Astillero
Morena en su laberinto
Procesalmente, bien
Quejas y denuncias
RL, en breve
Julio Hernández López
En términos numéricos y procesales le ha ido bien a Andrés Manuel López Obrador en la fase de realización de asambleas y nombramientos de directivos para constituir un nuevo partido. Dada la base social del tabasqueño, el número de votos que recibió en la pasada elección presidencial, el tiempo que lleva en constante movilización y el desgaste de su principal contrapunto, el Partido de la Revolución Democrática, lo extraordinario hubiera sido que el Movimiento Regeneración Nacional hubiera tenido problemas formales para acreditar el número de ciudadanos interesados en su conversión partidista o para lograr la aprobación de sus propuestas básicas.
Esas quejas y señalamientos han recibido una constante descalificación de quien se encamina a ser el dirigente nacional de esa nueva organización, el mencionado López Obrador, quien atribuye las inconformidades a maniobras de adversarios mayores o de despechados menores. Sin embargo, entre quienes denuncian errores y desviaciones, y muestran desesperanza fundada ante lo que podría ser el futuro del Partido de la Regeneración Nacional (Pegenal), hay seguidores apasionados de las luchas libradas con AMLO al frente, deseosos de un nuevo camino pero temerosos de que la construcción de un nuevo partido termine en una recurrencia masoquista a los mismos procesos electorales que le han tumbado al tabasqueño dos veces la Presidencia de la República y que solamente han servido para consolidar una práctica política de cúpulas partidistas eternizadas en la falsa representación popular.
Aún peor: ya constituido como partido político, Morena podría terminar convergiendo en tristes espectáculos de
unidadizquierdista a toda costa con los partidos a los que tanto repelió y que lo llevaron por ello a construir el propio. Es decir, y a pesar de que muchos de quienes están participando de buena voluntad en el proceso de movimiento (Morena) a partido (PRN) creen que se están desembarazando de un modelo perredista firmemente repudiado, a la hora de la verdad podrían ver a la nueva criatura repitiendo historias de negociaciones, reparto de candidaturas, frentes y otros mecanismos tan conocidos en el pasado oscuro de la izquierda electoral, sólo que ahora con Morena ya no como un movimiento tolerado, sino como un cuarto partícipe de subsiguientes alianzas con el sol azteca, el PT y el Movimiento Ciudadano. Dar vueltas y vueltas para acabar casi en lo mismo.
MISS FERROCARRILERA. Tres de las participantes en el cuarto concurso de Mister y Miss Ferrocarrileros, que se llevó a cabo en el teatro del mismo nombre, organizado por el sindicato de este gremio, con la presencia de su líder sindical, Víctor Flores
Foto Marco Peláez
Andrés Manuel López Obrador es hasta hoy el único dirigente político capaz de organizar una resistencia popular ante los esperados embates del priísmo dinosáurico llegado al poder con ánimos de revanchismo concentrado. Por el bien de lo que queda de la izquierda mexicana y por la necesidad de sostener un movimiento social que vaya más allá de lo electoral, bien haría el tabasqueño si revisara con ánimo frío el proceso llevado hasta ahora en Morena, si se asumiera más como el líder social en lucha que México necesita que como el próximo dirigente de un partido más del sistema hasta ahora conocido y si evitara repetir procesos de candidaturas, campañas y desenlaces electorales que, a nivel nacional, en varias gubernaturas y en muchos municipios y congresos locales demuestran que continuar con las mismas fórmulas llevará a los mismos resultados.
Astillas
Asegura el augur legislativo Manlio Fabio Beltrones que
en breveserá aprobada la polémica propuesta de reformas en materia laboral que antes había dicho que pasaría por un largo proceso, entre otras razones porque había perdido el caracter de iniciativa preferente con el que Felipe Calderón la había enviado. Luego del cambio de giro que ordenó Enrique Peña Nieto, el diputado sonorense, quien había asegurado que Felipe Calderón vería la luz verde a esa reforma desde una silla que no sería la presidencial, dice que el voto de la bancada de tres colores en San Lázaro será
consistente. A la luz de los zigzagueos, retrocesos y enredos que se han vivido en este asunto, tal vez lo único
consistentesea esperar a ver qué nuevas inconsistencias aparecen.
Aun cuando las consecuencias prácticas poca diferencia muestran entre un gobierno republicano y uno demócrata, las elecciones presidenciales estadunidenses hacen a algunos observadores albergar esperanzas de que Barack Obama pudiera en un segundo periodo dar cumplimiento a sus promesas de cuatro años atrás respecto a reformas migratorias benéficas para parte de los mexicanos que viven en el país del norte. Sabido es que el peso migratorio de los paisanos aún no tiene traducción concreta en las estructuras de poder de Estados Unidos, pero aun así es ya un objetivo natural a mediano plazo de los políticos pragmáticos de uno u otro de los partidos que juegan a la democracia desde Washington.
Y, mientras se han cumplido cuatro años de la muerte de Juan Camilo Mouriño, ¡hasta mañana!
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Patrones opacos-Rocha
Ataduras ideológicas
Bernardo Bátiz V.
Alguien de pronto, lanza un término nuevo, un giro de lenguaje que suena novedoso, y sirve de modelo para ser imitado; la palabra o la frase corren como reguero de pólvora y, sin que se piense o reflexione sobre el sentido o la intención, se va repitiendo o imitando lo que se dijo y se acepta como válido, sólo porque gran parte de los integrantes de una colectividad lo repiten como lugar común.
Tal ha sucedido, en mi opinión, con propuestas políticas que se dan por válidas sin mucha discusión y para cubrir alguna intención política no expresada abiertamente, por ejemplo modernización, competitividad –cuando se habla de economía– o justicia adversarial, oralidad, inmediatez, cuando se trata de asuntos relacionados con las pretendidas reformas a la justicia en México.
Recientemente, en algunas discusiones políticas y legislativas muy importantes –como las relativas a los energéticos, herramienta estratégica del Estado mexicano, la minimización de los derechos de los trabajadores frente a los empleadores, o los conceptos de independencia y soberanía– se usa como pretexto y fórmula para evadir la discusión de fondo, o para hacer a un lado las objeciones de quienes se oponen, la coartada
ataduras ideológicas.
Se dice que las ataduras ideológicas impiden que México avance y que se aprueben las llamadas reformas estructurales. Lo que significan con esta forma de argumentar es que quienes tienen la responsabilidad de resolver sobre cuestiones tan importantes deben hacer a un lado sus convicciones, sus principios o lo que en términos más amplios y quizás más profundos se conoce como su doctrina.
Con esto nos enfrentamos a una contradicción: por un lado las reglas constitucionales establecen que los protagonistas de la política ya no son las personas, sino los partidos, y en las resoluciones parlamentarias de ambas cámaras cuentan cada vez menos los debates, las discusiones y los argumentos, y cada vez más el número de manos alzadas con las que contará cada uno de los grupos parlamentarios; pero simultáneamente se pretende que los partidos abandonen el dato esencial que los define, la doctrina o la ideología.
No deben ser los colores, los emblemas ni las consignas que se repiten en las marchas los lazos de unión entre los militantes de un partido; el corrimiento al centro del espectro político es porque los partidos han hecho a un lado sus principios y solamente compiten por asientos en los congresos y cargos en la administración, sin importar para nada el porqué y para qué de su acción. Eso hace que todos se amontonen en un mismo lugar y los votantes no distingan con claridad a unos de otros y por tal motivo a todos los juzguen como oportunistas y ventajosos.
Cuando aparecen en la sociedad los partidos como herramientas para hacer política, superando las luchas de caudillos o de dinastías, es precisamente la doctrina la que les da contenido, caracteriza y distingue; la doctrina es una red de convicciones, de verdades aceptadas en común respecto de la sociedad, la persona, la economía, la política; ideas congruentes entre sí, que sirven de lazo de unión entre quienes las aceptan y de guía para actuar y base para propuestas y proyectos.
Lo contrario a la acción inspirada en la doctrina, actuar
sin ataduras ideológicas, como dicen quienes quieren a toda costa sacar adelante las llamadas reformas estructurales, es lo que se ha denominado pragmatismo, oportunismo, la acción sin fundamento en convicciones y tan sólo para salir del paso, para obtener algo material y egoísta, que lo mismo puede ser fama, poder o dinero.
Los teóricos de este pragmatismo, los que quieren que nos deshagamos de nuestros principios, ideologías y doctrinas, se olvidan de que desde afuera, su gran modelo, que es Estados Unidos de América, sí actúa permanentemente bajo una línea doctrinaria que no ha variado por siglos: la doctrina Monroe sigue siendo respecto de América Latina la brújula que guía a la política de nuestros vecinos. Frente a ella, políticos jóvenes y no tan jóvenes navegan sin brújula, se aturden ellos mismos y quieren aturdirnos a todos con su terminología sonora, ruidosa, pero sin contenido.
Tenemos que oponer a esos pretextos y a esas fórmulas vacías principios doctrinarios y convicciones patrióticas. Ciertamente los partidos se distinguen unos de otros precisamente por su ideología, pero también coinciden en algunos puntos fundamentales; debieran ser éstos, cuando menos, la defensa de la soberanía nacional y la búsqueda de un equilibrio económico que nos aleje del riesgo de un estadillo social.
La fuerza de la costumbre-Rocha
Hoy, necesaria la reflexión teórica profunda de la izquierda
Víctor Flores Olea
En el seminario de Consuelo Sánchez en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, al que tuve el gusto de asistir como ponente el pasado martes (con el doctor José Gandarilla, de la UNAM), surgieron algunas cuestiones interesantes referentes a la situación política actual de México, en particular de la izquierda, que en los últimos tiempos, a pesar de su innegable fuerza creciente (en la última votación casi 15 millones de votos en favor de Andrés Manuel López Obrador), ha sido víctima sistemática de marrullerías y fraudes (en 1988, en 2006 y en 2012).
Es obvio que este conjunto de
aparatosresulta uno de los apoyos contundentes de la derecha, además de los partidos políticos y de la cohorte de organizaciones sociales que políticamente militan (directa o indirectamente) en la mencionada derecha. Como sabemos, seguidores que han sido cooptados o simplemente que por inercia y hasta por convicción forman parte y consolidan a la derecha mexicana. En los próximos años, la derecha estaría representada esencialmente por el PRI de Enrique Peña Nieto y, en la mayoría de cuestiones fundamentales (salvo algunas de coyuntura que obedecen a tradiciones que siguen vigentes en el PAN, como las de la democracia sindical en las organizaciones obreras). Pero en los asuntos básicos del interés nacional se darán fácilmente las coincidencias básicas entre PRI y PAN, como ya se prueba en las declaraciones de los mandatarios (entrante y saliente), por ejemplo sobre la privatización de Pemex, en que han coincidido plenamente.
Yo no diría que en la derecha mexicana exista una base teórica mínimamente sólida y coherente. Lejísimos de esa idea. La derecha actúa prácticamente siempre en función de intereses inmediatos y redituables en el menor tiempo posible, y no en función de
principiosque puedan recibir ni por asomo el calificativo de
teóricos. Al contrario, la derecha en México (también la del PRI, lejísimos ya de la Revolución Mexicana) resulta tremendamente pragmática e inmediatista, y de ahí probablemente su capacidad de imposición en horizontes de corto plazo. Ni siquiera le concedería la capacidad e imaginación para sostener sus propios intereses a largo (o mediano) plazo, sin valerse de un conjunto de circunstancias combinadas, incluso surgidas después de la Revolución de 1910, que la han favorecido y que, eso sí, han sido aprovechadas desmesuradamente por quienes han tenido la oportunidad.
En la izquierda mexicana, en cambio, hay un espíritu teórico y crítico indiscutible. Pero también, lo digo directamente, tal espíritu teórico y crítico, en general, se ha aplicado a corto y mediano plazos, cuando no en el cortísimo de la coyuntura. Desde el ángulo de la izquierda hay mil y una ocasiones de aplicar la crítica, incluso acerva, a los acontecimientos políticos más próximos, lo cual, por supuesto, es de elogiar y estimular. En tal sentido, me parece, la derecha publicitaria vive bastante acorralada y apenas defendiéndose de esas críticas, recurriendo al superficial anecdotario de las observaciones ácidas sobre los líderes de la izquierda. Nada sustantivo que confirma la observación de un pragmatismo superficial, también en el terreno de las ideas, que en este caso apenas son opiniones vulgares y hasta frívolas, que no resisten el menor análisis.
Lo que subrayamos con el mayor énfasis es que, aparte de su capacidad crítica sobre lo inmediato, la izquierda requiere, me parece que urgentemente, una elaboración teórica profunda no sólo sobre los eventos de la coyuntura, sino sobre el desarrollo nacional en su conjunto. Permítanme opinar que esa ausencia es uno de los vacíos o carencias más graves que sufre la izquierda mexicana, y que a la postre ha terminado también por debilitarla en lo político y electoral.
Tendrían, por supuesto, razón quienes dijeran que sí existen escritos de la izquierda en México de importante alcance crítico y teórico, pero también debemos decir que no son particularmente abundantes y que en el terreno de las ideas, como dije anteriormente, predominan la crítica y las reflexiones sobre la coyuntura, más que los análisis de alcance teórico general sobre el desarrollo del país y su orientación dominante. Y, al caso, precisamente sobre las características fundamentales de la dominación de clases en México, sobre los mecanismos de la imposición de las hegemonías en el país, por supuesto también en sus aspectos culturales e ideológicos (que en México no pueden ser ajenos a nuestra vecindad con la gran potencia), y desde luego reflexiones individuales y colectivas sobre los caminos del cambio social profundo en México, que equivale a reflexionar en serio sobre los caminos y métodos posibles de la revolución en un país como el nuestro.
Repito: en México hay multitud de atisbos que se inscriben y tienden a llenar el hueco o carencia teórica de que hablo, pero sin duda hace falta un trabajo más amplio y sistemático sobre la estructura del poder, que además se aplique en la práctica de la política. Por ejemplo, no resultó muy feliz el hecho de que al principio del lanzamiento de Andrés Manuel López Obrador como candidato a la Presidencia de la República se elaborara un libro programático de indudable alcance teórico que después, a lo largo de la campaña, casi no volvió a mencionarse. Así, los huecos o vacíos, en lugar de colmarse, en la izquierda mexicana tienden a agravarse.
Habrá reforma-Helguera
Las grandes ciudades frente al poder de la naturaleza
Gonzalo Martínez Corbalá
¡Qué grandiosa ciudad era Nueva York, a la vista y al sentir de cualquier ser humano que llegara, por el aire, o cualquier vía! A medida que se adentraba uno por sus calles y avenidas, le parecía que ninguna otra que hubiera conocido en cualquier latitud del planeta, incluso las maravillosas capitales europeas que se hubiera tenido el privilegio de conocer, podrían ser, sin duda, más bellas, como París, Praga, Londres o Roma. Estamos hablando con las comparaciones que involuntariamente se hacen cuando uno llega a ver, a caminar y a sentir en estas concentraciones humanas tan impresionantes, la primera y las veces subsecuentes, siempre fueron y lo serán, motivo de asombro, tanto para el que ya estuvo en ellas.
¿Y qué decir de los conciertos, que nuevamente hay que decir que por muchas veces que se hubieran escuchado en esos maravillosos aparatos de sonido que reproducen con tanta fidelidad la música de la más grande por su prestigio tan merecido, dirigidos por los mejores directores del mundo, que han obtenido los más grandes y sentidos aplausos de los públicos más conocedores, en los auditorios y los foros más famosos y más exigentes? No se puede decir otra cosa, que ese sólo motivo es suficiente para ir a cualquier parte del mundo, con todo lo que esto implica en costo, en tiempo, en vencer los problemas para adquirir las entradas, que son tan requeridas por amantes de la música de todo el planeta, dispuestos a dar la misma pelea por conseguirlas.
Los teatros, los auditorios, nuevos y antiguos, se ansía conocerlos y estar en ellos, escuchando la mejor música del mundo, aunque igual podría hacerlo en uno de estos home theaters, pero no, hay que tratar de ir adonde sea, cueste lo que cueste, por lograrlo. Bien sea que estén ubicados cerca o muy lejos, de nuestra casa, de nuestro país, de nuestras gentes. Y lo mismo se puede decir de los amantes de los deportes que van a la Serie Mundial de beisbol, cada año. O a la Copa Mundial de futbol, o al torneos abiertos de tenis, en Estados Unidos, en Francia, o a la Copa Davis en Londres, en canchas de pasto.
Estamos hablando de actos que generalmente sólo pueden verse en vivo y en directo en las grandes ciudades del mundo, donde hay la tradición de que se celebren, y también los recursos humanos y económicos para hacerlo. Adonde los protagonistas van con toda la confianza que les inspira la tradición de haberlos realizado exitosamente durante muchas décadas. Donde las ciudades mismas y todos los insumos indispensables, humanos o de transporte, o de alojamiento, arbitrajes adecuados, y la seguridad personal y del público que acude, con la tranquilidad que les da movilizarse de un país a otro, quizás muy lejano, en más de un sentido, con la que se pasarían de la recámara de su casa a la cocina o al comedor.
Claro ejemplo de esto, de la impotencia que empequeñece la fuerza creadora del hombre, es, no podemos olvidarlo, lo sucedido en nuestra capital en 1985, que hizo pedazos grandes extensiones de la urbe centenaria, destruyendo escuelas, hospitales, edificios de oficinas, construcciones fabriles de gran importancia, calles, avenidas, pasos a desnivel, edificios multifamiliares, impidiendo el funcionamiento normal de centros de trabajo indispensables para sustentar la economía familiar y también bloqueando la nacional, cambiando los destinos previstos para los fondos del gobierno hacia otros no previstos con el mismo grado de urgencia y de importancia, considerados así en el plan nacional de desarrollo. Lo urgente hubo de desplazar a lo importante. Un terremoto fue la causa de ese desolador panorama.
Otro ejemplo con muy graves efectos, en el país mismo donde sucedió y de largo alcance mundial, fueron el tsunami y el terremoto que causaron desperfectos en la planta nuclear de Fukushima, que es la más reciente y de mayores consecuencias, pues el efecto de este grave incidente, no precisamente de carácter nuclear en su origen, se sumó al sucedido en Chernobil en 1985, en Ucrania, y en la actualidad no son pocos los países que ya han proscrito la construcción de plantas de combustible nuclear.
Son prácticamente incontables los macroaccidentes que se han verificado en muy diversas partes del mundo, como para dejar sin preverlos en este planeta que todos los días crece, sobre todo en lo que se refiere a los centros de población más importantes, por sus dimensiones y sus efectos de largo alcance y de gran peligro para sus habitantes y para regiones remotas que sufren efectos negativos de singular envergadura, como ha sido en Nueva York, cuyos efectos múltiples se han dejado sentir en casi todo el mundo, en lo que hace al comercio y al transporte marítimo y aéreo. Además, por supuesto, de la tragedia para muchas personas, que –alojadas en un piso 30 o 40, sin agua, sin alimentos, sin medicamentos– esperan obligadamente y sin esperanzas que se resuelva este cúmulo de problemas vitales.
¿Que no hay soluciones y que sólo nos queda la triste resignación, como el precio de vivir en las grandes ciudades? No es así. Si la imprevisión es cara y de graves consecuencias, siempre será más cara y más denigrante que prevenir los desastres. La prevención resultará sin duda también sumamente costosa, pero se salvarían decenas de vidas de seres humanos y se corregiría también un enorme error, una grandísima omisión, la imperdonable ingenuidad de pensar y actuar como si las fuerzas gigantescas de la naturaleza no existieran.
¿Tendremos que esperar otros desastres para convencernos?
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