Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

miércoles, 14 de noviembre de 2012

BAJO LA LUPA- Obama, el austero- Cuba: fin al bloqueo-

Bajo la Lupa
Las 13 llamadas globales de Obama tras su relección
Alfredo Jalife-Rahme
Foto
Barack Obama pronuncia un discurso durante una ceremonia para conmemorar el Día de los Veteranos, en el Cementerio Nacional de Arlington, el domingo 11 de noviembre
Foto Xinhua
Amén del voto latino y de las mujeres solteras, que resultó determinante en el triunfo de Obama, Publico.es (9/11/12) aduce que su arma total para vencer a Romney fue un megacerebro informático que controla Facebook, donde en La Cueva –sala secreta de cuartel general de campaña del Partido Demócrata en Chicago– se estableció la mayor maquinaria electoral cibernética jamás construida en Estados Unidos y cuyo éxito operativo a través de las redes sociales es innegable mediante supercomputadoras de ensueño.
Si el multimillonario Romney maneja mejor las finanzas que Obama, éste opera como nadie las redes sociales, pero deja dudas en la dirección de su política exterior.
Al día siguiente de su relección, Obama realizó 13 llamadas a mandatarios que considera amigables (ver Bajo la Lupa, 11/11/12): el canadiense (quíntuplemente por vecindad y TLCAN/Comando Norte/OTAN/anglosfera); dos latinoamericanos (la brasileña y el colombiano); cuatro del Medio Oriente –el egipcio, el turco, el saudí y el israelí (a éste protocolariamente, cuando Netanyahu emergió como el gran derrotado por haberse inmiscuido en las elecciones para favorecer a su íntimo Romney); el de India (más per se que como miembro de los BRICS); tres europeos (el británico, el francés y la alemana); la australiana (de parte de la anglosfera), y al secretario general de la OTAN (¡súper sic!).
Existen más mediorientales (cuatro) que europeos (tres) y latinoamericanos (dos) en la cosmogonía de Obama, con la interrogante de Netanyahu, quien enfrenta elecciones en febrero que puede perder frente al partido Kadima de la dupla Livni-Olmert.
Se pudiera discutir el ostracismo del presidente saliente de México cuando su presidente entrante realizará una visita oficial a la Casa Blanca a finales de noviembre, cuando ondea muy alta la bandera latina, en particular la mexicana, que fue decisiva en su triunfo demográfico sobre los blancos anglosajones protestantes (WASP, por sus siglas en inglés): recomiendo la segmentación electoral de The Washington Post (10/11/12).
De los 193 mandatarios adscritos a la ONU llama la atención que Obama le haya hablado a 12 (sumado el secretario general de la OTAN) –es decir, 6.2 por ciento de los países globales–, y no lo haya hecho con sus supuestos aliados, como al primer ministro de Japón y otros tantos del sureste/noreste asiático, cuando es comprensible que no haya contactado a sus dos principales rivales geoestratégicos: China (en plena efervescencia del cambio transgeneracional de sus mandarines) y Rusia, aunque el premier Medvediev festejó el triunfo de Obama, ya que con Romney estaríamos al borde una tercera guerra mundial.
También es llamativo que Obama no le haya hablado al secretario general de la ONU ni al director japonés de la sumisa AIEA (Agencia Internacional de Energía Atómica), ya no se diga al director genuflexo de la OCDE.
Según David Ignatius, de The Washington Post (9/11/12), analista muy cercano a Obama, el presidente había congelado tanto su política exterior en el verano (hasta la nueva orden de su relección) como su abordaje precavido de liderar desde atrás. A su juicio, se perfilan algunos temas globales urgentes (sic) que tiene que afrontar Obama.
Considera que China es tanto la mayor oportunidad como el mayor peligro y aduce que los países ascendentes algunas veces se vuelcan al nacionalismo (¡súper sic!) como una forma de mantener la cohesión interna, y esta tendencia ha sido evidente con el empuje de Pekín en el Mar del Sur de China (Ver Bajo la Lupa, 4 y 18/12/11, 4/1/12, 27/5/12).
David Ignatius comenta que la respuesta de Obama ha sido un requilibrio del poder militar en Asia, que es la mitad del todo, ya que la diplomacia importa aún más como la otra mitad.
En la cumbre asiática en Camboya a finales de noviembre, a la que asistirá Obama, no habrá escala en China, como tampoco asistió a la cumbre de la Cuenca del Pacífico, apadrinada por Vlady Putin.
Al parecer, cuando las relaciones geoestratégicas tripartitas andan mal, las relaciones regionales andan peor (v. gr. Siria, Irán, etcétera).
David Ignatius juzga que el desafío radica en construir un diálogo con Pekín que puede evitar las confrontaciones militares (sic) que seguido surgen cuando las potencias ascendentes como China confrontan a las dominantes.
Cita al respecto a Graham Allison (GA), profesor de Harvard, quien sugiere que Obama debe considerar una versión de lo que el presidente Kennedy llamó “las precarias reglas del statu quo” entre Estados Unidos y la URSS después de la crisis de los misiles en Cuba: diálogo continuo sobre intereses estratégicos y una comprensión de que ningún lado tomaría pasos provocativos en el patio trasero (sic) del otro. A juicio de David Ignatius, Obama deberá apadrinar un diálogo similar con los nuevos líderes chinos.
En segundo lugar coloca a Irán como el mayor riesgo de guerra, pero también la mayor oportunidad para un avance diplomático, como ha mostrado la disposición del ministro de Relaciones Exteriores persa Ali Akbar Salehi. Sucede que Obama desea la confirmación del supremo líder chiíta Ali Khamenei a tales propuestas.
En la misma frecuencia que Rusia, David Ignatius considera juiciosamente que la verdadera negociación acontecerá con una reunión bilateral entre Irán y Estados Unidos. Vuelve a citar a Graham Allison, quien arguye que Estados Unidos e Israel deben cesar de soñar sobre un acuerdo ideal y prepararse a un acuerdo desagradable (sic), como el que concluyó la crisis de los misiles en Cuba.
David Ignatius interpreta que la fórmula desagradable es aquella que sea verificable para frenar a Irán de tener su bomba. No dice pío sobre la posesión de 400 bombas nucleares por Israel, que han desestabilizado a la región y provocado una ineludible carrera armamentista de los afectados países vecinos.
Nos parece que lo óptimo para la región y el planeta es la desnuclearización de todo el gran Medio Oriente sin excepciones teológicas supremacistas.
Por primera vez en forma pública Rusia estimuló el diálogo bilateral entre Estados Unidos e Irán que podría ayudar a evitar un conflicto (Financial Times, 11/11/12). Sergei Ryabkov, vicecanciller ruso y su principal negociador del contencioso nuclear iraní, en entrevista al Financial Times adujo que no tenía nada contra el encuentro bilateral y esperaba que Rusia sea informada del contenido de los acuerdos. Algo han de saber los rusos.
Según el Financial Times, un alto funcionario británico aprobó también el diálogo directo bilateral, ya que Estados Unidos necesita garantizar a Irán que no busca un cambio de régimen mientras retrocede su programa nuclear.
En vísperas de las elecciones, The New York Times (20/10/12) filtró que Estados Unidos e Irán mediante un canal privado de comunicación acordaron tener diálogo bilateral.
Sergei Ryabkov expresó que Rusia y Estados Unidos regresarían a trabajar en varios rubros donde las relaciones puedan ser mejoradas, sin soslayar las profundas diferencias en un amplio rango de temas diplomáticos y de defensa, como el despliegue balístico misilístico en Europa, sobre el cual Rusia exige garantías legales, a lo que se resiste Obama, a quien le falta volverse a comunicar con los mandatarios de Rusia y China para alcanzar las mínimas 15 llamadas.
Cuba: fin al bloqueo


Por vigésimo primer año consecutivo, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) condenó, por amplia mayoría de 188 votos, el bloqueo que Estados Unidos mantiene contra Cuba desde hace medio siglo.
Como ha venido ocurriendo en los últimos años, la votación referida puso de manifiesto el aislamiento diplomático de la superpotencia en el histórico conflicto: mientras la postura de Washington sólo fue respaldada por Israel y Palau, la oposición al embargo contra el país caribeño estuvo constituida por más de 90 por ciento de los estados miembros de la ONU, con gobiernos de las más diversas posturas ideológicas y económicas, aliados tradicionales, no pocos de ellos, de la Casa Blanca.

La continuidad de esta política que ha generado el rechazo de prácticamente toda la comunidad internacional; que ha significado un castigo injustificable, inhumano y estéril para los cubanos, y cuya persistencia resulta por demás obsoleta –pues se trata de una determinación adoptada en el contexto de un orden bipolar y una disputa político-ideológica hoy superados–, acentúa la percepción de fracaso con respecto a las promesas iniciales de cambio en la proyección internacional de Estados Unidos que hizo el primer afroestadunidense que ocupa la Casa Blanca.

En efecto, aunque Barack Obama inició su primer mandato –hace casi cuatro años– con expresiones sobre voluntad de acercamiento hacia el régimen de La Habana, y no obstante que su gobierno adoptó medidas que daban cuenta de un avance tenue, pero visible, en ese sentido –como la supresión de las restricciones a los viajes y la autorización de envíos de remesas al país caribeño–, la política de la actual administración de Washington hacia la isla terminó por volverse indistinguible de la de su antecesor, y el propio mandatario moderó su discurso de acercamiento, acaso con el propósito de no colisionar con los sectores conservadores de la sociedad y la clase política estadunidense.
Hoy, sin embargo, tras haber sido relecto en los comicios presidenciales de la semana pasada, Obama vuelve a colocarse en una posición de renovada fortaleza política, propicia para que haga valer su voluntad transformadora e inicie de una vez por todas una redefinición de la política tradicional de su país, particularmente de sus directrices más nefastas, como las que rigen su relación con la nación caribeña.
Es claro que si Obama logra aprovechar la oportunidad que se le presenta e incluye el referido viraje entre los puntos centrales de su agenda diplomática, su segundo ciclo presidencial podría arrojar, como legado, la solución de uno de los conflictos bilaterales más añejos en el mundo y la restauración, así sea parcial, del respeto de Estados Unidos a la legalidad internacional.
Obama, el austero

Alejandro Nadal
En su primer periodo en la Casa Blanca, un presidente estadunidense enfrenta el desafío de la relección cuatro años más tarde. En cambio, se dice que en el segundo periodo sólo tiene que preocuparse por el lugar que ocupará en la historia.
Obama puede jactarse de haberse relegido a pesar de haber decepcionado o traicionado a su base electoral. Es una hazaña que quizás indica su preferencia por ocupar un lugar mediocre en el panteón de la historia de Estados Unidos.

A partir del estallido de la crisis global en 2007, las principales economías capitalistas reaccionaron lanzando programas de estímulo fiscal y monetario. Esos programas subestimaron la magnitud de la crisis y no fueron suficientes para frenar el deterioro. Pero una de sus consecuencias fue el aumento o la generación de abultados déficit fiscales. Hoy la depresión continúa y el reclamo desde la derecha es el regreso a la austeridad fiscal.

En Europa la austeridad fiscal ha llevado al colapso económico a varios país. En Estados Unidos parece que la lección de 1937 está a punto de repetirse. En aquel año el presidente Roosevelt cedió frente al reclamo de los que estaban preocupados por la inflación y la magnitud del déficit fiscal. Esa presión venía del sector financiero, que ve en la inflación a su peor enemigo. En el otoño de 1937 Roosevelt aplicó importantes recortes para encaminarse hacia un esquema de presupuesto balanceado. El resultado no se hizo esperar: a mediados de 1938 la producción industrial había caído 33 por ciento, el ingreso nacional se había desplomado 13 por ciento y el desempleo había aumentado cinco puntos porcentuales (más de 4 millones de personas engrosaron el ejército de desempleados). Roosevelt tuvo que dar marcha atrás y solicitó al Congreso un nuevo estímulo que permitió regresar a la senda de la recuperación. Poco después la economía estadunidense se enfrascaría en un esfuerzo bélico sin precedentes y eso terminaría por eliminar el desempleo.

Pero la idea de que un estímulo fiscal puede desempeñar un papel importante en una economía capitalista había ganado carta de naturalización en el ámbito de la política macroeconómica.

En las últimas cuatro décadas esta idea se ha visto atacada desde muchos ángulos. En el medio académico, la teoría económica dominante, la que se enseña en casi todo el mundo, considera que un déficit fiscal provoca inflación y atraso económico. Pero esa es la misma teoría que nos dijo que los mercados financieros eran estables, eficientes y en cuyos modelos no hay cabida para las crisis. Hoy es evidente para los conocedores que una política macroeconómica basada en la austeridad fiscal está fundada más en creencias religiosas que en una teoría seria sobre el funcionamiento de una economía monetaria.
Alrededor de este tema la referencia más importante es Wynne Godley, uno de los autores más importantes en las últimas décadas (asociado a la Universidad de Cambridge y al Instituto Levy en Estados Unidos). Fallecido en 2010, Godley fue uno de los pocos autores que sí vio venir la crisis. Su teoría se basa en el enfoque de contabilidad de flujos de fondos entre los grandes sectores de una (macro)economía: empresas, familias, gobierno y el resto del mundo. Cuando un sector incrementa su riqueza monetaria otro debe estar experimentando un déficit neto. El costo monetario de las acciones de un sector es igual al ingreso monetario de algún otro sector. Hasta aquí no hay nada espectacular ¿verdad? Pero la conclusión de este enfoque sugiere que un gobierno casi está obligado a mantener déficit para que el sector privado pueda mantener crecimiento económico neto, a menos que la economía mantenga un superávit comercial (y sus socios soporten un déficit comercial). Esta teoría revela que un presupuesto balanceado implica que el crecimiento sólo puede basarse en un saldo positivo en la balanza comercial.
Una economía monetaria en la que todos los actores económicos son ahorradores netos tendrá que padecer una contracción económica. En la fase actual de la crisis, la economía estadunidense mantiene un fuerte déficit comercial y sigue en un proceso deflacionario en el que cada sector busca limpiar sus hojas de balance. Si el gobierno también se encamina por ese sendero, la recesión será la consecuencia.
En su afán por alcanzar un arreglo con los republicanos y los fundamentalistas de la austeridad fiscal, Obama aceptó lo que ahora es la amenaza del precipicio fiscal. Puede ser que haya caído en la trampa, o quizás él mismo es un creyente en las bondades del equilibrio fiscal. Obama se ha movido hacia la derecha al aceptar negociar los derechos derivados de la seguridad social casi desde el comienzo de la campaña. En la galería de los presidentes estadunidenses, Barack portará el sobrenombre de El austero. Pero en la historia pasará como un ingenuo más que se creyó los disparates de la austeridad fiscal y repitió la experiencia de 1937.

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