Alianza Social de Trabajadores de la Industria Mexicana

lunes, 5 de noviembre de 2012

Regina: Las razones de la desconfianza- México ante Obama o Romey-

Regina: Las razones de la desconfianza


Regina Martínez. Las dudas
Regina Martínez. Las dudas
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La Procuraduría General de Justicia del Estado de Veracruz (PGJ) anunció el pasado 30 de octubre el esclarecimiento del asesinato, hace seis meses, de la reconocida periodista Regina Martínez. La noticia da lugar a muchas dudas, derivadas tanto de la fragilidad del caso presentado como de la experiencia acumulada por la ciudadanía veracruzana en otros, cuando no se sustentó debidamente la supuesta aclaración de los crímenes.
Recordemos que el asesinato de Regina Martínez, el 28 de abril de 2012, fue por asfixia y golpes, lo que desde el principio planteó dudas sobre las causas del homicidio. Los primeros informes de la PGJ trataban de inducir la idea de un robo como posible móvil, pero no se ofrecieron pruebas concluyentes ni se explicó con claridad cuáles habían sido los objetos sustraídos. Lógicamente hubo una actitud de reserva y descreimiento por parte de la indignada opinión pública (jalapeña, nacional e internacional) y de la revista Proceso, para la cual trabajaba la periodista.
Seis meses después, la PGJ anunció la captura de uno de los asesinos de Regina, al parecer como respuesta a la presión de la propia revista, que en su número pasado (1878) denunció la falta de avance en las investigaciones. La acusación oficial se funda solamente en la propia confesión del inculpado.
Si bien la PGJ ofrece estadísticas impresionantes acerca del trabajo de investigación realizado en este caso y ofrece pruebas circunstanciales que podrían inculpar a las personas señaladas (otros dos testimonios de personas que vieron los objetos supuestamente robados), hay una omisión muy grave: En ningún momento la dependencia estatal ha dicho que las huellas digitales encontradas en la casa de Regina corresponden con las del sujeto detenido o las del prófugo.
Las huellas dactilares de ambos deberían estar en posesión de la procuraduría, puesto que tienen antecedentes penales. Y dado que se trata de delincuentes callejeros, sin antecedentes de homicidio, no se puede alegar que hayan tenido la capacidad para borrar sus huellas. Por tanto, las autoridades deberían haber conocido la identidad de los delincuentes desde el principio de la investigación.
Esta elemental omisión nos muestra un patrón similar al de casos anteriores. El 15 de agosto pasado, el procurador anunció la “resolución” de los crímenes contra cuatro reporteros en el puerto de Veracruz, cometidos días después del asesinato de Regina. Se culpó a supuestos sicarios del Cártel de Jalisco Nueva Generación, atrapados unos días antes por elementos de la Marina, quienes según la PGJ confesaron 36 crímenes, entre ellos los de estos reporteros. Se dijo que los sicarios informaron, además, que los habían ejecutado porque ellos habían “puesto el dedo” a otros periodistas que fueron asesinados por Los Zetas el año anterior.
La PGJ daba por resueltos estos asesinatos con las meras confesiones de los sicarios, sin otra prueba adicional que la posesión de algunos objetos de una de las víctimas por uno de los delincuentes inculpados. El Comité Internacional para la Protección de Periodistas, Artículo 19 y diversas organizaciones civiles hicieron notar la ausencia de pruebas contundentes en los dichos oficiales.
La PGJ deberá convencer al pueblo de México, y especialmente al gremio periodístico, de que la investigación está sustentada en pruebas científicas. Es evidente que la autoinculpación de una persona no es suficiente para considerar resuelto un crimen, pues se sabe muy bien cómo se extraen estas “confesiones” en México.
El caso es débil, pues los inculpados son delincuentes callejeros menores a quienes se había detenido solamente por asalto y lesiones. Estas personas no tenían que amordazar, golpear con saña y ahorcar a la periodista simplemente para cometer un robo, y menos aun cuando dejaron computadoras y otros objetos de valor en la casa de la víctima.
En Veracruz no sólo han sido asesinados nueve periodistas en los dos años pasados, sino que más de 20 se han exiliado. Es muy urgente que estos crímenes y las amenazas sean resueltos de una manera transparente y profesional, de frente a la sociedad, puesto que el estado se ha convertido en el más peligroso para el ejercicio periodístico en México.
Para salir de esta gravísima circunstancia se requiere reconstruir una relación de confianza entre los ciudadanos y las instituciones de justicia. El hecho de que la PGJ haya hecho este anuncio sin previo aviso a los elementos coadyuvantes de esta investigación –la revista Proceso y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos– no ayuda en este camino.
Falta mucho por andar en materia de justicia en Veracruz, uno de los estados más atrasados en la aplicación de la reforma penal y con mayores carencias en sus instituciones de justicia. Los asesinatos de periodistas deben colocarse en el contexto de muchos otros crímenes no resueltos, al menos 458 personas desaparecidas en la entidad (de acuerdo con registros federales) y los secuestros de inmigrantes centroamericanos, entre otros hechos de la coyuntura actual, que ciertamente no es privativa de Veracruz, sino de la nación.
Urge impulsar una reforma profunda de las instituciones de justicia de Veracruz, de cara a la sociedad y junto con ella.
* Periodista e investigador de la Universidad
Veracruzana.
 

México ante Obama o Romey

El republicano, Mitt Romney, y el presidente estadunidense, Barack Obama. Foto: AP
El republicano, Mitt Romney, y el presidente estadunidense, Barack Obama.
Foto: AP
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Al momento de escribir estas líneas, según las encuestas, sigue el empate técnico entre los contendientes a la presidencia de Estados Unidos. En los estados “oscilantes”, aquellos que en último momento dan los votos para poder alcanzar los anhelados 270 en el Colegio Electoral, la batalla se da casa por casa, elector por elector. Los equipos de uno y otro luchan por ganar a los indecisos, por convencerlos de ir a votar el 6 de noviembre.
Para dar mayor dramatismo al momento, el huracán Sandy ha devastado la costa nordeste de Estados Unidos dando un giro a la atención de la opinión pública que, por lo pronto, ha dejado en segundo término la batalla electoral. Quizá es un acontecimiento favorable para Obama; sólo quizá.
Mientras se mantiene el suspenso, en México se formula con insistencia la pregunta: ¿Quién le conviene a México? Ante todo, cabe recordar que nuestro país no es prioridad en esta campaña electoral. Son otras las regiones y los problemas que aparecen en debates y comparecencias donde lo importante es asegurar votos. Desde esa perspectiva, la mirada de los candidatos sobre la situación internacional parece limitada y superficial, casi insultante si se toman en cuenta las responsabilidades que tienen sobre los acontecimientos mundiales. Pero así es en una campaña: desgraciadamente la política exterior queda supeditada a las necesidades electorales inmediatas.
Lo anterior no significa que México no le importe a quien llegue a la Casa Blanca y, aún menos, que sea un asunto menor para los mexicanos. Por el contrario, el triunfo de uno u otro de los candidatos tendrá gran importancia para el futuro de nuestro país, por varias razones. Dentro de ellas hay dos que conviene hacer notar.
La primera es la orientación que darán a la política económica. Para México el crecimiento de la economía estadunidense es fundamental. Para bien o para mal, el principal motor de la economía mexicana son las exportaciones a ese país. Un estancamiento y, peor, una recesión en Estados Unidos, harían muy difícil alcanzar las aspiraciones de crecimiento económico que prometen los dirigentes y anhelan todos los mexicanos.
Si se toman en cuenta la historia de los últimos años y los puntos centrales de las propuestas de Romney, la balanza se inclina definitivamente a favor de Obama. Así lo han entendido dos medios de comunicación tan importantes como el New York Times y el Washington Post, que acaban de fijar su línea editorial a favor de su reelección. Los argumentos son convincentes: No se puede perder de vista que los orígenes de la crisis desencadenada en el 2008 provino de las administraciones republicanas; tampoco se puede ignorar que las bases de la propuesta económica de Romney, centradas en la disminución de impuestos y el repliegue del gobierno, tienen una posibilidad de éxito muy dudosas. Conllevan el peligro de producir una seria recesión, que se manifestaría tan pronto como el año entrante.
El segundo tema de interés para México tiene que ver con la mayor o menor disposición de quien llegue a la Casa Blanca hacia los trabajadores mexicanos en Estados Unidos. Aquí los hechos apuntan también, aunque se pueden señalar ambivalencias, a favor de Obama. Es conocido el compromiso de Romney con las filas de su partido más profundamente opuestas a la presencia de trabajadores que lleguen sin permiso a Estados Unidos. El sentir de grupos republicanos es el que ha inspirado las leyes estatales anti-inmigrantes, cuyo mejor ejemplo, aunque no el único, es la Ley Arizona. Por lo demás, ha expresado su preferencia por alentar la “autodeportación”, que se busca haciendo intolerable la vida a los trabajadores indocumentados.
Cierto que el récord de Obama en materia migratoria no es totalmente satisfactorio. La prometida reforma integral no fue presentada al Congreso, y el número de deportaciones de trabajadores migrantes durante su administración ha sido uno de los más altos en la historia. Puede argumentarse, sin embargo, que la polarización dentro del Congreso hacía imposible un entendimiento bipartidista, sin el cual no se puede lograr la aprobación de la mencionada reforma.
Por otra parte, también se deben poner en la balanza las acciones positivas de Obama, como las realizadas desde el poder judicial para neutralizar la Ley Arizona; la acción afirmativa que finalmente está concediendo una tregua a los jóvenes mexicanos que llegaron con sus padres siendo niños; sus esfuerzos por lograr la aprobación del Dream Act y, de manera más general, su valor emblemático como el líder de una sociedad plural, multiétnica, multicultural, que integre a los grupos más desfavorecidos de la sociedad estadunidense. Una visión que contrasta con el estilo excluyente, conservador e intolerante que caracteriza a los republicanos, en particular a los agrupados en el movimiento del Tea Party.
Las reflexiones anteriores no significan que sea la voluntad del presidente la que decidirá el rumbo de la economía o el destino de las políticas migratorias. Mucho de esto se decidirá o se empantanará en el Congreso; mucho dependerá de la relación de fuerzas que se configure a nivel estatal a partir de las elecciones de gobernadores, representantes y senadores.
Lo deseable es un resultado electoral que permita superar la polarización tan extrema que se advierte hoy día en la sociedad estadunidense. Desafortunadamente, es difícil que tales sean los resultados que conoceremos el 6 de noviembre. En relación con el Congreso, por ejemplo, se esperan mayorías distintas en el Senado y en la Cámara de Representantes. De ser así, quien sea el que resulte elegido encontrará dificultades para hacer pasar sus iniciativas. Tales son los costos de la democracia estadunidense, tan admirada y tan disfuncional.
 

Obama merece la reelección

Barack Obama, presidente de E.U. Foto: AP
Barack Obama, presidente de E.U.
Foto: AP
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Los estadunidenses suelen reelegir a sus presidentes. En los últimos 70 años, sólo Gerald Ford, Jimmy Carter y George Bush padre perdieron las elecciones para un segundo periodo. (Lyndon Johnson asumió la presidencia tras el asesinato de Kennedy; luego fue elegido presidente para cubrir el periodo de cuatro años y decidió no reelegirse.) El martes 6 de noviembre el electorado estadunidense resolverá si reelige o no a Barack Obama; serán los comicios más competidos y polarizados que se recuerden en ese país.
Antes del primer debate entre Obama y Mitt Romney, la ventaja del presidente en todas las encuestas era lo suficientemente amplia para casi asegurar su reelección. Todo cambió después del debate al que el candidato republicano llegó perfectamente preparado y supo parecer un político de centro en vez de un radical de derecha. Fue angustioso ver a un orador de la calidad de Obama atarantado y opaco. Este inexplicable error ocasionó que ambos estén empatados técnicamente en la mayoría de las encuestas (allá sí son creíbles), con una diferencia de dos o tres puntos a favor de uno u otro, lo cual corresponde al margen de error de los sondeos. A pesar de haber ganado los otros dos debates, el inconcebible descuido de Obama podría costarle la reelección.
De acuerdo con el mapa electoral de la cadena de televisión CNN, Obama tiene 237 votos electorales asegurados; Romney, 206, y hay 95 aún no definidos. Visualmente, el mapa electoral está formado por dos tiras azules (el color de los demócratas) y una gran mancha roja (el de los republicanos) al centro. Una azul corresponde a los estados de la costa oeste: California, el que tiene el mayor número de votos electorales (55), Oregon (7) y Washington (12). La otra azul abarca la mayoría de las entidades del noreste: Nueva York (29), Massachusetts (11), Vermont (3), Maine (4), Connecticut (7), Rodhe Island (4), Nueva Jersey (14), Maryland (10) y Delaware (3), además de Illinios (20) y Minnesota (10). La mayor parte de los estados del centro del territorio forman la gran mancha roja, cuya lista no enumeraré para evitar ser prolijo.
Hay estados favorables a Obama, aunque aún no definidos: Pensilvania (20 votos electorales), Michigan (16) y Nuevo México (5). Bastaría que el presidente ganara en los dos primeros para asegurar su reelección, pero eso aún no está decidido. Los que se inclinan a favor de Romney son: Carolina del Norte (15) y Arizona (11). Al republicano no le bastan esos dos estados para alcanzar la victoria, pues le faltarían 38 votos electorales. Por tanto, las entidades indecisas que no muestran una clara inclinación por ninguno son decisivas. Las menciono en orden de importancia por la cantidad de votos electorales que representan: Florida (29), Ohio (18), Virginia (13), Wisconsin (10), Colorado (9), Iowa y Nevada (cada uno con 6), y Nueva Hampshire (4). Es en ellas donde Obama y Romney están concentrando sus energías y el multimillonario gasto publicitario.
A pesar de que, como hemos visto, Obama lleva una cierta ventaja en los votos electorales, los comicios serán tan reñidos que no se descarta un empate en el que los dos candidatos obtuvieran 269 votos electorales. Se necesitan 270 para ganar, de un total de 538 votos del Colegio Electoral, equivalentes al total de los miembros del Congreso: 100 senadores, 435 representantes de los 50 estados de la Unión Americana, más 3 electores del Distrito de Columbia, donde se ubica la ciudad de Washington, capital del país y sede de los poderes federales.
Si ocurriera un empate en el que los dos aspirantes a la presidencia obtuvieran el mismo número de votos electorales, se crearía una situación absurda y profundamente injusta: la Cámara de Representantes sería la encargada de designar al ganador, lo cual seguramente le daría la victoria al republicano, aunque hubiese obtenido menor cantidad de votos ciudadanos que Obama. Un caso similar se produjo en la elección de 2000: George W. Bush fue declarado presidente por el Colegio Electoral a pesar de que obtuvo menos votos que Al Gore. Es clara la urgencia de cambiar esa obsoleta y antidemocrática tradición electoral.
El régimen presidencial, nacido en Estados Unidos y modelo de ese sistema de gobierno, tiene tres características distintivas: la elección indirecta, a través de un Colegio Electoral formado por un total de 538 personas, equivalente al número de senadores y representantes de los estados en el Congreso; la existencia de un vicepresidente que encabeza el Senado y que en caso de muerte o incapacidad del presidente asume su cargo hasta terminar el periodo; y la duración del periodo presidencial de cuatro años, con posibilidad de reelegirse una vez.
A continuación intentaré sintetizar mis argumentos en pro de la reelección de Obama. El cuadragésimo cuarto presidente de la Unión Americana llegó al cargo en medio de una de las situaciones más adversas y de mayor desprestigio de la nación estadunidense en el mundo. Cuando tomó posesión, en enero de 2009, la situación de la economía era sólo comparable a la existente en 1933, cuando Franklin D. Roosevelt juró como trigésimo segundo mandatario de la Unión Americana, en medio de la Gran Depresión iniciada en 1929. La invasión a Irak ordenada por Bush, al margen del derecho internacional y mintiendo sobre la existencia de armas nucleares en ese país, exhibió el lado más oscuro del imperialismo estadunidense.
El presidente Obama enfrentó con entereza y eficacia esos dos inmensos desafíos. Tomó medidas para prevenir otra Gran Depresión: su propuesta de ley de estímulo económico por 840 mil millones de dólares permitió la creación y preservación de 2.5 millones de empleos e impidió que la tasa de desocupación llegara al 12%. El rescate de la industria automotriz es otro de sus grandes éxitos: se salvaron más de un millón de empleos; Chrysler, General Motors y Ford son hoy empresas rentables, tras haber estado al borde de la quiebra. Otro de sus grandes logros fue la ley Dodd-Frank para la regulación financiera, instrumento concebido para evitar una debacle financiera como la de 2008, causada por el abuso sin freno de Wall Street, así como para proteger a consumidores de productos financieros, desde tarjetas de crédito hasta hipotecas.
En materia de política exterior, el presidente Obama ha asumido con responsabilidad su cargo de comandante en jefe de las fuerzas armadas, tanto en Irak y Afganistán como frente a la amenaza terrorista representada por Al Qaeda. Asimismo, apoyó la llamada “primavera árabe” y ha impuesto severas medidas económicas contra Irán para evitar que produzca una bomba nuclear. Su actitud ante China ha sido firme pero sin excesos retóricos ante los abusos comerciales o la manipulación de su moneda. América Latina no ha sido su prioridad; la agenda de México se ha centrado en los temas de seguridad, y el gobierno de Obama ha asumido la responsabilidad compartida de su país ante la amenaza del crimen organizado, aunque el tráfico de armas continúa y acciones como Rápido y furioso no hayan sido aclaradas. De ser reelegido, seguramente promovería una ley integral de inmigración, como lo prometió desde su campaña de 2008. La recuperación de la economía estadunidense prevista por el Fondo Monetario Internacional sin duda beneficiará a México.
Obama invirtió gran parte de su capital político en impulsar su política de salud pública, conocida como “Obamacare”, un gran paso hacia la cobertura universal de salud de calidad y a precios asequibles. El proyecto está inspirado en el instrumentado por Romney cuando fue gobernador de Massachusetts pero, paradójicamente, ha sido el blanco principal de la ofensiva del Partido Republicano contra el presidente demócrata.
La obstrucción del ala radical y predominante del Partido Republicano contra todo lo que haga y proponga el presidente Obama ha sido feroz, y ha ocasionado una parálisis sin precedente en el gobierno. Durante la presente administración, Estados Unidos ha sido escenario de la disfuncionalidad de la separación de poderes, resultado de la irresponsabilidad impuesta por los radicales del Tea Party en el Congreso. El fundamentalismo de esa poderosa élite republicana ha causado una polarización ideológica no exenta de tintes racistas.
Barack Obama es un caso singular en la historia política de su país, no sólo por el hecho de ser el primer afroamericano en ocupar la presidencia, sino por su visión de la política, basada en principios éticos como la honestidad y la congruencia, la autenticidad y la tolerancia. El presidente Obama ha gobernado para la clase media y para los sectores menos favorecidos de su país, que representan a la inmensa mayoría de la sociedad estadunidense. Tiene un proyecto claro para propiciar el crecimiento económico, y propone que los más ricos paguen no menos del 30% de impuestos. Obama es un liberal respetuoso de los derechos de las mujeres y de las minorías, así como de la investigación científica con células madre. Mitt Romney representa lo opuesto: el pragmatismo acomodaticio, el conservadurismo y el militarismo. Por todo ello y mucho más, pienso que Barack Obama merece ser reelegido.
 

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