Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

viernes, 4 de mayo de 2012

Indocumentados y droga, por el mismo boleto

Indocumentados y droga, por el mismo boleto

Poco a poco la función de la Patrulla Fronteriza estadunidense ha variado: de encargarse de parar el flujo de inmigrantes indocumentados se ha convertido en una suerte de policía antinarcóticos no oficial… o cumple ambas funciones al mismo tiempo, pues los narcos mexicanos aprovechan a los paisanos que migran al norte para utilizarlos como burros y cargarlos de mariguana. Proceso hizo un recorrido con una agente fronteriza por el desierto de Arizona para constatar ese fenómeno…
ARIVACA, ARIZONA.- Detener el paso de droga a Estados Unidos –más que el cruce de indocumentados– se ha vuelto la principal tarea de los 4 mil 200 agentes de la Patrulla Fronteriza (BP, por sus siglas en inglés) que resguardan los límites entre Arizona y Sonora.
Todos los días “decomisa cargamentos de mariguana”, admite en entrevista con Proceso Mario Escalante, jefe de Relaciones Públicas de la oficina en Tucson de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) que se encarga de vigilar 421.6 kilómetros de frontera entre Estados Unidos y México.
Escalante muestra al reportero las estadísticas que indican que ahora la Migra (como se conoce popularmente a los agentes migratorios) tiene más trabajo decomisando mariguana y otras drogas que atrapando a inmigrantes indocumentados en el desierto de Arizona.
“En esta zona desde 2009 se comenzó a registrar un cambio en las tácticas de los narcotraficantes mexicanos para pasar los narcóticos que llevan a Tucson y Phoenix”, dice el agente Escalante, quien hace una pausa para luego matizar: “La nueva táctica de los cárteles de México es meter a pie y en auto los cargamentos de droga… Es decir, utilizando a inmigrantes indocumentados como burros”.
Para demostrar ese fenómeno, la CBP de Tucson invita a Proceso a atestiguar una operación antinarcóticos de la BP en la franja de desierto que va de Arivaca, Arizona, a La Ladrillera, Sonora.
“Vamos a una de las zonas más activas para el tráfico de mariguana y otras drogas del corredor de Tucson”, dice la agente Crystal Amarillas.
“Contamos con la tecnología más avanzada para detectar los movimientos de las personas que de manera ilegal cruzan la frontera”, presume la agente Amarillas mientras conduce por la carretera interestatal 19 en medio del desierto. “Tenemos cámaras, radares y sensores instalados en varias antenas de más de 20 metros de altura, capaces de registrar a 5.6 kilómetros imágenes, movimientos y la energía corporal de una persona”.
Casi todo el equipo tecnológico de la BP en Tucson es similar al que usa el Pentágono para ubicar e identificar enemigos en zonas de guerra como Afganistán e Irak. “También tenemos helicópteros y los tres aviones con radar que vuelan a control remoto por toda la frontera con México”, explica la agente.
Zapatos con “alfombra”
“En esta zona hay mucho venado y liebre. Pero el calor… el calor de día y en la tarde es lo más horrible del desierto. Y en la noche, el frío. Ya lo verás”, comenta Amarillas que, mientras habla con el reportero, sigue con mucha atención las comunicaciones radiales entre sus compañeros.
“Nos vamos a parar más adelante”, advierte. “Acaban de agarrar a un muchacho que lleva ‘alfombra’ en los zapatos”.
El Cártel de Sinaloa, que controla y domina casi toda la frontera entre Sonora y Arizona, usa a los indocumentados para transportar la mariguana.
Con la promesa de llevarlo a Phoenix o a Tucson sin ser atrapado por la Migra y sin costo alguno, el cártel le carga 50 kilos de mariguana en la espalda a cada uno de los inmigrantes, como si fueran burros o mulas. Y para que no dejen huellas en la arena del desierto los hacen amarrarse pedazos de alfombra bajo las suelas (Proceso 1848).
A un lado de la carretera 19, frente a la desviación que lleva a Arivaca, la BP del sector de Tucson cuenta con un terreno donde además de sus agentes hay personal de una agencia de seguridad privada.
Cuando llegamos, dos colegas de Amarillas revisan a dos jóvenes mexicanos a quienes tienen con las manos en alto y las piernas separadas junto al camión. Uno de los dos mexicanos, el más alto y fornido, se ve agotado; no responde al agente que lo revisa y le pregunta sobre el pedazo de alfombra que lleva amarrado en los zapatos.
–¿Traías carga de mariguana? –pregunta el reportero al joven que lleva botas de minero con suelas alfombradas y quien se limita a sonreír.
–¿La tiraste en el desierto cuando te diste cuenta de que te iban a agarrar? –se le insiste.
El joven mueve ligeramente la cabeza asintiendo.
Persecución en el desierto
Por la radio de las patrullas se escucha lo siguiente:
“¡Atención! Por la garita de La Ladrillera acaba de entrar (a Estados Unidos) un hombre con vestimenta camuflada… está muy sospechoso.
“Y minutos después del cruce del hombre camuflado entró también por la garita un auto color blanco manejado por una persona del sexo femenino. Viaja sola.
“La situación es muy extraña porque después de que cruzó la joven, a los pocos minutos ingresó también una camioneta Dodge Durango 4×4 color blanco. Detengan a la joven del auto blanco, hay que revisarla, va sobre la 19.”
–Tienes suerte –dice Amarillas al reportero–. La chica va a pasar exactamente frente a nosotros.
Uno de sus colegas corre al otro lado de la carretera y de una caja escondida en la arena saca una larga tira cuajada de puntas metálicas, un ponchallantas.
–La va a colocar en la carretera para detener a la mujer –explica Amarillas.
De pronto la acción llega hasta nosotros. La joven perseguida se acerca a la trampa a toda velocidad, pero la descubre a tiempo y da un volantazo para esquivar el ponchallantas. Se sale de la carretera, su vehículo levanta una polvareda y gira varias veces cuando vuelve a la cinta asfáltica. La conductora parece una experta en maniobras extremas y evita la volcadura cuando pisa a fondo el freno y el auto patina de lado hasta quedar atorado en unos arbustos.
–Sal del auto con las manos en alto –le grita Amarillas, quien empuña su pistola calibre .9 milímetros.
En un abrir y cerrar de ojos la agente fronteriza estaba a menos de un metro de la conductora.
“¡Fuck!” es la única palabra que pronuncia la joven que sale del auto levantando las manos. En segundos, la agente Amarillas se las coloca a la espalda y la esposa.
Mientras la agente lleva a la joven hacia una patrulla-celda, personal de la BP, del Marshall federal y de otras agencias federales revisa el automóvil. En el piso de los asientos de atrás hay rastros de tierra y hierba. “Aquí venía alguien sentado”, dice uno de los marshalls.
Pastores alemanes olfatean todo el vehículo. No ladran. “No hay droga. Está limpio”, dice el agente que sostiene la correa de uno de los perros. Por radio llega el informe de otros agentes: “Ya tenemos a los dos hombres que venían en la Durango. No llevan droga pero uno de ellos tiene antecedentes de narcotráfico”.
Amarillas, que ya encerró a la mujer en la patrulla, se acerca al reportero y comenta: “Bueno… tal vez más noche tengamos suerte con otros”.
El supervisor de zona de la BP mira a sus compañeros y exclama: “Es una pantalla, estoy seguro de que es una pantalla”.
Sin suerte
Entre las tácticas que usan los narcotraficantes mexicanos para meter droga a Arizona, es común que envíen a personas en autos o caminando para distraer a los agentes migratorios. Mientras se realiza una persecución, arresto y revisión –como en el incidente que Proceso atestiguó– por otra parte del desierto pasan sin contratiempos las cargas de mariguana, burlando la tecnología de punta de la Migra.
Las estadísticas oficiales sobre decomisos de mariguana y armas y arresto de personas que realiza la CBP en el corredor de Tucson –y que Escalante entrega a este semanario– hablan por sí solas de lo que ocurre en esta parte del desierto de Arizona.
En el año fiscal (que empieza el 1 de octubre y termina el 30 de septiembre) 2008 la BP encargada del corredor de Tucson arrestó a 31 mil 696 migrantes.
En 2009 fueron 241 mil 673 los indocumentados arrestados. En 2010, 212 mil 202. En 2011, 123 mil 285, y del 1 de octubre del año pasado a finales de marzo de 2012, 634 mil 397.
En el año fiscal 2008 la BP decomisó 370.3 toneladas de mariguana. En 2009, 546.4 toneladas. En 2010, 468.6. En 2011, 471.4 toneladas, y 248.06 desde el 1 de octubre de 2011 hasta finales de marzo pasado.
También decomisan armas. Algunas la BP las encuentra abandonadas o enterradas en el desierto. Fueron 81 armas y 43 mil 565 cartuchos incautados del 1 de octubre de 2010 al 31 de marzo de 2011. Y en lo que va del año fiscal 2012 confiscó 75 armas y 40 mil 974 municiones.
Siguiendo los reportes radiales, Amarillas lleva al reportero a hacer un recorrido de unos ocho kilómetros a lo largo de la brecha que sale del lado estadunidense de la garita de La Ladrillera, donde la altura del cerco de acero es de más de cinco metros.
“Tenemos una muy buena coordinación con las autoridades mexicanas para decomisar droga, en los casos en que ellos detectan algo extraño del lado de su territorio”, asegura la agente. “Cada vez le dificultamos más el tráfico de drogas a los cárteles mexicanos, por lo menos por esta región del corredor de Tucson”.
Ya oscureció. Después de varias horas de recorrer el desierto otra vez el radio de la patrulla advierte: “Un grupo de 17 se dirige hacia Arivaca por la zona oeste de la garita”.
Amarillas se comunica, dice que está cerca de la coordenada reportada e informa que nos dirigimos para allá.
La patrulla se mete al desierto por unas brechas. Luego de unos 15 minutos de manejar por el desierto Amarillas estaciona el auto y dice:
“Ahora, a caminar. Camina junto a mí para que no te vayas a caer. El desierto es muy tramposo.”
La agente lleva una linterna en la mano derecha; el radio que cuelga de su cintura se conecta a un audífono con micrófono que se coloca en el oído izquierdo. Se inicia la búsqueda.
Unos 500 metros más adelante Amarillas habla con otros agentes y advierte al reportero: “Por el lado norte van a aparecer otros compañeros”. Casi al mismo tiempo que hace la advertencia, de entre huizaches, arbustos y cañadas salen dos agentes de la BP con binoculares de visión nocturna. Ambos portan rifles semiautomáticos de alto poder.
–¿Nada? –preguntan a Amarillas, sorprendidos por la presencia del reportero.
–Nada. Es un reportero mexicano, está autorizado para acompañarnos.
Brincando arbustos y huizaches en la oscuridad, el equipo de búsqueda por el lado norte ahora es de tres agentes y un civil. Unos 800 metros más adelante aparecen otros seis agentes armados.
Siguen pendientes de la comunicación por radio, pero ahora sólo escuchan ellos.
“Nos acaban de decir que el grupo de 17 ya se separó, que algunos ya van de regreso a la línea (fronteriza)”, dice Amarillas al reportero. “Los detectaron los sensores y los radares; se están moviendo muy rápido. Hay en la zona más de 10 agentes pero será difícil localizarlos”, añade.
Unos 20 minutos después se da por terminada la búsqueda.
–Vamos al auto, nos moveremos a otro sector.
–¿Hay reporte de otros movimientos? –pregunta el reportero.
–Acaban de detener a dos hombres cerca de la garita.
Al llegar a la patrulla se quita el audífono y pone el altavoz del radio: “Los detenidos dicen que hay tres mujeres más unos ocho kilómetros al norte de la garita”, dice uno de los dos agentes que aprehendieron a los migrantes.
El regreso fue rápido. Amarillas presume que de entre sus compañeros de generación ella sacó las calificaciones más altas en las pruebas de manejo sobre terrenos difíciles. En menos de cinco minutos ya estábamos junto a los dos detenidos.
–¿Dónde están las tres mujeres? –pregunta en español uno de los agentes a los migrantes detenidos.
–Están debajo de unas ramas en una cañada –responde uno de ellos.
–¿Más o menos por dónde?
–Allá adelante hay un portón amarillo por donde nos llevó el coyote. Nosotros veníamos a buscar comida.
Los agentes se comunican con sus compañeros que se mueven por la zona y con la central en Tucson, y en menos de dos minutos las antenas con los radares y los sensores ubican la energía emanada por los tres cuerpos. Con los dos migrantes a bordo, una caravana de tres camionetas de la BP se dirige al punto señalado por la tecnología.
El portón amarillo es la entrada a un rancho. Cuatro agentes armados con rifles de alto poder nos esperan.
–¡Vamos!, ¡avísales que ya regresaste! –le ordena un agente a uno de los migrantes que comienza a caminar y grita: “Salgan ya, aquí esta la Migra, ya nos agarraron”.
Las linternas de los agentes iluminan los arbustos de una pequeña cañada y de ahí salen tres jóvenes mujeres que lo primero que piden es que les den agua. “Y un burrito”, añade una de las detenidas provocando la risa de todo el grupo, incluidas sus compañeras de desgracia.
Amarillas revisa a las mujeres y una de ellas le dice:
–Te encargo mi celular y mi virgencita.
–Aquí está tu celular. ¿Cuál virgencita?
–La tenía donde nos dejó el coyote. Creo que se quedó allá.
–¿Cuánto tiempo tenían escondidas en ese lugar? –pregunta Amarillas.
–Dos días. El coyote nos dijo que iba por comida y agua pero ya no regresó.
Una de las tres jóvenes tiene destrozadas las uñas de los pies. Los agentes le dan unas chanclas. Confortados por el agua, los cinco indocumentados son llevados a un centro de detención migratorio.
–No hubo suerte para que vieras cuando encontramos mariguana, pero disfruta del cielo del desierto: es hermoso. Otro día será –dice Amarillas tratando de consolar al reportero.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por publicar el artículo entero para los que no tenemos suscripción a 'Proceso'. Nada más quisiera señalar que, en cuanto a lo que pasa al final, el abuso de los migrantes por parte de los agentes del BP es muy generalizado, y que se les niega aguita y atención médica muy seguido. Tengamos en cuenta que los agentes se van a comportar de manera diferente cuando los acompaña un reportero mexicano...y además que estos agentes serán los más compasivos...y no por casualidad. David (de Estados Unidos).

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