La invasión de Veracruz
Jorge Carrillo Olea
Un problema nacional muy serio a heredar por Calderón, muy serio en verdad, aunque por hoy pase casi desapercibido, es el sordo conflicto entre el Ejército y la Marina. Léase Sedena y Semar. Un conflicto de jurisdicciones y espacios territoriales. Conflicto que no existe en otros países, ni aún en los latinoamericanos. Mismo Estados Unidos lo resolvió en l947 con un acto de firmeza y criterio políticos de Truman, venciendo las lógicas resistencias de la Marina. Calderón en vez de apagar o controlar con equilibrios una complicación latente, la ha avivado con predilecciones evidentes hacia la Armada.
Invariablemente las relaciones entre las dos fuerzas han sido de ejemplo de mutuo respeto y especial aprecio, han sido las de una fraternidad, aunque en el fondo la Marina siempre ha abrigado el temor de que las cosas pudieran regresar al estado de agrupación que se tenía hasta el primer día de 1941 en que desaparece Guerra y Marina. Ese día se crearon dos secretarías y se generó esta sorda situación de tener que aceptar por parte de las dos un status quo enojoso.
Al inicio del gobierno de López Portillo se desincorporaron de Marina todas aquellas funciones y recursos que correspondían a temas vinculados con la mercante, trasladándolos a Comunicaciones y Transportes. Significó un golpe muy duro para su orgullo, pues aquellos espacios eran recursos alternos de poder y de intereses complementarios a los que ofrecía la exigua Armada. López Portillo no dio el paso definitivo que se le recomendaba de unificar a las fuerzas armadas.
Calderón, seducido por ciertas artes que despliega el secretario de Marina, quien conoce sus debilidades, a lo largo de cinco años ha permitido la transformación de la Armada hacia un cuerpo de tierra, rivalizando abiertamente con el Ejército. Prueba de ello es la cantidad de unidades de infantería de marina y de equipos de uso terrestre que se han creado. La Heroica Escuela Naval hoy tiene más alumnos en esta última disciplina que en los dedicados a ciencias del mar. Más preciso, indicar que los aumentos presupuestales entre 2007 a 2010 han sido de 99 por ciento para Semar y de 92 por ciento para Sedena
Atendiendo a la urgencia o a limitaciones del Ejército, que es una discusión distinta, hoy tropas de la Secretaría de Marina operan en espacios que le son tan absurdos como Durango, exaltando un sentimiento triunfalista entre sus elementos y de profunda molestia en los del Ejército. Esto ha planteado un jaque al interés nacional. El posible conflicto es de esa magnitud y Calderón no lo quiere ver.
Se agrega a lo anterior la ambición y el protagonismo del secretario de Marina, que actúa ya en extremos peligrosos incluso en materia de política exterior. Promueve la relación irrestricta, aún oculta a la opinión pública, con los servicios de inteligencia estadunidenses, sin consulta ni coordinación con nadie, y lleva relaciones personales frecuentes con los titulares de comandados unificados estadunidenses que son el brazo armado de potencial terrible del Pentágono, principalmente con el del Comando del Norte, que tiene bajo su égida desde Alaska hasta el Canal de Panamá, obviamente incluyendo a México. Sus vínculos con altos funcionarios del Departamento de Defensa son constantes con una falaz simpatía por parte de ellos.
Esta situación es un peligro de múltiples caras para nuestro país, pues la relación con Estados Unidos habrá de endurecerse en el futuro y está sentado ya un principio de penetración que ellos sabrán explotar. Dos secretarías habrían sido omisas al no advertir a Calderón sobre estos peligros internos y externos: Gobernación y Relaciones Exteriores. Si no lo hubieran hecho sería porque observan cómo pesan los afectos del Presidente en sus decisiones.
La explicación presidencial por autorizar al almirante a actuar como se está viendo fue que “Veracruz es un ámbito moral de Marina”, otra vez la levedad en el poder. El riesgo indiscutible de heredar una confrontación que pudiera llegar a expresarse en conflictos mayores y peor, incluso en hechos es tan grande que debería dársele la más delicada atención.
hienca@prodigy.net.mx
A la mitad del foro
Los salones de Moctezuma
León García Soler
Desde los salones de Montezuma”, dice el himno de los marines. Y en las costas de Trípoli, donde también alardean de sus victorias, mataron a Muammar Kadafi y se exhibieron en el mundo entero escenas de su aprehensión y muerte de un disparo en la cabeza: “En fuego cruzado”, intentó justificar un representante de la coalición victoriosa en Libia; en el otoño de la primavera árabe que estalló en Túnez y todavía espera la maduración de las semillas sembradas en las dictaduras del norte de África y el Levante.
Exhibieron la cabeza ensangrentada del coronel revolucionario transformado en tirano de opereta por cuatro décadas de poder absoluto. Y el justo festejo del pueblo de Libia, en todas sus manifestaciones tribales y expresiones de voluntad por ser libres, transmite dudas y angustia al otro lado del mundo. No en las salones de Moctezuma, sino en los territorios sin ley en los que imperan la impunidad criminal y la violencia de la guerra de Calderón. De pronto, los viejos gomeros y mariguaneros que cedieron primacía a los del trasiego internacional de la cocaína; los matones y sicarios, los mercenarios desertores del Ejército y la Armada identificados por la Z y la barbarie, dejaron de ser asesinos, mercaderes del secuestro y el tráfico de seres humanos, para incorporarse a las fuerzas del enemigo global del imperio y sus aliados.
Son terroristas, por obra y gracia de lo que Rosario Green llama “una trama perfecta”, escenario para un complot fantástico o fantasioso del teocrático gobierno iraní para asesinar, en Washington, al embajador de Arabia Saudita. Atentado a cargo de un asesino profesional al servicio de narcos mexicanos. La Casa Blanca informó de la gratitud expresada por Barack Obama a Felipe Calderón por su invaluable ayuda. Cooperación consistente en expulsar del país al ciudadano de Estados Unidos que vino a negociar el complot atribuido a los afamados, profesionales y peligrosos servicios secretos de Irán. Ah, nuestra cancillería celebra el estatus de aliada en la guerra contra el terrorismo; otra guerra sin fin contra enemigos ocultos entre las multitudes sin rostro, dispongan de “armas de destrucción masiva” o del arsenal de la operación Rápido y furioso.
Y en ese campo minado marcha alegremente Felipe Calderón, en campaña militar contra los del crimen organizado y en campaña electorera contra la amenaza del inminente retorno de los priístas tolerantes del tráfico de drogas, o de plano cómplices del sucio negocio que se convirtió en amenaza para la seguridad nacional. No todos, los hay que están de acuerdo con mi política, diría en entrevista publicada en primera plana de The New York Times. Pero señaló a los gobiernos del PRI y aseguró que “algunos”, lisa y llanamente negociaban con los malos, con los narcos que hoy son además auxiliares del terrorismo. En el terreno fangoso de la semántica a modo: uno en el que la palabra presidencial anticipa el peligro del poder en manos de quienes negocian con el narco “reconocido” aliado de terroristas, mientras la vocera del gobierno de la República dice que a su jefe lo “cuestionó” el reportero que le hizo la pregunta.
Eso sí que es un “compló” de la desmesura generada por la angustia de ver el poder que se pierde. Y para colmo, Vicente Fox, el que sacó al PRI de Los Pinos, alza la voz desde el tapanco de su incontinencia verbal para desmentir a Felipillo santo y su visión de los priístas dispuestos a negociar con los capos del crimen organizado. Todo de azul hasta los pies vestido, Fox, el primer presidente panista, insiste en que hay que negociar con ellos. Es más, habla de amnistía y, al estilo de la vocera oficial, confunde al EZLN con el cártel del Golfo y al subcomandante Marcos con El Chapo Guzmán. Segunda llamada. Hay muchos personajes en busca de autor. Ernesto Cordero viste piel de lobo y maúlla: llama a los del crimen y terrorismo organizado, “compañeros”; de poco fiar, pero de todos modos, “amigos”.
Empezó formalmente el proceso electoral de 2012. Y los diputados interrumpen la penosa exhibición de insultos altisonantes y pechazos aparatosos, para aprobar puntualmente el presupuesto de ingresos. Nada es casualidad en política. Ni el pasmo de nuestra azarosa transición en presente continuo: “La causa de la causa es causa de lo causado.” Vicente Fox metió las manos en la elección presidencial de 2006 y las tímidas autoridades electorales lo declararon culpable al tiempo en que manifestaban su imposibilidad de fijarle pena alguna. Felipe Calderón se erige en jefe de la campaña panista confiado en la impunidad por omisión. Pero la trama dudosa del complot de terrorismo islámico y narcotraficantes mexicanos es escenario perfecto para la intervención militar en México que propone el gobernador tejano.
En el PRD repiten hoy el combate de los juegos sacramentales, del sacrificio tribal. En política es imperdonable todo error que resulta de una acción innecesaria. A seis años de la heroica derrota, del recuento voto a voto que nunca se dio, el consagrado presidente legítimo, o en rebeldía, se reúne con empresarios de los grupos Monterrey, con académicos y funcionarios del imperio en Washington; con los radiodifusores y dueños de la televisión que fueron instrumento del verdugo en la guerra sucia, para evitar que Andrés Manuel López Obrador asumiera el cargo de titular del Poder Ejecutivo de la Unión. Bienvenido el encuentro de fuerzas opuestas.
López Obrador dijo lo que ha dicho una y otra vez. Los del poder mediático lo escucharon con oídos de mercader. Está en su naturaleza. Y ya saben que perdieron la apuesta en favor del gobierno de un empleado y no de un socio. Pero la izquierda del voto útil acabó por negociarlo y aceptar ser partiquino de la derecha que recibió el poder de la derecha priísta que dio paso al diluvio del libre mercado y el capitalismo financiero sin regulación alguna. Marcelo Ebrard habla como contendiente de López Obrador, se dice experto en asuntos de gobierno mientras el otro lo es en movilización social. No habrá choque, dice el de Tabasco. Pero ya salen chispas.
Lástima. Porque en el PAN perdieron hasta el modo de andar. Habrá elecciones abiertas, pero no tanto; entre militantes y adherentes, unas; la mayoría se resolverá en consejo de notables. No es dedazo, dice Gustavo Madero. En el PAN nada es oculto: hacen público el padrón, el listado nominal definitivo, integrado por un millón 795 mil 933 panistas. Pero un millón 487 mil son adherentes y nada más 308 mil son activos. Santiago Creel se queja, Josefina Vázquez Mota, también. Ernesto Cordero sabe que con un voto gana.
Y en la penumbra del cambio, en el PRI ensayan la confrontación de ideas, de proyectos. Enrique Peña rechaza la cláusula de gobernabilidad por la sobrerrepresentación que da a quien obtiene votación mayoritaria, pero propone eliminar cien diputaciones de representación proporcional. Y por primera vez sale a campo abierto, habla de abandonar trabas ideológicas y abrir Pemex a nuevas ideas y asociaciones con empresas privadas. Ahí espantan. Manlio Fabio Beltrones insiste en un gobierno de coalición. Habló recio: “No podemos permitir que la simulación sustituya a la autenticidad. No vayamos a dejar que la abyección suplante a la lealtad. No vayamos a hacer de la exclusión la forma de hacer política.”
Es hora de definirse. ¿Quién es quién? ¿Cuál es el partido del hombre providencial? En el sangriento ocaso de la dictadura en Libia, Robert Fisk nos recuerda: “Kadafi creía que era de los buenos.”
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