Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 2 de julio de 2012

Reportó el PREP diferencia de 3.55% entre Peña Nieto y AMLO- ASTILLERO- AMLO resiste la guerra mediática y asegura que en los resultados de ayer «nada es sólido»

El resultado se informó con 42.85 por ciento de las casillas electorales computadas
Reportó el PREP diferencia de 3.55% entre Peña Nieto y AMLO
La madrugada de hoy, Vázquez Mota acumulaba 25.3 por ciento y Gabriel Quadri 2.46
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El presidente del IFE, Leonardo Valdés, informa de las tendencias electoralesFoto Carlos Cisneros
Alonso Urrutia, Jesús Aranda y Fabiola Martínez
Periódico La Jornada
Lunes 2 de julio de 2012, p. 3
Con 42.85 por ciento de casillas computadas al cierre de esta edición, el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) reportaba que el candidato de la coalición Compromiso por México, Enrique Peña Nieto, encabezaba las tendencias con 36.74 por ciento, en tanto que Andrés Manuel López Obrador, del Movimiento Progresista, registraba 33.19.

       A diferencia del conteo rápido, que otorgaba un margen de 7 puntos porcentuales a favor del candidato de PRI-PVEM, hasta el cierre de esta edición la ventaja de Peña Nieto era de sólo 3.55 por ciento, si bien algunas entidades del norte del país, todas ganadas por el tricolor, tenían retraso de entre una y dos horas en el flujo de votos .

AN, desplazado al tercer sitio
Por primera vez en la historia, el partido en el gobierno fue desplazado hasta el tercer lugar, pues la candidata de Acción Nacional, Josefina Vázquez Mota llevaba 25.3 por ciento de los sufragios totales. A su vez, el candidato de Nueva Alianza, Gabriel Quadri, apuntaba a mantener el registro del Panal, con 2.46 por ciento del total. Hasta la medianoche, el total de votos computados era de poco más de 12.5 millones, correspondientes a 42.85 por ciento de las 143 mil 130 casillas instaladas.

El reporte del PREP daba cuenta de 62 por ciento de participación ciudadana, aunque en el desglose por entidad Yucatán se proyectaba como la de mayor participación, con 73.06 por ciento, seguido de Tabasco, con 69.17. Signo de los tiempos, los estados más golpeados por la violencia derivada de la guerra contra el crimen organizado resintieron menor participación: Chihuahua, con 52.12, y Michoacán, con 53.32 por ciento.

Las nuevas formas de votación, que implicaron que ahora hubiera 12 formas válidas de sufragar, y los requisitos para el llenado de actas que aplicó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), provocaron que el flujo del PREP fuera mucho más lento que en comicios anteriores, y que al cierre de esta edición los resultados del Congreso fueran muy escasos e hicieran imposible prefigurar mayorías.

Acorde con los resultados del PREP, Peña Nieto mantenía la delantera en 18 entidades, entre ellas estado de México, Aguascalientes, Baja California, Baja California Sur, Chiapas Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Yucatán y Zacatecas. Con excepción de Baja California, Jalisco y Chiapas, el resto son gobernadas por el PRI.

En su entidad, el ex gobernador mexiquense llevaba 614 mil 366 sufragios, poco más de 100 mil votos por arriba de López Obrador. Sin embargo, las tendencias del PREP dejaban claro que la clave de la victoria del priísta fueron los estados del norte, pues, a excepción de Nuevo León y Tamaulipas, los demás fueron ganados por PRI-PVEM.

En tanto, López Obrador adelantaba en 10 entidades, casi una tercera parte: Distrito Federal, Campeche, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Tabasco, Tlaxcala y Veracruz. El ex jefe de Gobierno capitalino obtuvo 51.4 por ciento de votos en la ciudad que gobernó, casi 2 a 1 con respecto a Peña Nieto. El Distrito Federal, con casi 67 por ciento de votantes, se proyectaba como el tercer lugar en participación.

En su tierra, Tabasco, logró el porcentaje mayor de votos, con 61.81 por ciento, igualmente 2 a 1 con respecto al PRI. Veracruz, histórico bastión priísta, hasta anoche era uno de los estados que más votos reportaban a López Obrador, con 202 mil 26 sufragios, 35 por ciento del total, frente a PRI-PVEM, que tenía el 30 por ciento, y el PAN una proporción similar.

Con las tendencias al cierre de esta edición, las tendencias confirmaban el desastre al que se encaminaba el panismo, pues sólo tenía delantera en Nuevo León, Tamaulipas y su bastión histórico, Guanajuato, pese a las arengas del ex presidente Vicente Fox en favor de Peña Nieto.

El PREP reportaba también que el total de votos a candidatos no registrados era de 8 mil 632, apenas 0.06 por ciento, mientras los votos nulos eran 271 mil 437, los que equivalían a 2.15 por ciento del total.

Al cierre de esta edición, con poco más de 25 por ciento de las actas computadas en 15 entidades de la elección para el Senado de la República, el PRI y su aliado el Partido Verde tenían ventaja en 15 estados, el PAN en 10 y la coalición de partidos de izquierda en 7. Nueva Alianza no reportaba ningún posible triunfo.
El Movimiento Progresista reportaba tendencia favorable en el Distrito Federal, Guerrero, Morelos, Oaxaca, Quintana Roo y Tlaxcala; el PAN llevaba mejor proyección en Aguascalientes, Baja California, Coahuila, Guanajuato, Nuevo León, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí y Tamaulipas.

El PRI, sin sus aliados, avanzaba como primera mayoría en Baja California Sur, Campeche, Chihuahua, Durango, Hidalgo, Michoacán, Nayarit, Sinaloa y Sonora. Con el PVEM, el tricolor aventajaba en Colima, Chiapas, Jalisco, estado de México, Veracruz y Zacatecas.

Sin embargo, en varias entidades los cómputos estaban cerrados e incluso con diferencias mínimas de unos miles de votos en Baja California Sur, Nayarit, Durango y Yucatán. En cambio, la diferencia amplia entre el primero y segundo lugares se registraba en el Distrito Federal en favor de la izquierda, al igual que en Quintana Roo, Tabasco y Tlaxcala, mientras que el PRI aventajaba en el estado de México y Sinaloa, y el PAN en Yucatán.


Astillero
Retroceso anunciado Golpe televisivo
AMLO, a la espera
Tianguis en estados
Julio Hernández López
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SIN VOTO, PERO CON OPINIÓN. Personas que no pudieron votar en la casilla 4396 bloquearon la avenida Coyoacán y mostraron su preferencia electoralFoto Víctor Camacho
  
       Las televisoras (es decir, Televisa), el PAN (es decir, Calderón y su moneda de cambio apellidada Vázquez Mota) y el IFE (es decir, Valdés Zurita y sus consejeros de adorno), cerraron filas anoche para imponer la percepción de que Enrique Peña Nieto y el PRI (es decir, Salinas de Gortari, los niños Verdes y la profesora Gordillo) llevan una delantera en los comicios no solamente irreversible, sino aceptable, sin riesgos, casi normal o natural.
Apenas conteniendo la sonrisa, alegre sin ánimo de disimularlo, enérgico en el discurso hasta parecer triunfante, Felipe Calderón se manifestó bien dispuesto a propiciar una transmisión tersa de poder, felicitando de manera abierta al priísta mexiquense. Favor con favor se paga: si el priísmo facilitó en 2006 la toma de posesión del panista en jaque, ahora el beneficiario de aquellas hazañas de puerta trasera pretende recibir al partido de los tres colores con alfombra y honores.
  
La Presidencia de la República la ha ganado Televisa y de inmediato comenzó a ejercer su mando. Destinó una transmisión en vivo al discurso de PeñaVisa en el PRI nacional y así avanzó en el sostenido proceso de asentamiento de la imagen del triunfo contundente e inobjetable que el trágico Leonardo Valdés Zurita había creído sellar minutos atrás al dar a conocer resultados de conteos rápidos que dan ventaja oficial importante al ex gobernador del estado de México.
  
Josefina Vázquez Mota develó sin pudor su condición de instrumento para cambalaches políticos entre el verdadero jefe, Calderón, y la apuesta común, Peña Nieto, al reconocer su derrota cuando los números oficiales apenas comenzaban a fluir, ansiosa por allanarse para así fortalecer al candidato del copete y cercar a AMLO en la exigencia de reconocer resultados. Otra moneda de cambio, Gabriel Quadri, también se apresuró con gusto a darse por derrotado y presionar al tabasqueño en el mismo sentido acordado.
López Obrador fijó una postura serena ante el encadenamiento de acontecimientos adversos. Se reservó el derecho a manifestarse hasta que haya cifras más en firme, es decir, hasta el próximo miércoles. No convocó a rebeliones, pero tampoco aceptó las tendencias oficiales hasta ahora anunciadas. Mencionó sin aspavientos ni especial énfasis la inequidad vista en el proceso electoral, incluyendo el comportamiento de medios de comunicación. Los días que vienen serán para reflexionar, consultar y planear: la protesta y la movilización contra los resultados oficiales o el paso a un lado para recomponer y acaso dar forma al proyecto del nuevo partido político, con base en Morena.
EPN cree posible alzarse con la Presidencia de la República (a reserva de la reacción social que pudiera desatarse en contra de su enturbiado presunto triunfo) por haber cumplido con su ciclo electoral programado: instalación previa de percepciones de triunfo inevitable mediante el concierto de encuestas de opinión aliadas, confirmación y convalidación de esas fabricaciones demoscópicas a través de comentaristas, intelectuales y medios de comunicación alineados, puesta en marcha de los ejércitos de acción electoral conformados por priístas de siempre y por gordillistas tácticos (financiado todo desde tesorerías de gobiernos estatales priístas y patrocinadores oscuros) y el muro de protección formado por el IFE y el tribunal electoral federal.


Los resultados preliminares dados a conocer anoche establecen de manera conveniente la suficiente distancia entre los dos principales contendientes, EPN y AMLO, co-mo para sustentar la intensa campaña mediática desatada de inmediato en busca de convencer al público televidente de que el de ayer ha sido un brillante ejercicio democrático, apenas salpicado de incidentes ínfimos y que no hay razones ni condiciones para intentar una resistencia cívica como la desarrollada en 2006. Ya no se estaría en presencia de un endeble 0.56 por ciento de diferencia proclive a un arrinconado Felipe Calderón, sino varios puntos en favor de un candidato priísta apuntalado por gobernadores de su partido y una coalición de poderes fácticos en pleno.



Además de esa apropiación de lo federal, y con el mismo apoyo del poder de las pantallas, sobre todo Televisa y sus oportunas entrevistas de consolidación de presuntos triunfadores, el PRI se ha declarado triunfador en Jalisco, donde una alianza entre el peñanietismo y el PRD bajo control del jefe político de la Universidad de Guadalajara, Raúl Padilla, cerró el paso a Enrique Alfaro, la única opción real de cambio en esa entidad. Además, en Chiapas, los entendimientos entre el PRI y la pandilla de los Verdes está concesionando el negocio de ese gobierno al joven Manuel Velasco. Y en Yucatán se adelantaba la victoria del priísta Rolando Zapata Bello.
En el Distrito Federal se mantiene la hegemonía de Marcelo Ebrard a través de Miguel Ángel Mancera, como pago por los arreglos para dejarle la candidatura presidencial a AMLO. Otra parte del perredismo, la de los Chuchos y similares, busca quedarse con la gubernatura de Morelos, con un enorme tufo al clásico arreglo mercantilista de ese segmento de izquierda. En Tabasco, un camaleónico Arturo Nuñez, de cargado historial electoral priísta, aspira a convertirse en falsa concesión al pejismo nativo. Y el PAN habrá de conformarse con la gubernatura de Guanajuato, entre yunques y foxismo realineados.
El PRI, regodeándose con Los Pinos y varias gubernaturas importantes, espera quedarse también con el control del congreso federal, de tal manera que con una mayoría propicia (PRI, Verde y Panal, más el PRD chucho-ebrardista) pueda sacar adelante las reformas legislativas que den paso a la segun- da oleada salinista de modernización, con Pemex como principal bocadillo.

Todos esos reacomodos en las cúpulas entrarán en un impredecible proceso de confrontación con la realidad social y, en particular, con el hartazgo colectivo ante el predominio de los mismos factores de poder, sean priístas o panistas. Un papel crucial corresponde a los jóvenes en general y en particular a los agrupados bajo la denominación del 132. ¡Hasta mañana!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero

Elecciones 2012
Con ello confirma lo señalado en días pasados a sus seguidores: No les voy a fallar
AMLO resiste la guerra mediática y asegura que en los resultados de ayer nada es sólido
Blanche Petrich
Periódico La Jornada
Lunes 2 de julio de 2012, p. 11
El eco de lo que Andrés Manuel López Obrador repitió y prometió tantas veces en las plazas repletas, frente a multitud de seguidores –No les voy a fallar– se mantuvo gravitando detrás de las puertas de su cuartel de campaña, durante la larga, posiblemente amarga deliberación que sostuvo con sus aliados.
Y se sostuvo, pese a las presiones de las fuerzas adversas de siempre, las televisoras, las voces del priísmo y del panismo; a pesar incluso del fuego amigo de los izquieridstas políticamente correctos; a contracorriente de la sorda exigencia que se expresó de muchas formas una vez que los medios de comunicación soltaron la avalancha de sus encuestas de salida, que daban la victoria a Enrique Peña Nieto por puntos porcentuales diversos, de cinco a 10 por ciento, algunos hasta más. En fin, que AMLO reconociera su derrota.
Al final prevaleció la voluntad de López Obrador: No está dicha la última palabra, sentenció puntual, cuando finalmente compareció ante la prensa en el hotel Hilton Alameda. Y para refrendar la imagen de un movimiento progresista unido, lo acompañó todo el arcoiris de su coalición: Manuel Camacho Solís –como cabeza de grupo del pragmatismo–, el jefe de Gobierno Marcelo Ebrard, el ex rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente –dirigentes a quienes la comentocracia televisiva sobrelleva con mayor cordialidad que al candidato. Pero también los tres Cárdenas –Cuauhtémoc, quien desde los años 80 ha hecho una trayectoria similar a la de AMLO, ex candidato presidencial defraudado, ex jefe de Gobierno del Distrito Federal y durante años reconocido como líder moral de las izquierdas, y sus hijos, el ex gobernador de Michoacán Lázaro y Cuauhtémoc Cárdenas Batel.
Todos ellos, sobreponiéndose a la tensión de las horas anteriores, apoyaron la posición de López Obrador: no reconocer resultado alguno sin contar con mayor certeza sobre los datos preliminares. “Porque efectivamente –reconoció Camacho Solís antes de abordar su camioneta– nuestras propias encuestas arrojan números muy diferentes a los oficiales.
Cuatro de la tarde. López Obrador y sus dos hijos mayores arriban a la casa amarilla que, esquina en San Luis Potosí y Córdoba, en la colonia Roma, la que ha sido su reducto durante siete años, dos campañas. Sólo lo acompaña su amigo, el empresario regiomontano Alfonso Romo.
En la calle esperan, bajo el chipi chipi y la amenaza de aguacero, el cuerpo de prensa que lo ha acompañado en su largo recorrido por todos los municipios del país. Pero no hay una sola corriente de información que indique lo que ocurre en el interior. El presidente del PRD, Jesús Zambrano, quien por cierto no tuvo muy buenas cuentas que rendir, pues ya para entonces se sabía que la maquinaria de su partido fue incapaz de cubrir con representantes la totalidad de las casillas, como había prometido –de hecho se cubrió apenas la mitad– llegó un rato y luego partió a la sede del partido.
Alrededor de las siete de la noche, cuando falta una hora para que se suelte la granizada de encuestas de salida de los medios electrónicos, sus eternos atacantes, empiezan a llegar las principales figuras de la coalición: Manuel Camacho Solís, Marcelo Ebrard, Juan Ramón de la Fuente, Cárdenas y sus hijos.
La encerrona se prolonga. Quienes conocen la dinámica de esta fuerza política prevén una reunión complicada. Revisan sus propios datos; cotejan resultados parciales de la capital –ahora más que nunca bastión incontestable de las izquierdas–, analizan y evalúan reportes de anomalías e irregularidades. Sobre todo, tratan de definir cuál sería el paso a dar una vez que el candidato decida salir de la casa de campaña para confrontar a la opinión pública en un escenario que no es el que esperaba.
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Andrés Manuel López Obrador emitió ayer su voto en la casilla 1234, ubicada en la avenida Insurgentes Sur y CopilcoFoto Carlos Ramos
Nueve de la noche. Desde el campo enemigo arrecia el bombardeo. Una hora antes de lo que había programado, la panista Josefina Vázquez Mota, con un partido que a todas luces se ha desplomado en todo el país, salió a la palestra –temblorosa– para reconocer la ventaja de Peña Nieto. Es sin duda una medida de presión para forzar una salida similar desde la cancha del Movimiento Progresista.
Las versiones que corren son diversas: que AMLO no saldrá de su cuartel sino hasta que el presidente del IFE, Leonardo Valdés, anuncie los conteos rápidos. Que convocará a sus seguidores al Zócalo. Que adentro el fuego amigo arrecia y sus compañeros de ruta le exigen una postura prudente y madura, aceptando la ventaja de Peña Nieto. Que de plano dejará plantados a los periodistas que por centenares lo esperan ya en el Hilton.
Al final, las piezas se acomodan. Cinco minutos antes de las 11, el vocero César Yáñez le abre paso. AMLO sale tranquilo, saluda. En el vehículo escucha a Valdés informando el triunfo de Peña Nieto sin detallles. Y él, ya frente a la prensa, emite su posición: nada es sólido, no hay certezas, nadie puede decir aún la última palabra.
La jornada, lluviosa, complicada, había empezado con un gesto de fraternidad que pinta a dos hombres de cuerpo completo:
El voto de Andrés Manuel López Obrador fue para José María Pérez Gay, el amigo, el consejero, el que pudo haber sido el canciller en un gobierno progresista. Por su lealtad a toda prueba, por haberlo acompañado en su causa arriesgando aun el alejamiento de amigos cercanos que siempre han fruncido la nariz frente al movimiento lopezobradorista, y también por cierto pudor, debido al cual AMLO, en comicios anteriores, nunca ha podido votar por sí mismo. En 2000, como candidato a jefe de Gobierno del DF, votó por el estudioso del sindicalismo mexicano Rodolfo Peña. En 2006, como favorito en la contienda presidencial, emitió su voto por el escritor Carlos Monsiváis. Ahora, por quien llama mi hermano.
Por los rumbos de Coyoacán, Pérez Gay –quien transita por un periodo difícil, con la salud mermada– correspondió al gesto. En silla de ruedas, acompañado por un enfermero y su esposa, Lilia Rosbach, se acercó a su casilla, en Centenario 28, para emitir su voto: por AMLO, por supuesto.
López Obrador hizo de la mayor parte de esta jornada un día privado, en familia. Por la mañana acudió a desayunar con sus hijos, y juntos salieron, a pie, a votar a la casilla que les correspondió, en Insurgentes Sur y Copilco. De ahí, a su casa, con su esposa, Beatriz Gutiérrez, y un visitante, el empresario Alfonso Romo.
No se supo más de él hasta que llegó, ya a media tarde, a su casa de campaña en la Roma. Puertas cerradas a la prensa; la espera fue larga. Habitantes de la colonia, que ya se saben vecinos del Peje, se acercaron a cobijarlo, animarlo con sus gritos: Si hay imposición habrá revolución. Para echar relajo cuando las muchachas vieron aparecer a los jóvenes retoños del candidato: ¡Suegro, suegro! Y para replegarse ante las primeras gotas de lluvia: “Ahorita venimos, vamos por las matracas –se despedía a gritos la matriarca del grupo–, pero les encargamos al Peje, no nos vayan a volver a robar la elección”.

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