Olvida EPN ‘cuento de horror’ en la Ibero y vuelve a su ‘telenovela rosa’
Peña Nieto con simpatizantes en Coahuila.
Foto: Germán Canseco.
Foto: Germán Canseco.
SALTILLO, Coah. (apro).- El repudio de los estudiantes contra Enrique Peña Nieto quedó atrás y este sábado regresó a su zona de confort donde él es el de la fotografía, del abrazo, el beso, la sobada y el aplauso fácil. El mal sabor de su visita a la Universidad Iberoamericana lo diluyeron cerca de 15 mil integrantes de la estructura del PRI que lo arroparon.
Al mediodía, el candidato presidencial de la alianza PRI-PVEM arribó a Coahuila, el estado que a partir de mayo de 2007 se encontró oficialmente con la presencia del cártel de Los Zetas cuando le enviaron al abogado Alberto Romero una carta dirigida al empresariado lagunero, en donde los convocaban a fijar fecha para un encuentro y definir “con qué cártel deciden trabajar”. De ello dio cuenta la prensa local y también de cómo iniciaron los secuestros por no tomar en serio la amenaza del crimen organizado.
Pero ni la situación crítica que vive el estado por la inseguridad ni la revelación de la deuda de 35 mil millones incomodaron a Peña Nieto, nada se podría comparar con el rechazo y los gritos que a boca de jarro le lanzaron corriéndolo de las instalaciones universitarias; ahora, en lugar de gritos hubo aplausos, en lugar de abucheos hubo besos y en lugar de persecución hubo fotografías. Era su encuentro con el empresariado del estado.
Minutos antes de que el aspirante presidencial llegara al encuentro con poco más de 700 empresarios de mediana estatura, otro grupo, pero de “indignados”, trató de acercarse al evento para manifestar su rechazo. Trataron de sacar sus cartulinas pero de inmediato un numeroso grupo de priistas llegó al lugar para evitarlo, y en su intento forcejearon, se insultaron mientras la Policía local sólo los miraba.
El hecho no pasó a mayores y Peña Nieto ni se percató de lo ocurrido como tampoco le prestó interés a un espectacular colocado justo frente al salón donde se realizó el evento. El gran espectacular tenía el dibujo de dos cabezas, una de ellas era una calva, la de Carlos Salinas de Gortari y arriba la leyenda “El viejo PRI”, a su lado el copete ondulado de Peña Nieto con la frase “El nuevo PRI”.
Lo anterior no fue nada comparado con la escaramuza y corretiza que vivió el día anterior.
El encuentro entre empresarios y Peña Nieto fue poco menos que interesante, se dijo que iría todo el empresariado del estado. Y así fue, pues había de todos los municipios pero faltaron los principales, por ejemplo:
Coahuila cuenta con los industriales más emblemáticos del país, quienes han militado abiertamente en el PRI, sin embargo en esta ocasión evitaron ser vistos.
Se trata de Alonso Ancira, dueño de Altos Hornos México y quien desde la precampaña le ofreció al exgobernador mexiquense financiarle todo un equipo de espionaje para fortalecerse políticamente. El otro gran ausente fue Carlos Herrera, propietario de varios atos lecheros y quien industrializa los productos Chilchota. Herrera ha sido presidente municipal por el PRI y su hermana diputada federal. Tampoco acudió la familia Valdés Berlanga, dueños de la industria Lala
El otro gran ausente fue Juan Carlos López del Bosque, cabeza de Grupo Industrial Saltillo.
Y aunque nutrido el grupo de empresarios, faltaron los principales, los de peso, quizá por eso Peña los trató como quien se dirige a colonos. No les habló por ejemplo de cómo acabar con los secuestros, delito que han vivido en carne propia, no les mencionó qué hacer para evitar el cobro de piso, mucho menos les dijo qué haría para regresar la paz al estado y dar tranquilidad a la gente de que no será extorsionada.
La principal preocupación de los coahuilenses, la fuerte presencia del crimen organizado, no fue tomada en cuenta por el abanderado del PRI. Pero lo más curioso: no lo cuestionaron sobre la gran deuda de 35 mil millones de pesos que dejó Humberto Moreira, incluso aplaudieron a su hermano, Rubén Moreira, quien le sucedió en el cargo para los próximos cinco años.
Peña Nieto no salió en hombros de su encuentro con los empresarios pero tampoco lo corrieron. De ahí, en forma privada, el candidato presidencial se reunió con Rubén Moreira, gobernador del estado y los candidatos al Congreso de la Unión.
Fuentes cercanas al PRI revelaron que la reunión fue “tensa”, pues el candidato les reclamó “que no levantaran” en la campaña y les pidió más trabajo.
Del encuentro privado, Peña regresó a lo suyo. Fue a darse un baño de pueblo para ser besado, arañado, cachondeado y fotografiado por miles de colonas venidas de Piedras Negras, Ciudad Acuña, Múzquiz, Parras, de todos los municipios del estado.
Llegó al lugar que dijo, “le da energía para seguir adelante”. Atrás quedó la mirada dura, el rostro tenso y movimientos desesperados que dejó ver la mañana del viernes con los universitarios. Aquí, en el parque Las Maravillas de Saltillo, Coahuila, protegido por un espectacular techo, el candidato priista regresó a su burbuja.
Llegó en punto de las cinco de la tarde, bajó lo más que pudo el vidrio de su camioneta blindada; como apenas alcanzaba a sacar su delgada mano, decidió bajarse ante la complacencia de cientos de mujeres. De nuevo se dejó tomar fotos y apapachar.
Cuando entró al auditorio aire libre, tan sólo techado, la multitud se rindió a sus pies. “Peña, que Dios te bendiga”, “Peña, quiero ser tu gaviota”. Y el grito de “¡Peña presidente, Peña presidente!” se escuchaba como un rugir. Estaba con la estructura del partido.
El candidato del PRI volvió a ser el mismo. Seguro en apariencia, coqueto, ágil para treparse en las gigantes macetas, veloz para recorrer un auditorio de 15 mil almas aproximadamente en tan sólo 45 minutos.
Ahí firmó sus ya tradicionales compromisos y arrancó suspiros. Incuso hubo una joven que gritó cual si fuera una estrella de rock. No importó a las mujeres que en el templete se dejara besar discretamente por La Gaviota, quien, dos pasos atrás del candidato, le dejó el escenario, en tanto ella grababa a la enloquecida concurrencia, secundada por el jefe de campaña, Luis Videgaray.
Peña Nieto no vio nunca, pues entró por otra puerta, que en una de las entradas principales lo aguardaba un reducido grupo de jóvenes con cartulinas, escritas a mano y en donde le daban la bienvenida a “ZZZaltillo”, con z, como una muestra de que es territorio gobernado por el cartel de la última letra del abecedario. Y una más en donde lo invitaban a Atenco, en recuerdo de su desafortunado paso por la Universidad Iberoamericana.
El jefe de escoltas, el capitán Cuevas, quien ha sido como su sombra en la campaña, por vez primera en esta mitad del proceso no estaba con él; corrió el rumor que se debió a la impericia que mostró durante la crisis en la Iberoamericana.
La ausencia del capitán Cuevas y ya sin su rigidez, fue aprovechada por el aspirante priista, quien saltaba de una barda a otra, pedía que lo levantaran para complacer a sus “fans” y treparse a la maceta más grande y alta del lugar.
Peña Nieto tampoco vio los cientos de camiones que estaban detrás del auditorio ni mucho menos vio que aún más atrás, escondidos tras unos cerros estaba un gran tráiler con cientos de cajas con todo tipo de regalos para los asistentes.
No los vio porque nadie podía hacerlo a simple vista, sin embargo, supo de ellos pues las cientos de colonas que lo vitorearon minutos después estaban hartas, cansadas, haciendo fila para que les dieran su merecido regalo por haber viajado durante 4, 5 ó 6 horas para llenar el auditorio del Parque Las Maravillas de Saltillo.
Las casi 15 mil almas son la estructura que vigilará y operará durante la elección del 1 de julio para que los casi dos millones que están en posibilidad de votar, –el listado nominal de la entidad tiene un millón 900 mil ciudadanos–, son las mismas mujeres que aplaudieron y se dejaron guiar en el coro a Peña Nieta por el gobernador Rubén Moreira.
–¿Y usted sabe de la deuda que tiene el estado?
–Claro, sale en la radio.
–¿Y sabe quién se lo autorizó, si fue Humberto Moreira o el PRI?
–Nooo, Moreira no, fue otro señor, un tal Villaseñor, y claro que no fue el PRI, respondió Carmen de Parras, quien desde muy temprano subió a uno de los 30 camiones que salieron de su comunidad para acompañar “al candidato”, “al futuro presidente de México”… el mismo que no les habló de la inseguridad, los “levantones”, los secuestros ni de las ejecuciones que muchas madres de familia han afectado en Coahuila…. y qué importa, “nosotros venimos a verlo a él porque así nos lo pidió nuestra líder de la UNTA, y venimos así, sin desayunar y sin que nos dieran dinero”, decía una de las colonas mientras se dirigía a uno de los tráileres en donde estaba el reparto para las puntuales.
Al mediodía, el candidato presidencial de la alianza PRI-PVEM arribó a Coahuila, el estado que a partir de mayo de 2007 se encontró oficialmente con la presencia del cártel de Los Zetas cuando le enviaron al abogado Alberto Romero una carta dirigida al empresariado lagunero, en donde los convocaban a fijar fecha para un encuentro y definir “con qué cártel deciden trabajar”. De ello dio cuenta la prensa local y también de cómo iniciaron los secuestros por no tomar en serio la amenaza del crimen organizado.
Pero ni la situación crítica que vive el estado por la inseguridad ni la revelación de la deuda de 35 mil millones incomodaron a Peña Nieto, nada se podría comparar con el rechazo y los gritos que a boca de jarro le lanzaron corriéndolo de las instalaciones universitarias; ahora, en lugar de gritos hubo aplausos, en lugar de abucheos hubo besos y en lugar de persecución hubo fotografías. Era su encuentro con el empresariado del estado.
Minutos antes de que el aspirante presidencial llegara al encuentro con poco más de 700 empresarios de mediana estatura, otro grupo, pero de “indignados”, trató de acercarse al evento para manifestar su rechazo. Trataron de sacar sus cartulinas pero de inmediato un numeroso grupo de priistas llegó al lugar para evitarlo, y en su intento forcejearon, se insultaron mientras la Policía local sólo los miraba.
El hecho no pasó a mayores y Peña Nieto ni se percató de lo ocurrido como tampoco le prestó interés a un espectacular colocado justo frente al salón donde se realizó el evento. El gran espectacular tenía el dibujo de dos cabezas, una de ellas era una calva, la de Carlos Salinas de Gortari y arriba la leyenda “El viejo PRI”, a su lado el copete ondulado de Peña Nieto con la frase “El nuevo PRI”.
Lo anterior no fue nada comparado con la escaramuza y corretiza que vivió el día anterior.
El encuentro entre empresarios y Peña Nieto fue poco menos que interesante, se dijo que iría todo el empresariado del estado. Y así fue, pues había de todos los municipios pero faltaron los principales, por ejemplo:
Coahuila cuenta con los industriales más emblemáticos del país, quienes han militado abiertamente en el PRI, sin embargo en esta ocasión evitaron ser vistos.
Se trata de Alonso Ancira, dueño de Altos Hornos México y quien desde la precampaña le ofreció al exgobernador mexiquense financiarle todo un equipo de espionaje para fortalecerse políticamente. El otro gran ausente fue Carlos Herrera, propietario de varios atos lecheros y quien industrializa los productos Chilchota. Herrera ha sido presidente municipal por el PRI y su hermana diputada federal. Tampoco acudió la familia Valdés Berlanga, dueños de la industria Lala
El otro gran ausente fue Juan Carlos López del Bosque, cabeza de Grupo Industrial Saltillo.
Y aunque nutrido el grupo de empresarios, faltaron los principales, los de peso, quizá por eso Peña los trató como quien se dirige a colonos. No les habló por ejemplo de cómo acabar con los secuestros, delito que han vivido en carne propia, no les mencionó qué hacer para evitar el cobro de piso, mucho menos les dijo qué haría para regresar la paz al estado y dar tranquilidad a la gente de que no será extorsionada.
La principal preocupación de los coahuilenses, la fuerte presencia del crimen organizado, no fue tomada en cuenta por el abanderado del PRI. Pero lo más curioso: no lo cuestionaron sobre la gran deuda de 35 mil millones de pesos que dejó Humberto Moreira, incluso aplaudieron a su hermano, Rubén Moreira, quien le sucedió en el cargo para los próximos cinco años.
Peña Nieto no salió en hombros de su encuentro con los empresarios pero tampoco lo corrieron. De ahí, en forma privada, el candidato presidencial se reunió con Rubén Moreira, gobernador del estado y los candidatos al Congreso de la Unión.
Fuentes cercanas al PRI revelaron que la reunión fue “tensa”, pues el candidato les reclamó “que no levantaran” en la campaña y les pidió más trabajo.
Del encuentro privado, Peña regresó a lo suyo. Fue a darse un baño de pueblo para ser besado, arañado, cachondeado y fotografiado por miles de colonas venidas de Piedras Negras, Ciudad Acuña, Múzquiz, Parras, de todos los municipios del estado.
Llegó al lugar que dijo, “le da energía para seguir adelante”. Atrás quedó la mirada dura, el rostro tenso y movimientos desesperados que dejó ver la mañana del viernes con los universitarios. Aquí, en el parque Las Maravillas de Saltillo, Coahuila, protegido por un espectacular techo, el candidato priista regresó a su burbuja.
Llegó en punto de las cinco de la tarde, bajó lo más que pudo el vidrio de su camioneta blindada; como apenas alcanzaba a sacar su delgada mano, decidió bajarse ante la complacencia de cientos de mujeres. De nuevo se dejó tomar fotos y apapachar.
Cuando entró al auditorio aire libre, tan sólo techado, la multitud se rindió a sus pies. “Peña, que Dios te bendiga”, “Peña, quiero ser tu gaviota”. Y el grito de “¡Peña presidente, Peña presidente!” se escuchaba como un rugir. Estaba con la estructura del partido.
El candidato del PRI volvió a ser el mismo. Seguro en apariencia, coqueto, ágil para treparse en las gigantes macetas, veloz para recorrer un auditorio de 15 mil almas aproximadamente en tan sólo 45 minutos.
Ahí firmó sus ya tradicionales compromisos y arrancó suspiros. Incuso hubo una joven que gritó cual si fuera una estrella de rock. No importó a las mujeres que en el templete se dejara besar discretamente por La Gaviota, quien, dos pasos atrás del candidato, le dejó el escenario, en tanto ella grababa a la enloquecida concurrencia, secundada por el jefe de campaña, Luis Videgaray.
Peña Nieto no vio nunca, pues entró por otra puerta, que en una de las entradas principales lo aguardaba un reducido grupo de jóvenes con cartulinas, escritas a mano y en donde le daban la bienvenida a “ZZZaltillo”, con z, como una muestra de que es territorio gobernado por el cartel de la última letra del abecedario. Y una más en donde lo invitaban a Atenco, en recuerdo de su desafortunado paso por la Universidad Iberoamericana.
El jefe de escoltas, el capitán Cuevas, quien ha sido como su sombra en la campaña, por vez primera en esta mitad del proceso no estaba con él; corrió el rumor que se debió a la impericia que mostró durante la crisis en la Iberoamericana.
La ausencia del capitán Cuevas y ya sin su rigidez, fue aprovechada por el aspirante priista, quien saltaba de una barda a otra, pedía que lo levantaran para complacer a sus “fans” y treparse a la maceta más grande y alta del lugar.
Peña Nieto tampoco vio los cientos de camiones que estaban detrás del auditorio ni mucho menos vio que aún más atrás, escondidos tras unos cerros estaba un gran tráiler con cientos de cajas con todo tipo de regalos para los asistentes.
No los vio porque nadie podía hacerlo a simple vista, sin embargo, supo de ellos pues las cientos de colonas que lo vitorearon minutos después estaban hartas, cansadas, haciendo fila para que les dieran su merecido regalo por haber viajado durante 4, 5 ó 6 horas para llenar el auditorio del Parque Las Maravillas de Saltillo.
Las casi 15 mil almas son la estructura que vigilará y operará durante la elección del 1 de julio para que los casi dos millones que están en posibilidad de votar, –el listado nominal de la entidad tiene un millón 900 mil ciudadanos–, son las mismas mujeres que aplaudieron y se dejaron guiar en el coro a Peña Nieta por el gobernador Rubén Moreira.
–¿Y usted sabe de la deuda que tiene el estado?
–Claro, sale en la radio.
–¿Y sabe quién se lo autorizó, si fue Humberto Moreira o el PRI?
–Nooo, Moreira no, fue otro señor, un tal Villaseñor, y claro que no fue el PRI, respondió Carmen de Parras, quien desde muy temprano subió a uno de los 30 camiones que salieron de su comunidad para acompañar “al candidato”, “al futuro presidente de México”… el mismo que no les habló de la inseguridad, los “levantones”, los secuestros ni de las ejecuciones que muchas madres de familia han afectado en Coahuila…. y qué importa, “nosotros venimos a verlo a él porque así nos lo pidió nuestra líder de la UNTA, y venimos así, sin desayunar y sin que nos dieran dinero”, decía una de las colonas mientras se dirigía a uno de los tráileres en donde estaba el reparto para las puntuales.
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