Grecia: hacia el despeñadero
Las dos principales centrales sindicales de Grecia convocaron ayer a una nueva jornada de huelga nacional para el próximo 18 de octubre, fecha que coincide con la celebración de la cumbre de la Unión Europea (UE), en la que se discutirá un nuevo paquete de recortes presupuestarios –equivalente a unos 13 mil 500 millones de euros– propuesto por el gobierno de Andonis Samaras. El anuncio se produce un día después de las masivas protestas en Atenas por la visita de la canciller alemana, Angela Merkel, quien el pasado martes se reunió con el primer ministro helénico y le expresó su respaldo a los recortes referidos.
En tal circunstancia, la continuidad de las exigencias europeas para que Grecia aplique las conocidas políticas neoliberales de choque –promovidas con particular energía por el gobierno alemán que preside Angela Merkel, pero diseñadas en los centros de poder financiero mundial–, equivale a solicitar un mayor sacrificio a la población de ese país, a reducir aún más sus estrechos márgenes de gobernabilidad y a colocarlo en el umbral de una parálisis, si no es que en la perspectiva de la disolución de sus instituciones.
Por lo que hace a los constantes amagos de los líderes europeos en el sentido de que Grecia podría salir del euro en caso de que no aplique las medidas diseñadas por la troika continental –Banco Central Europeo, Unión Europea y Fondo Monetario Internacional–, tales advertencias parecen soslayar que una decisión semejante representaría un elemento desestabilizador para el conjunto de economías que han adoptado la divisa común.
En esta perspectiva, el apego dogmático de Berlín y de Bruselas a las directrices neoliberales impuestas a Grecia y a otras naciones en dificultades financieras podría terminar generando un grave daño al conjunto de las economías en Europa y, por extensión, al mundo. Por ello, es necesario que los órganos políticos y económicos supranacionales del viejo continente sean capaces de ver el despropósito y los efectos catastróficos que conlleva el rumbo actual de sus decisiones, y que emprendan, por el bien de todos, un viraje en sus políticas de ajuste.
Venezuela derrota a la Santa Alianza del siglo 21
Ángel Guerra Cabrera
Coalición internacional es el nombre que le dio Hugo Chávez. Y es que a eso se enfrentó la Revolución Bolivariana en las elecciones presidenciales del 7 de octubre. No a una alianza de fuerzas locales, eso sí con mucho poder financiero, y un candidato que no le llega a Chávez intelectualmente ni a la suela de los zapatos. Sino a una potente agrupación de estados imperialistas, oligarquías latinoamericanas y la derecha trasatlántica, que decidió echar toda la carne al asador para de una vez quitar del medio al incómodo presidente venezolano. Estaban en juego trascendentales intereses económicos y geopolíticos. Chávez encabeza al pueblo, que además de poseer las más grandes reservas petroleras del planeta e importantes recursos financieros, constituye el referente principal en la conquista de la segunda independencia, la unidad e integración de América Latina y el Caribe, animador de la Alba, Petrocaribe, Unasur y la Celac. Su liderazgo ha hecho de Venezuela el principal polo mundial en la lucha contra el capitalismo y su fase neoliberal, contra el imperialismo y las guerras, por la democracia participativa y el socialismo. Junto a otros proyectos latinoamericanos y caribeños demuestra que es posible una alternativa a las brutales formas de explotación neoliberal y creciente opresión política de los pueblos, extendidas hoy a Estados Unidos y Europa.
La victoria bolivariana ha sido justo la que se necesitaba en este momento. No sólo ganar sino hacerlo por un margen de más de un millón 600 mil votos(11 puntos porcentuales) que hizo imposible la recurrente y mentirosa acusación de fraude de la contrarrevolución a un sistema electoral ejemplo de transparencia en el mundo. Paralizó los planes para provocar el enfrentamiento y la violencia en las calles y dar el pretexto a la intervención militar imperialista. La maquinaria mediática del imperio propalaba en las últimas semanas la noción de que el candidato opositor ganaba terreno mientras Chávez lo perdía. Ya estaba a la mano el empate técnico que se produciría precisamente en los días de la veda electoral, argumentaban decenas de sesudos analistas políticos. Si tuvieran vergüenza no se atreverían a asomarse más a la luz pública; pero no, seguiremos viendo repetir las mismas mentiras y calumnias a los caraduras escribas y profetas frustrados de El País, CNN y sus homólogos en Latinoamérica.
Otra cuestión a destacar del 7 de octubre es la concurrencia de más de 80 por ciento de votantes, que demuestra fehacientemente el interés en la política de los venezolanos, la confianza en que su voto es contado –y cuenta– y el arraigo en la población de una cultura política que ve las urnas como el medio para dirimir las diferencias de opinión. Esto es un importante logro del chavismo frente al golpismo y el desprecio al pueblo de numerosos líderes de oposición. Qué diferencia con el autoproclamado paladín de la democracia que nunca logra más de 50 por ciento de participación en elecciones presidenciales sobre un registro electoral en que muchos ni se interesan en inscribirse.
Claro que en Venezuela hay problemas. El presidente Chávez ha sido muy crítico de la gestión gubernamental antes e inmediatamente después de las elecciones y ya el chavismo debate el resultado electoral con vista a combatir errores, profundizar la orientación al socialismo y sacar lecciones de inmediato para las elecciones legislativas y de gobernadores de diciembre, también muy importantes.
Twitter: @aguerraguerra
Deterioro global
Orlando Delgado Selley
Tal como se esperaba, las nuevas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) dan cuenta de un escenario global que se deteriora consistentemente. Los riesgos que se enfrentan hoy son mayores que hace seis y 12 meses. El Panorama Económico Mundial, presentado anteayer, señala que la posible concreción de estos riesgos tiene que ver con las acciones que gobiernos y partidos políticos importantes en Estados Unidos y Europa decidan instrumentar para enfrentar los principales desafíos económicos de corto plazo.
El mundo enfrenta una difícil situación que se relaciona directamente con decisiones políticas. La actual crisis tiene más que ver con lo que quienes dirigen han decidido hacer, que con dificultades estructurales que sólo se resuelven a largo plazo. En particular, en lo que se refiere a la política monetaria hay una diferencia fundamental en los bancos centrales del mundo: continuar los esfuerzos de relajamiento monetario o persistir en la atención esencial a la evolución de los precios.
En materia fiscal, el debate se centra en la reducción del déficit fiscal y de la deuda pública como proporción del PIB, o bien en impulsar la actividad económica con expansión del gasto y/o reducciones tributarias. Estos debates no son teóricos, en realidad se traducirán inmediatamente en decisiones políticas que afectarán el futuro inmediato: en Europa, la decisión de establecer al BCE como supervisor bancario podría generar credibilidad y producir confianza, lo que eventualmente tenderá a reducir las presiones del costo de fondeo para los países periféricos. En Estados Unidos, luego de la decisión electoral, republicanos y demócratas tendrán que resolver el problema del techo de endeudamiento, considerando la necesidad de mantener finanzas públicas sustentables.
Como se observa, globalmente dependemos de decisiones en Europa y Estados Unidos que, pese a la disminución de su peso relativo mundial, siguen siendo fundamentales. Entre los 20 países con mayor PIB en dólares corrientes en el mundo está, por supuesto, Estados Unidos, que sigue teniendo el primer puesto; por parte de la Unión Europea están Alemania (4), Francia (5), Reino Unido (6), Italia (8), España (13) y Holanda (18), por ello sus decisiones siguen siendo relevantes. Pero cada año aumenta la presencia de los emergentes, que cuentan con China (lugar 2), Brasil (7), Rusia (9), India (10), los BRIC, seguidos por México (14), Indonesia (16) y Turquía (17), aunque el peso de su opinión siga siendo marginal.
Esta distribución de pesos relativos se altera sustancialmente y, en consecuencia, políticamente debiera representar un cambio en la significación de la opinión de estos países en la conducción de la economía mundial, si la comparación se realiza en dólares ajustados por la paridad del poder de compra. Los BRIC’s, por ejemplo, tendrían el siguiente peso: China (2), India (3), Rusia (6) y Brasil (7), en tanto que los europeos reducirían su peso: Alemania (5), Reino Unido (8), Francia (9), Italia (10) y España (14). El gran dato de esta estimación es que para 2017 China será la mayor economía del mundo.
Lo cierto es que el escenario básico se ha deteriorado, y la dificultad para aceptar explicaciones económicas heterodoxas del momento actual de la crisis parece llevar al mundo a una situación peor. El llamado de atención realizado por Krugman hace unos meses para detener la recesión no ha sido escuchado, pese a la enorme importancia global de la opinión de este economista. Así las cosas, el mundo verá que persistirá el llamado a mantener férreamente la austeridad fiscal, lo que no solucionará los problemas, pero sí afectará la vida de millones de personas.
Venezuela derrota a la Santa Alianza del siglo 21
Ángel Guerra Cabrera
Coalición internacional es el nombre que le dio Hugo Chávez. Y es que a eso se enfrentó la Revolución Bolivariana en las elecciones presidenciales del 7 de octubre. No a una alianza de fuerzas locales, eso sí con mucho poder financiero, y un candidato que no le llega a Chávez intelectualmente ni a la suela de los zapatos. Sino a una potente agrupación de estados imperialistas, oligarquías latinoamericanas y la derecha trasatlántica, que decidió echar toda la carne al asador para de una vez quitar del medio al incómodo presidente venezolano. Estaban en juego trascendentales intereses económicos y geopolíticos. Chávez encabeza al pueblo, que además de poseer las más grandes reservas petroleras del planeta e importantes recursos financieros, constituye el referente principal en la conquista de la segunda independencia, la unidad e integración de América Latina y el Caribe, animador de la Alba, Petrocaribe, Unasur y la Celac. Su liderazgo ha hecho de Venezuela el principal polo mundial en la lucha contra el capitalismo y su fase neoliberal, contra el imperialismo y las guerras, por la democracia participativa y el socialismo. Junto a otros proyectos latinoamericanos y caribeños demuestra que es posible una alternativa a las brutales formas de explotación neoliberal y creciente opresión política de los pueblos, extendidas hoy a Estados Unidos y Europa.
La victoria bolivariana ha sido justo la que se necesitaba en este momento. No sólo ganar sino hacerlo por un margen de más de un millón 600 mil votos(11 puntos porcentuales) que hizo imposible la recurrente y mentirosa acusación de fraude de la contrarrevolución a un sistema electoral ejemplo de transparencia en el mundo. Paralizó los planes para provocar el enfrentamiento y la violencia en las calles y dar el pretexto a la intervención militar imperialista. La maquinaria mediática del imperio propalaba en las últimas semanas la noción de que el candidato opositor ganaba terreno mientras Chávez lo perdía. Ya estaba a la mano el empate técnico que se produciría precisamente en los días de la veda electoral, argumentaban decenas de sesudos analistas políticos. Si tuvieran vergüenza no se atreverían a asomarse más a la luz pública; pero no, seguiremos viendo repetir las mismas mentiras y calumnias a los caraduras escribas y profetas frustrados de El País, CNN y sus homólogos en Latinoamérica.
Otra cuestión a destacar del 7 de octubre es la concurrencia de más de 80 por ciento de votantes, que demuestra fehacientemente el interés en la política de los venezolanos, la confianza en que su voto es contado –y cuenta– y el arraigo en la población de una cultura política que ve las urnas como el medio para dirimir las diferencias de opinión. Esto es un importante logro del chavismo frente al golpismo y el desprecio al pueblo de numerosos líderes de oposición. Qué diferencia con el autoproclamado paladín de la democracia que nunca logra más de 50 por ciento de participación en elecciones presidenciales sobre un registro electoral en que muchos ni se interesan en inscribirse.
Claro que en Venezuela hay problemas. El presidente Chávez ha sido muy crítico de la gestión gubernamental antes e inmediatamente después de las elecciones y ya el chavismo debate el resultado electoral con vista a combatir errores, profundizar la orientación al socialismo y sacar lecciones de inmediato para las elecciones legislativas y de gobernadores de diciembre, también muy importantes.
Twitter: @aguerraguerra
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