El “grito” de los médicos
Protesta de médicos en Monterrey
MONTERREY, NL (Proceso).- La alarma estaba encendida pero sólo en el gremio
médico. La sociedad regiomontana desconocía su drama.
No fue sino hasta el pasado 20 de octubre cuando un grupo de médicos salió a
las calles a protestar por el acecho del crimen organizado, que los ha atacado
sigilosa pero persistentemente. Entonces los ciudadanos supieron que sus
doctores pedían ayuda.
La protesta fue peculiar: Marcharon con tapabocas. No pronunciaron palabra.
No se quejaron. Sólo caminaron por las calles de la ciudad.
La diputada local panista Blanca Lilia Sandoval de León, quien es médico,
denuncia en entrevista con Proceso que una veintena de colegas suyos –sólo en el
área de Guadalupe– han sido objeto de secuestros, amenazas y extorsiones;
delitos que, sin embargo, no han sido denunciados en su mayoría.
Óscar Salas Fraire, director de Medicina del Deporte de la Universidad
Autónoma de Nuevo León (UANL), considera que los médicos han sido blanco de
ataques sobre todo por su evidente bonanza económica y por presiones de los
delincuentes que los obligan a atender a sus cómplices heridos.
Según la diputada Sandoval, el hostigamiento de los criminales comenzó hace
alrededor de tres años. En los medios locales se ventiló el caso del cirujano
Hernán Gabriel Reyes Cantú, quien presumiblemente fue secuestrado el pasado 2 de
octubre. Los reportes periodísticos señalan que el doctor fue liberado el día 13
del mismo mes, aunque no se supo si hubo pago de rescate. Hasta ahora es el
único caso conocido públicamente de un profesional de la medicina privado de su
libertad en el estado.
El 19 de octubre los periódicos locales publicaron un desplegado del Colegio
de Médicos Cirujanos de Nuevo León y su Consejo Consultivo en el que denunciaron
la violencia que están sufriendo.
“Como cualquier otro ciudadano que habita el estado, nos toca ahora ser
narradores de historias similares, pues el flagelo delincuencial que impunemente
impera en Nuevo León, ha hecho víctima también a nuestro gremio al resultar
afectados en la inseguridad algunos de nuestros colegas. Recientemente hemos
sido rebasados violentamente y ahora somos no sólo testigos de este oprobio”,
señala el documento, que no lleva firma de responsable.
Aclara que la actividad de los médicos es ajena a pronunciamientos políticos
y religiosos y refiere que ellos tan sólo están obligados a procurar el
bienestar físico y mental de sus pacientes.
“Por esta razón no podemos permanecer indiferentes a las condiciones adversas
que vive nuestra sociedad. Consideramos nuestro deber tomar una posición activa
en las exigencias de una solución contundente y expedita a la inseguridad que
vivimos día a día.”
Explica que decidieron actuar porque la autoridad no ha tomado medidas para
proteger a la ciudadanía: “No hay argumento válido que justifique el
insuficiente trabajo realizado por todos los niveles de gobierno elegidos
democráticamente. De no ser así, no tendría motivo ni necesidad alguna nuestra
indignación”.
En las redes sociales circuló una versión del desplegado un día antes de que
se publicara en la prensa: “En las últimas semanas la comunidad médica de Nuevo
León nos hemos visto arrollados por la delincuencia organizada secuestrando a
varios colegas. Primero fue Tijuana, luego Ciudad Juárez, ahora Monterrey”.
Este último párrafo no apareció en el texto que publicaron los medios.
Mediante su texto, los doctores convocaron a la manifestación del 20 de
octubre en la plaza de Colegio Civil, en el centro de esta ciudad. Al mediodía
de ese sábado 70 de ellos se reunieron en la explanada del Centro Cultural
Universitario. Portaban, como decía la convocatoria, batas blancas en las que
taparon con cinta adhesiva sus nombres o los de sus empresas o instituciones No
querían ser identificados.
Los reporteros quisieron entrevistarlos antes de que empezara la marcha, pero
se colocaron tapabocas para confirmar que la marcha era silenciosa y que no
darían entrevistas.
La diputada Sandoval sorprendió a los manifestantes cuando les solicitó que
la escucharan. Les dijo que ella, como integrante de la comunidad médica y
representante popular al mismo tiempo, podía ser su interlocutora.
Los médicos, molestos, le dijeron que no querían que hablara en su nombre. La
legisladora se retiró desairada. Los reporteros le pidieron una opinión como
médico, y cuando apenas iba a hablar ante cámaras y micrófonos, fue invitada
amablemente por varios de sus colegas a que se abstuviera de expresarse, pues le
recordaron que la marcha era apartidista.
Sandoval calló.
A las 12:15 horas el contingente oró por la paz.
Inmediatamente después se inició la marcha, que estuvo resguardada por 20
policías de la Fuerza Civil, quienes portaban armas largas. Fueron seguidos por
patrullas y motociclistas de tránsito.
A las 13:00 horas los médicos llegaron a la Explanada de los Héroes, frente
al Palacio de Gobierno. No hubo ningún pronunciamiento.
El mismo médico que dirigió la plegaria al inicio se encargó de hablar en el
cierre: “Pedimos que se esclarezcan a la brevedad todos los casos de la
injusticia. Dios bendice a todos”.
Luego se retiraron.
Como en Juárez
Según la diputada Blanca Lilia Sandoval, la marcha fue motivada por el
secuestro de uno de sus compañeros, quien fue posteriormente liberado. Aunque no
reveló el nombre, todo indica que se refería a Reyes Cantú.
“Ya nos están afectando y nos están lastimando mucho. Lo digo como médico
particular, no como diputada. La inseguridad llegó a tal grado de que nos
amenazan, entran a nuestras clínicas y nos amagan para atenderlos. Es
impresionante cómo opera todo esto”, denunció.
Expuso que en el área de Guadalupe los criminales los extorsionan y les piden
cuotas. “Lo que nos está llegando es que ya están haciendo los mentados
levantones. Que yo tenga conocimiento, han sido unos 15 o 20 en el área de
Guadalupe. La verdad es que sí nos está afectando”, dijo.
A su vez, Salas Fraire decide opinar porque considera que la inseguridad es
un problema que afecta a la comunidad médica de Monterrey, de la que forma
parte.
“Los médicos que han sido foco de esta situación –explica– son los que tienen
mayor capacidad económica, con éxito. Han sido objeto de secuestro para obtener
de ellos recursos económicos. Pero está, en otro punto, la situación médica.
Algunas personas de la delincuencia organizada han sido afectadas en su salud
por heridas de arma o alguna otra situación y requieren atención médica y no
pueden acudir a un centro hospitalario.
Agrega: “Los médicos, según nuestro juramento, debemos darle atención médica
a cualquier persona, pero en una condición legal, dentro del sistema
gubernamental en el que estamos”.
Señala que los médicos son contactados por teléfono por delincuentes que los
amenazan. Les dicen que saben dónde viven y los citan en un lugar. Los maleantes
van por ellos, los conducen al sitio donde tienen que aplicar sus conocimientos
y luego los liberan.
El especialista por la Universidad de Saarland, Alemania, no da nombres ni
cifras pero sabe de colegas suyos que han sido secuestrados y que, por esa
razón, han tenido que abandonar la ciudad.
Afirma que la inseguridad ha obligado a los médicos a adoptar medidas de
precaución: a los que tienen mayores ingresos se les pide bajar su perfil, que
usen autos que no llamen la atención o no transiten con batas o equipo de
quirófano que pueda delatar su profesión.
Se les pide que empleen estacionamientos seguros, que reduzcan su círculo de
amistades, que salgan sin mucho dinero en efectivo y con el mínimo de tarjetas
bancarias, y que no dejen en el coche, a la vista de los transeúntes,
identificaciones o instrumentos que den a conocer su ocupación.
“Hay médicos que han sido secuestrados y a los que les piden los nombres,
direcciones, ubicación de otros compañeros para secuestrarlos”, advierte.
La actual emergencia de los médicos regiomontanos es similar a la que
vivieron los de Ciudad Juárez en 2010. Proceso reportó en diciembre de ese año
el incremento de casos de secuestros y homicidios de doctores, una zozobra que
se inició en marzo de 2008, en el arranque del Operativo Conjunto Chihuahua.
Alrededor de 80 médicos abandonaron sus consultorios y más de 20 se fueron a
vivir a la vecina ciudad de El Paso, Texas.
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