Embarazo adolescente
El Hospital General de Quintana Roo, ¨Jesús Kumate¨,
en la ciudad de Cancún.
Foto: Eduardo Miranda
Foto: Eduardo Miranda
MÉXICO, D.F. (Proceso).- El aumento de casos de embarazo entre adolescentes
se analiza hoy como una situación problemática que debe ser pensada en términos
de riesgo. La Comisión Económica para América Latina (Cepal), en el capítulo II
de su Panorama social de América Latina 2011, dice que “la elevada incidencia de
la pobreza y la desigualdad en la región y su estrecho vínculo con los bajos
niveles educativos se conjugan para que núcleos todavía importantes de población
enfrenten barreras de acceso a información y servicios de salud sexual y
reproductiva, y mantengan una alta tasa de fecundidad no deseada. La situación
es particularmente preocupante en el caso de las adolescentes latinoamericanas”.
La Cepal habla del círculo vicioso que se establece entre maternidad precoz,
número de hijos, falta de educación y menor capacitación laboral, pues esta
combinación establece una “estructura de desventaja” y refuerza la pobreza y la
desigualdad. Claudio Stern, en su espléndido libro El “problema” del embarazo en
la adolescencia (Colmex, 2012), introduce matices que aportan a una mejor
comprensión del fenómeno y, por lo tanto, a un abordaje más eficaz en términos
de política pública.
Luego de más de 20 años de investigación sobre la salud sexual y
reproductiva, así como en torno a los derechos de las y los jóvenes, Stern
plantea el desafío de repensar cómo se construye un fenómeno social como
“problema”. Empieza revisando la designación de este tipo de embarazo “precoz”
como “anticipado” y “riesgoso”, para concluir que el riesgo no radica en el
embarazo en sí mismo, sino en las condiciones en que ocurre. Subraya la
necesidad de poner atención en el contexto para no resbalar en la reducción que
suele darse a priori en términos como “maternidad adolescente” y “embarazo
adolescente”, pues la llegada de una criatura en la pospubertad de la madre
tendrá efectos distintos dependiendo de sus circunstancias: ¿es producto del
abuso sexual o de la iniciación en la vida sexual?
El puntillosismo académico de este prestigiado investigador resulta muy
esclarecedor, pues preguntarse cómo es que dicho fenómeno se ha vuelto un
problema y cuestionar las implicaciones que de ahí se derivan ilumina muchos
aspectos que suelen ser soslayados en la “preocupación” de los funcionarios
responsables de abordar el fenómeno. Indudablemente la posibilidad de determinar
la cantidad y el espaciamiento de los hijos tiene múltiples ventajas, y eso se
obtiene mediante una buena educación sexual y un aumento significativo del uso
eficiente de anticonceptivos modernos. Pero las/los adolescentes que inician su
vida sexual no están todos en las mismas circunstancias, y Stern subraya que si
bien lo más grave y preocupante radica en la pobreza y la desigualdad, que
obviamente se traducen también en la carencia de una buena educación sexual y de
una oferta adecuada de métodos anticonceptivos, el problema va más allá del
círculo vicioso de la “dinámica demográfica de la pobreza”. Una es la situación
de vulnerabilidad de las adolescentes pobres, donde las desigualdades ya
existentes aumentan esa “estructura de desventaja”, y otra es la situación de
muchas más adolescentes.
Stern pone el dedo en la llaga cuando señala que las restricciones en el uso
de anticoncepción entre los y las adolescentes revelan no sólo insuficiencias
económicas, sino también barreras culturales. Los adolescentes no acuden a los
servicios de “planificación familiar” para consultar sobre su sexualidad, y las
adolescentes no previenen embarazos no deseados. Stern critica los programas de
las instituciones públicas y plantea la importancia de elaborar una política de
largo plazo que reconozca las diferencias entre las/los propios/as adolescentes
y adecue sus medidas a las variadas necesidades de ellas y ellos. Y por eso
concluye que lo más urgente, además de contrarrestar los efectos de la pobreza,
es la aceptación “del inevitable incremento de la exposición a la sexualidad
premarital”.
Stern enfatiza la imperativa relevancia de que la educación pública imparta
una educación sexual temprana, y de que los servicios de salud sexual y
reproductiva públicos ofrezcan un acceso fácil y universal a los métodos de
anticoncepción. Y tiene razón cuando concluye que “mientras no haya una mayor
aceptación social del ejercicio de la sexualidad entre los jóvenes, continuarán
sumándose obstáculos para prevenir embarazos no deseados y para evitar los
riesgos que implican para las y los adolescentes”.
Sí, los chavos y chavas tienen relaciones sexuales, y yo añadiría que, además
de las dificultades que enfrentan para prevenir embarazos, otro gran obstáculo
radica en la imposibilidad de remediarlos mediante su interrupción legal. Ese es
un problema en toda la república, y en el DF, donde existe la interrupción legal
del embarazo, las menores de edad requieren el permiso de sus padres. En otros
países ya se ha modificado esa exigencia y sólo se pide que las menores vayan
acompañadas de una persona adulta. Como ven, hay mucho por hacer en nuestro
país, y la política del avestruz no parece dar resultados. Por lo pronto, y como
señala Claudio Stern, el “problema” es la manera deficiente en que abordamos el
embarazo de las adolescentes.
El sexenio fúnebre
Galván, Calderón y Saynez. Espectáculo militar en el
Zócalo.
Foto: Miguel Dimayuga
Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (apro).- El próximo 1 de diciembre, el gobierno de Felipe
Calderón concluirá su sexenio con cerca de 60 mil muertos, producto de la guerra
contra el narcotráfico que declaró en los albores de su administración.
Esa será, aunque no lo quiera, su carta de presentación cuando vaya errando
por el mundo en busca de un lugar, porque en México no habrá de quedarse.
Durante estos seis años, Calderón mantuvo siempre una sonrisa burlona que no
borró, pese a que todos los días de su gobierno hubo un muerto, un desaparecido
o una víctima de la violencia que, de manera incontenible, creció como espiral,
con rachas que alcanzaron más de 30, 40 o más asesinatos en un solo día.
El panista destacó por su actitud de soberbia y, durante todo su sexenio, le
hizo falta sensibilidad para escuchar y atender a miles de familias que agotaron
todas las instancias pidiendo justicia.
En este periodo de la vida del país, el presidente nunca cedió en su posición
despótica de gobernar, poniendo en puestos claves a sus amigos, siempre menores
que él, para no hacerle sombra.
En fin, Calderón nunca se transformó en jefe de Estado. Tuvo su nivel máximo
de desarrollo cuando fungió como coordinador del Partido Acción Nacional en la
Cámara de Diputados, donde aprendió a negociar con líderes sindicales,
gobernadores, dirigentes partidistas, empresarios y representantes de otros
poderes fácticos a los que no tocó en su gobierno.
El desdén por la sociedad del segundo y último presidente panista fue más que
evidente. Cuando asesinaron a los jóvenes en Villas de Salvárcar, Chihuahua, lo
primero que dijo es que eran pandilleros, y en el caso de doña Ernestina
Ascencio, antes de que concluyeran las indagaciones aseguró que había fallecido
de “gastritis crónica”, desdeñando las pesquisas que apuntaban a una violación
por parte de soldados.
Bajo su égida, la seguridad pública y la justicia estuvieron supeditadas a la
protección de sus funcionarios, como Genaro García Luna, o a la omisión de las
autoridades municipales y estatales, que nunca tocó, creando con ello un
ambiente de impunidad que alcanzó 98% de los casos remitidos ante los tribunales
penales, pues sólo 2% de los detenidos recibieron sentencia.
Uno de los casos de mayor impunidad, que trató con la punta del pie, fue el
de los miles de familiares de muertos y desaparecidos que le demandaron
justicia. En uno de los encuentros en el Alcázar del Castillo de Chapultepec,
Nepomuceno Moreno, sonorense de 64 años a quien le desaparecieron un hijo, le
pidió ayuda. Meses después fue asesinado en pleno centro de Hermosillo.
Ante las víctimas, el panista se comprometió a impartir justicia, pero con el
paso de los días respondió con remedos, creando la Procuraduría de Atención de
Víctimas, sin presupuesto y sin una estructura material y humana. Propuso una
ley en la materia que nunca fue consultada con las familias afectadas y en la
que no se reconoce a las víctimas de la violencia. Y, en el colmo de la
soberbia, impuso su voluntad para construir un memorial en las instalaciones
militares, insultando con ello la memoria de quienes precisamente murieron por
el abuso de los soldados y policías coludidos con el crimen organizado.
Otro desdén de arrogancia fue el que hizo ante la demanda de aparición de
Edmundo Reyes Amaya y de Gabriel Alberto Cruz Sánchez, desaparecidos en 2007 en
Oaxaca. Los dos cuadros políticos del Ejército Popular Revolucionario (EPR)
fueron presa de desaparición forzada por parte de la policía del estado
gobernado entonces por Ulises Ruiz, quien los entregó al Ejército.
A pesar de que durante cuatro años la Comisión de Mediación (Comed) pidió a
la Secretaría de Gobernación indagar sobre el paradero de los dos guerrilleros,
nunca se atendió el llamado.
Mediante una carta pública, dicha instancia anunció esta semana su
disolución, al advertir que en el gobierno federal nunca hubo voluntad de
resolver el caso, sino que se crearon muchos obstáculos y se eliminaron
pruebas.
Calderón ya prepara sus maletas. En Los Pinos están esculpiendo su figura,
que habrá de erigirse en el Paseo de los Presidentes, ubicado en los jardines de
la residencia oficial.
Hasta ahora se sabe que piensa radicar en Texas y dar clases en la
universidad de ese estado, pero ya hay protestas de organizaciones sociales y de
estudiantes que repudian su presencia.
Durante estos seis años el panista ha dicho a sus críticos que preferiría
pelear hasta con piedras contra el crimen organizado a no hacer nada. Pero
Calderón se equivoca, porque la crítica no ha sido en ese sentido, sino por la
falta de una estrategia integral que atienda, al mismo tiempo, la seguridad, la
salud, la educación, la justicia y, sobre todo, la corrupción.
El gobierno de Calderón, próximo a concluir, será un gobierno fúnebre. Será
el sexenio de la muerte, la impunidad y la corrupción, y uno de los periodos más
violentos y tristes de México en muchos años, con una herida social que tardará
varias generaciones en cerrar.
Los pretenciosos ciclistas mexicanos
Mujeres ciclistas exigen respeto a los
automovilistas.
Foto: AP / Marco Ugarte
Foto: AP / Marco Ugarte
Los ciclistas mexicanos deben comprender que no están en Europa. Qué molesto
es conducir tu automóvil y soportar a uno de estos pretenciosos que entorpecen
el tránsito. Las autoridades deberían prohibir que circulen sobre la vía
pública.
Esta visión sobre los ciclistas es una constante en el país. En agosto del
año pasado, Ángel Verdugo, comentarista de Grupo Imagen, expresó al aire su
opinión sobre el tema, que refleja el sentir de muchos:
“Voy a hacer una invitación a todos los automovilistas conscientes de este
Distrito Federal ante lo que yo llamo la nueva plaga que está a punto de causar
daños severos en el Distrito Federal, los señores estos no sólo los que circulan
en bicicletas propias sino esta plaga que se creen europeos, se creen franceses
y no señores ustedes no son franceses, son mexicanos, con todo lo que ello
implica, no están ustedes en Paris, en Champs-Élysées. ¡No señores!”.
El fin de semana pasado se celebró en Oaxaca la quinta edición del Congreso
Nacional de Ciclismo Urbano. En esta ciudad, como en la mayoría del país, los
automovilistas quieren exterminar a los conductores de biclas. Les arrojan el
coche, los insultan: actúan como si la vía pública sólo les perteneciera a
ellos.
A pesar de que para muchos conductores los ciclistas son equiparables a una
plaga de cucarachas, estos ciudadanos dan ejemplo de humanismo, utopía y
responsabilidad.
¿Quién es una plaga, el solitario conductor de una inmensa camioneta ocho
cilindros o la ciclista que diariamente conduce a su trabajo sin producir
contaminación? ¿Quién es un lastre para la nación, el ciudadano que se dio por
vencido ante la inmunda corrupción del sistema o los grupos de ciclistas que
cuidaron casillas en las elecciones presidenciales?
La resignación se ha vuelto un patrón común entre los mexicanos inconformes
con el podrido entorno. El silencio como única protesta ante el conductor que se
forma en doble fila. La solitaria molestia por quien arroja basura a la calle.
Seguir de frente ante el agente de tránsito extorsionador. Soportar a los
vecinos que inundan el edificio de excesos sonoros. Taparse la nariz ante el
viejo microbús que echa tanto humo como un parque industrial.
He escuchado de muchas personas honestas el lugar común: “Yo hago lo que me
toca”. Esta frase ya saturó mis oídos. Argumentan que ellos son responsables: se
ganan la vida dignamente, tiran la basura en su lugar, pagan a tiempo sus
cuentas, no le hacen daño a sus semejantes y votan en cada elección.
En un país donde cualquiera puede escribir tu nombre en una pancarta
utilizando como tinta tus intestinos, la filosofía de “hacer lo que me toca” es
más bien un paliativo de las buenas conciencias. Lavarse las manos ante la
ruina.
La enseñanza contraria la ofrecen los ciclistas mexicanos. No mirar para otro
lado frente al dolor del prójimo, sino ofrecer una mano por pura humanidad.
Hay iniciativas para recuperar la vía pública secuestrada por la violencia,
como Chihuahua en Bicicleta o Bicibilizate Michoacán. Algunos grupos de
ciclistas ofrecen el recurso no renovable de su tiempo para frenar el deterioro
ambiental, como Bicitekas. El colectivo Camina Haz Ciudad rescata banquetas para
los peatones. Y esta es sólo una mención superficial, hay muchos más proyectos:
Insolente, Cletofilia, Bicitlán Radio, Paseo de Todos, Muévete en Bici,
Bicicleta Blanca…
La mayoría de estos colectivos está integrada por profesionistas que ceden su
energía para mejorar su entorno. No tienen ese tufo a engaño de algunas
organizaciones civiles que lucran con la pobreza, evadiendo impuestos con
vulgares redondeos o lavando la cara de una empresa abusiva.
¿Debemos enjuiciar a los ciclistas por ser unos pretenciosos que se sienten
europeos? ¿Qué hay de malo en querer ciudades donde las calles estén limpias?,
¿En dónde está el error en actuar como buenos vecinos?, ¿Es estúpido tener una
pizca de sensibilidad humana?, ¿Es iluso pintar banquetas, reciclar o convivir
en un paseo dominical?, ¿Es inútil imaginar poblaciones soleadas, verdes y en
paz?
Es claro que a los vividores del erario no les interesa mejorar este país,
que los legisladores privilegian sus bonos antes que ver por los electores y que
el Ejército jamás terminará con el narcotráfico. Estamos obligados a rascarnos
con nuestras propias uñas.
La filosofía de “hago lo que me toca”, de ver pasar los infiernos frente a
nosotros y no mover un dedo nos mantendrá hundidos. Los ciclistas nos enseñan lo
opuesto, que sí tenemos el poder de cambiar entornos. Nos dicen con actos cómo
soñar en plural, materializar utopías, reír en colectivo y asumir el control del
ser creador que llevamos dentro.
Cada quien es libre de enfrentar a su gusto la hedionda descomposición del
país. No obstante, es miserable querer exterminar a quien ve por su prójimo.
Nadie está obligado a pintar banquetas, cuidar ancianos o protestar por un
fraude electoral, pero por lo menos debe dejar en paz a quien sí lo hace. Y eso
implica, por principio, no aventar el coche a los ciclistas.
Twitter: @juanpabloproal
Sitio: www.juanpabloproal.com
P.D. El músico José Cruz, fundador del grupo de blues Real de Catorce y quien
padece esclerosis múltiple, necesita de su generosa solidaridad para pagar la
producción de su más reciente disco, “Una razón para vivir”. Las donaciones son
recibidas en la cuenta 4039551163 HSBC a nombre de José Cruz Camargo Zurita.
Sitio: http://josecruzelreal.com/ Contacto: josecruzcatorce@hotmail.com
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