Glosario para entender al peñismo
El presidente electo, Enrique Peña Nieto.
Foto: Germán Canseco
Foto: Germán Canseco
La Revolución social mexicana, iniciada en 1910, ha triunfado definitivamente (…) ha hecho germinar y arraigarse en las grandes masas obreras y campesinas del país un claro concepto y una conciencia precisa de sus intereses, de sus deberes y de sus derechos: general Manuel Pérez Treviño durante la inauguración de la Convención Constitutiva del Partido Nacional Revolucionario, marzo de 1929.
Regresa el PRI a Los Pinos y con ello aparece una nueva retórica que sepultará la verborrea panista. Del “comes y te vas” y el “haiga sido como haiga sido”, pasamos al “no soy la señora de la casa”.
Cada época tiene un discurso característico y esta no será la excepción. Después del foxismo, donde se inauguró la ocurrencia como discurso oficial, y del calderonismo, necio exponente de la victoria bélica sobre un fracaso mortuorio, llega Enrique Peña Nieto y, con ello, otras formas de la palabra.
Este PRI, nuevo como es, no puede regresar al discurso posrevolucionario, necesita una estética diferente, a tono con la teledictadura contemporánea. Así, en esta época de transición, hemos estado escuchando nuevos términos y conceptos de boca del equipo de Peña Nieto, que vale la pena resumir en un glosario para su mejor comprensión.
Caprichos políticos: forma de llamarle a las denuncias de los escasísimos opositores decentes que no van en sintonía con los intereses del gobierno.
Combate al crimen organizado: el título “guerra” fue muy desafortunado, en los hechos será lo mismo que con Felipe Calderón, pero con un término más amable.
Comisión Anticorrupción: órgano para castigar a los adversarios y posibles traidores.
Consejo Nacional por la Ética Pública: instituto donde las peores sanguijuelas darán clases de moral al electorado.
Debate de propuestas: somnolientos discursos parlamentarios carentes de cualquier viso de crítica.
Diálogo interpartidista: comilonas donde se reparte lo que queda del país.
Fortalecimiento de las relaciones comerciales: viajes para vender en el extranjero los restos de los recursos naturales de México.
Instituciones confiables: gigantes edificios con gruesa burocracia donde nadie repela públicamente y se evita velar por los intereses de los ciudadanos.
Oposición responsable: título con el que se nombra a los compañeros de otros partidos que juegan en el mismo equipo de la clase gobernante.
Político maduro: vetusto acomodaticio que extravió todos sus ideales de juventud.
Prole: tierna manera para referirse a los jodidos pobretones.
Puñado de envenenados: nombre para denostar a los revoltosos, activistas, defensores de los derechos humanos, sacerdotes valientes, líderes sociales y demás parias quejosas.
Reforma constitucional: forma de legalizar la explotación, el abuso y la trampa en nombre del bien del país.
Secretaría de Gobernación: agencia de espionaje y tortura contra los enemigos del régimen.
Uso legítimo de la fuerza: manera romántica de llamarle al vulgar “macanazo”.
Twitter: @juanpabloproal
www.juanpabloproal.com
Bienvenido a la pesadilla, Peña Nieto
Una de las protestas de #YoSoy132 en Televisa Chapultepec.
Foto: Alejandro Saldívar
Foto: Alejandro Saldívar
MÉXICO, D.F. (apro).- El próximo 1 de diciembre, al llegar a la presidencia de la República –con una ceremonia fastuosa en Palacio Nacional, donde se espera un largo besamanos de sus correligionarios y comparsas–, el priista Enrique Peña Nieto buscará rehacer los viejos y caducos mecanismos de poder que su partido creó en siete décadas.
Pero antes de sentarse en la silla presidencial y renovar la liturgia de poder, el exgobernador del Estado de México habrá de mirar la herencia que le deja el panista Felipe Calderón, por cierto no nada prometedora, sino más bien un infierno o una pesadilla dantesca: una deuda pública de 5.1 billones de pesos (152% más en seis años); 52 millones de pobres (casi la mitad de la población nacional); salarios estancados; aumento de 100% en productos básicos; ocho millones de jóvenes sin trabajo; déficit de empleo de cerca de 5 millones en el último sexenio, y una violencia que ha dejado 80 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 250 mil desplazados, según datos de organizaciones sociales.
Peña Nieto tiene ante sí un panorama sumamente complicado, heredado por los gobiernos del PAN y el PRI, y lo que menos se necesita es recrear las viejas fórmulas de poder basadas en el compadrazgo, las dádivas, la corrupción y la impunidad.
La intención de fondo de tener el control político, social y policiaco del país, nuevamente desde la Secretaría de Gobernación, como se hacía hace tres sexenios, es una iniciativa rebasada por la propia realidad.
Los tiempos de la mano dura y la censura con los que parece llegar el grupo peñista al gobierno han quedado atrás por una generación de jóvenes que se formó en los últimos 12 años en los que el PRI no gobernó.
Los nuevos y viejos problemas que enfrenta el país, así como la galopante violencia del crimen organizado y la guerra que le declaró Felipe Calderón, además de la creciente migración centroamericana, el abandono a la juventud (mayoritaria en el país), el olvido al que ha sido orillado el campo y el aumento de los grupos del crimen organizado, no serán resueltos si no hay un programa integral y de largo plazo del gobierno, lo cual no se ve en Peña Nieto y su equipo de gobierno compuesto por una clase política vieja, acostumbrada a defender sus propios negocios e intereses.
La desilusión y desánimo que dejó el panismo en esta fracasada transición a la democracia es parte de la herencia que le dejan a Peña Nieto, quien no llega con las mejores cartas para gobernar, sino a un país con un tejido social roto.
El exgobernador mexiquense no llega fuerte ni con un plan de gobierno de perfil social, sino con un programa financiero y de seguridad pública con el que pretende dar una imagen de que México recuperará la paz y tranquilidad pública perdida en los últimos ocho años.
Y si mantiene la misma estrategia militar y policiaca de Calderón para atacar el problema del crimen organizado, la violencia permanecerá o aumentará, y con ello el numero de víctimas.
La mano dura o el control de los medios difícilmente podrán funcionar como base de una estrategia de gobierno ante una sociedad que, a pesar de no estar totalmente organizada, ya no es dócil ni presa fácil para el engaño en lo que respecta a los medios de comunicación, principalmente las televisoras, socias de Peña Nieto en el ejercicio del poder.
No será con trucos políticos, manejo de imagen y control de la información como se podrá gobernar el país, si es eso lo que pretende Peña Nieto y su equipo comandado por Luis Videgaray, acompañado por Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa desde el Congreso de la Unión.
Si no se ven acciones inmediatas de gobierno, como la investigación de actos de corrupción y complicidad con el crimen organizado, lo que veremos con el gobierno peñista es “pan con lo mismo”.
Lamentablemente lo que se perfila es que no habrá cambios de fondo, sólo de maquillaje, y el país habrá de esperar la llegada de nuevos dirigentes sociales que hoy están en plena formación.
Pero antes de sentarse en la silla presidencial y renovar la liturgia de poder, el exgobernador del Estado de México habrá de mirar la herencia que le deja el panista Felipe Calderón, por cierto no nada prometedora, sino más bien un infierno o una pesadilla dantesca: una deuda pública de 5.1 billones de pesos (152% más en seis años); 52 millones de pobres (casi la mitad de la población nacional); salarios estancados; aumento de 100% en productos básicos; ocho millones de jóvenes sin trabajo; déficit de empleo de cerca de 5 millones en el último sexenio, y una violencia que ha dejado 80 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 250 mil desplazados, según datos de organizaciones sociales.
Peña Nieto tiene ante sí un panorama sumamente complicado, heredado por los gobiernos del PAN y el PRI, y lo que menos se necesita es recrear las viejas fórmulas de poder basadas en el compadrazgo, las dádivas, la corrupción y la impunidad.
La intención de fondo de tener el control político, social y policiaco del país, nuevamente desde la Secretaría de Gobernación, como se hacía hace tres sexenios, es una iniciativa rebasada por la propia realidad.
Los tiempos de la mano dura y la censura con los que parece llegar el grupo peñista al gobierno han quedado atrás por una generación de jóvenes que se formó en los últimos 12 años en los que el PRI no gobernó.
Los nuevos y viejos problemas que enfrenta el país, así como la galopante violencia del crimen organizado y la guerra que le declaró Felipe Calderón, además de la creciente migración centroamericana, el abandono a la juventud (mayoritaria en el país), el olvido al que ha sido orillado el campo y el aumento de los grupos del crimen organizado, no serán resueltos si no hay un programa integral y de largo plazo del gobierno, lo cual no se ve en Peña Nieto y su equipo de gobierno compuesto por una clase política vieja, acostumbrada a defender sus propios negocios e intereses.
La desilusión y desánimo que dejó el panismo en esta fracasada transición a la democracia es parte de la herencia que le dejan a Peña Nieto, quien no llega con las mejores cartas para gobernar, sino a un país con un tejido social roto.
El exgobernador mexiquense no llega fuerte ni con un plan de gobierno de perfil social, sino con un programa financiero y de seguridad pública con el que pretende dar una imagen de que México recuperará la paz y tranquilidad pública perdida en los últimos ocho años.
Y si mantiene la misma estrategia militar y policiaca de Calderón para atacar el problema del crimen organizado, la violencia permanecerá o aumentará, y con ello el numero de víctimas.
La mano dura o el control de los medios difícilmente podrán funcionar como base de una estrategia de gobierno ante una sociedad que, a pesar de no estar totalmente organizada, ya no es dócil ni presa fácil para el engaño en lo que respecta a los medios de comunicación, principalmente las televisoras, socias de Peña Nieto en el ejercicio del poder.
No será con trucos políticos, manejo de imagen y control de la información como se podrá gobernar el país, si es eso lo que pretende Peña Nieto y su equipo comandado por Luis Videgaray, acompañado por Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa desde el Congreso de la Unión.
Si no se ven acciones inmediatas de gobierno, como la investigación de actos de corrupción y complicidad con el crimen organizado, lo que veremos con el gobierno peñista es “pan con lo mismo”.
Lamentablemente lo que se perfila es que no habrá cambios de fondo, sólo de maquillaje, y el país habrá de esperar la llegada de nuevos dirigentes sociales que hoy están en plena formación.
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