El asesinato de don Eligio
Autor: Opinión |
Sección: Opinión
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En septiembre de 2011 un empresario de Ciudad Juárez denunció de forma anónima a 10 policías federales por extorsión, ataque y secuestro. Él alzó la voz ante la fiscalía estatal y relató a los medios de comunicación cómo fue preso de la injusticia, vestida de azul y bajo la nómina del Estado. El pasado 23 de abril se hizo pública la identidad de este empresario: Eligio Ibarra Amador. Junto con su identidad se reveló su muy lamentable asesinato. Él debió haberse presentado a la cita por el juicio de 10 policías federales. Por algunas tristes coincidencias que ocurren en México, fue atacado el día anterior. La muerte indigna de don Eligio plantea un cuestionamiento agudo: ¿por qué no hay una reacción ante esta doble injusticia?
La extorsión por parte de policías federales está enraizada en la corrupción sistémica de las instituciones de procuración de justicia y de seguridad pública. Un policía que no es juzgado se esconde tras la permisibilidad de sus superiores o de un juez corrupto. Los casos de corrupción en el aparato de seguridad pública no discriminan entre rangos. Existen emblemáticos casos, como el de Arturo Durazo, el Negro, quien durante el sexenio de José López Portillo (1976-1982) acumuló más de 46 mil 780 millones de pesos bajo el cargo de jefe de Policía y Tránsito del Departamento del Distrito Federal.
La policía debe prevenir e investigar los crímenes. Estas funciones requieren de un nivel de preparación y de remuneración en correspondencia con esa responsabilidad. A pesar de ello, el nivel de estudios de los policías es, en promedio, de primaria. En las más de 60 academias, el entrenamiento puede durar de tres a seis meses; si bien, un número considerable de elementos nunca ha recibido capacitación. La remuneración es insuficiente y es un motivo (más no justificación) para quealgunos busquen ingresos alternos.
Garantizar los más altos estándares de preparación a quienes protegen a los ciudadanos es como alimentar y fortalecer a superhéroes del futuro.
Por un estado de derecho
Algunos Estados han decidido ofrecer mayor seguridad a sus ciudadanos a costa de menos privacidad. Por ejemplo, en China la provincia más poblada, Guandong, con 104 millones de personas, tiene 1 millón de cámaras de vigilancia. Inglaterra cuenta con 3 millones de cámaras. En México hay cárceles con cámaras de reconocimiento facial para identificar a los visitantes.
El sistema de vigilancia ofrece pruebas irrefutables y contundentes de un crimen. El argumento en contra de un sistema de vigilancia de este tipo es que podría violar garantías individuales y se podría prestar al abuso de esta información. Sin embargo, la eficacia de un sistema de vigilancia depende de un aparato policial confiable y honesto.
Existen policías honestos, pero encontrarlos es una moneda al aire. La realidad es que hay tanto honestos como policías criminales. Y es necesario encontrar las pepitas de oro en el lodo institucional. Hay que limpiar y pulir estas gemas antes de que se ensucien y sean engullidas por un hoyo negro. Policías honestos capturarían a criminales y ojos mecánicos y sigilosos contribuirían a su encarcelamiento.
Los candidatos presidenciales actualmente apoyan la propuesta de un mando único policial en cada estado. Por un lado, centralizar la toma de decisiones en una cabeza institucional eliminaría plazas municipales que generan más daño que bien. Por otro lado, el gran vicio histórico de la administración pública es la tendencia cuasi-imperativa de centralizar el poder en pocos individuos, en lugar de distribuir funciones entre más actores. Una cúpula de poder debe tener pesos y contrapesos para rendir cuentas.
El mando único requiere de un plan de acción innovador. Para prevenir mecanismos institucionales fallidos, se podría implementar un programa piloto en un estado antes de hacerlo en todo el país. Un programa con un sistema de monitoreo y evaluación ofrecería información sobre la depuración de la policía municipal, capacitación de policías comprometidos e iniciativas de transparencia para la ciudadanía. Hay que proponer cambios realistas. Una inversión siempre se hace con información y análisis de riesgos y beneficios. El aparato policial debe ser una inversión no un costo más a la sociedad.
El modelo republicano impera bajo el principio de igualdad ante la ley y de ciudadanos solidarios, libres e iguales, comprometidos con el bienestar público. Sin embargo, este modelo no ofrece una solución para el ciudadano que confía en el Estado a pesar de que éste amenaza su supervivencia.
La denuncia de don Eligio, de haber sido exitosa, pudo beneficiar a muchos ciudadanos. Pero esa denuncia no tuvo eco porque una plaga de indiferencia ha silenciado a muchas personas. Los mexicanos, tristemente, no somos una sociedad incendiaria en contra de la injusticia.
Cada quien mantiene un valor diferente de la justicia. Si bien pocos actúan como don Eligio, su asesinato es un acto que dice tanto de sus agresores como de quienes observamos impasibles.
El ciudadano que busca la justicia lo puede hacer sin arriesgar su vida. Existen formas de presión a la corrupción a través de quienes la comenten. La madre que conoce a los policías corruptos puede denunciar, pero también puede segregarlos o puede asociarse con ellos. El rechazo social hacia personas que generan un daño a la comunidad es una forma de ejercer presión. Es la manera más inmediata de mostrar el rechazo, la repugnancia y el desdén hacia una sociedad en la que no queremos vivir.
Don Eligio creyó en el sistema de justicia que en ese momento lo estaba amordazando. ¿Cuántos don Eligios existen? ¿Cuántos don Eligios se necesitan para hacer de México un país justo? Don Eligio debería permanecer como un ejemplo, no como una trágica advertencia.
Se deben hacer reformas en el sistema policial, pero con planes concretos y sin propuestas vacías. El Estado de derecho debe garantizar la justicia y plantar la semilla de confianza hacia las instituciones policiales. El tejido social en México se desplomará si hay más niños asesinados, ancianos extorsionados, hombres desaparecidos y mujeres atacadas por quienes supuestamente son los guardianes de la seguridad.
*Maestra en estudios de paz internacional por la Universidad Trinity College, de Dublín, Irlanda; politóloga e internacionalista por el Centro de Investigación y Docencia Económicas, de México
Mordidas e insultos de Calderón a la presidenta de Argentina
Autor: Álvaro Cepeda Neri * |
Sección: Contrapoder
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El señor Calderón se encuentra en plena huida para alcanzar la otra orilla del final de su mal gobierno antirrepublicano, dejando a la nación atrapada en el desempleo más brutal, los salarios con la mínima capacidad de compra, un empobrecimiento bárbaro (con 50 millones de mexicanos entre la hambruna indígena y la supervivencia del resto de la población) y el baño de sangre que arroja más de 60 mil homicidios que han provocado un miedo colectivo por la inseguridad. Y el Estado y la sociedad con los poderes federales, estatales y municipales, amenazados por golpismo militar-policiaco que asoma la cabeza tras las constantes advertencias calderonistas de la posibilidad de suspender las elecciones en marcha como única opción para someter al narcotráfico y al resto de la delincuencia organizada. Si es que los capos de las drogas no se adelantan y asaltan al Estado en la medida que han ido sustituyendo funciones gubernamentales, tal y como han confesado el secretario de la Defensa Nacional y el propio Calderón en una conversación secreta con el presidente de Perú y que éste abordó en una sesión de la Cumbre de las Américas.
En esa misma reunión, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, dejó entrever los dos conflictos internacionales que enfrenta su gobierno y solicitó apoyo a los presidentes ahí reunidos. Uno de esos problemas es el que tiene contra el imperialismo inglés que, provocadoramente, insiste en mantener la propiedad de las Islas Malvinas que son de la soberanía territorial de Argentina; el otro problema es el abuso económico español a través de su empresa petrolera Repsol, que con su inversión mayoritaria en la explotación y comercialización del petróleo argentino, no entendían razones para reportar beneficios y garantizar el abastecimiento al país andino. Y que, al retar a la soberanía política de Argentina, gobierno y empresarios españoles creyeron imposible la expropiación. Pero la presidenta Fernández no cede en la defensa de su país, contra la insolencia de Inglaterra y España. Y fue Calderón quien sin más se hizo el disimulado. Guardó silencio cómplice.
En ambos problemas se hicieron como que no escucharon. Pero, con el ascenso de la derecha-neofascista de raíces con lo que fue la dictadura de Francisco Franco, representado en el presidente del gobierno español, el conservador Mariano Rajoy, asesorado por el terrorista de la publicidad Antonio Solá y el ideólogo de la reacción José María Aznar, Calderón se permitió, después de la expropiación, írsele a mordidas e insultos a Cristina Fernández, en un claro intervencionismo en asuntos de estricta competencia del gobierno argentino. Y tachó de “irresponsable y muy poco racional” la decisión de la presidenta. Como Calderón ha dado pasos para vender Petróleos Mexicanos precisamente a Repsol (porque piensa irse a refugiar a España, cuando tenga que salir huyendo de Los Pinos, pues no lo convencen los estadunidenses, quienes le ofrecen asilo en calidad de testigo protegido), le parece que la expropiación en Argentina es irracional. Con la visita de Rajoy, Calderón se ha lucido traicionando la solidaridad latinoamericana, para favorecer la postura de los gachupines y ensuciar la política exterior mexicana.
No son sino mordidas e insultos de Calderón a la conducta de la presidenta de Argentina. En su visita a Cuba tampoco guardó las formas de un visitante, mostrándose altanero. Y ya de regreso, en una reunión previa a la del Grupo de los 20, soltó la lengua y sacó su neoliberalismo económico y, con más mordidas y descalificaciones, censuró el proteccionismo y abrazó, con su fanatismo, el libre comercio y las inversiones indiscriminadas. Postuló la entrega de los países al capitalismo salvaje, como ha estado haciendo con el nuestro, según él para fomentar el empleo, cuando lo que tenemos es un desempleo masivo (que obliga a 15 millones de mexicanos a sobrevivir en el ambulantaje del comercio callejero; además, perseguidos por los gobernantes como Marcelo Ebrard, que no deja de arremeter contra ellos). Calderón está furioso por la determinación de la presidenta de Argentina. Y no solamente ha ladrado, sino que tiró mordidas y lanzó insultos al llamar a la señora Fernández irracional, irresponsable y al decir que hace mal las cosas. El señor Calderón se ha pasado de la raya. No ha podido resolver problemas mexicanos, pero da consejos y regaños de cómo deben hacerse las cosas desde el gobierno. Es oscuridad en su casa y farol en la ajena.
Gachupín de formación, Calderón es otro enloquecido presidente del montón que supone que hay una “mano invisible” que hace el bien a través del libre comercio, sin darse cuenta que no hay tal mecanismo y los gobernantes –no como él–, que sí gobiernan para buscar el beneficio de sus Estados, han de intervenir en los mercados para evitar abusos de los banqueros, las empresas, los patrones, los inversionistas y todos los comerciantes del capitalismo salvaje, que usan la máscara del neoliberalismo económico que no funciona ni en los sistemas capitalistas actuales y, por eso, contra lo que maldice Calderón con sus mordidas e insultos, han de establecer medidas proteccionistas e intervenciones keynesianas en los mercados, como hacen en Estados Unidos, en Alemania, en Inglaterra… y hace Argentina, provocando la rabia de Calderón, Rajoy, Aznar, Solá… y demás corifeos del neoliberalismo económico.
*Periodista
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