienes”, contestó el presidente.
“Pero es cosa de examinar las prácticas de cada partido político. Hay mucha gente en el PRI que coincide con la política que yo tengo, por lo menos lo dicen en corto, como decimos, aunque públicamente digan otra cosa. Hay mucha gente en el PRI que piensa que los arreglos de antes funcionarían ahora, ése es el caso del ex gobernador de Nuevo León, de Sócrates Rizzo. Tiene unas declaraciones maravillosas. Que nosotros nos arreglábamos con los criminales y no pasaba nada.
“Si eso lo pensaran aplicar hoy el único arreglo posible es dejarles esta casa y la única decisión es si se la dejan al Chapo Guzmán o a Los Zetas, pero yo no veo qué arreglo puedan tener.
Pero ésa es la mentalidad que campea en muchos de ellos, no digo que en todos. Si prevaleciera esa corriente de opinión, ahí sí me preocuparía. Si en cambio, prevalece la corriente que piensa que la ley tiene que cumplirse, que el Estado no puede transigir, ni claudicar ante criminales y que, vaya, yo creo que si (a) un ciudadano americano le digo que aquí en México todavía discutimos si el gobierno tiene que combatir a los criminales, se sorprendería (de lo) que está pasando. Pero sí, en México hay que sostener todavía la tesis de que el gobierno tiene que combatir a los criminales”.
EL TRAUMA DE LA DERROTA
¿Por qué el presidente Felipe Calderón se lanzó contra el PRI si gracias a la ayuda de algunos priistas pudo asumir el poder?
¿Por qué si invitó a varios priistas a formar parte de su equipo, hoy arremete contra el tricolor?
Es difícil explicarlo. Lo que se puede decir es que el expediente "político-clínico" de Felipe Calderón contiene algunos episodios que dejan ver diversas frustraciones que padeció cuando era niño por culpa del PRI.
Felipe Calderón lo cuenta así en su libro “El Hijo Desobediente”:
“Tenía cinco años de edad cuando fue la campaña del doctor Rafael Morelos Valdés a la gubernatura de Michoacán. Mi mamá había ido a cuidar una casilla que estaba justo en el cuartel militar de la zona. En esa casilla había ido a votar un encumbrado dirigente panista, y a la postre un abogado y rector universitario respetado: Marco Antonio Aguilar Cortés.
“Al llegar a la casilla, había votado públicamente por el PRI. Mamá le recogió el voto, lo rompió y dijo que el voto era secreto, obligándolo a votar otra vez conforme a la ley.
“Yo escuchaba su relato subido a su cama la mañana del día siguiente a la elección pues ella hubiera llegado tarde a la casa.
“¿Y quién ganó? Le pregunté con la misma curiosidad con la que mis hijos me preguntan ahora quiénes van ganando en el proceso electoral. Entonces mamá no tuvo una respuesta clara, sino gestos de ternura y comprensión. Era difícil explicarle a los hijos lo que el PRI y el régimen autoritario que vivíamos significaba.
“Pocos años después pude hacerle una pregunta equivalente a mi papá. Estábamos doblando propaganda en la mesa de la casa y le dije que un compañero de la escuela me había dicho que aunque él ganara la elección, de todos modos no se la iban a reconocer. Para mi sorpresa mi papá contestó directo: ‘Probablemente. Es posible que aunque ganemos no me reconozcan el triunfo’, dijo para mi asombro.
“Entonces, ¿qué caso tiene lo que estamos haciendo? ¿Por qué continuamos en esa lucha a sabiendas de que nunca se reconocería un triunfo legítimo? ¿Por seguirlo haciendo?”.
Felipe Calderón lo siguió haciendo, a pesar de que su padre prácticamente fue obligado a renunciar al PAN.
Sí. Felipe continuó su lucha contra el PRI, pero aprendiendo ya por cuenta propia a qué sabía la derrota, y más cuando otros, sin tener una larga militancia panista como él, habían podido ganar elecciones para diputado o alcalde o gobernador casi a las primeras de cambio.
El bajacaliforniano Ernesto Ruffo ganó la Alcaldía de Ensenada sin mayor problema, y cuando Calderón apenas había logrado ser diputado, Ruffo ya era el primer gobernador de extracción panista.
En 1995, Felipe Calderón quiso ser gobernador de Michoacán, y perdió. Sin embargo, en el vecino Guanajuato, triunfó Vicente Fox, quien no tenía ni ocho años de militancia blanquiazul.
LA METAMORFOSIS
Haya sido por su pasado, o "haiga sido como haiga sido", lo cierto es que cada vez que hay elecciones, Felipe Calderón se transforma y asume una enconada actitud de confrontación contra los priistas.
Y quizá esto hizo creer a muchos panistas de a pie que si optaban por Calderón, en lugar de favorecer a Santiago Creel para la candidatura en 2006, el gobierno estaría integrado en su gran mayoría por militantes del PAN.
Sin embargo, en los hechos, y mientras no haya elecciones, Calderón suele llevarla muy bien con los tricolores. Tanto, que de no haber sido por ellos, no estaría hoy en la Presidencia.
La cuestión es que todo cambia en los tiempos electorales. Felipe Calderón sufre una misteriosa mutación, y la vuelve a emprender contra los priistas.
Basta recordar cómo en 2009, a pesar de que casi todo su gabinete estaba constituido por priistas, Calderón le "tiró" línea al presidente del PAN Germán Martínez para que imputara a los gobiernos del PRI la responsabilidad de la inseguridad y de la intensa violencia que se vivía en México por "no haber combatido a tiempo" al crimen organizado.
“Aunque le duela al PRI reconocerlo”, escribió Martínez en marzo de 2009, “a ningún presidente surgido de sus filas durante las siete décadas que gobernaron al país enfrentó con la intensidad, determinación y valentía con que lo hace el presidente Felipe Calderón la lucha por garantizar la tranquilidad de las calles y la salud de los jóvenes mexicanos.
“¿Criticar, señalar, comparar a los gobiernos y actitudes priistas, poner en duda logros priistas, verificar biografías priistas, es una guerra? ¿No es eso la esencia misma del debate democrático y la consecuencia de vivir en un país plural con libertad de expresión? Para los que se llenan la boca exigiendo al PAN detener la guerra sucia, la réplica es: ¿el PRI practica la ‘guerra limpia’?”, preguntaba en 2009 el presidente del PAN impuesto por Felipe Calderón.
Sin embargo, de nada sirvieron los ataques de Calderón al PRI. El PAN fue apabullado en las elecciones intermedias.
El presidente removió a Germán Martínez como presidente del PAN, y en su lugar designó a César Nava.
Y, desde luego, volvió el entendimiento con los priistas.
Si no, ¿cómo se puede explicar la firma de un pacto secreto PRI-PAN-Gobierno para blindar al gobernador Enrique Peña Nieto contra las alianzas electorales, acuerdo que después se abortaría por las filtraciones hechas por funcionarios del gobierno?
Germán Martínez ya no es presidente del PAN, y justamente después de la publicación de la entrevista Calderón-NYT, escribió en su columna: “Sugiero repensar ese discurso panista, maniqueo, que coloca a los priistas como responsables únicos, subrayo, únicos, de todos los males nacionales.
“Pretender exterminar a un adversario político es rancio y vergonzoso fundamentalismo”.
‘LO QUE EL PRESIDENTE QUISO DECIR’
Ante la entendible protesta del PRI por las declaraciones de Felipe Calderón, el secretario de Gobernación José Francisco Blake salió a decir que el presidente "nunca afirmó que fuera una postura del PRI pactar con el narco; fue el reportero de The New York Times –como está en la versión estenográfica–, quien afirmó que el PRI tiene esa reputación”.
Desde luego, nadie aceptó la explicación. En cambio, surgieron otros voceros "autorizados" por Los Pinos, como el precandidato del PAN Ernesto Cordero, quien no sólo ratificó, sino que amplió el sentido de las palabras presidenciales.
“Es muy fácil argumentar guerra sucia cuando se está diciendo la verdad, y yo me estoy refiriendo, exclusivamente, a las declaraciones de Sócrates Rizzo, ex gobernador del PRI, que sostuvo que desde la Presidencia de la República se tenía conocimiento de las rutas del narcotráfico.
“Para el PRI es fácil argumentar guerra sucia cuando lo único que se dice es la verdad, pues incluso el propio ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado presuntamente afirmó vínculos con la delincuencia organizada.
“Me estoy refiriendo a hechos como (el) del ex gobernador priista Mario Villanueva, que está en la cárcel por vínculos con la delincuencia organizada. No es guerra sucia cuando se dice la verdad.
“Lamentablemente, hay que decir las cosas como son, para que la gente valore lo que está en juego; también cuál es el gobierno que quiere; quién quiere que proteja a sus familias de la delincuencia y de los criminales. Creo que eso es importante”, declaró Cordero.
Y para que no quedara duda, el presidente del PAN, Gustavo Madero, declaró: “Sí lo dijo, sí lo dijo. Que lean exactamente el texto. Él habla de que existen dos visiones y que hay preocupación de que quien llegue, comparta la visión del entendimiento y de los acuerdos con el narcotráfico”.
LA AMNESIA PRESIDENCIAL
Que Miguel de la Madrid acusó a Raúl Salinas de Gortari de tener nexos con el narcotráfico, no hay duda. Todos lo escuchamos de viva voz por la radio.
Como también es un hecho que el priista Mario Villanueva Madrid, ex gobernador de Quintana Roo, está en una prisión de Estados Unidos enfrentando un juicio por presuntos vínculos con el narcotráfico.
Sin embargo, el señalamiento concreto de Calderón que irritó a los priistas fue que los tricolores, casi por definición, suelen pactar con el narco.
“Si eso lo pensaran aplicar hoy, el único arreglo posible es dejarles esta casa y la única decisión es si se la dejan al Chapo Guzmán o a Los Zetas, pero yo no veo que arreglo puedan tener”, dijo el presidente.
Y, dicho esto, la memoria presidencial se colapsó. Sufrió un ataque de amnesia. Olvidó, por ejemplo, las declaraciones de Vicente Fox sobre el tema.
El 26 de agosto pasado, un mes antes de la entrevista que le hizo el NYT a Felipe Calderón, el ex presidente Fox expuso una propuesta: “Llamar a un grupo de enlace de expertos en el tema, en el contexto internacional, que aporte ideas y soluciones y por qué no… convoque a los grupos violentos a una tregua… y valorar la conveniencia de una ley de amnistía”.
Sin embargo, al presidente Calderón se le olvidó lo que su antecesor ha declarado en reiteradas ocasiones: que no respalda la estrategia de mantener al Ejército Mexicano en las calles y que es necesario declarar una tregua al narco.
Lo volvió a decir el pasado 18 de octubre, cuando la guerra de declaraciones entre panistas y priistas estaba en su apogeo.
Incluso, en el portal del Centro Fox, hay una amplísima declaración del ex presidente que ratifica su posición.
Y si Calderón encontró “maravillosas” las declaraciones del ex gobernador priista de Nuevo León Sócrates Rizzo, ¿por qué se olvidó de las “maravillosas” declaraciones del ex gobernador panista Fernando Elizondo?: “Preferiríamos nosotros que hubiera un entendimiento, y que el gobierno les dijera: ‘Mira, está bien, te voy a dejar operar tranquilo, no te molesto y no me molestes’”.
Y a esos dos olvidos hay que agregar las declaraciones del actual alcalde panista de San Pedro Garza García, Mauricio Fernández Garza, sobre los entendimientos y arreglos con los hermanos Beltrán Leyva para garantizar la seguridad de ese municipio.

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