El despertar
Derrumbe de creencias
José Agustín Ortiz Pinchetti
La abdicación de Benedicto XVI no generará una crisis en la Iglesia católica, sino que esta crisis es la causa de la abdicación, como señala Bernardo Barranco. Yo creo que la crisis de la Iglesia es parte de una crisis de las religiones tradicionales en Occidente. Incluso en Estados Unidos, donde la religión es un elemento poderoso de identidad, es indudable el abandono masivo de las confesiones, incluso en el judaísmo. En Europa muchas de las iglesias se han quedado vacías, aun en Italia y España, países con alta religiosidad en el pasado. La decadencia del catolicismo romano se ha precipitado y los escándalos sexuales y financieros han resquebrajado su prestigio a pesar de los intentos –costosísimos– para encubrirlos. No le va mejor a la cristiandad ortodoxa ni a los evangélicos. Millones entre las clases urbanas y más escolarizadas han desertado, lo que parece irreversible.
Pero el derrumbe abarca también a las ideologías laicas, cuyos dioses eran teorías o líderes divinizados. El fracaso soviético y el rápido hundimiento del modelo ultraliberal han generado una era de perplejidad. Uno se preguntaría si existe una respuesta para enfrentar y satisfacer la necesidad que los seres humanos tenemos de utopía. La desintegración del orden político y social requeriría de una respuesta espiritual. No es improbable que ante la decadencia eclesial los judíos y los cristianos construyan un ecumenismo al aceptar que sus convicciones tienen mucho más en común que lo que los separa. También hay la posibilidad de un gran despertar místico que además acercaría a las religiones judeo-cristianas con el Oriente. Muchos judíos y cristianos han encontrado en el zen y otras disciplinas orientales un camino. De una cosa podemos estar seguros: el cristianismo esencial, y su raíz judía, son una fuerza muy poderosa. Han inspirado a todo el pensamiento libertario de Occidente. Es muy difícil creer que las religiones desaparecerán, tras ellas hay una luz intensa que el poder eclesiástico oculta parcialmente, pero a la vez le da estructura y la hacen comprensible para las grandes masas hambrientas de una respuesta totalizadora. Detrás de esta opacidad está esa luz y es inextinguible.
Por qué la estación Buenavista tiene que llamarse Valentín Campa
Elena Poniatowska
En la cárcel de Santa Marta Acatitla, el líder obrero Valentín Campa era el responsable del apiario. Venía hacia mí todo envuelto en plásticos, la cara cubierta con un tapabocas, el pelo escondido bajo un capuchón y sólo hasta oír su voz, lo reconocía. Atrás de él se veían los panales y el pequeño jardín cubierto de hierbas y arbustos. Valentín lo sabía todo de las abejas, y más que del Partido, le gustaba hablar de jalea real.
–Si va usted a visitar a Valentín, no venga a verme a mí.Ten, te regalo un frasco para que cuando estés vieja te pongas esta crema en la cara.Salía con frasquitos de cápsulas de jalea real que él mismo hacía, al igual que la jalea. Demetrio Vallejo, en su inmenso cuarto blanco dentro de la enfermería, porque se la vivía en huelga de hambre, me decía, enojado:
Los visitaba a los dos, pero sobre todo a Vallejo, porque pretendía escribir su biografía.
–Cuándo termines tu novela de Vallejo, ¿harás la mía? –preguntaba Valentín Campa, risueño.
Él entregó su vida a los sin tierra, a los campesinos, a los obreros, convencido de que nuestro país sólo sería libre cuando todos se fueran a dormir habiendo comido más o menos lo mismo.
–Es indispensable el respeto a las libertades constitucionales.
–¿Desde cuándo piensas así?
–Desde los 14 años. Me inicié en Petróleos. A los 15, en Coahuila era yo estibador en los ferrocarriles.
–¿No colocabas durmientes?
–Los
durmienteseran los ferrocarrileros que no luchaban por sus derechos.
–¿Y cómo supiste que ibas a ser líder?
–Mi primer puesto sindical lo tuve en la Confederación de Transportes y Comunicaciones, y más tarde me nombrarían secretario del Consejo Divisional.
–¿Arengabas a la gente?
–Sí, me decían El Bolchevique.
–¿Y el Partido Comunista no estaba muy fregado como siempre lo ha estado?
–No siempre. Me adherí al Partido el 21 de febrero de 1927, un día antes de la huelga ferrocarrilera, y esa huelga fue causa de mi primer encarcelamiento.
–¿Cuántas veces has estado preso? ¿Más que Revueltas?
–He estado preso 11 veces a lo largo de 14 años: dos veces en 1927. Calles ordenó mi fusilamiento y Portes Gil (entonces gobernador de Tamaulipas) intercedió y dijo que mi muerte causaría un conflicto. Aquí en Santa Marta, donde me ves, ya llevo casi los mismos años que Vallejo: Miguel Alemán me encerró durante 3 años y 2 meses. En otras ocasiones me han encerrado un día, dos días, hasta tres meses, sin contar los cinco años de Plutarco Elías Calles.
–Por fin, ¿cuántos meses han sido hasta ahora en que andas de apicultor, todo rodeado de zumbidos?
–Con Calles me fue muy mal, estuve un año y dos meses perseguido después del charrazo del sindicato ferrocarrilero. En total, siete años y cuatro meses de persecución.
—Bueno, pero no fuiste de chavito a las Islas Marías como José Revueltas…
–Todos los presidentes me han detenido y encarcelado: Ortiz Rubio, Calles, Abelardo Rodríguez, Portes Gil, Ávila Camacho, Miguel Alemán. Andrés Serra Rojas me salvó de no ir a las Islas Marías en 1930. Él era agente del Ministerio Público, y más tarde lo destituyeron. Nos encerraron porque un cura le dio un tiro a Ortiz Rubio, que quedó con la boca chueca.
Vivir con Valentín Campa ha de haber sido difícil. Consuelo Uranga, Valentina y María Fernanda la han de haber pasado muy mal. Claro, Valentín era un personaje central del movimiento obrero en México, daba la vida por sus ideas, y aunque Consuelo Uranga también fue una gran luchadora social, no debió de vivir ni tranquila ni feliz. Cuando un hombre se casa con sus ideas, no hay lugar para otra relación. La pasión política todo lo absorbe. En 1970, Demetrio Vallejo y Valentín Campa, a pesar de estar peleados, salieron juntos de Santa Marta Acatitla, y Vallejo, que recibió su
libertaduna hora antes, esperó a Campa para abrazarse y darse la mano. Todos los reflectores se enfocaban a Demetrio Vallejo, por su huelga de hambre de más de 10 años. Valentín declaró a la prensa que salía libre
sin modificar en lo más mínimo mis convicciones políticas, y que si lo volvían a encarcelar, regresaría de nuevo a prisión.
Valentín Campa, en una imagen tomada el 19 de marzo de 1985
Foto Luis Humberto González
–¿Cómo fue tu vida en la cárcel, Valentín?
–Me conservé en las mejores condiciones físicas y mentales.
–¿Y Vallejo?
–Él se conservó en la enfermería.
–¿Nunca te sentiste abandonado?
–Nunca. Sí pude observar que disminuía la solidaridad, por ejemplo, antes del movimiento estudiantil del 68, porque había campañas de desprestigio que asustaban a la gente. Pero nosotros nos sentimos apoyados por ferrocarrileros, obreros, estudiantes, cardenistas... Pero sí quisiera insistir en que el movimiento estudiantil dio gran impulso a la lucha por la libertad de los presos políticos.
Rápido corren los carros del ferrocarril
–Un día que tenía yo mucha hambre, (era muy pobre), en el ferrocarril acostumbraba ayudar a los conductores para que durmieran más tiempo en el cabuz. Generalmente me lo agradecían invitándome al restaurante. Una vez que no había desayunado ni comido, ayudé a un conductor y trabajé muy duro mientras él dormía.
–Bueno Campa, ahora si vámonos al restaurante.
–Yo, encantado.
–¿Qué quieres tomar? ¿Una cerveza?
–No, hombre, yo quiero una torta y un café con leche.
–No, yo no mantengo hambrientos. ¿Qué quieres tomar?
Pues fíjate que este desgraciado no me quiso dar la torta ni el café con leche, lo que quería era que yo tomara licor. Le menté la madre y me agarré a golpes con él.
–¿Cómo fue que en México el movimiento ferrocarrilero tuvo tanta trascendencia?
–Porque fue la única industria que se desarrolló en México durante el porfirismo y entonces se conformó la gran tradición obrera. Confiamos en que a futuro habría luchas victoriosas, porque la clase obrera creció en forma extraordinaria a pesar de los charros y los Cinco lobitos.
–¿Y a ti, Valentín, te cae bien Porfirio Díaz?
–¿Cómo me va a caer bien, Elena?
–Es que él puso los rieles… ¿Cuál crees que fue el mayor logro del movimiento que encabezaste?
–En la Coalición de Sindicatos Industriales luchamos en plena Guerra Mundial por nacionalizar las empresas imperialistas, y en Ferrocarriles lo logramos: nacionalizamos todas las empresas inglesas y estadunidenses que existían en el país. Lombardo Toledano y Fidel Velázquez nos atacaban, porque decían que esa lucha era hacerle el juego a Hitler. Tuvimos problemas al darnos cuenta de que al mismo tiempo que luchábamos contra el fascismo, éramos los ferrocarrileros y los mineros los que más contribuíamos al intensificar el envío de minerales y metales para la industria militar de Estados Unidos.
Con Ávila Camacho como presidente, el sindicato ferrocarrilero propuso un plan contra la carestía. Abarcaba el control de cambios, la nacionalización de la banca, mano dura a los especuladores y aumento de salarios. Hicimos un primer paro de 20 minutos y luego convocamos a un gran mitin en el Coliseo. Habíamos logrado que Presidencia nos autorizara a transmitir el mitin por radio, pero al ver el poder de convocatoria que tuvo nuestro movimiento, Ávila Camacho ordenó que no se transmitiera. Eso provocó una indignación enorme. Pero finalmente, después de ese mitin, Ávila Camacho aceptó nuestro requerimiento de una ley de emergencia para un aumento salarial que nos protegiera contra la carestía.(Continuará...)
La tortura: la tragedia y la farsa
Maciek Wisniewski *
No me la podía quitar de la cabeza.
La famosa fórmula de 18 Brumaire, de Luis Bonaparte (1852), de Marx, de que la historia sucede dos veces: primero como tragedia, después como farsa–acuñada en realidad por Engels, que en una carta a su amigo calificó el coup d’état de 1851 como una
parodiadel golpe de 1799, apuntando a la noción hegeliana de la repetición de la historia (Marx & Engels collected works: letters 1841-1852, Vol. 38)–, ha sido usada tantas veces y en tantos contextos que ya se volvió bastante riesgosa.
Pero mientras pensaba en la historia de las prisiones secretas de la CIA en Polonia, esta premisa y sus variaciones me resultaban perfectas para hablar de nuestro penoso involucramiento en la red global de tortura.
El tema vuelve, entre otros, por el reporte de Open Society Justice Initiative, según el cual 54 países colaboraron con Estados Unidos en secuestros, transporte e interrogatorios extrajudiciales de los presuntos terroristas, entre ellos Polonia donde hubo –al menos– un centro de detención (Globalizing torture: CIA secret detention and extraordinary rendition, www.opensocietyfoundations.org) y por la película Zero dark thirty (La noche más oscura), sobre la caza de Osama bin Laden (véase la columna anterior: La tortura: el mensaje y los mensajeros, La Jornada, 10/2/2013).
Aunque en su inicio se nos informa que la película
está basada en la información de primera mano, la CIA negó que fuera una reconstrucción exacta, y efectivamente mezcla hechos con ficción.
Así que cuando –según la leyenda en la pantalla– la acción se trasladaba a un CIA black site, gdansk, Poland, donde la protagonista, agente Maya, iba a interrogar a un detenido en un barco convertido en una
prisión flotante, pensé que era una
creación artística. Según lo que ya sabíamos, entre 2002 y 2003 funcionaba en Polonia un black site, pero en el poblado Stare Kiejkuty, en el noroeste del país, en una escuela de inteligencia (cerca de un aeropuerto que recibía los llamados
vuelos secretos de la CIA). Se cree que allí fueron recluidos y torturados, entre otros, Khalid Sheik Mohammed, el supuesto autor intelectual del 9/11, y Abu Zubaydah, el
número dosde Al Qaeda.
Pero lo de Gdansk es inquietante: ¿por qué esta ciudad? ¿Por ser un símbolo identificable con Polonia –la cuna de Solidaridad y un escenario de huelgas y negociaciones históricas? ¿O realmente hubo algo allá? Todo ocurre después de 2004: teoréticamente es posible que cerrada la otra prisión, los detenidos hayan sido pasados a los barcos (la CIA los usaba, aun cuando Obama ya prohibió la tortura).
La prisión en Stare Kiejkuty, donde se violaban los derechos humanos, convenios internacionales, leyes y la Constitución polaca, ya era una burla de la democracia y del estado de derecho, pero una prisión igual en Gdansk, un símbolo de la lucha no violenta por la dignidad y derechos humanos, ya sería un colmo.
La última vez que en Polonia funcionaba una cárcel donde se torturaba sin ninguna cobertura de la ley fue a principios de los 50, durante la más oscura noche estalinista; esto se repitió sólo 50 años después, ya como farsa que mandaba al basurero (de la historia) el glorioso pasado de la oposición y el saldo de casi dos décadas del cambio democrático.
Para entender cómo fue posible que nos prestáramos a las prácticas que la CIA no podía realizar en su propio suelo, hay que remontarnos a la tragedia de la transformación pos 1989, durante la cual nosotros mismos fuimos torturados por la
doctrina del choque, con la que se desmovilizó el mundo de trabajo y la sociedad entera; se bajaron los estándares laborales y –al parecer– éticos.
Sólo así se comprende la apatía con que fue recibida la existencia de un centro de tortura y por qué los políticos que lo permitieron y encubrieron (de ex comunistas hasta la elite de la ex oposición) jamás sintieron presión para esclarecer el asunto.
El único político que se dio a la tarea de investigarlo fue Józef Pinior, socialista, una leyenda de Solidaridad y un feroz crítico de la transformación. Según él, una de las razones de la indiferencia ante la tortura es el modelo del capitalismo que nos fue impuesto, que nos privó de voluntad (Przekrój, 19/8/2012), y que al permitir la instalación de un black site Polonia se volvió una
república bananera, algo que Zero dark thirty conservará en el imaginario popular –sea cierto lo de Gdansk o no (Gazeta Wyborcza, 7/2/2013).
Uno de tantos autores que usaron la fórmula engelsiano-marxiana sobre la recurrencia de la historia fue Slavoj Zizek, quien tituló así uno de sus libros –Primero como tragedia, después como farsa (2009)–, donde analiza la “doble muerte del liberalismo: de la tragedia de 9/11 a la farsa de la crisis financiera, subrayando que esta doctrina
murió dos veces: primero cómo idea política, luego cómo teoría económica.
El movimiento de Solidaridad también murió, o más bien fue asesinado dos veces: en 1989, en aires de tragedia se liquidó su potencial político y la capacidad de defender los intereses laborales (aunque el primer porrazo provino del gobierno comunista, que con el golpe de Estado/ley marcial de 1981 sofocó la autorganización obrera), y en 2002, en aires de farsa se remató lo que quedaba, sus valores e ideales.
* Periodista polaco
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