El discurso oficial de Pemex, ¿es verdadero?
Antonio Gershenson
De manera oficial, la gran explosión en la zona de edificios de Pemex en el DF, fue causada por gas. ¿De dónde salió tanto gas para ese tamaño de destrucción? ¿Quién lo comprimió y cómo? Porque sin esa compresión no hubiera sido posible tal explosión. ¿Es casual que haya ocurrido a las 3 de la tarde, mientras los trabajadores estaban en cola, registrando la salida? En esa área habían oficinas, ¿dónde había, se generaba o se comprimía el gas? Lo menos que siembra este caso son dudas.
Vamos a analizar un documento, que ya mencionamos el domingo pasado, pero ahora vamos a ver en más detalle la Presentación a inversionistas, enero de 2013. Un subtítulo nos dice:
Contra los pronósticos, la producción se ha contenido estable. Está lleno de cifras y gráficas, pero la producción
real–que se supone es la que cuenta– viene bajando hasta 2.55 millones de barriles por día en 2011 y luego hay una supuesta alza en 2012, a 2.57 millones. Pero los números oficiales de Pemex no son 2.57, sino 2.548 millones, poco menos que la cifra detallada de 2011 (2.553). Pero no sólo es sólo esto, que se refiere a crudo producido. Es más, si comparamos la producción de éste en 2007, en ese año se produjeron 3.076 millones de barriles por día. En 2012 se redujeron 20 por ciento frente a 2007, sólo en cinco años. ¿Cuál estabilidad?
El gas natural producido cayó 3.3 por ciento de 2011 a 2012. Si la baja es desde 2009, en tres años lo hizo en 2012 en 10.1 por ciento. Esos son los datos oficiales de Pemex, y esa producción no es
estable, como dicen los funcionarios que hicieron la presentación, sino a la baja. Y eso que hay áreas cuyo rendimiento sí aumenta.
Para que no se vea tan feo que nuestra producción baja, se habla de la producción sin Cantarell, al fin que la de este sitio (no lo dicen abiertamente) decae con ganas. En un año bajó de 449 mil barriles diarios en 2011 a 404 mil, menos de 10 por ciento. Si vamos más atrás, la reducción es menos de una quinta parte. Entonces, la curva de producción sin Cantarell se ve muy bonita, y ahí sí parece que crece la producción.
También en la presentación aludida se presume de campos maduros. Se sabe que su productividad es mínima, pero la real es nula. Se habla de un futuro glorioso con gran crecimiento. Ya en Chicontepec se aludió a un futuro de cientos de barriles diarios, y la realidad no llega ni a cien. Se mencionan tres contratos de campos maduros en 2011 y cinco en 2012. Luego... las aguas profundas –de las que les encanta hablar y pagar a trasnacionales–, pero sin ninguna producción, por lo menos en años.
Se presume en el discurso oficial del gas esquisito (les encanta decirlo en inglés, shale). Unos cuantos pozos se han perforado, algunos han resultado improductivos o
no comerciales, pero no dicen cuál es uno de los verdaderos problemas de plazo más largo: el agua. Y son varios más los que implican riesgos.
Se necesita un buen número de pozos para obtener agua para procesarlos. Se acaba el líquido de éstos y hay que perforar otros. ¿Y la gente? ¿Y si de por sí tenemos ya problemas de agua en varias partes, y hasta en regiones enteras de México? Eso no les importa. En varios países de Europa está prohibida la explotación, e incluso la exploración, del gas esquisito. Y es por algo.
Unas regiones se quedarían
secasen cinco o 10 años, otras un poco más. ¿Y el agua? La agricultura, la ganadería, otras ramas de la economía y la gente misma, se están –nos estamos– quedando sin agua. Eso no les importa a los funcionarios, a los que van a invertir y luego a lucrar, a los políticos oficiales en general.
La presentación plantea alternativas para Pemex. Entre ellas, bonos ciudadanos, y emisión de acciones, ambos prohibidos por la Constitución. Se plantea también la operación como empresa, incluido un
cambio constitucional, dicho descaradamente. Incluyen aquí
áreas estratégicas, previstas en el artículo 28, o sea que no sólo quieren modifivar el artículo 27.
Algunas partes, no las únicas, de estos artículos, son (subrayados nuestros):
Del artículo 27:
Tratándose del petróleo y de los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos o de minerales radioactivos, no se otorgarán concesiones ni contratos, ni subsistirán los que en su caso se hayan otorgado y la nación llevará a cabo la explotación de esos productos, en los términos que señale la ley reglamentaria respectiva. Corresponde exclusivamente a la nación generar, conducir, transformar, distribuir y abastecer energía eléctrica que tenga por objeto la prestación de servicio público.
Del artículo 28: “En los Estados Unidos Mexicanos quedan prohibidos los monopolios, las prácticas monopólicas, los estancos y las exenciones de impuestos en los términos y condiciones que fijan las leyes. El mismo tratamiento se dará a las prohibiciones a título de protección a la industria.
No constituirán monopolios las funciones que el Estado ejerza de manera exclusiva en las siguientes áreas estratégicas: (...) petróleo y los demás hidrocarburos; petroquímica básica; minerales radioactivos y generación de energía nuclear; electricidad y las actividades que expresamente señalen las leyes que expida el Congreso de la Unión.
Así pues, no son sólo las dudas de la explosión. Peor aún es un documento oficial, publicado en enero pasado, y que incluye desde mentiras en los datos, hasta la defensa de trasnacionales, muestra ineptitud y el planteamiento de violar partes decisivas de la Constitución.
Información: la economía de países importantes declina en el cuarto trimestre de 2012: promedio de la Unión Europea -0.6, Alemania -0.6, Gran Bretaña -0.3, Francia, menos 0.3, Japón -0.1. Datos anteriores, Estados Unidos -0.1 y España -0.6.
Los incentivos y la pereza (mental)
Rolando Cordera Campos
La convocatoria del gobierno a una cruzada contra el hambre ha corrido con poca fortuna en el planeta mediático. Muchos estudiosos tampoco han querido darle el lugar que debería tener en la reflexión y el debate sobre la realidad social, y parecen haber preferido reprobar, sin más, la propuesta gubernamental destacando la debilidad del diagnóstico o las dificultades que, de entrada, plantea una trama institucional que no está hecha para cruzadas como la propuesta por el gobierno.
Sin embargo, la crítica debería partir del reconocimiento del valor político que tiene que un gobierno mexicano admita que en el país no sólo hay pobres y muchos, como desde hace años consigna con precisión la contabilidad oficial, sino, además, millones de mexicanos que por su propia pobreza de ingresos o la precariedad institucional vinculada a la provisión oportuna del abasto, sufren hambre y no sólo una noche de tormenta.
Que el gobierno de una sociedad cuya economía se ubica en los primeros 15 lugares del mundo confiese que millones de sus ciudadanos tienen hambre, debería ser motivo de general consternación y desatar un debate de fondo en los espacios formales de la política, los medios informativos, la academia y la parroquia. Pero no ha sido así, lo que no revela la profundidad de la cuestión social contemporánea mexicana, así como la enorme dificultad que entraña encarar el reto del hambre en México, para no hablar del de la pobreza masiva y la desigualdad encanijada que nos caracterizan.
La cúpula social, fortificada en sus creencias y convicciones, opta por la cumbre del consumo y la celebración de la riqueza y ofrece al resto la esperanza. Poco que ofrecer, pero mucho que defender en las actuales circunstancias del mundo y sus alrededores.
Los pobres necesitan voz para hacerse oír por los que no lo son; uno de los factores más decisivos del mantenimiento de la pobreza es la opacidad de dicha circunstancia, su desnaturalización y distorsión, junto con las baterías dizque intelectuales y académicas dirigidas a cuestionar o relativizar la injusticia social, hasta hacerla invisible. En una especie de paroxismo irracionalista, algunos estudiosos y no pocos acomodados, de plano la niegan y rechazan su relevancia para el conjunto de la vida social y la democracia.
Sotto voce, como manda el viejo canon de eliminar por la callada, así ha ocurrido con el hambre en México. El silencio concertado, auspiciado casi siempre desde el poder del Estado y los poderes concentrados de la economía, ahonda la falta de voz de los pobres y reduce su drama a formalismos burocráticos y presupuestales, gracias a los cuales acaba en los márgenes del debate público sobre la asignación de los recursos del Estado.
Hemos vivido así por años, a pesar de que nuestras destrezas contables y analíticas han mejorado notablemente. No hay correspondencia entre el conocimiento producido, la información documentada y el peso y atención que la sociedad políticamente activa y organizada da a la desigualdad, la pobreza y, ahora, al hambre.
En el colmo de esta negación de la realidad se ha querido concluir que, en realidad, hambre que se diga hambre no hay en México. Junto con esto, se llega a postular que los millones de pobres contabilizados por el Inegi y la Coneval lo son porque carecen de buenos y
bien alineadosincentivos para abandonar cuanto antes sus dolencias. Allá van, sin brújula racional alguna, los pobres diablos que buscan consuelo en el olvido.
Hace más de un siglo, Ignacio Ramírez se preguntaba qué hacer con los pobres y lo mismo hizo mucho después la escritora Julieta Campos, empeñada en una entregada tarea de redención y superación de la pobreza en Tabasco. Ninguno de ellos quería soslayar o exorcizarlos; su pregunta los llevaba a asumir su presencia y reconocer que, sin encararla como tarea pública y del Estado, poco o nada lograrían la caridad o la filantropía.
Un país con hambre la tiene también de justicia, pero sobre todo de honestidad solidaria de quienes no la sufren. La disonancia puesta de relieve en estas primeras jornadas nos habla más bien del gran divorcio y la insensibilidad que abruman y pueden ahogar el espíritu público emergido del cambio político nacional. Una normalidad como la que esto anuncia no lleva a la democracia, sino a la simulación.
La energía hoy: primera aproximación
José Antonio Rojas Nieto
Con números
oficialesdel mundo de 2010 y 2011 (Agencia Internacional de Energía, Departamento de Energía de Estados Unidos, Agencia de Energía de la Comisión Europea, estadísticas de British Petroleum, por ejemplo) estimemos volumen y estructura de la energía primaria consumida en 2012, la que, básicamente, se transforma –aún con grandes pérdidas– en combustibles finales y en electricidad.
no comercial. ¿Ejemplo? La llamada biomasa: básicamente leña y bagazo de caña, aún importante en muchos países. En México es el cinco por ciento de la energía final consumida, equivalente a cerca de 150 mil barriles diarios de petróleo. Según los números oficiales, en 2010 se consumieron 12 mil millones de toneladas equivalentes de petróleo (MMTEP) de energía comercializada. Y cerca de 12 mil 717 MMTEP al incluir esa energía no comercializada. Números preliminares de 2011 y estimados de 2012 serían de 12 mil 300 y 12 mil 600 MMTEP, en el primer caso, y de 13 mil y 13 mil 400 MMTEP, en el segundo.
Detengámonos un poco en la estructura de esta energía. Tomemos los datos de la energía comercializable. Incluye tecnologías modernas de utilización de fuentes renovables para generar electricidad. En 2012 representó un consumo diario –siempre equivalente– de 250 millones de barriles de petróleo (MMBPD). Específicamente el petróleo representó poco más de la tercera parte de esa energía, con un consumo próximo a los 90 MMBPD. Cerca de 63 por ciento (55MMBPD) se desplaza –en lo fundamental en una enorme flota marítima petrolera– de las grandes zonas de producción (Medio Oriente, primordialmente) hacia las grandes zonas de consumo (Estados Unidos y la Unión Europea y China).
Algo similar ocurre con el carbón, segundo en el balance mundial, con un consumo diario equivalente que ronda los 80 MMTEP. Así, petróleo y carbón resuelven 64 por ciento de las necesidades de energía comercial. Sumemos el gas natural. Satisface cerca de la cuarta parte de los requerimientos. Así, tendremos tres fuentes no renovables que satisfacen 90 por ciento de los requerimientos mundiales de energía comercial. La energía nuclear de 435 reactores nucleares en operación en el mundo con 374 mil megavatios de capacidad (siete veces la capacidad eléctrica de México y con 65 reactores más en construcción) explica un cinco por ciento más.
Finalmente, las tecnologías de generación eléctrica a partir de recursos hidráulicos, geotérmicos, solares, eólicos, de oleajes, mareas y diferenciales térmicos de aguas marinas, cerca de ocho por ciento restante. Al agregar la energía no comercial, las renovables (con cierto abuso al incluir la biomasa) tendrían una participación de entre 12 y 13 por ciento. Y el resto de formas de energía primaria perdería un poco en la participación antes indicada. Pero la estructura es más o menos clara.
Ahora bien, una concentración cercana a 90 por ciento en no renovables –petróleo, carbón y gas natural– de suyo ya representa un severísimo problema. ¿Qué hacer cuando se acaben? Y si esto fuera poco, qué hacer cuando el consumo de petróleo, carbón y gas natural es el principal responsable de la contaminación, de los gases de efecto invernadero, del cambio climático y, sin duda, altamente corresponsable de la pérdida de los ecosistemas.
Es clara entonces, la necesidad de una reorientación fundamental, esencial o estratégica –escoja adjetivo–, hacia las renovables. Pero –siempre un pero– por lo pronto el panorama de las renovables se encuentra restringido a la generación de electricidad. Y a pesar del enorme dinamismo de ésta (en 30 años prácticamente duplicó su peso en el balance de energía final consumida) hoy sólo satisface 20 por ciento de las necesidades de energía final, entre otras razones, por la enorme, terrible y regresiva orientación del transporte actual, que de manera altamente ineficiente y contaminante, absorbe 27 por ciento de la energía final consumida, casi 30 por ciento en Estados Unidos y la tercera parte en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), y un tremendo 46 por ciento en un México donde se ponen altares al automóvil.
En este marco deberemos analizar nuestra situación específica de México, y estudiar con detenimiento la política energética impulsada al menos desde 1978, cuando por la maravilla de Cantarell –hoy en triste y lamentable declive– nos convertimos en exportadores netos de petróleo. Sí, con mucho detenimiento para colaborar en dar un marco al juicio que nos merezca la nueva Estrategia Nacional de Energía que presentará el nuevo gobierno al Senado en unos días. De veras.
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