Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

sábado, 3 de noviembre de 2012

Les presento a mi gabinete- La intolerancia mexicana

Les presento a mi gabinete

¿No se han permitido soñar con presentar un gabinete definitivo, inteligente y preciso para las funciones de la vida? Yo sí. Con eso de que Peña Nieto se maneja entre tiburones y AMLO pretendía poner a los intelectuales del país al mando, pues yo también tengo una propuesta. Quizá no para conducir al país, pero sí para manejar más o menos mi vida que en estos momentos es un pequeño desastre, aunque en permanente control de daños, como Sandy (me informan que ya abrieron los Starbucks de Nueva York, signo infalible de que las cosas van bien).
 
Nombraría como mi Secretaria de Gobernación a mi amiga Viridiana, que aunque es un poco distraída, trae la agenda al tiro, es de mano férrea y de absoluta confianza para decirme si mis decisiones impulsivas de plano se fueron como las cabras para el monte.
 
Espero que no le pase nada porque parece que este puesto acarrea una maldición. Te deseo todo lo mejor Viridiana. Si por superstición ella declina mi oferta, en sustitución tengo a varios nombres, pero creo que traería mala suerte mencionarlos.
 
Como Secretaria de Relaciones Exteriores nombraría a Tania Vachez, mi jefa del trabajo, que funciona como un engrasador de aceite en cualquier tipo de ruedas. Es decir, que le cae bien a todo mundo y podría suavizar mis no muy filtrados pensamientos. No es que a mí me hayan ofrecido participar en Sin Filtro, que haciendo cuentas, unos 10,000 pesos por programa no caerían mal. Bien por Attolini.
 
El Secretario de Seguridad Pública sería mi padre. Su consejo más repetitivo es que no tome taxis de la calle y punto. Aunque no me haya dado un spray de pimienta para venirme a vivir a México D.F., es muy enfático en que no me vaya con extraños en la carretera. Fuera de ahí, no se mete con nada más y es bastante radical en sus posturas. Podría parecerles muy poco este aporte a mi seguridad, pero bien mirado, Genaro García Luna no ha hecho ni siquiera eso.
 
Por supuesto, mi madre, en la Secretaría de Salud. No conozco a nadie mejor preparado (bueno, asesorada por mi tío Fernando), ni más humano, ni más sensible. Quizá le falta el lado político, pero por vivir con mi papá ahí podrían hacer un complot benéfico para mi salud y la de todos mis compañeros. Con eso de que ya no fumo, espero que no se meta más con el tema y que me consiga citas gratis con los distintos médicos, porque cada día están más caras.
 
Busco un Secretario de Hacienda y Crédito Público. Un asunto sobre el cual no entiendo nada, mis impuestos siempre son un rollo… ¿quién se apunta? Es en serio.
 
Para la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales queda nombrada mi cuñada, eterna defensora de los animales y de cuantas causas de esta naturaleza se le atreviesen por enfrente. Popi, el puesto es tuyo. También le haría un ofrecimiento a mi hermano hippie, a ver si logro sacarlo de África y que se venga acá a hacer hortalizas y estudiar changos. Porque se le extraña, cómo no.
 
Para Secretario de Educación Pública propondría una mezcla. Mi tío Orejón, que no tiene ambiciones políticas ni habilidades para el mundo digital, pero lo compensa con sabiduría y arrestos para defender el castillo de los embates de “Cruela de Vil” Gordillo. Para Conaculta propondría a Humberto Moro, artista tapatío de gusto exquisito y quien nunca se ha plagiado nada. Que divulguen la cultura y me propongan cosas que leer. Incluiría al Profe que siempre me escribe en los comentarios y que seguro tendría mucho que aportar.
 
Para Turismo apuntaría a mi amiga recién casada y su esposo, para que decidan en función de sus múltiples viajes qué es lo que le conviene a México y cómo fomentar lo que ya tenemos, que ambos conocen bien y supongo tendrán buenas ideas. O por lo menos que me pasen tips de buenos hoteles y bares sabrosos.
 
Contrataría en definitiva como mis más cercanos asesores a los integrantes de mi oficina, gente honesta, inteligente y sin el más mínimo interés por el poder. Preocupados siempre por lo Público, no lo Privado, un tanto activistas pero soñadores y realistas. Ricardo, Carlos, Jesús Carlos, Enrique. Que no dejen que me olvide del país y de sus problemáticas, que me mantengan en contacto con los ciudadanos.
 
Alejandro Orosa sería mi Secretario de Comunicaciones y Transportes. Nadie mejor preparado en las nuevas tecnologías que él. Incluso tiene un blog, que por supuesto no me he tomado la molestia de leer.
 
Como Jefa de las Fuerzas Armadas de la Nación de mi vida, fundaría una Secretaría Especializada en Trastornos Mentales. Aquí entrarían todos aquellos psiquiatras y psicólogos del mundo académico (conozco un par) con un presupuesto choncho que ayude a atender a la población. Porque no estamos locos, estamos vivos.
 
Me gustaría crear una Secretaría del Amor, pero creo que aquí ya perdí la compostura y mi Jefa de Gobernación me respondería con un rotundo NO.
 
Y por último una Secretaría de Colaboraciones para Ideas Ingeniosas, a donde invito a todos los lectores. Cada semana sus comentarios confirman la vocación de todos ustedes para aspirar a la titularidad de tal institución.
 
El nepotismo en su máxima expresión, pero de puro corazón. Una alineación que no es producto de los head hunters ni del simple cuatismo, sino del más productivo insomnio. Eso sí, les puedo asegurar que mi gabinete no saldría mal parado frente al que habremos de conocer el 1 de diciembre.
@mariagpalacios
 

La intolerancia mexicana

Por: Hilda García - noviembre 2 de 2012 - 0:00
COLUMNAS, Nevertheless in gringoland - 5 comentarios
Se acerca el Día Internacional para la Tolerancia y ni entre los ciudadanos ni entre los partidos políticos luce una verdadera intención de borrar las diversas expresiones de intolerancia que amenazan la convivencia de los ciudadanos.
 
Los actos de intolerancia vividos en nuestra sociedad por razones de etnia, nacionalidad, preferencia sexual o el color de piel, así como por tener ciertas creencias religiosas y políticas son cotidianos.
 
El año pasado, incluso, fuimos testigos de un sinnúmero de casos viralizados en las redes sociales donde se veía a las “Ladies de Polanco” o al “Gentleman de las Lomas” manifestando su clasismo, mas no su clase. Y donde no son más que una mínima expresión de lo que diariamente se manifiesta en las escuelas, los lugares de trabajo y en las mismas familias.
 
De moda se ha puesto hablar de bullying, pero en realidad las escuelas terminan muchas veces expulsando o maltratando aún más a la víctima que al victimario. Las relaciones de discriminación o extremismo se ejercen a todos niveles y parece preferible resolver el tema a favor del fanfarrón o del que grita más, que de la persona que ha sufrido las burlas o la presión del grupo.
 
En 1995, se instituyó el Día Internacional para la Tolerancia, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en realidad no ha pasado mucho tiempo para todo lo que tendría que resolverse en un mundo que parece cada vez más extremista y radicalizado.
 
En México, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), liderado por Ricardo Bucio Mújica, ha luchado por la protección de las parejas del mismo sexo, de los migrantes, de los indígenas, de las personas con distintas capacidades. Incluso ha establecido manuales para periodistas a fin de evitar el mal uso de palabras que refuerzan la discriminación y ha incentivado trabajos de investigación que eliminen las barreras entre víctima y victimario.
 
Sin embargo, aún falta mucho por hacer. La gente en México prefirió votar por un candidato que les daba tarjetas de Soriana o porque estaba guapo, antes que entender que su misma hija había sido educada por él y era capaz de insultar en una cuenta de Twitter a los mexicanos como “la prole” en un tono totalmente despectivo.
 
Incluso, muchos mexicanos se ríen de los programas transmitidos por Televisa o Univisión donde los hombres se disfrazan de mujeres con tubos para caracterizar a las amas de casa o donde el peluquero de telenovela es un gay con movimientos femeninos exagerados.
 
Nos falta aún mucho por aprender a querer al otro, a respetarlo y aceptar que todos tenemos el derecho a ser diferentes. Sin embargo, en una sociedad que tiende a homogenizar o a hacer una cultura universal donde todos debemos pensar igual, porque si no, no somos parte de esa comunidad, la capacidad de aceptar que hay otros que piensan diferente en cuanto a preferencia sexual, política, social, cultural se va nulificando. Lo demostramos en las pasadas elecciones. Se rompieron amistades porque alguien apoyaba a un candidato y su amigo pensaba que el otro era el bueno. No había capacidad de diálogo, sólo adjetivos calificativos sobre uno y otro candidato o sobre la misma personalidad de los amigos.
 
Lo mismo pasa sobre la comunidad gay y peor aún si son lesbianas. Hombres que se creen muy hombres se alejan (no es contagioso) o los rechazan haciendo bromas o hasta se pegan en el pecho con el puño cerrado para calificarlos de “puñales”. Y qué decir si en clase una niña, por muy tranquila o dulce que sea, si no se pone pintura, es la primera que responde en clase o se ríe de los demás es a la que marginan. Por no decir de las niñas o niños obesos, de los niños con dificultad para aprender o de aquellos que tienen alguna capacidad diferente. No hemos logrado aún hacer ver a los demás, a los otros, nuestras diferencias.
 
Y ojo… aquí queda aún más por hacer cuando hablamos de tolerancia.
 
La tolerancia, tal y como se entiende hoy, tampoco sirve. Para el biólogo y epistemólogo chileno, Humberto Maturana, la tolerancia es la resignación de convivir con un ser “equivocado” y ofrecemos, como sociedad una saludable intención de vivir en armonía.
 
Toleramos lo que nos “aguantamos”, pero sólo hasta que nos dure la paciencia. Imaginemos esto, no sólo en el plano individual, sino también en lo social, en lo político. Toleramos al otro porque nos distinguimos y en algún momento podría cambiar de opinión, no porque tengamos la capacidad de convivir o de coexistir.
 
Quizá debiéramos aprender a reconocer el Día Internacional de la Aceptación y con esto, hacer sociedades más claras, más inteligentes y más a favor del bienestar común.
 
Tolerar al otro nos puede llevar a un límite y ejercer en una u otra forma la violencia cuando ya no podamos más con el otro… o quizá el otro se harte de nosotros, y cuando su tolerancia se termine, busque la manera de maltratarnos, discriminarnos, torturarnos, eliminarnos.

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